lunes, 27 de octubre de 2014

LA FICCIÓN DE LA REALIDAD

Observo pasmada la evolución de las noticias, la cara de bobo del “pequeño Nicolás” y me pregunto cómo ha sido capaz de metérsela doblada a tanta gente sin que nadie se preguntase si era cierta o no la historia que vendía de sí mismo. Me desconcierta, y mucho, que haya sido capaz de colarse en eventos de máxima seguridad, con lo complicado que tiene que ser, y en medio de mi desconcierto me acuerdo de una escena de una de las novelas que he escrito.

En ella, una simple camarera finge ser otra persona y logra hacerse pasar por alguien que no es en un evento vetado para quien no tiene un currículum fiable. Se salta todas las medidas de seguridad sin pestañear y mi personaje se pregunta qué clase de tarados son que dan por ciertas la sarta de mentiras que ha ido dejando regadas para lograr su objetivo.

Confieso que mientras estaba redactando esa parte de la novela me preocupaba, y mucho, que los lectores se me echaran encima con la falta de verosimilitud.

Hasta que apareció Nicolás.

Entonces, cuando constato que la realidad supera en absurda a la ficción, que es más ficticia que la propia realidad, cuando me doy cuenta de que en mi historia aún es más factible que suceda lo que sucede que en la suya, respiro aliviada.

Gracias, muchachote.

Acabas de dejar a mi personaje como a una aficionada del engaño. Me acabas de dar la coartada perfecta para rebatir los ataques (bueno, no suelo rebatirlos, pero sí tomarlos en cuenta para próximas ocasiones) que intuía que podrían llegar en mi exceso de imaginación.

Otra vez, como pasa casi siempre, la realidad ha superado a la ficción.


Aunque en el resto del mundo se estén descojonando de risa.