Jacinto Benavente.
He pasado de la prosa al teatro, a lo mejor porque tardo casi lo mismo que asistiendo a una representación, y me hacía falta entretenimiento para no pensar en lo que me sucede realmente. Con esta obra he aprendido que algunos temas que se trataban hace un siglo siguen ahí, sin visos de desaparecer.
En Los intereses creados, Leandro y Crispín, los protagonistas, se van inventando una historia sobre su pasado que les permite vivir como reyes, mientras que en realidad son sólo dos delincuentes. Al final, en lugar de recibir un castigo, todos encubren sus faltas porque han creado tal trama de intereses que, si alguien abre la boca, sale también perjudicado. Veo en las noticias alusiones al caso Malaya y, de repente, me doy cuenta de por qué esa bola creció tanto.
En un momento, Jacinto Benavente dice que en esta vida no hay que crear afectos, que lo que hay que crear son intereses. Y creo, ahora, que debería aprender un poco de los maestros y aplicarlo al día a día. Aunque fuera solo para no llevarme tantos palos.
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