Con el revuelo que está causando la nueva ley que pretendía regular esta marabunta que es internet, sobre todo en lo que se refiere a las descargas ilegales, me ha venido a la cabeza el canon con el que se pretende gravar a las bibliotecas públicas. Fue porque un chico, preguntado en un informativo qué opinaba de las nuevas medidas ministeriales, dijo que le parecía tan ridículo como que te cobraran por sacar un libro de una biblioteca. Inocente. No sabía qué eso ya está inventado. No sé si es una medida que ya se ha puesto en marcha, ni siquiera si todo el mundo es consciente de ella, pero es escandalosamente abusiva. Por lo que escuché en una conferencia, se han sacado de la manga un canon que pretende que, las bibliotecas públicas, paguen 0´20 euros por cada libro que entreguen en préstamo. ¿En concepto de qué? Supongo que como todo es en concepto de crisis, que justifica los abusos más injustificables. No entro en las pensiones ni demás derechos sociales que también han costado años y mucho esfuerzo y están siendo mutilados sin piedad, enfundados sus verdugos en la bandera de la defensa del bien común. Y del estado del bienestar...
Volvamos al tema mucho más trivial que he elegido hoy y calculemos un poco. Una biblioteca de poco tránsito, pongamos que preste 10 libros al día, al cabo del mes, con 20 días de apertura, debería pagar 40 euros. Eso, doce meses al año, supondrían 480 euros. Y este ejemplo es de una biblioteca que apenas se mueva. Prefiero pensar que la gente lee poco porque si en lugar de 10, los libros son 100, las cifras marean. ¿Cuántos libros nuevos que jamás llegarán a las estanterías suponen eso? Miles de libros que se dejarán de comprar porque hay que pagarle al Ministerio de Cultura por difundir nuestra cultura. Raro, ¿no? Y creo que tardarán poco en trasladarnos ese gasto a los usuarios, lo estoy viendo.
Estamos viviendo malos tiempos para la cultura. El arte, aunque nuestros gestores no lo sepan porque no se acercan ni de lejos a la sensibilidad de un artista, por mucha subvención que les haya hecho creer que lo son, necesita libertad para crecer. La cultura no combina bien con ninguna prohibición y, hoy por hoy, no sé si nos queda algún espacio sin un cartel de prohibido.
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