El domingo pasado, cambiando de canal en la televisión, tropecé con el rostro de alguien que estaba hablando de un tema que me congeló el dedo en el mando. Es cierto que el programa en el que se insertaba su comentario no me inspira mucho interés (demasiado misterio, demasiados temas sobrenaturales) pero me pareció que lo que decía era una verdad de las que no dejan lugar a dudas: dependemos en exceso de la tecnología. El invitado decía que el auténtico apocalipsis al que podemos enfrentarnos en el mundo actual es que, por cualquier circunstancia, nos quedemos sin tecnología. Para él, las sociedades que sobrevivirían a ese escenario serían únicamente aquellas que todavía no han accedido masivamente a ella. El llamado tercer mundo ganaría la batalla a las circunstancias con una soltura que no tenemos en el "primer mundo". (Esto lo pongo entre comillas porque, con la que está cayendo, no es como para presumir de título).
Ayer la Naturaleza nos dio una de sus lecciones magistrales, confirmando las palabras de este hombre (que, lo siento, no me enteré de quién era). Una sacudida de 8.9 en la escala Ritchter que fue como un bofetón para la soberbia humana, esa que nos hace pensar, a veces, que somos los dueños del mundo. Ha dejado víctimas mortales a su paso pero también ha sido para muchos más ese apocalipsis del que hablaban.
Intento buscar soluciones personales por si algún día la tecnología se tomase un respiro y nos abandonara, pero no es fácil. Podría prescindir del móvil, de encender luces, del ascensor ahora que no empujo ya un carrito de bebé, de la calefacción, incluso de pagar con tarjeta pero, ¿el congelador?¿ la vitrocerámica? Vivo en un piso y no creo que a los vecinos les hiciera gracia que encendiera una fogata dentro. ¿Y el coche? El hospital está a cincuenta kilómetros. Quizá no necesite internet pero no sabría qué hacer sin mi ordenador, sin la posibilidad de escribir.
La lista se va alargando sin querer, en mi mente se colapsa un supermercado sin cajas, los cajeros automáticos no funcionan, los ladrones proliferan al amparo de la seguridad que les da, mira qué paradoja, la ausencia de cámaras de seguridad. Un señor se muere porque no se le puede reanimar con unas palas, otro porque se ahoga sin su ración diaria de oxígeno... Me mareo y dejo de divagar, pero no creo que sea la mejor postura. Deberíamos empezar a pensar en dar pasos atrás, deberíamos aprender a "desengancharnos". Pero ni siquiera pensarlo es fácil.
Pues no lo había pensado...
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