Este mes se asocia a muchos eventos relacionados con los libros. La llegada del buen tiempo anima a sacarlos a la calle en multitud de ferias, algunas con mucho renombre, como la de Madrid, y otras que empiezan a dar pasitos, como la que se celebra en Azuqueca de Henares, mi pueblo, donde tuve el gusto de ser invitada el año pasado.
Hoy, al tener un libro en las manos, perfectamente encuadernado, me he puesto a pensar en lo que han evolucionado los soportes de escritura a lo largo de la Historia. El ser humano ha necesitado siempre plasmar de algún modo pensamientos, contabilidades o registros. Unos 30.000 años antes de Cristo se usaron ya el hueso, la piedra o la madera para registrar marcas que pueden ser consideradas los primeros intentos de escritura. Ésta, como tal, aparece en la antigua Mesopotamia, 5.000 años antes de Cristo, en tablillas de arcilla escritas en cuneiforme. No es hasta dos mil años después cuando, los egipcios, empiezan a usar el papiro, obtenido de la planta egipcia llamada Cyperus Papyrus. La biblioteca de Alejandría, aquella que se perdió, fundada por Ptolomeo en el siglo II recogió así las obras más importantes de la literatura griega escritas hasta entonces.
En la Edad Media, en Europa, también se tuvo interés en conservar y difundir la cultura; en pergaminos se copiaban a mano textos en los monasterios, pero no es hasta el siglo XII cuando el libro empieza a circular en ámbitos laicos, como las universidades. El libro se convierte en un objeto intelectual, con prestigio e importancia, pero con escasa difusión, por lo costoso que resultaba copiarlos y lo caro que era el pergamino. A partir del siglo XV, a través de la influencia de la cultura árabe, los pergaminos se sustituyen por papel, y se empiezan a producir grandes avances, debido sobre todo a la invención de la imprenta por Gutenberg.
La sociedad demanda libros y este nuevo invento permite la reproducción rápida y mucho más barata. En pocos años, este invento alemán se extiende por el mundo es la causa, no sólo de la expansión de conocimientos sino también de los importantísimos descubrimientos geográficos, avances médicos, pensamientos filosóficos que se derivan de la lectura de textos que nos acercan, por primera vez, a otras visiones del mundo.
Los avances en la impresión se producen desde este momento de un modo imparable pero no es hasta finales del siglo XX cuando, con la nueva tecnología digital, se consigue que los libros tengan un empuje imparable que hace que, hoy en día, sea casi imposible calcular cuántos libros se publican diariamente. A la publicación tradicional, con editoriales que se ocupan de la producción y la difusión de los textos, hay que sumarle internet, un mundo en progreso constante en el que las cifras marean.
Hoy en día también el soporte ha cambiado de manera radical. A los tradicionales libros en papel hay que sumarle los e-books o libros digitales, libros escritos en un soporte informático que pueden ser leídos en un ordenador o en lectores digitales del tamaño de un libro de bolsillo. Y, paradójicamente, todavía me encuentro a gente que dice que no leemos.
¡Me ha encantado esta entrada! Concretamente, la última frase: "todavía me encuentro a gente que dice que no leemos". No sé si la cosa habrá cambiado, pero hace algunos años España era uno de los líderes en la publicación de libros, pero a su vez era uno de los que menos leía... Parece paradójico, pero tenía su explicación. Por suerte, creo que eso va quedando atrás. La convivencia del libro tradicional y del digital están haciendo aumentar el número de lectores, desde mi punto de vista, al tener una mayor variedad tanto en contenidos como en soportes. ¡Ahora sí que se puede decir que el saber no ocupa lugar!
ResponderEliminarQue entrada tan más completa sobre la evolución del libro.
ResponderEliminarEs cierto que en tiempos actuales las plataformas de lectura han hecho que el acceso a los libros no necesariamente tenga que ser a través de un ejemplar físico.
Desafortunadamente, en mi caso el "todavía me encuentro a gente que dice que no leemos" es bastante razonable. Conoxco a personas que no han tocado un libro en su vida y a las que no les gusta leer. No por nada México tiene bajísimas estadísticas en lectura.
Lo que sí, es que algo que agradezco al boom de la literatura juvenil es que independientemente de la presentación del libro, estña corrigiendo un poco eso. Ojalá mi país aprendiera y se animaran a leer algo más que revistas.
Saludos!!!
Yo creo que la culpa de que no se lea más la tiene, por lo menos en España, el propio sistema educativo. Siguen "recomendando" leer clásicos que no se explican en clase (y así es difícil entender a Garcilaso o a Quevedo)dejando de lado libros que seguro que tienen menos calidad literaria, pero que, por el contrario, empujan a "hacer lectores".
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