Vivo en un lugar especial, estoy segura. Lejos de la ciudad, de sus gases nocivos, sus atascos, las prisas y la soledad de las grandes aglomeraciones humanas. Estoy lejos, pero no tanto. En menos de una hora, si la elijo bien, puedo estar en el centro de Madrid, y en unos cuarenta minutos, si consigo aparcar, me puedo hacer una foto debajo del acueducto de Segovia. Tengo acceso a internet, varios supermercados, servicio de urgencias médicas y talleres por si se me rompe el coche. Y tiendas de muebles de verdad. Y gimnasio. Y tres panaderías donde hacen pan de madrugada... No me falta lo básico y como plus, tengo pinares, muchos pinares que rodean el municipio y que otorgan el privilegio de un paseo un domingo antes de comer.
Esta mañana, de repente, nos asaltó la idea de salir en familia a dar una vuelta al pinar. Caían algunas gotas, pero no importó. Cinco minutos en coche y ya estábamos dentro del bosque, dispuestos a explorar. El objetivo en estas fechas suele ser recoger setas, pero este año, con lo poco que ha llovido a finales del verano es casi una tarea imposible. Nos conformábamos con ver alguna.
Empezamos un paseo sin esperanzas y en pocos minutos nos dimos cuenta, por la ausencia de destrozos que arman algunos en el pinar, que no debía haber ni un solo níscalo (o nícalo, como dicen los segovianos). Así que el objetivo se transformó. Con ver una seta cualquiera, nos conformábamos. Empezaron a aparecer discretamente ante nuestros ojos unas pequeñas setas no comestibles, una especie que tiene como misión descomponer los restos orgánicos que caen al suelo. Suelen crecer en las piñas, y se llaman micenas de las piñas. Aitana empezó a contar: una, dos, tres... Alex se unió a su juego: veintisiete, veintiocho... Juraron que pararían al llegar a cien. Bueno, hasta ciento treinta. Casi mejor hasta doscientas. Esta vez sí, mamá, cuando lleguemos a trescientas paramos... Lo dejaron, finalmente en trescientas treinta y nueve.
Aparte de esta especie, no pudimos encontrar nada. Ni un solo níscalo, ni boletus, ni siquiera alguna amanita muscaria, y eso que Aitana nos advirtió con énfasis que no la tocáramos si la veíamos, que es venenosa. Eso indica que la visita al museo con el colegio, el curso pasado, fue provechosa. Sin embargo, no fue tiempo perdido. Pasamos un buen rato en familia, pudimos respirar el olor del bosque húmedo, del tomillo, de los pinos... En cinco minutos estábamos en casa de nuevo. Listos para comer y para pasar la tarde en casa, que el clima invita a poco más.
Y tú, ¿qué harás hoy?
Mi mañanita ha sido playera, que es una de los privilegios que tenemos los que vivimos en la costa. Y me gusta aprovecharlo. Me gusta la playa en verano, pero en invierno me gusta aún más. Andar por la orilla, jugar a la pelota con mi chiqui o simplemente pasear charlando... Y el sonido de las olas de fondo. ¿Se puede pedir más?
ResponderEliminarBesotes!!!
Margari, ¡qué suerte! Pasear por la orilla del mar es genial en cualquier época del año.
ResponderEliminarEsta tarde, hasta hace un poco, he estado leyendo arrebujada bajo una manta, que no hacía mucha falta, pero es un placer.
Besos.
Me alegro que las dos hayáis disfrutado de un gran día familiar. Yo en casita todo el día, en Mallorca no ha parado de llover en ningún momento. Ya era necesario y así una tiene más tiempo para leer. Con que el próximo fin de semana mejore un poquito el tiempo, me conformaré, jeje, que tengo viaje a Madrid y me gustaría pasear tranquilamente, jeje, y sobretodo sin paraguas...
ResponderEliminarBesos
Que buena mañana has pasado!!! Por acá en reposo porque ayer me caí y me lastimé la espinilla.
ResponderEliminarNada grave, pero de las burlas nadie me salva!
Un abrazo!
Qué envidia. Me encantaría vivir cerca de un pinar, pero me tengo que conformar con los parques cercanos. Aunque cuando el tiempo mejore habrá que ir pensando en una excursión. A Daniel le encantan.
ResponderEliminarNo sé qué tiempo hará el próximo fin de semana, Marga, pero te traes un paraguas y de igual modo disfrutas Madrid. Yo tengo muchas ganas de volver a hacerme una excursión por sus calles.
ResponderEliminarUn beso.
¡Pero Kyra! ¡Qué has hecho! Bueno, piensa que si de momento tienes que reposar, tienes mucho más tiempo para leer.
ResponderEliminar¡Cuidate!
Dacil, te recomiendo la zona donde vivo. Está cerquita de Madrid y tenemos muchos lugares interesantes. Las Hoces del Duratón, por ejemplo, están a unos diez kilómetros de casa (o menos). Y Sepúlveda, Pedraza, Turégano... Cuellar un poquito más lejos... Echa un vistazo por internet, ya verás que bonitos lugares.
ResponderEliminarUn beso.
Por esa zona ya hemos estado. ¡Es preciosa! Aunque no la hemos recorrido entera. A lo mejor un día incluso nos vemos por ahí con nuestros niños. Ahora mismo me resulta complicado porque soy una madre torpe y no me hago con los bebés tan pequeños en salidas largas, pero en primavera seguro que hacemos algo.
ResponderEliminar¡Que bonito! Las cosas simples son maravillosas para los niños y también para los grandes. Y lo mejor de todo es que no cuestan ni un sol y aportan muchísimo. Eres de mi equipo.
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