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lunes, 2 de abril de 2012

AMAZON, AUTOPUBLICAR Y LA FECHA DE CADUCIDAD.

Hace un tiempo había un programa de televisión en el que la periodista, Samantha Villar, se ponía en la piel del protagonista de su reportaje. Durante 21 días, bajo la premisa "no es lo mismo vivirlo que contarlo" experimentaba lo que suponía vivir, por ejemplo, sin el sentido de la vista o el penoso trabajo en una mina andina.

Un famoso periodista, preguntado por ese experimento, declaró que le parecía una aberración. Viviendo la experiencia se pierde ese punto de objetividad y de distancia que se le presupone al que se dedica al oficio de cronista de lo cotidiano. Yo, que no soy periodista, estos días he hecho como Samantha, ponerme en la piel de un escritor, experimentar para saber cómo es la experiencia de autoeditar en una de las plataformas que la red pone a nuestra disposición a un solo click de distancia: Amazon. Después de haber publicado, os cuento mi experiencia. Es, cómo no, subjetiva, personal y absolutamente mía, por lo tanto, nulamente extrapolable para nadie más. Es, llanamente, un experimento sin valor.

El principio fue difícil. No entendía nada de cambios de formato, códigos html (y sigo más o menos igual) o programas de conversión. Orientada por un buen amigo fui dando pasos, sorteando obstáculos y, de paso, poniéndome cada vez más nerviosa con aspectos como la maquetación. Entiendo perfectamente que haya gente que se dedica a ello, no es nada sencillo. Ayer mismo descubrí que algunas palabras, en tantos cambios de formato y pruebas para que todo estuviera en su lugar, han mutado hasta convertirse en extraños vocablos que no existen en el castellano, ni actual, ni antiguo. Son producto de la tecnología o, más bien, de mi falta de dominio de ésta.

Superada la fase de preparación tocó subir el archivo. Es fácil en el fondo, seguir las instrucciones y poco más, pero las dudas sobre si lo estaba haciendo bien hicieron que algo que debería haber durado unos minutos se prolongase por espacio de dos horas y se llevase por delante mi paciencia.

Ver la novela finalmente publicada fue casi más complicado que escribirla. También fue emocionante, lo reconozco, pero eso sólo era el principio. Quedaba enfrentar el proceso de promoción, algo para lo que tampoco estoy preparada, empujarla para que los demás la conocieran y se pudieran acercar a su lectura. De todo, sin ningún género de dudas, lo más complicado, lo más duro. No sé hacerlo, me agota y me siento una pesada repitiéndome, pero he luchado con mi tendencia natural a esconderme y he concentrado la energía que empleo siempre en proyectos ajenos en uno en el que soy la protagonista.

¿Resultado? En los quince primeros días, mi objetivo (nada ambicioso por otro lado) era vender una novela al día. Prueba superada con creces. Es más, no sólo se produjeron ventas en amazon.es, como esperaba, sino también en la plataforma alemana, lo que me provocó más de una sonrisa. Inimaginable, poco frecuente pero muy en mi línea de ir por caminos siempre poco transitados.

En los rankings variables cada hora que ofrece Amazon, he llegado a ponerme número dos en algunas categorías varias veces e incluso durante un día estuve en el top 100 de Amazon.es. Y eso que rechacé hacer una promoción gratuita, para no alterar de ninguna manera los datos que quería para mi "estudio personal".

No he llegado al número uno y eso es bueno en el fondo. La absurda apuesta con mis alumnos de tatuarme el medallón que da título a la novela si lo conseguía no la tendré que cumplir (aunque estaba dispuesta a hacerlo si ocurría, de eso que no quede ninguna duda). Supongo que al apostar estaba más segura de que "ganaría" que mis oponentes. Soy tonta pero no estoy loca... no del todo, al menos.

De esto concluyo varias cosas. La publicación digital está planteando cambios en el mercado muy importantes. Las estrategias de marketing van a marcar las diferencias y, sobre todo, creo que tenemos que esperar tiempo para estar seguros de qué pasará al final con todo esto. ¿Por qué lo digo? Pues porque, de momento, nos falta la perspectiva del tiempo, algo que al ser un fenómeno tan reciente no tenemos. Ahora estoy hablando de literatura y no de libros, ni de ventas, ni de posiciones ocupadas en una lista variable a cada segundo. Me acuerdo que hace unos años, en el libro de literatura de cuarto de ESO, entre los nuevos valores que apuntaban a convertirse en referentes para el futuro, había nombres como José Ángel Mañas o Ray Loriga. ¿Alguien se acuerda de Historias del Kronen o de Lo peor de todo? Supongo que alguien, pero para la mayoría son novelas que se han ido perdiendo entre las miles que se publican a diario. Sin embargo, todos conocemos La Colmena o El Camino, y no hace falta decir quienes las escribieron. Son literatura, no libros de moda.

Perspectiva. Eso es lo que nos hace falta. Tiempo para observar, para decidir qué o quién se queda. Esto que estamos viviendo es nuevo, sorprendente y tendrá un impacto. A lo mejor acabamos estudiando a la "generación amazon", pero ahora nada de lo que está en primer plano tiene su puesto asegurado. Hoy hay novelas autoeditadas que nos parecen geniales, pero nadie nos asegura que, entre los códigos html del archivo digital, escondidas, lleven las cifras de su fecha de caducidad.