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miércoles, 2 de mayo de 2012

PROFUNDOS



No soporto la profundidad excesiva. Me carga. Hay algunos blogs en los que encuentro que la gente escribe como si los demás estuviéramos siempre dos o tres pasos por debajo de su nivel cultural, que emplean un lenguaje sazonado con ironía y un pelín de mala uva, una crítica desmedida a todo para demostrar lo que saben en contraposición con el común de los mortales. Hoy, no sé por qué, aterrizar en algunos de esos blogs me ha molestado. Me gusta el lenguaje sencillo. No exento de cuidado gramatical, sin perder de vista un diccionario bien nutrido, pero sinceramente no puedo con las personas que utilizan su capacidad de expresión para decirnos soterradamente que están por encima del bien y el mal. Por encima de los que utilizamos las palabras como medio de comunicación y no como dardos envenenados.

Cuando escribo trato de ser clara. Creo que es justo que el lector entienda lo que estoy poniendo en palabras y procuro dejarme de majaderías porque, a la larga, la perjudicada con ellos soy yo.  Un cambio de estado de ánimo puede hacerme olvidar qué quería decir con aquel juego de palabras tan elaborado que construí. Si hasta ni yo me entendería. Quizá por eso y porque la edad te quita muchas tonterías de encima, hace tiempo que no practico ese juego. Me dedico a otro, al de las emociones, uno que se me da mejor porque tengo un cerebro descontrolado que se deja llevar por ellas más allá de lo aconsejable y aprovecho ese defecto para nutrir con él a personajes imaginarios. Todavía estoy en proceso de aprendizaje, no he creado el definitivo. Algunos que viven de momento en el disco duro de mi ordenador se aproximan, pero les hacen falta tiempo y reposo para llegar. O a lo mejor no llegan jamás a ninguna parte.

No sé por qué me dio por reflexionar aquí, supongo que por el hecho de ser este un espejo donde te miras normalmente de reojo al salir de casa, pero que en mi caso me lleva un poco más de tiempo. Me asomo a este espejo y cuando me miro en él me da por pensar: en lo que leo, en lo que escribo, en lo que siento, en lo que vivo, en lo que deseo, en lo que tengo, en lo que anhelo… y voy a parar porque en realidad lo que hago es reflejar una parte de mí.

Subjetiva.

Imposible.

Irreal, a lo mejor, a ojos de otros.