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jueves, 23 de agosto de 2012

MORBO INNECESARIO

Este post fue escrito el 23 de julio.


Hoy, en televisión, he visto algo que me ha revuelto. La noticia era una de esas que aparecen en todos los telediarios de verano para rellenar: estadísticas sobre víctimas en la carretera. Para ilustrar el reportaje, nada mejor que un primer plano de una moto siniestrada y de los pies de la persona que yacía muerta en el suelo. No he podido sentir nada más que rabia. Al momento, como si quisieran activar todavía más mi mala leche, han puesto otro primer plano de la persona tapada con una sábana, pero se seguían viendo sus deportivas.

¿Nadie les dice a los periodistas que debajo de esa sábana hay una persona? ¿Les cuesta entender que esa persona tiene familia y amigos? ¿No piensan en el dolor que esa imagen de relleno puede generar?

Las lágrimas han hecho su aparición.

Hace unos años tuve la mala suerte de conocer a una persona que murió frente a una cámara de Tele Madrid. Estaba compitiendo en una carrera ciclista, el Critérium de Fuenlabrada de 1996, y un espectador descerebrado cruzó la calle a la vez que él entraba en la meta. El golpe, brutal, los envió a ambos al suelo. Mientras el espectador resultaba herido, mi amigo, 26 años, ciclista profesional, usual en la vuelta a España, participante en el Tour de Francia, una persona con un futuro prometedor, un adulto que algún día había sido un niño con el que jugué, dio con su cabeza en el asfalto. Su agonía fue recogida por una cámara y su sufrimiento reproducido montones de veces en los días siguientes (incluso he visto las imágenes años después) sin que a nadie se le pasase por la cabeza que al otro lado de la pantalla posiblemente estarían sus amigos, sus padres, su novia… La noticia se prolongó en el tiempo porque sus padres donaron sus órganos y cada vez que hablaban del gesto altruista, aprovechaban para repetir esas tremendas imágenes que me hacían cerrar los ojos. Me recuerdo gritándole a la televisión y recuerdo que me enfadé tanto que acabé escribiendo una carta a El larguero, que leyeron en el programa. Les hice reflexionar sobre lo que a veces es información y lo que roza lo no ético.

Creo que todo el mundo se merece algo de dignidad en sus últimos minutos y que la noticia se podía ilustrar con una foto suya (que era muy guapo) o simplemente con imágenes de él corriendo o sonriente tras ganar una etapa.

Creo que hoy, con la moto destrozada, hubiera sido suficiente.

José Antonio Espinosa (1969-1996).