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miércoles, 12 de noviembre de 2014

HOY NO HAY MÚSICA EN MIS DEDOS


Escribir no es duro. Cuando el mundo se detiene a mi alrededor y encuentro la manera de sacar lo que hierve dentro de mí es vida.

Duro es cuando siento las palabras ahí, apretándose en mi pecho, cuando necesito sacarlas y no puedo.

Hace rato que lo intento.

Necesito respirar, sentir la paz que me permita disfrutar del sonido de la lluvia que repiquetea sobre las chapas del tejado, pero hay palabras rasgándome como cuchillos por dentro.

No puedo sacarlas.

Hoy no hay música en mis dedos.

Miro la página, pienso mientras me ahogo, me revuelvo en la silla. Me levanto. Busco aire en distracciones cotidianas, pero las malditas palabras me traen de vuelta una y otra vez. Para nada. Siguen escondidas. Hoy las teclas suenan como las de un piano desafinado.

Lo dejo. Vuelvo.

Desisto. Insisto.

Leo lo que otros escribieron, buscando consuelo en palabras ajenas que me transporten lejos de esta angustia absurda que me ataca de vez en cuando.

Pienso.

«Escribir no es lo tuyo. Déjalo. Olvídate».

Pero no puedo.