Esta no es una lectura nueva, sino una relectura, pero como lo he leído de manera diferente, creo que se merece tener su espacio en el blog.
Todos conocemos la historia de el Lazarillo. Desde muy pequeños nos cuentan en el colegio la vida de este pícaro, las desventuras que le acompañan a lo largo de su vida y los distintos amos a los que va sirviendo hasta convertirse en pregonero de Toledo.
Escrito en primera persona, fue publicado por primera vez en el siglo XVI. A lo largo de sus páginas vamos conociendo al personaje, al que la fortuna parece esquivar, y con él tenemos un perfecto retrato de cómo era la sociedad española en esos momentos. El hambre, las penurias, un ambiente de pobreza y crueldad, va desfilando ante nuestros ojos mientras Lázaro, en primera persona, nos desgrana sus andanzas con el ciego, el clérigo, el escudero, el fraile, el buldero, el capellán y el alguacil. Todos ellos se muestran ante nuestros ojos para ayudarnos a comprender la miseria de un tiempo en el que solo el ingenio ayudaba -y no siempre- a llenar el estómago.
¿Por qué digo que ha sido diferente?
Pues porque ha sido una lectura en voz alta.
En apenas dos días, mi hijo y yo hemos leído él y releído yo, este magnífico retrato social. Por supuesto, la percepción de ambos ha sido completamente diferente. Mientras yo me entusiasmaba con las aventuras de Lázaro (a pesar de que las conozco y no había sorpresa alguna), él no dejaba de resoplar, preguntando a cada rato por qué demonios tenía que leer ese libro con un lenguaje tan complicado. Hemos manejado dos ediciones diferentes, la de Cátedra, llena de notas a pie de página, y otra que venía con un periódico hace años, para poder tener cada uno el ejemplar en las manos. A cada resoplido suyo iba pensando que tenía que escribir este post, algo que tengo pendiente desde hace mucho tiempo.
En realidad quiero hablar de la inconveniencia de recomendar lecturas de clásicos a adolescentes. No se enteran, a menos que tengan a su lado a alguien con la paciencia de ir leyendo a la vez, y que les vaya explicando cada una de las escenas. El lenguaje de otro tiempo no ayuda en absoluto. En el caso de El Lazarillo de Tormes, al menos en la edición que tenemos, muchas veces el autor hace un uso de los tiempos verbales arbitrario,pasando de presente a pasado sin mucha lógica, lo que aturulla aún más la comprensión si no estás preparado.
Los chicos leen poco. Incluso los míos, que leen más que la media, leen muy poco comparado con lo que leía yo a su edad, así que todavía es muy pronto para enfrentarlos a lecturas de este tipo, aunque sean tan sencillas como El Lazarillo. No es el momento, no es oportuno y además es contraproducente porque pueden llegar a pensar que leer es una tortura, cuando tendría que ser todo lo contrario.
Yo creo que tienen que conocer a los clásicos, por supuesto, pero de otro modo. Me sirve mucho más que se cuente la historia en clase, que se desgrane la novela, que se lean párrafos y se explique su importancia. Que se haga un trabajo de "masticar" la obra. Ya habrá tiempo para que vuelvan a ella, para que la lean y la disfruten como lo hago yo ahora cuando regreso a La Celestina, o a una obra de Lope, Y si queremos que lean, que adquieran el hábito, pues que empiecen leyendo Buenos días, princesa, como está haciendo mi hija. No será un clásico, pero se pasa las horas muertas con la nariz entre las páginas del libro y, solo por eso, para mí merece un diez.
Esta novela la incluyo en el reto semi genérico 2015.