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miércoles, 23 de marzo de 2016

OCHO AÑOS TRAS EL ESPEJO

Nunca sabemos qué cosas de las que hacemos nos cambiarán la vida. A veces, los pasos firmes, planeados con esmero, se desinflan tras el primer soplo y otros, unos que ni siquiera te planteas que signifiquen algo, lo cambian todo.



Hace ocho años di un paso sin pensar. Me inventé, en una tarde aburrida de fin de semana, un espejo en el que mirarme de vez en cuando. Un rinconcito íntimo en el que podría conversar conmigo misma, puesto que tampoco sabía, en ese momento, que podría hacerlo con alguien más.

Ese espejo, con el tiempo, fue reflejando solo una parte, la que tiene que ver con mi pasión por la lectura. Un día, además, comencé a hablar de la otra gran pasión: escribir. Y otro, más inconsciente aún, se me ocurrió que podría probarme a mí misma, ver si era capaz de conseguir publicar una novela, una historia salida de mi imaginación y documentar el proceso para que no se me olvidase, tanto si lo conseguía como si no.

Esos tres puntos son los que articulan este modesto blog, que sigue activo por una razón: me ayuda a ser el registro de lo que voy viviendo, de los líos en los que me acaba metiendo esta mente inquieta y experimentadora que tengo. Siguiendo las entradas reconstruyo los pasos que he dado, revivo los libros que he leído, incluso sé, aunque nunca haya dejado constancia del título, los que me han decepcionado. Sé quién fui y quién he acabado siendo, veo cómo en algunos momentos he perdido la inocencia, pero siguen persistiendo esas ganas inmensas por dar un paso más, por probar.

Y si me estrello, mala suerte.

Y si acierto, sonrío.

Debería celebrar estos ocho años haciendo algo especial, pero la verdad es que se me había olvidado que era hoy y no he pensado en nada. De cara a mí misma, quiero hacerme una promesa: si la vida no me pone ningún obstáculo, estar aquí dentro de 365 días.