Estos días he leído una novela catalogada en romántica, que era bastante crítica con las novelas románticas. A todo lo que olía a sentimientos lo catalogaba como ñoño o cursi, vendiendo como “ejemplo” unos personajes que, para mí, son completamente irreales. Las mujeres eran desinhibidas, sexualmente activas, de las que cambian de pareja en la cama como de complementos de ropa (a los que se dedicaban líneas y líneas, algo que me pone de los nervios porque no aporta nada a las novelas) y el personaje masculino… ahí es donde me mató.
Nos quejamos, y con razón, de personajes masculinos que esconden maltratadores, topicazos increíbles de seres de otra galaxia (en la mía no existen, al menos) con físicos de infarto y modales controladores y perversos, pero que hacen que las mujeres de las novelas caigan rendidas a sus ¿encantos.?
Pero ¿y esos otros como el que nos plantea esta novela?
El tipo era guapo a rabiar, sexi, con un pecho duro como una pared de hormigón y, a la vez, sensible, tierno y el más encantador de los seres humanos que habitan el universo conocido. Nada de machista, suave y dulce como el algodón de azúcar, tan imposible de encontrar como un diamante puro. Comprensivo, paciente hasta la náusea. Incapaz de que se le moviera un pelo para decir algo incorrecto.
Y, eso, no es ñoño.
Una mierda.
Eso es una puñetera mentira, los hombres así no existen. Al menos en mi galaxia, por lo que nunca encontraréis a ninguno así en mis novelas, aunque sean ñoñas porque el narrador se permite hablar de emociones, esas que sí conozco porque me las encuentro cada día al doblar la esquina.
Me parece tan perverso vender que es malo dibujar un personaje “malote” como esos otros que son la divinidad caída de pie en la Tierra y me desmontan la novela del mismo modo. No tienen ni una tara, ni un puto defecto que achacarles y eso es tan horrible si la mente de la lectora no sabe que eso no existe en la vida real como el poner como ejemplo de lo más de lo más a seres tan poco ejemplares como el ejemplar de las cincuenta sombras.
Por eso, esta novela, no me ha gustado.
Por eso y porque me vende un mundo con el que no empatizo, el típico grupito de amigas a las que les cuentas hasta tus aventuras sexuales con pendejos y señales.
Que no, que no me lo creo, que no lo entiendo.
Debo de ser muy bruta, o en el mundo en el que vivo lo que más veo es la imperfección.
Los personajes sin defectos no son personajes, son clichés, y no me gusta leer sobre eso. Biquiños!
ResponderEliminarLo que me da miedo es que haya lectoras muy jóvenes que puedan llegar a creer que esto es así en la vida real. Se pueden contar historias sin tirar de esos tópicos y sin vender mundos que no existen, al menos cuando no estamos hablando de fantasía. Ya sé que es ficción y que hay gente muy rara en el mundo, susceptible de convertirse en personaje, pero suelen ser seres imperfectos.
ResponderEliminarHe estado pensando que yo dibujo a Alberto, el protagonista de La chica de las fotos como alguien con un físico espectacular, pero también sé que lo hice porque se trata de un actor y, para serlo, es una de las profesiones en las que el físico cuenta mucho. Lo que sí hice, después, es convertirlo en alguien con sus defectos, porque de otro modo ni yo misma me lo creería.
Me encantan los personajes con defectos, imperfectos, que en la vida real pueden llegar a existir (aunque no de la forma que nos encontramos en las novelas). Los personajes demasiado buenos o demasiado malos, que no tienen sus tonos gris por ahí, no me gustan nada. Creo que le dan un toque aún más irreal a la novela y no llegas a empatizar con nada: ni con el mundo, ni con los personajes ni con los sentimientos que nos intentan vender.
ResponderEliminarNo me extraña que no disfrutaras del libro, la verdad, en mi caso hubiera sido así. Además... ¿califica las novelas románticas de ñoñas y luego crea un personaje más que ñoño y cursi? Pfff...
Pero estas cosas pasan bastante más de lo que creemos (libros así, vaya).
Muchos saludos <3
La empatía la despierta lo que sientes real o, al menos, verosímil.
ResponderEliminarBesos