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domingo, 4 de junio de 2017

DÍAS DE FERIA

Ayer fue mi día de la Feria del Libro de Madrid 2017. Casi todos los años suelo ir un par de veces, si hay suerte hasta los tres fines de semana, pero este año raro que estoy pasando solo me podía permitir ayer y lo disfruté a tope.

Empezó prontito. Al Retiro entré con mi hija cuando las casetas no habían levantado las persianas, pero es que yo, siempre lo digo y siempre lo repetiré, ante todo soy lectora y quería una firma. Una que me hacía ilusión y no porque fuera para mí, que no es el caso, porque el libro no es mío, sino porque me apetecía decirle al autor que estoy fascinada con su libro. Se trata de Patria, de Fernando Aramburu. Sí, un best-seller (estoy imaginándome cómo le sale a cierta profesora de literatura -sonrisa perversa en este momento- un salpullido por toda la piel). Sí, un libro escrito, como le dije, quitándose el corsé y la coraza. Como se debería escribir siempre, como él me dijo que lo ha escrito: disfrutando cada palabra.

La firma no es para mí, pero la conversación fue totalmente mía. A pesar de la cola, tenía más prisa yo en acabar que él, porque entiendo lo importante que es para el siguiente lector tener esa oportunidad de saludar al autor y decirle lo que te ha parecido el libro.




Por cierto, sí. Aunque no se me vea la cara (y mejor, creedlo) soy la loca del sombrero. He descubierto que el día a pleno sol lo paso mucho mejor con la cabeza cubierta. Este pelo tan negro que tengo absorbe el calor del sol y al final sudo como un pollito. Así que me veréis más veces con mi sombrero, aunque mi primo diga que me queda fatal.

Da lo mismo, la cara también me queda fatal y no existen opciones de cambiarla, es la que me tocó.

Tengo que decir que antes de llegar a esta caseta, yo ya había firmado un libro. Quedé con una lectora y me guardo como muy especial el paseo que dimos charlando, ella hasta la caseta que buscaba y yo hasta esta, donde firmaba el autor de Patria. Creo que es lo que más me llena de esto, el tú a tú, la proximidad con alguien con quien, de no existir un libro por medio, quizá no hubieras coincidido jamás.

Nos separamos, pero volvimos a encontrarnos porque cuando me estaba firmando Fernando Aramburu me di cuenta de que se me había llevado un marcapáginas que era para ella. (No eres tú sola el desastre, Diana).

Después de esto tocaba reencontrarse con María José Moreno, antes de que entrase a firmar en su caseta, y Pilar Muñoz. Detrás de la caseta, a la sombra -hizo un día de esos en los que apetece-, nos encontramos con más compañeros escritores. A lo mejor reconocéis a Mónica Gutiérrez y a Eduardo Perellón, que había pensado quedarse a comer con nosotras, pero se tuvo que marchar. Dejamos a María José con sus fans y nos movimos un poco, en busca de agua -también necesaria en un día como el de ayer- y para seguir con las firmas.



Mónica Gutiérrez, que había venido a la Feria a firmar El noviembre de Kate, en una caseta muy cerquita de la de María José. Como siempre, estuvo encantadora. No puedo decir nada que no sea maravilloso de ella. Me hace reír, me hace sentir a gusto y me firma sus libros. En esta ocasión, como ese ya lo tenía firmado del verano pasado, me llevé Un hotel en ninguna parte. 

Mónica Gutiérrez, sonriente, como siempre.


Pilar y yo, cuando nos firmó el libro Mónica

En el paseo por la Feria me pasó algo que no me había sucedido hasta ahora. Aparte de firmar libros de gente que estaba esperando en las colas de otros -el resto de las personas de la cola me miraban y estoy segura de que se preguntaban quién demonios era la loca del sombrero-, me pararon por la calle, reconociéndome. Alucinaba, siempre he sido anónima, incluso era anónima cuando firmé por primera vez y eso que había un cartel con mi nombre y lo dijeron por megafonía.

También, por primera vez, he firmado libros en una caseta a alguien que no conocía de nada. Normalmente, para que nos vamos a engañar, vienen personas que conoces a través de las redes, directa o indirectamente, pero esta vez ha habido dos personas a las que no había visto jamás. 

A medio día nos fuimos a comer, aprovechando que las casetas cerraban. Había visto a Laura Sanz de pasada, a algunas lectoras con las que he coincidido en otras ocasiones -Mónica, Lucía, Inma, Marie, Loli, Cristina...- y era hora de tomar una cerveza fresquita mientras esperábamos nuestro turno para comer. Allí, entre cerveza y albóndiga de bacalao, nos dimos cuenta de que estábamos un buen número de autoras de las que participamos en un antología solidaria que aún no está publicada. Nos hicimos foto para celebrar la casualidad.


Pilar, Mónica, yo (en medio, como siempre), María José y Ana

Nos faltó gente para completar esa antología, así que me acuerde de pronto Víctor Fernández Correas, José Antonio Vidal, Nieves Muñoz, Roberto Martínez Guzmán... pero ya haber coincidido tantas es increíble, porque no lo hicimos a propósito.

Con nosotras comieron también Ana González Duque, otros tres González, un ingeniero y Mercedes Gallego. Creo que hay comuniones menos multitudinarias.

La tarde fue muy calmada. Tanto que de pronto me di cuenta de que me tenía que ir a la caseta de HarperCollins por dos poderosas razones. Una, que tenía que firmar yo en breve; otra, que quería El último baile de Marisa Sicilia y como me descuidase, habría terminado de firmar para cuando yo llegase. Somos un par de pavas, se nos pasó hacernos una foto juntas. En realidad, a mí se me pasaron muchas fotos, las he tenido que ir robando de aquí y de allá. Cuando salgo a estas cosas, de lo que menos me acuerdo es del teléfono.

Voy a poner fotos, voy a dar las gracias a todas las personas que vinieron a verme, a quienes se acercaron a que les firmase el libro y a quienes me siguen empujando para que escriba. Cuando todo acabó, cuando se marcharon todos, quedó una compañera de facultad, Reyes, y un rato que me quiero guardar. El de habernos reencontrado, después de tanto tiempo. Aunque nos vemos por las redes, no es lo mismo. Y tampoco nos hicimos foto...

Si es que.
Con Pilar Muñoz y María José Moreno

Patricia y Esmeralda.

Scarlet y Laura