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miércoles, 28 de junio de 2017

EL ÚLTIMO BAILE DE MARISA SICILIA



Sinopsis:

Viena, 1952.

Andreas y Lilian se reencuentran inesperadamente en un café tras una larga separación. Mientras pasean juntos por el Prater, Lili recuerda su historia de amor con Andreas, su enamoramiento incondicional y juvenil, el primer desengaño, el fracaso en su intento de olvidarlo, la reconciliación y los años locos que vivieron juntos en el salvaje Berlín de entreguerras. Recuerda cómo, a pesar de las separaciones y las distancias, nunca dejaron de amarse.

Porque el de Lili y Andreas es uno de esos amores que perduran a través del tiempo y las pruebas.

Porque las verdaderas historias de amor nunca terminan.


Mis impresiones:

Me encanta Marisa Sicilia. Me da igual lo que me cuente, tanto si es una historia ambientada en el lejano Oeste, como una novela contemporánea que transcurra en el Madrid de nuestros días, o en un lugar remoto en tiempos medievales o como esta, en la primera mitad del siglo XX.

Sabe escribir.

Sabe transmitir.

Con muy pocas palabras, con inicios que no necesitan fuegos artificiales para conquistar, consigue sumergirte en la historia que se proponga y lo hace con una narrativa de las que envuelven. Sencilla, pero no simple. Elegante, sin necesidad de utilizar palabras altisonantes. Dulce, aunque a veces no evite la crudeza en sus historias cuando es necesaria.


En El último baile, nos cuenta la historia de amor de Lili y Andreas.

La novela arranca una fría tarde de principios de octubre en 1952 en Viena. Lili ha vuelto a su ciudad desde Estados Unidos, donde vive desde hace más de una década con su hija Eliza, por un tema de herencia, y cuando está tomando un café en una terraza del Prater escucha una voz a su espalda. Solo es su nombre con tono de pregunta. El propietario es Andreas, el amor de su vida, al que lleva muchos años sin ver, que la ha reconocido a pesar de que está de espaldas. Y es que es tanto lo que comparten Lili y Andreas que solo necesitan sentir su presencia para saber que el otro está cerca. Deciden dar un paseo por la ciudad de su infancia y entonces es cuando Lili empieza a recordar todo lo que vivieron.

La novela comienza in extrema res. Tanto este primer capítulo como el último transcurren en 1952, una vez que el mundo se ha recuperado de la Segunda Guerra Mundial y ambos, Andreas y Lili, tienen encarriladas sus vidas por separado. El reencuentro, el paseo juntos cogidos del brazo, propicia que los recuerdos que comparten se abran paso y será eso lo que los lectores conozcamos en la novela.

Lo que Lili recuerda.

La narración entonces da un salto hacia atrás en el tiempo, a 1921, la época en la que ambos no son más que apenas unos niños, pero desde ese momento ya sabremos que los sentimientos entre los dos existen. Unas vacaciones en Miramare son el inicio de su historia, pero a partir de ahí, nada será sencillo. Es una relación de idas y venidas, en la que ambos cometen errores, pero donde se palpa siempre la pasión entre los dos, el amor profundo que ninguno es capaz de esquivar en cuanto se tocan.

Cada capítulo está titulado pero no numerado. Son de una extensión irregular y se cierran, aunque Marisa siempre deja caer algo para que sigas pasando página, para que no detengas la lectura.

Los personajes son muchísimos, sobre todo porque la novela abarca un largo período de tiempo. Vamos a conocer a las familias de los protagonistas, a sus amigos y todo el entorno en el que, de vez en cuando, reconoceremos a algunos personajes que han formado parte de la Historia. A todos Marisa les pone pinceladas de un pasado, aunque aparezcan muy poco. No se queda en los rasgos físicos, sino que más bien se centra en contextualizarlos para que sirvan de apoyo a los principales. Evidentemente es en ellos, en los protagonistas, en los que recae todo el peso de la trama, pero no deja de lado los secundarios. Esos matices que incluye son importantes para redondear la novela. Entre estos personajes, ha habido uno que me ha gustado especialmente: Ernst, el marido de Lili. Su evolución, el cambio ante los ojos del lector me ha encantado. Hay otro, Mark, el americano que trabaja en la embajada estadounidense en Berlín, que me ha gustado, pero que creo que sería mucho más redondo si hubiera tenido una historia más potente a sus espaldas.

Creo que es lo único que puedo decir de la novela que no sea absolutamente positivo (de la narrativa ninguna pega, creo que es perfecta). Me ha faltado que Mark tuviera más papel, no sentimental, sino alguna trama secundaria más enlazada con la Historia. Creo sinceramente que haría todavía más grande a la novela.

Es preciosa, una novela en la que el foco está puesto en la historia de Andreas y Lili, pero enmarcada en los sucesos que marcaron a fuego la historia de Europa en el siglo XX. Los felices años 20, la crisis del 29, los años de la República de Weimar, el ascenso del partido nazi... son utilizados por la autora para convertirse en el marco perfecto.

Os voy a contar una cosa que quizá sorprenda: no me he saltado ni una palabra de la novela. Ni una sola.

A veces, sobre todo cuando llego a las escenas de sexo entre los personajes de las novelas románticas, me las voy saltando (salvo que las esté corrigiendo). Lo he dicho siempre, no me gustan. No he conseguido nunca entender esta moda de contar con detalle todos y cada uno de los encuentros sexuales de los personajes desde un punto de vista visual. Sin embargo, Marisa Sicilia me ha invitado con gentileza a leerlos sin dejar pasar ni una coma, ni una preposición, ni un adverbio... porque es toda elegancia. Y porque he encontrado lo que busco en la literatura: emoción, sentimientos, conexión de almas, que sea una metáfora la que me erice la piel, una imagen evocadora y no una simple fotografía enfocada de dos cuerpos. Sé que soy un poco pesada con esto, pero es en lo que creo.

Creo en las palabras, en las novelas que están hechas de ellas y no a base de fan arts.

Las que dentro de cinco años, si te apetece volver a leerlas, porque te dejaron una huella que es imposible conseguir solo describiendo la realidad con calidad de cámara fotográfica.

Os invito a danzar al ritmo de un vals con Marisa Sicilia.

Sé que no os decepcionará.