Arranca la promoción de la revista Semana hoy, 18 de julio, y lo hace con la novela de Carla Crespo, No reclames al amor, la primera de la colección de seis títulos que ofrece HQÑ para que disfrutemos con historias románticas este verano.
He tenido la inmensa suerte de ser una de las autoras elegidas con mi novela Entre puntos suspensivos, que llegará en un par de semanas al kiosko, pero hay más. La semana que viene, a la vez que saldrá la revista con la novela de Marisa Sicilia, Tú en la sombra (que estrena portada), en el interior habrá una entrevista mía. No es la primera vez que aparezco en prensa escrita, fui contraportada de El Adelantado de Segovia cuando se publicó Detrás del cristal y ha habido prensa local que también ha recogido mi trabajo, pero será la primera vez que un medio de difusión nacional se ocupará de mí.
Gracias por la oportunidad.
Hoy también la radio está hablando de esto, hay una cuña publicitaria en Cadena Cien y Cadena COPE que anuncia las novelas. Si queréis, esto me hace más ilusión, porque yo misma he grabado cuñas en el pasado, cuando colaboraba en Radio Azuqueca.
Os dejo el enlace del vídeo, no sé si llevará alguna parte. No sé cómo se hace para ponerlo aquí.
Vídeo.
Más adelante saldrán los libros de Erika Fiorucci, Arwen Grey y Claudia Velasco, así como sus entrevistas. Lo iré contando en el blog, guardándomelo como todas las experiencias increíbles que está dándome esto de escribir.
Páginas
▼
miércoles, 18 de julio de 2018
CIRCUNSTANCIAS
Estoy escribiendo una novela y estoy asustada. Avanza a un ritmo endiablado, y eso que hace dos semanas ni siquiera estaba en mi cabeza. No conocía a los personajes, no sabía nada de lo que les sucede, no tenía ni idea ni siquiera de que quería escribirla.
Solo la primera escena la había visto alguna vez en esos momentos en los que nos estamos quedando dormidos y dejamos volar la imaginación.
Tengo que obligarme a frenar, a ir despacio, a serenar las manos y no escribir más allá de lo que es sensato, pero no puedo. Ellos me empujan a que siga contando su historia, pidiendo que les dedique mi tiempo, reclamando a mis dedos y obligándolos a moverse rápido sobre las teclas del ordenador.
Ni siquiera estoy tomando notas.
Avanzo casi sin pensar, sacando de alguna parte todas sus palabras. Poniéndolas unas tras otras y disfrutando el camino como hacía tiempo no sucedía. Casi se me había olvidado qué es esto, lo que sucede solo de vez en cuando.
Hoy, cuando a esta hora mediada la tarde me he obligado a hacer una pausa, me he quedado pensando en qué es lo que ha sucedido para que cambiase todo en mí. Desde el mes de marzo apenas he escrito más que un par de relatos y las entradas de este blog, en una pausa a la que me obligo cuando termino una novela. Pero no ha sido solo por eso, era que no encontraba la fuerza necesaria. Intenté volver a historias de las que tengo a medias, pero enseguida me cansaba. Dos páginas desvaídas que no llevaban a ninguna parte y lo dejaba.
¿Qué ha pasado entonces?
Llevo un rato con un café delante, pensando en ello y creo que he encontrado la respuesta. Es más, creo que fue ayer cuando en realidad di con ella, pero he necesitado un día para entender que es la correcta.
Me han tocado la moral.
A veces ni siquiera es nadie en concreto, son las circunstancias. Lo que sucede a mi alrededor, la información que me llega del exterior y que voy procesando, desgranando y convirtiendo en un discurso que de pronto toma sentido.
Me han tocado la moral y hacerme eso es como ponerme alas en los pies. O en este caso en las manos. Vuelo. Respondo y saco lo mejor que llevo dentro, porque sé que lo tengo. Aunque alguien me haya hecho sentir que valgo menos que nada.
Me acordé de cuando estaba terminando la carrera y alguien tomó la decisión de lanzar contra mí una acusación que no había por dónde cogerla. Descontextualizada, estúpida, falsa. Mi reacción fue la misma. Apretar los dientes y concentrarme y, desde ese momento, convertir un historial más bien anodino en uno brillante.
Ha pasado algo así, creo que he sentido que no se me estaba valorando y mi reacción no ha sido cabrearme o esconderme y llorar. Ha sido agarrar mis herramientas y empezar a construir, porque para destruir ya están otros, para cargarse todo lo que ha llevado años levantar solo hace falta un día y muy poca memoria.
Tengo ganas de demostrarme que puedo y lo estoy haciendo.
Solo la primera escena la había visto alguna vez en esos momentos en los que nos estamos quedando dormidos y dejamos volar la imaginación.
Tengo que obligarme a frenar, a ir despacio, a serenar las manos y no escribir más allá de lo que es sensato, pero no puedo. Ellos me empujan a que siga contando su historia, pidiendo que les dedique mi tiempo, reclamando a mis dedos y obligándolos a moverse rápido sobre las teclas del ordenador.
Ni siquiera estoy tomando notas.
Avanzo casi sin pensar, sacando de alguna parte todas sus palabras. Poniéndolas unas tras otras y disfrutando el camino como hacía tiempo no sucedía. Casi se me había olvidado qué es esto, lo que sucede solo de vez en cuando.
Hoy, cuando a esta hora mediada la tarde me he obligado a hacer una pausa, me he quedado pensando en qué es lo que ha sucedido para que cambiase todo en mí. Desde el mes de marzo apenas he escrito más que un par de relatos y las entradas de este blog, en una pausa a la que me obligo cuando termino una novela. Pero no ha sido solo por eso, era que no encontraba la fuerza necesaria. Intenté volver a historias de las que tengo a medias, pero enseguida me cansaba. Dos páginas desvaídas que no llevaban a ninguna parte y lo dejaba.
¿Qué ha pasado entonces?
Llevo un rato con un café delante, pensando en ello y creo que he encontrado la respuesta. Es más, creo que fue ayer cuando en realidad di con ella, pero he necesitado un día para entender que es la correcta.
Me han tocado la moral.
A veces ni siquiera es nadie en concreto, son las circunstancias. Lo que sucede a mi alrededor, la información que me llega del exterior y que voy procesando, desgranando y convirtiendo en un discurso que de pronto toma sentido.
Me han tocado la moral y hacerme eso es como ponerme alas en los pies. O en este caso en las manos. Vuelo. Respondo y saco lo mejor que llevo dentro, porque sé que lo tengo. Aunque alguien me haya hecho sentir que valgo menos que nada.
Me acordé de cuando estaba terminando la carrera y alguien tomó la decisión de lanzar contra mí una acusación que no había por dónde cogerla. Descontextualizada, estúpida, falsa. Mi reacción fue la misma. Apretar los dientes y concentrarme y, desde ese momento, convertir un historial más bien anodino en uno brillante.
Ha pasado algo así, creo que he sentido que no se me estaba valorando y mi reacción no ha sido cabrearme o esconderme y llorar. Ha sido agarrar mis herramientas y empezar a construir, porque para destruir ya están otros, para cargarse todo lo que ha llevado años levantar solo hace falta un día y muy poca memoria.
Tengo ganas de demostrarme que puedo y lo estoy haciendo.