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miércoles, 8 de agosto de 2018

¿Y SI LO QUE ESCRIBO NO SON LIBROS?



Hoy he leído un par de veces un artículo que se ha publicado en EL PAÍS que podéis ver pinchando en su título, "No, tu historia no da para un libro".

Os recomiendo su lectura, es corto y explica que no cualquier cosa que se escribe o que se piensa puede convertirse en un libro. Con argumentos fáciles y comprensibles, para que no le queden dudas a nadie.

No puedo estar más de acuerdo con lo que dice.

En los últimos años han caído en mis manos muchas historias que no eran libros, pero venían disfrazadas de libros. Historias que rechinaban constantemente en mi mente porque no me encajaban las piezas. Por más que trataba de escuchar su música, no la encontraba. Lo que se escuchaba era como oír a un gato mientras lo están maltratando. Igual se me ha ido un poco la mano con el símil, pero es para que se me entienda. Como lectora no he tenido ninguna duda de que eso no era un libro.

Entonces, mientras leía este artículo por segunda vez, me he puesto a pensar en mí como narradora. Me he mirado al espejo, intentando ser sincera del todo.

A mí no me enseñaron a escribir historias, solo se me ocurrió hacerlo porque sí. Sin pedir permiso a nadie, con la soberbia de pensar que sería capaz solo porque llevaba años leyendo y practicando. Sé que me he puesto a prueba muchas veces y las he pasado (concursos de varios niveles, publicación editorial, ventas...) pero...

Sigo dudando. He dudado hoy, mientras leía. Y ayer, mientras pensaba en la historia que acabo de terminar, la que me obligo a no tocar estos días para después poder verla con perspectiva. ¿Y si lo que escribo no son libros? ¿Y si no tiene la suficiente entidad y no soy capaz de verlo? ¿Y si lo que veo en otros está también en mí y la propia ceguera de estar tan cerca de la historia me impide ser objetiva? ¿No sería mejor dejarlo ya?

Todas y cada una de las veces que escribo, siento lo mismo. Siento pánico por haber tenido la soberbia -otra vez- de tratar de contar algo y pretender que otros la lean. Que otros la publiquen, que otros paguen por ella. Siento terror porque quizá me estoy equivocando, porque han tantas historias que no son libros que no se por qué las mías si lo van a ser.

A ver, ¿por qué?

Ni siquiera creo que sea inseguridad, creo que se trata de tener los pies amarrados a la tierra, saber que para que algo sea literatura tiene que llevar más que palabras unas detrás de otras, hiladas con una trama. Le hace falta ritmo, figuras literarias, transmitir emociones, tocar al lector, llevarle a la historia y que no salga de ella hasta que cierre la última página. Que se quede con tus personajes y los sienta como si estuvieran vivos, que los recuerde después de un tiempo como si la novela la hubiera leído el día de antes.

Esto solo está al alcance de unos pocos.

Os lo digo aquí, que somos cuatro, en este rincón tan mío: cada vez me siento más pequeña. Cuando leo cosas como este artículo, sé que no quiero contribuir al ruido que oculte a los libros que de verdad valgan la pena.

Tengo cuatro novelas terminadas ahora mismo y tres más bastante avanzadas. En mis cajones. Ahí siempre tendrán sitio, puede que no me gane el privilegio de ser una escritora de verdad, pero tengo que escribir. Esto no es soberbia.

Esto es necesidad del alma.