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lunes, 16 de diciembre de 2019
GRUPO LITERARIO
Andaba yo estos días dándole vueltas al concepto de generación literaria y si, de algún modo, era plausible pensar que pertenezco de algún modo a una. Al fin y al cabo, hace una década que escribo y mi mundo cotidiano se rodea de escritores, todos con inquietudes similares a las mías.
En su libro En torno a Galileo, 1933, José Ortega y Gasset, al que podemos incluir en el Novecentismo, dice que existe una definición histórica de generación. No es la palabra que he puesto en el título de esta entrada, eso lo explicaré más adelante. Para él "una generación es el conjunto de hombres (yo añado "y de mujeres") que han nacido en una determinada zona de fechas (no superior a quince años) y que comparten un mismo mundo de creencias colectivas".
Me atrevería a añadir, porque yo soy muy osada y hasta a Ortega me atrevo a puntualizarlo, que también puede considerarse en la definición que existen vivencias colectivas. Porque lo vivido nos marca y nos define por encima de todo.
Según esto, la concepción del mundo cambiaría con cada generación, es decir, en lapsos de tiempo de unos quince años. De ahí que ese sea más o menos el límite que se plantea sobre en papel para integrar a escritores en una generación u otra.
El problema es que debe existir un acontecimiento que suponga una ruptura con lo anterior para decir que existe una generación nueva.
En cuanto a generaciones literarias, no basta un nacimiento próximo para que los escritores formen un grupo coherente en ideas y estética. Julius Petersen, en 1930, hablaba de algunos hechos que cohesionaban a los autores y que debían tenerse en cuenta.
El primero de ellos era una formación intelectual semejante. En este sentido, los autores con los que siento afinidades, podría decirse que se formaron en los antiguos bachilleratos y que, en su mayoría, estudiaron EGB. En la universidad se licenciaron o doctoraron.
Después habría que pensar en años de nacimiento poco distantes. En este caso estaríamos hablando de autores nacidos en la década de los sesenta y primeros años de los setenta del siglo XX.
Otro rasgo generacional son las relaciones personales entre los autores. Evidentemente, si yo incluyo a todos estos autores en mi grupo literario (más adelante), es porque con todos ellos tengo estas relaciones personales, pero además también las tienen entre ellos. Algunas son físicas, pero los tiempos han cambiado mucho desde 1930 y también hay que incluir en esto las relaciones que se establecen a través de las redes sociales, tan profundas como las que se generan al sentarse en una tertulia.
Algo más que define a una generación es la participación en actos colectivos propios. En este caso, no todos hemos estado reunidos en el mismo lugar, aunque sí se ha dado que tres, cuatro y hasta cinco de nosotros hayamos coincidido en actos literarios, incluso muchos formamos parte de una Antología, Un 4 de febrero, libro de relatos publicado en febrero de 2019, cuyos beneficios íntegros son para la Fundación Aladina.
El rasgo esencial para unificar a todos tiene que ser ese acontecimiento generacional que aglutine sus voluntades, y en este caso no tengo duda alguna, se trata de la autoedición. En un momento en el que la irrupción de las nuevas tecnologías permitió que cada escritor decidiera dar el paso de publicar al margen del mercado editorial, todos sentimos la necesidad de explorar ese camino. Más que una reunión y una foto, lo que nos une es una manera de enfrentarnos a esto.
La presencia de un guía es algo con lo que he tropezado al hacer este repaso por las características que proponía Petersen. En un mundo sobre informado, no puedo encontrar a alguien que nos aglutine de alguna manera significativa.
En cuanto a los rasgos comunes de estilo, si bien todos somos muy distintos, a pesar de las afinidades, cada uno ha enfocado su producción literaria en un sentido o en otro, sí encuentro que compartimos una visión crítica de la sociedad y no nos la ahorramos en nuestros textos.
El último rasgo a tener en cuenta es el anquilosamiento de la generación anterior, aunque en este caso yo más bien diría que ni siquiera está claro cuál es la generación anterior. Todavía hay que esperar para saber qué se quedará. Por eso, aunque este texto intente hacer una sistematización literaria, no es más que un juego personal, de ahí lo de "mi grupo literario". No pretendo más que poner en claro cómo y con quiénes he llegado hasta aquí en esta década larga de literatura que, es probable, no se más que mía.
Por eso antes advertía de que no era una generación, sino un grupo literario.
Hace unos años se acuño el término Generación Kindle. A mí nunca terminó de convencerme aquello de que se reuniera a los autores con un nombre que hacía alusión a un dispositivo electrónico, más bien tendía a pensar que lo que nos unió fue una página de internet, Amazon. Fue la plataforma la que nos dio la opción de presentarnos al mundo y ni siquiera era necesario que el lector dispusiera del dispositivo (el pirateo electrónico, nuestro gran enemigo, lo demuestra cada día).
Da igual que no tengamos nombre, todos los que aquí estamos lo que compartimos es un profundo respeto por la literatura y, sobre todo, por los lectores. Nos dejamos la piel en que cada texto que salga de nosotros lo haga del mejor modo, pulido, limpio. Corregido hasta la extenuación, porque es el modo que tenemos de presentar nuestros respetos a quien estará al otro lado cuando se produzca la interacción literaria.
Otra cosa que compartimos es ese espíritu crítico con lo que nos rodea. En nuestras obras se tratan temas actuales, como la corrupción, la violencia de género, los peligros de las redes sociales, el amor tal como se entiende en este principio de siglo.
Somos reflexivos y hasta cuando escribimos de otro tiempo nos preocupa la huella que ha dejado el pasado en nuestro presente, son patentes en nuestros libros las similitudes y las diferencias entre un tiempo y el que nos ha tocado vivir.
La literatura, para nosotros, tiene ese punto de evasión necesario para que cumpla su función, pero no por ello dejamos de provocar con ella, de añadir elementos que suponen una agitación de la conciencia de quienes nos leen.
Un elemento, que también forma parte de nuestro tiempo, es que trabajamos con ordenadores y procesadores de textos, creo que ya se ha abandonado del todo la escritura a mano del primer manuscrito, aunque sigamos tomando nuestras notas así.
Y, algo más, somos muy críticos con nosotros mismos. Hay por ahí una frase "Alaba en público, critica en privado". Lo hacemos entre nosotros, sin ahorrarnos nada, antes de que las obras salgan a la luz.
En las próximas entradas hablaré de estos autores que, para mí, son mi generación literaria.