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viernes, 24 de diciembre de 2021

EL DIARIO DE LOS BUENOS DESEOS

 Hace unos años le regalé a alguien un diario para llenar de buenos deseos. Prometía en su portada que, si lo hacías con fe, esos deseos se acababan cumpliendo. Supongo que era una estrategia publicitaria para vender muchos ejemplares, porque ¿quién cree en la magia?

El caso es que esa persona no creía en absoluto en el diario. Rellenó dos páginas y lo dejó tirado. Un día le pregunté si me lo podía quedar.

En realidad, creo que en ese momento yo tampoco creía mucho en su poder, pero necesitaba una agenda y soy muy de reciclar, reutilizar, reducir. Será por mi máster en Medio Ambiente, no sé, pero el caso es que me daba mucha pena que tantas páginas que podían ser útiles acabasen en un contenedor. Aunque fuera de los azules.

Me lo quedé.

Un día, mucho tiempo después, revisando mi estantería, lo vi. Yo tenía entonces un deseo. Uno de esos poderosos, algo que me nacía muy dentro y que, por otro lado, veía inalcanzable para una chica que vive en el medio rural. O una mujer, que ya era mayorcita aunque en mi cabeza a veces parezca que no he cumplido ni los 18.

Saqué el diario, me quedé mirándolo y agarré un lápiz.

No escribí el deseo, lo dibujé. Luego le añadí las pertinentes palabras que lo redondeasen, pero lo primero que sentí ganas de hacer fue eso, dibujar.

Lo volví a poner en la estantería y se me volvió a olvidar que lo tenía hasta que, un tiempo después, lo abrí. Se me había olvidado hasta lo que había dibujado así que, cuando tropecé con la página el corazón se saltó unos cuantos latidos. Había conseguido eso, lo que dibujé. Exactamente lo que estaba en mi imaginación.

Tengo que decir que detrás de ese deseo hubo muchísimo trabajo, pero también que sé que a veces, por mucho que trabajes, lo que deseas se acaba malogrando. Por eso me sorprendió tanto, por eso me desconcertó un montón y, por eso, volví a dibujar.

El segundo deseo era tan ambicioso como el primero, pero tenía un plus: no dependía de que yo trabajase como una loca para conseguirlo (el primero tampoco, pero menos).

Se cumplió.

No sé cuántos van ya, escritos en sus páginas. Algunos se han retrasado un poco, pero TODOS los he conseguido. Es verdad que no escribo tonterías, que escribo en él solo cuando siento que lo que estoy deseando es algo grande. Y, por grande que sea, esas páginas me lo conceden. Por muy difícil que parezca, sucede.

No sé por qué sucede, prefiero no hacerme muchas preguntas porque seguro que pensaré que estoy muy loca, pero el caso es que ahí está. Y, lo más importante, es también una semilla para la ficción. Es una idea. Quizá algún día cuente una historia de un diario que concede deseos. Me va a salir creíble, porque creo en ello con todas mis fuerzas, porque llevo años viviéndolo.

Eso sí, no contaré los míos.

No porque los deseos que se cuentan no se cumplan (mentira, yo se los cuento todos a esas páginas), sino porque son muy míos y muy especiales.

Hoy he añadido un deseo.

Estoy deseando comprobar cuánto tardará en hacerse realidad.


Feliz Navidad

Mayte Esteban