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sábado, 25 de junio de 2022

LOS INGRATOS DE PEDRO SIMÓN




No debería escribir esto ahora, porque acabo de terminar la novela y las emociones están a flor de piel. Debería dejar que reposen, darles al menos un par de días para que se serene el ánimo y, entonces, sentarme y escribir.

Pero no quiero resistirme.

Muchas veces nos preguntamos si los premios literarios están bien dados, si son producto del marketing o de las conveniencias editoriales o de verdad se los dan a una novela de esas que dejan huella en quienes las leen. Dan un poco de miedo según va el mundo, así que nunca me acerco a uno hasta que no me cuenta la gente en la que confío.

Por eso sabía que todo iría bien con esta novela.

Lo que no sabía, porque no me había molestado en leer la sinopsis, era que es uno de esos textos que te arañan mientras estás dentro de ellos. Que te ponen en la piel de quien la cuenta, y no solo porque -se nota mucho- haya jugado con las mismas cartas que Delibes en Cinco horas con Mario, sino porque hay muchas, muchas frases en esta novela aplicables a una vida, la mía, que ya va por la segunda mitad, o más.

Los ingratos no cuenta una historia lineal de un único narrador, hace lo mismo que los grandes autores de los sesenta, experimenta, se deja llevar, mezcla todo: narradores, tiempos verbales, línea temporal, espacios... Tira de recuerdos que nos pertenecen un poco a los que fuimos niños en los ochenta y, hasta en la escasísima incursión que la novela hace en el presente te puedes encontrar (esa reflexión sobre las mujeres urbanas y las rurales, en mi caso).

David es Currito para Eme y en mi cabeza eran un poco Alex y Mariángeles. Mi hijo y la mujer que lo cuidó para que yo pudiera dar clase. Cuando nos marchamos de ese pueblo, estuvimos un tiempo volviendo. Ella le enseñó, le cuidó, le dio todo el amor que se puede dar a un niño que no es tuyo, pero al que quieres con pasión. Sin dramas ni tragedias, solo con las sencillez de ser ella misma. Esas visitas se fueron espaciando, volviéndose pocas, quedándose al final en nada. No hay casi ni mensajes porque hay prisas y dos vidas que se bifurcaron. Una de ellas, con demasiadas ocupaciones, demasiados frentes abiertos. Otra, que está en esa edad.... Esta novela me ha recordado que hay muchas visitas y muchas llamadas pendientes.

Siempre digo que la mitad de un libro lo componen las palabras del autor, pero la otra la pone el lector. Es eso que siente al leerlo y que es tan único que a veces parece otra novela distinta a la que nosotros diseñamos. Es eso que nuestras palabras le dejan o que le quitan. Este libro me ha dejado un nudo en el pecho y las ganas de decirle a Alex que lo lea. Que no espere a quedarse calvo. Que no aplace más visitas.

El lenguaje de la novela es delicioso. Ni siquiera resultan molestas las constantes repeticiones de datos, porque desde el principio las he sentido como ese recuerdo de Delibes y como parte de la admiración del autor por él. Creo que es imposible acercarse a Delibes y no acabar enamorado de todo lo que escribe e intentar que algo se nos pegue... aunque sea imposible hasta intentar imitar su voz.

El pueblo, la infancia, la tierra... los niños que crecimos como David nos vemos en un espejo literario en el que a ratos asusta un poco mirarse, sobre todo por lo lejos que queda todo eso ya.

No sé qué más decir de Los ingratos. Que el título es perfecto, tal vez que me ha dejado sin palabras.

Se me ocurre algo. En mi labor próxima de jurado de novela (en unos meses estaré en ello)  quiero encontrarme con algo así para no tener ninguna duda de por cuál decantarme. Porque aunque no haya hecho en esta reseña un informe exhaustivo o no me haya entretenido en hablar de los personajes -para eso está leer, para descubrirlos- si tengo estas certezas: la de una técnica exquisita, la de una historia sencilla pero llena de matices, los detalles, la ambientación, el sabor y los olores...

Solo puedo decir una cosa...

Leedla.

Aunque yo no la he leído...

Ya, ya sé que es raro que ahora, después del rollo que he soltado, diga que no la he leído. Entonces... es que la he escuchado.

Y ahora viene la otra historia, la que va a estar siempre ligada a esta novela para mí. Esa que nunca se te olvida como no se me ha olvidado que el kindle lo estrené hace ya una década con Orgullo y prejuicio.

Hace un par de meses, operaron a mi madre de cataratas. La operación fue bien, pero solo fue un ojo. Ahora mismo, con ese ve muchísimo mejor, pero el otro aún no está listo para operar, así que no hemos mejorado tanto. Tiene que cambiarle los cristales a sus gafas progresivas y está haciendo pereza para que no sean un cagarrio (ya le pasó una vez, que compró unas "baratas" y las tuvo que cambiar al poco) se tiene que gastar casi un mes de pensión de viudedad. 

Después de la operación, le empezó a dar guerra la espalda. Seis vértebras aplastadas que durante un tiempo han hecho que su tensión se fuera por las nubes debido a los dolores y que le mandó el ánimo al  suelo. Ha pasado más de un mes en un estado de apatía total en el que ha perdido varios kilos y en los que apenas ha podido leer, que es su pasión y su compañía. Por eso, ayer le conseguí un teléfono nuevo con más memoria que el viejo que tenía y le descargué Audible con mi cuenta de Amazon.

Como se puede compartir, yo también lo descargué en el mío.

Los ingratos ha sido mi primera audionovela de la suscripción y no he podido empezar con mejor pie.

A mi madre no voy a dejarle que la escuche ahora. Lo siento, Pedro, si lees esto, pero está blandita, se siente sola porque no vivo cerca y no quiero que se me desmorone ahora que empieza a reconstruirse. Si la veo mejor en un tiempo, entonces sí, entonces seré yo misma quien busque la novela y le ponga los cascos para que la escuche.

Solo tengo un pero al texto, uno minúsculo, seguro que es un despiste, pero que a mí, durante un rato, me ha sacado de la historia y me ha obligado a retroceder y a hacer una búsqueda para asegurarme que mi memoria está bien. Tiene que ver con  haber vivido ese tiempo que narra la novela. Las primeras elecciones democráticas en España no fueron en domingo, las tres primeras se hicieron en días de diario. Nos encantaba que hubiera elecciones, porque no había colegio, aunque eso se acabó muy prontito. Pero, salvo ese detalle, lo demás me ha parecido perfecto.

«Nos rezaban que cuatro esquinitas tenía mi cama y que cuatro angelitos nos la guardaban, pero mi cama por lo menos tenía cinco. Y uno de ellos era una señora de campo que pinchaba cuando te daba un beso».

1975. A un pueblo de esa España que empieza a vaciarse llega la nueva maestra con sus hijos. El más pequeño es David. La vida del niño consiste en ir a la era, desollarse las rodillas, asomarse a un pozo sin brocal y viajar cerrando los ojos en el ultramarinos. Hasta que llega una cuidadora a casa y sus vidas cambiarán para siempre. De Emérita, David aprenderá todo lo que hay que saber sobre las cicatrices del cuerpo y las heridas del alma. Gracias al chico, ella recuperará algo que creyó haber perdido hace mucho.
Los ingratos es una emocionante novela sobre una generación que vivió en aquella España donde se viajaba sin cinturones de seguridad en un Simca y la comida no se tiraba porque no hacía tanto que se había pasado hambre. Un homenaje, entre la ternura y la culpa, a quienes nos acompañaron hasta aquí sin pedir nada a cambio.

Puedes encontrar la novela en este enlace en ebook, aquí en papel y en este otro en audiolibro.

No te vas a arrepentir, pero no te puedo asegurar el que no acabes llorando.