Extraño el mar, yo que no soy de mar.
En estos meses en los que los pensamientos fluyen arriba y abajo como las mareas, echo de menos el hipnótico vaivén del agua, el relajante sonido de las olas y me doy cuenta de que hay deseos que se quedan siempre ahí, esperando a que se dé una oportunidad que nunca llega.
Y, a pesar de que sé que extrañar lo que sabes que no está hecho para ti es absurdo, extraño el mar.