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lunes, 18 de noviembre de 2024

DISCURSO DE INAUGURACIÓN I ENCUENTRO GUADA EN ROSA Y NEGRO

 

DISTINTAS TINTAS, MISMA PASIÓN


Distinguidos autores, queridos amantes de la literatura, y público en general, que nos acompañáis en este día tan especial para las letras en Guadalajara.

Es un honor inaugurar este encuentro que reúne a dos géneros literarios aparentemente opuestos, pero que han sido complementarios desde la mitología: Eros y Tánatos, el amor y la muerte; la novela rosa y la novela negra.

Estos dos géneros exploran los extremos de la condición humana: mientras la novela romántica una busca la unión y el amor, la novela negra nos enfrenta con la destrucción y el lado oscuro que todos tenemos.

La novela rosa, con sus tramas románticas y finales felices, lleva mucho tiempo entre nosotros, pero es después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se convierte en una especie de refugio para el alma y experimenta un boom. En un mundo que se había vuelto oscuro y lleno de incertidumbres, ofreció una escapada de la cruda realidad, a mundos donde el amor siempre triunfaba. Su capacidad para conectar con las emociones de los lectores y ofrecer esa evasión de la realidad la convirtieron en un género literario de gran popularidad que ha perdurado hasta nuestros días, con las lógicas modificaciones que implica el progreso de la sociedad. En esos tiempos difíciles, se convirtió en algo terapéutico, ofreciendo emociones impagables: entretenimiento y alivio para momentos de desesperación, consuelo y, sobre todo, esa esperanza en que las cosas mejoren que lleva implícito el imprescindible final feliz.

Hoy conserva ese poder de hacernos soñar con un mundo más amable, de emocionarnos y llegar al corazón. 

Pero, además, la novela romántica actual ha sabido ir más allá: en sus páginas encontramos temas como el bullying, los malos tratos, el acoso y la reivindicación de derechos, todo ello sin perder de vista el núcleo de toda historia romántica: el amor. Poco importa si es entre un chico y una chica, dos chicos o dos chicas, pues la novela rosa ha evolucionado con la sociedad, pero manteniéndose fiel a su esencia: ese final esperanzador que es su sello de identidad.

Por otro lado, la novela negra española también ha recorrido un camino que va de la sombra a la luz. De ser considerado un género menor, desde la Transición, ha experimentado una transformación radical, pues algunos autores empezaron a utilizar la novela negra como una herramienta para denunciar los problemas sociales y políticos de la época, mostrando su compromiso social, describiendo en ocasiones una realidad cruda y sin concesiones, reflejando la dureza de la vida en muchas zonas de España. Los protagonistas eran a menudo detectives privados o periodistas que se veían envueltos en tramas oscuras y peligrosas. Recordemos al inolvidable Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán. 

Ese cambio sustancial fue reivindicando su papel y, a medida que España avanzaba hacia la democracia, la novela negra siguió pisando fuerte. A partir de los años 90, coincidiendo con el boom de muchas de las editoriales que hoy conocemos, aparecieron subgéneros, ampliando su abanico de temas: el terrorismo, la inmigración, la corrupción política y los crímenes económicos empezaron a frecuentar las tramas. 

Hoy en día, tal como le sucede a la novela romántica, la novela negra se funde con otros subgéneros narrativos y es habitual encontrar subramas negras dentro de novelas históricas o románticas, sin ir más lejos.

En la actualidad, la novela negra española goza de excelente salud, con una gran variedad de autores y títulos que atraen a un público cada vez más amplio. Este género ha logrado consolidarse como uno de los más importantes de la literatura española contemporánea.

También conviene señalar, que durante mucho tiempo, tanto la novela romántica como la negra, fueron vistas con cierto desdén por la crítica literaria. La novela rosa se consideraba como una lectura ligera y superficial, "cosa de mujeres", mientras que la novela negra era clasificada como un género menor, para un público popular. Sin embargo, ambos han demostrado su valor literario y su capacidad para abordar temas complejos y universales con gran solvencia.

Ambos ocupan hoy en día un lugar destacado en las librerías y en las listas de ventas, y eso no puede ser solo casualidad.

¿Qué une a estos dos subgéneros narrativos aparentemente tan distintos? Ambos exploran las emociones humanas más profundas: el amor, el deseo, el miedo, la venganza. Ambos nos invitan a reflexionar sobre nuestra sociedad, nuestras relaciones y nuestra propia condición. Y ambos han dejado una huella imborrable en la literatura.

Hoy, la novela rosa y la novela negra gozan de buena salud. Los lectores buscan cada vez más historias que los emocionen, que los hagan pensar y que los transporten a otros mundos. Y estos dos géneros, con su capacidad para combinar entretenimiento y profundidad, satisfacen plenamente estas demandas.

Tradicionalmente el rosa ha sido de chicas y el negro se lo hemos reservado a los chicos, pero eso ya no es así: en este encuentro, las novelas románticas no serán solo cosa de mujeres ni las negras de hombres. Hemos dado un salto cualitativo y aquí, en Guadalajara, tendremos la oportunidad de comprobar la riqueza y la diversidad de la narrativa española actual. Hay mujeres que escriben y leen novela negra, y hombres que escriben y leen romántica. 

Vamos a debatir juntos temas literarios de actualidad, desde el profundo respeto que tenemos a la literatura y con el mismo respeto que, poco a poco, estamos consiguiendo de la crítica.

Bienvenidos a Guada en Rosa y Negro, la primera edición espero que de muchas.


Mayte Esteban

Guadalajara, 16 de noviembre de 2024


lunes, 11 de noviembre de 2024

LOS LÍMITES DE LA FICCIÓN

El próximo sábado 16 de noviembre, dentro del I Encuentro Guada en Rosa y Negro, debatiremos en una mesa redonda "Los límites de la ficción".

Es en el Palacio Multiusos de Guadalajara, la entrada en gratuita y los autores que vienen merecen la pena.



sábado, 9 de noviembre de 2024

GUADA EN ROSA Y NEGRO

El próximo 16 de septiembre, en Guadalajara, se reunirán autores de novela negra y romántica en el primer Encuentro con estos dos géneros que se celebra en la capital alcarreña.

Voy a ser la encargada de dar el discurso de bienvenida, algo que me apetece mucho porque se trata de mi ciudad natal. También seré la encargada de conducir una mesa, a la que hemos llamado "Los límites de la ficción".

La entrada es libre.

Este es el programa.









domingo, 3 de noviembre de 2024

CANTIMPALOS, CUÉLLAR Y LA RUTA DE LA LECTORA DE BÉCQUER

Hace mucho que cuando planifico un encuentro con lectores, siempre voy con miedo. Si me fío de las sensaciones que me llegan a través de las redes, me voy a encontrar más sola que la una. ¿Qué pasa al final? Pues que me sorprende muchísimo la gente que acude, los libros que firmo y el ambiente que se crea.

Voy a recoger aquí las fotos del encuentro en Cantimpalos el día 30 de septiembre, el que tuve en Cuéllar en 18 de octubre y la ruta de La lectora de Bécquer por sus escenarios en Segovia el día 19 de octubre. Y no voy a valorar nada, dejo las fotos y que cada quien saque sus propias conclusiones.

Estas son las de Cantimpalos, 30 de septiembre.








Cuéllar, 18 de octubre.







Ruta de La lectora de Bécquer, 19 de octubre, Segovia.












Hay por lo menos cien fotos más, pero como soy cero fotogénica, mejor no comparto más. Creo que con estas uno se puede hacer a la idea de que hay personas de verdad leyendo mis libros. 

Gracias a Álida y a Nuria. Sois de lo mejor que me he encontrado en este camino. 

viernes, 18 de octubre de 2024

MIENTE

Una vez, alguien me aseguró que no mentía nunca. Yo me quedé pensando que eso es imposible; aunque sea sin querer, todos mentimos en algún momento. Por error, por descuido, por desmemoria, por piedad... soltamos algunas mentiras sin importancia.

Otra cosa es mentir de forma consciente, responder no cuando es y quedarte tan pichi.

Hace cuatro meses, a esa misma persona le hice una pregunta cerrada, cuya respuesta solo podía ser sí o no. Contestó no, y a mí me dieron vueltas los ojos porque estaba convencida, por algunas cosas que había presenciado, de que era un sí. 

Pensé, igual me he perdido algo, yo siempre vivo despistada perdida y tampoco es que le hubiera prestado mucha atención al tema.

El caso es que a lo largo del verano ha habido varias circunstancias que han confirmado que yo llevaba razón (era un sí) y que mintió descaradamente, una mentira que no tiene importancia porque el hecho a mí ni me va ni me viene. Fue una de esas preguntas que sueltas en una conversación intrascendente, que cobró importancia al encontrarme con pruebas que decían justo lo contrario que su rotundo no.

Pensé que quizá, por una razón desconocida, quería que yo creyera esa versión, y la verdad es que estaba más que dispuesta a darle el gusto, porque de verdad que es algo que me la pela, pero hace unos días, por casualidad también, presencié algo que confirmaba que su no podía ser cierto. Que no me había mentido. 

Bueno, pues ayer, que no tenía sueño, dando vueltas por una red social, volví a tropezar con algo que desmentía el no con la misma rotundidad que lo que presencié le daba la razón al sí.

Vamos, que miente con todas las de la ley.

No sé si es a mí en concreto o se miente, pero que no dice la verdad, eso es seguro.

Después de este galimatías, que no es más que un ejercicio de redacción mientras aplaco los nervios por el encuentro con lectores en Cuéllar que tengo dentro de un rato, solo quiero llegar a un lugar. Todos mentimos. A veces, las mentiras son mentirijillas tolerables. Otras, como en este caso, algo mucho más serio porque afecta a otras personas.

Lo que me resultó curioso fue la incoherencia, la afirmación rotunda por parte de quien miente.

Creo que por sistema.

domingo, 29 de septiembre de 2024

UNA PAUSA

 La vida siempre te lleva por donde le da la gana. Es algo que aprendes con el tiempo, que el timón puedes pretender llevarlo tú, puedes creértelo si te da la gana, pero no es cierto. Hay miles de factores ingobernables en los que no tienes el más mínimo control.

Yo tengo un máster en perder las riendas, en tener que bracear para no ahogarme, así que ya ni siquiera me extraña cuando soy incapaz de cumplir compromisos. 

Por eso, casi nunca firmo pactos con nadie más que conmigo y, si me decepciono, también he aprendido a perdonarme y a que se me pase lo más pronto posible. Por ejemplo, no estoy nada enfadada por no haber sido capaz de terminar mi relato con Machado. A nadie más que a mí le importa esto que estoy escribiendo, así que dará lo mismo que lo postergue para cuando los tiempos de la vida soplen un poquito más a favor.

Y, si de pronto ya no hay viento, tampoco va a pasar nada porque este es un barco que nadie espera y que en su equipaje no lleva nada de valor.

Me perdono y me doy permiso para tomarme una pausa.

El tiempo que haga falta.


lunes, 16 de septiembre de 2024

CXIII CAMPOS DE SORIA. MACHADO Y YO

CXIII

CAMPOS DE SORIA


I


 Es la tierra de Soria árida y fría.

Por las colinas y las sierras calvas,

verdes pradillos, cerros cenicientos,

la primavera pasa

dejando entre las hierbas olorosas

sus diminutas margaritas blancas.

La tierra no revive, el campo sueña.

Al empezar abril está nevada

la espalda del Moncayo;

el caminante lleva en su bufanda

envueltos cuello y boca, y los pastores

pasan cubiertos con sus luengas capas.


Esta silva arromanzada, breve y bella, tiene sonidos poderosos. Solo tengo que cerrar los ojos y puedo escuchar las sonoras aliteraciones de la erre y de la ese. Se cuelan bajo mi piel y arañan, y siento como mío ese campo que se trueca en alguien vivo que sueña como lo hacen los hombres. La delicadeza de esas palabras que evocan lo minúsculo, que a mí me hace pensar en grande. Porque encuentro la esencia de la vida en eso, en centrarse en los pequeños detalles son, al final, lo importante.

Es saber encontrarlos en cualquier lugar.

En la que fue tu Castilla, en que es ahora la mía.

El frío, la nieve, el tomillo y una bufanda se transmutan y se convierten en algo más que unas palabras. Son diminutos fragmentos de felicidad. Representan la dulzura de la vida que cada uno encuentra donde quiere. Me mueven y me conmueven, porque sé lo que se siente cuando ese viento te roza la piel, cuando el frío te congela las manos o cuando el olor del tomillo se te cuela en el alma.

Tú lo sentiste, como yo.

Tú te enamoraste, como yo.


VII


 ¡Colinas plateadas,

grises alcores, cárdenas roquedas

por donde traza el Duero

su curva de ballesta

en torno a Soria, obscuros encinares,

ariscos pedregales, calvas sierras,

caminos blancos y álamos del río,

tardes de Soria, mística y guerrera,

hoy siento por vosotros, en el fondo

del corazón, tristeza,

tristeza que es amor! ¡Campos de Soria

donde parece que las rocas sueñan,

conmigo vais! ¡Colinas plateadas,

grises alcores, cárdenas roquedas!...


A veces les hablo a mis chicos del impresionismo. Les cuento que fue un movimiento en pintura, una nueva manera de crear que encontraron los pintores franceses de finales del XIX para, a través de leves trazos inconexos, transmitir paisajes completos que el espectador es capaz de reconstruir en su mente cuando observa el cuadro.

Tan sencillo y a la vez tan mágico.

Tú eres impresionista en este poema, impresionista de las palabras. Te olvidas de los verbos que conecten adjetivos y sustantivos y, como aquellos pintores, dejas tus trazos diseminados por el poema.

Un color.

Un matiz.

Un elemento del paisaje.

Ellos solos, sin más nexos que esas admiraciones que llenan todo de emoción dibujan un cuadro. El presente y el pasado. Esa mezcla tan tuya de dureza y sentimientos de amor.

Y en medio de todo, tú, presente en el poema.

Porque estás ahí, no solo tras cada palabra, sino hablándole al paisaje, convencido de que te escucha. Loco poeta, tan loco como yo que te escribo, aunque sepa que no me puedes escuchar.

Quizá todos estemos un poco locos.

Siguen siendo Soria y su Duero los dueños de estas líneas, siguen presidiendo tus emociones. Ella, altiva. Él, poderoso. Y a ellos encaramas las palabras que a saltos de caballo brincan de un verso a otro y hacen que fluya tan suave como la primavera.

¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas!...

Seis palabras, cierro los ojos y soy capaz de sentirme allí.

Mágico poeta.


(Seguirá)


 


sábado, 14 de septiembre de 2024

CII ORILLAS DEL DUERO: MACHADO Y YO

 

Wikipedia

CII

ORILLAS DEL DUERO

 

¡Primavera soriana, primavera

humilde, como el sueño de un bendito,

de un pobre caminante que durmiera

de cansancio en un páramo infinito!

¡Campillo amarillento,

como tosco sayal de campesina,

pradera de velludo polvoriento

donde pace la escuálida merina!

¡Aquellos diminutos pegujales

de tierra dura y fría,

donde apuntan centenos y trigales

que el pan moreno nos darán un día!

Y otra vez roca y roca, pedregales

desnudos y pelados serrijones,

la tierra de las águilas caudales,

malezas y jarales,

hierbas monteses, zarzas y cambrones.

¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía!

¡Castilla, tus decrépitas ciudades!

¡La agria melancolía

que puebla tus sombrías soledades!

 ¡Castilla varonil, adusta tierra.

Castilla del desdén contra la suerte,

Castilla del dolor y de la guerra,

tierra inmortal, Castilla de la muerte!

Era una tarde, cuando el campo huía

del sol, y en el asombro del planeta,

como un globo morado aparecía

la hermosa luna, amada del poeta.

En el cárdeno cielo violeta

alguna clara estrella fulguraba.

El aire ensombrecido

oreaba mis sienes, y acercaba

el murmullo del agua hasta mi oído.

Entre cerros de plomo y de ceniza

manchados de roídos encinares

y entre calvas roquedas de caliza,

iba a embestir los ocho tajamares

del puente el padre río,

que surca de Castilla el yermo frío.

¡Oh Duero, tu agua corre

y correrá mientras las nieves blancas

de enero el sol de mayo

haga fluir por hoces y barrancas,

mientras tengan las sierras su turbante

de nieve y de tormenta,

y brille el olifante

del sol, tras de la nube cenicienta!

¿Y el viejo romancero

fue el sueño de un juglar junto a tu orilla?

¿Acaso como tú y por siempre, Duero,

irá corriendo hacia la mar Castilla?

 

En esta silva, le hablas al Duero, como si en lugar de ser agua que corre fuera un ser vivo. Y lo haces porque así lo sientes, como el señor de este reino condenado, como la columna vertebral de esta áspera tierra. Le preguntas sobre el destino de Castilla, pero no esperas, por supuesto, su respuesta. No porque sea un río y los ríos no respondan al hombre sino cuando se desbordan y reclaman su sitio o cuando se secan y comprometen la sed de las cosechas. No. No esperas su respuesta porque la estás viendo frente a tus ojos.

 

La sientes en cada paseo por sus caminos vacíos y sus ciudades ruinosas. En cada páramo yermo y desabrigado donde apenas crece nada.

 

Castilla, siguiendo la metáfora de Manrique, a la vera de su río, se encamina al mar de su muerte.

 

En tu tiempo.

 

En el mío.

 

Puede tener la esperanza de la primavera más bella, esa que se ansía como alivio entre el duro invierno y el verano más extremo, pero no será suficiente para salvarla de una muerte tan lenta que aún estamos doliéndonos por ella.


(Seguirá)

 

viernes, 13 de septiembre de 2024

XCIX POR TIERRAS DE ESPAÑA: MACHADO Y YO

 

Imagen Freepick ai


XCIX

POR TIERRAS DE ESPAÑA


El hombre de estos campos que incendia los pinares

y su despojo aguarda como botín de guerra,

antaño hubo raído los negros encinares,

talado los robustos robledos de la sierra.

Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;

la tempestad llevarse los limos de la tierra

por los sagrados ríos hacia los anchos mares;

y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.

Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,

pastores que conducen sus hordas de merinos

a Extremadura fértil, rebaños trashumantes

que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.

Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,

hundidos, recelosos, movibles; y trazadas

cual arco de ballesta, en el semblante enjuto

de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.

Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,

capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,

que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,

esclava de los siete pecados capitales.

Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,

guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;

ni para su infortunio ni goza su riqueza;

le hieren y acongojan fortuna y malandanza.

El numen de estos campos es sanguinario y fiero:

al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,

veréis agigantarse la forma de un arquero,

la forma de un inmenso centauro flechador.

Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta

¿no fue por estos campos el bíblico jardín?:

son tierras para el águila, un trozo de planeta

por donde cruza errante la sombra de Caín.


Otra vez la tierra, esa que no era la de tus raíces, pero que te acogió y te prendió a ella con tanta intensidad que se te escapaba en cada verso, en cada poema. Proyectaste en el paisaje castellano los claroscuros de nuestro carácter y vomitaste unos versos negativos y pesimistas. Nos definiste rudos, recios, sufridos y recelosos. Capaces del sacrificio y de la amabilidad extrema, a la par que envidiosos y ruines con nuestros vecinos. De alma de azufre, herederos de ese Caín bíblico que mató a su hermano. 

No creas que hemos cambiado. 

Abundan los amigos de la maledicencia que inventa y difunde, que corea a quienes difaman y que convierte en diversión penas ajenas. Nos hemos convertido en comadres aburridas, contagiados por una televisión dañina y unas redes perversas, que han hecho de la intimidad un oscuro espectáculo, algo que se reproduce en todas partes, como el más letal de los virus.

La envidia tiñe vidas de amarillo, como entonces, aunque ya no hay tantos a los que llamar Caín. Entre otras cosas, porque los que son muy jóvenes, se lo he preguntado hoy mismo, nunca han oído hablar de Caín. Todos los nombres propios que suenan a Iglesia están vetados por la modernidad. Se impone la ignorancia y a ella se aferran como al salvavidas que ven en ella, porque ¿a quién le gusta ser distinto? Si lo eres te llaman friki. Pedante, raro, extravagante, sabihondo… serían nuestras palabras, pero hasta esas las vamos olvidando.

Friki.

Al que maltratar en la escuela o aislar en la calle.

¿Quién quiere saber, si ser un ignorante te protege de la ignorancia?

¿No te sientes un poco triste, mi poeta?

Evoco a los hombres y mujeres de tu tiempo dejándose la piel para que la cultura llegase hasta los rincones más recónditos. Rememoro esas iniciativas tan luminosas que pusisteis en marcha como las Misiones Pedagógicas de cuya comisión fundadora formaste parte como vocal, con la que organizaste el teatro popular que recorría los pueblos de España.

Evoco, porque no lo viví, lo que he leído, la ilusión que le poníais a todo.

Ahora las ilusiones se virtualizan y los objetivos vitales pasan por conseguir likes. Y los que no, los que se resisten a esta moda de ser el más popular, el más importante en nada, huyen de la tierra a estudiar, consiguen becas, sí, pero si vieras lo poco que aprenden…

Es tan triste escucharlos cuando regresan…


(Seguirá)


jueves, 12 de septiembre de 2024

XCVIII A ORILLAS DEL DUERO: MACHADO Y YO


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 XCVIII

A ORILLAS DEL DUERO


Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.

Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,

buscando los recodos de sombra, lentamente.

A trechos me paraba para enjugar mi frente

y dar algún respiro al pecho jadeante;

o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante

y hacia la mano diestra vencido y apoyado

en un bastón, a guisa de pastoril cayado,

trepaba por los cerros que habitan las rapaces

aves de altura, hollando las hierbas montaraces

de fuerte olor? —romero, tomillo, salvia, espliego—.

Sobre los agrios campos caía un sol de fuego.

Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo

cruzaba solitario el puro azul del cielo.

Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo,

y una redonda loma cual recamado escudo,

y cárdenos alcores sobre la parda tierra

—harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra—,

las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero

para formar la corva ballesta de un arquero

en torno a Soria. —Soria es una barbacana,

hacia Aragón, que tiene la torre castellana—.

Veía el horizonte cerrado por colinas

oscuras, coronadas de robles y de encinas;

desnudos peñascales, algún humilde prado

donde el merino pace y el toro, arrodillado

sobre la hierba, rumia; las márgenes de río

lucir sus verdes álamos al claro sol de estío,

y, silenciosamente, lejanos pasajeros,

¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros—,

cruzar el largo puente, y bajo las arcadas

de piedra ensombrecerse las aguas plateadas

del Duero.

El Duero cruza el corazón de roble

de Iberia y de Castilla.

¡Oh, tierra triste y noble,

la de los altos llanos y yermos y roquedas,

de campos sin arados, regatos ni arboledas;

decrépitas ciudades, caminos sin mesones,

y atónitos palurdos sin danzas ni canciones

que aún van, abandonando el mortecino hogar,

como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!

Castilla miserable, ayer dominadora,

envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.

¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada

recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?

Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;

cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.

¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerra

de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra.

La madre en otro tiempo fecunda en capitanes,

madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes.

Castilla no es aquella tan generosa un día,

cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía,

ufano de su nueva fortuna, y su opulencia,

a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;

o que, tras la aventura que acreditó sus bríos,

pedía la conquista de los inmensos ríos

indianos a la corte, la madre de soldados,

guerreros y adalides que han de tornar, cargados

de plata y oro, a España, en regios galeones,

para la presa cuervos, para la lid leones.

Filósofos nutridos de sopa de convento

contemplan impasibles el amplio firmamento;

y si les llega en sueños, como un rumor distante,

clamor de mercaderes de muelles de Levante,

no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa?

Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.

Castilla miserable, ayer dominadora,

envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.

El sol va declinando. De la ciudad lejana

me llega un armonioso tañido de campana

—ya irán a su rosario las enlutadas viejas—.

De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;

me miran y se alejan, huyendo, y aparecen

de nuevo, ¡tan curiosas!... Los campos se obscurecen.

Hacia el camino blanco está el mesón abierto

al campo ensombrecido y al pedregal desierto.



Esta vez te decidiste por pareados alejandrinos para describir esta tierra que es la mía ahora, dando al poema una rima total y diferente. Te sitúas en el paisaje castellano, trepas hasta la cumbre de una loma, arropado por los aromas del clima mediterráneo de interior, nuestras plantas olorosas que lo pueblan todo. Y sudas y necesitas de un bastón, porque este clima recio lo es tanto en invierno como en verano.

Y cuesta, vaya si cuesta.

El Duero, nuestro río, te abraza desde abajo, te muestra esa silueta que desde Soria recuerda a una ballesta guerrera, como una metáfora del pasado de resistencia de esta tierra. O el presente, porque ser castellano es resistir con el viento de cara siempre y Soria, tu Soria, representa como nadie esa batalla que llevamos perdiendo siglos. 

Hoy, mi poeta, está aún más perdida que en tu tiempo.

Las ciudades se vuelven diminutas, la gente se va y solo queda ese silencio que precede a la muerte. El pasado, ese que tú sabías grande, hasta se nos olvida contarlo en las escuelas y se sorprenden mucho cuando les dices que es suyo el Cid o que un día fuimos la cabeza del mundo. 

Castilla miserable, ayer dominadora, 

envuelta en sus harapos 

desprecia cuanto ignora. 

Y así seguimos.

Pero tú la ves bella en su sencillez, tan recia y tan valiente. Igual que la veo yo, tanto que cuesta mucho dejarse vencer y me resisto, como una inconsciente, a dejarla desierta. Lucho porque se sepa que existe y que no se vacíe del todo, aunque cada vez sea más obvio que será lo que suceda.

Lucho desde mis historias, dejando pinceladas que son dardos, señalando lo que sucede, pero incapaz de encontrarle una solución.

¿La habrá algún día?

Creo que, si existe, nunca la veré.

Siguen sonando las campanas en algunos campanarios. Siguen las viejas en las iglesias, aunque cada vez son menos y el luto ya no se lleva en la ropa, sino en el corazón.

Ese que se oscurece por la pena de que esto vaya a perderse para siempre.


(Seguirá)


XCVII: RETRATO. MACHADO Y YO

 

Imagen Freepick

XCVII

RETRATO

 

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,

y un huerto claro donde madura el limonero;

mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;

mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

 

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido

—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,

más recibí la flecha que me asignó Cupido,

y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

 

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,

pero mi verso brota de manantial sereno;

y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,

soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

 

Adoro la hermosura, y en la moderna estética

corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;

mas no amo los afeites de la actual cosmética,

ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

 

Desdeño las romanzas de los tenores huecos

y el coro de los grillos que cantan a la luna.

A distinguir me paro las voces de los ecos,

y escucho solamente, entre las voces, una.

 

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera

mi verso, como deja el capitán su espada:

famosa por la mano viril que la blandiera,

no por el docto oficio del forjador preciada.

 

Converso con el hombre que siempre va conmigo

—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;

mi soliloquio es plática con ese buen amigo

que me enseñó el secreto de la filantropía.

 

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.

A mi trabajo acudo, con mi dinero pago

el traje que me cubre y la mansión que habito,

el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

 

Y cuando llegue el día del último viaje,

y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,

me encontraréis a bordo ligero de equipaje,

casi desnudo, como los hijos de la mar.


Antonio Machado 


***

 

 

Me maravilla cómo, en unos pocos versos alejandrinos, fuiste capaz de decir tanto. Hablar del amor, de la infancia, de la política, de la poesía, de la religión, de la libertad y de la muerte. En serventesios, se te escapa ese hombre fascinado por el Modernismo que fuiste al principio, pero también cómo fue cambiando tu criterio a medida que se popularizó y dejó de ser algo tan especial como lo que mostraba Darío. Hablas de ti mismo, de cómo te veías en el espejo y cómo deseas que se te recuerde, y del orgullo que sientes por haber sido capaz de no dejar deudas pendientes.

 

La premonición de los últimos versos me estremece, porque no podías saberlo y, sin embargo, lo escribiste.

 

Y cuando llegue el día del último viaje,

y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,

me encontraréis a bordo ligero de equipaje,

casi desnudo, como los hijos de la mar.

  

Lo sentiste, como se siente lo inmenso, sin poder explicarlo.

 

Todo, con palabras sencillas, las tuyas, las que algunos aún siguen sin entender que, bien ordenadas, despierten sentimientos tan profundos.


(Seguirá)

martes, 10 de septiembre de 2024

MACHADO Y YO: CADA VEZ

Imagen generada por Freepick

 Cada vez...


Todas las veces que volvía a registrar una novela, regresaba a tu casa. A pedir tu bendición, a agradecerte la mano invisible, yo qué sé. Y cada una de las veces, aunque suene imposible, te sentí a mi lado, al lado de esa niña soñadora que sabe que nunca va a ser grande, pero que, pequeña y todo, se esfuerza por dejarse el alma en cada historia.

Solo te he fallado cuando el virus me ha obligado a cambiar la presencialidad por registros virtuales, cuando el tiempo que vivimos se convirtió en una pesadilla que nos robó hasta las pequeñas cosas que nos habíamos inventado para no sentirnos tan solos.

Nos robó la intimidad de un pacto entre escritores de dos épocas que en realidad es solo mío, pero que siempre quiero pensar que compartimos los dos.

Te preguntarás por qué te cuento todo esto, qué voy a hacer que necesita tanto preámbulo. Voy a recoger esos poemas tuyos que tanto me gustan y voy a reunirlos. Me gustaría hacer otra cosa, leerlos, poner en ellos voz y emoción. Sueño que esto que escribo podría ser un audiolibro.

¿Por qué no?

Tal vez me atreva, tal vez cuando aprenda lo intente.

Tal vez, no tardando, eso sea tan sencillo como autoeditar un libro.

No solo voy a transcribir los poemas, voy a hablar de sensaciones, de lo que evocan para mí, de lo que se me ocurra. Tú ya me conoces, mi mente es puro caos y necesito escribir para ordenarme.

Pero, además, siempre he pensado una cosa. Los poemas no están para medirlos ni para catalogarlos, están para sentirlos y sentirnos en ellos, y eso es lo que siempre me ha pasado contigo. Yo te siento y me siento a tu lado, imaginando que me los recitas. Yo me emociono y quiero contarte a la vez esas emociones que me despiertas. Dejo a otros lo de analizar rimas y contar sílabas y yo estoy hablando de piel y alma. 

Si me quieres escuchar, poeta…

(Seguirá)

sábado, 7 de septiembre de 2024

MACHADO Y YO: 4 DE JUNIO DE 2009

 

Imagen de la Casa Museo de Antonio Machado en Segovia

4 de junio de 2009


La sede segoviana de Cultura está en la Plaza de la Merced. Seguro que la recuerdas, está muy cerca de la catedral y desemboca en la calle Daoiz que, cuesta abajo, conduce hasta el Alcázar. 

En esa plaza se encuentra el primer jardín público que se construyó dentro del recinto amurallado de la ciudad, allá por el XIX, así que imagino que alguna vez te sentaste bajo sus árboles en algún banco, a descansar tus doloridos pies y a disfrutar de las tardes primaverales que tan bonitas son en Segovia. Yo imaginó que en ella soñaste versos, de esos que a veces, cuando no encontrabas papel, te escribías en el puño de la camisa.

Soy de imaginación poderosa, pero eso ya lo sabes, hemos compartido conversaciones imaginarias toda la vida.

No estoy segura de que en tu tiempo la plaza se llamase así, quizá por entonces era Alfonso XII. Ya sabes que los políticos, según vengan los aires, le van cambiando el nombre a los lugares, jugando con nuestra memoria. En cualquier caso, seguro que recuerdas el jardín y que allí estaba el antiguo convento de los mercedarios. Aunque a lo mejor no sabes que, en el centro de ella, desde los setenta, hay una escultura de tu buen amigo Rubén Darío.

Sé que estuviste alguna vez en ella, aunque nadie me lo haya contado, porque vivías a dos pasos. Según encaras esa cuesta abajo desde la Plaza Mayor, por la calle Marqués del Arco, la primera calle a la derecha es la calle de los Desamparados. Tu calle. En la que está esa pensión que cuando tú viviste en Segovia regentaba Luisa Torrego y que se convirtió en tu hogar.

La que hoy es tu Casa Museo.

Después de hacer los trámites con el libro en cultura ese 4 de junio, te hice una visita.

En el jardín, rodeado de rosales, hiedras y césped, me recibió tu busto, el que te dedicó con admiración y respeto Emiliano Barral en 1920, que captó tu aire ausente y tu gesto de hombre bueno. Una copia, el original no he averiguado dónde lo tienen, pero no quiero buscarlo. Tal vez un día lo encuentre en cualquier viaje y no me quiero perder la emoción del descubrimiento. Porque me emocionaré, poeta, la belleza provoca en mí un sentimiento tan poderoso que soy incapaz de controlar.

Ese día entré en la casa, hice la visita como si fuera una turista, pasé mis dedos por la mesa del comedor —idéntica a la mesa de mi casa de Turégano—, y al rebasar por una cómoda antigua y desportillada apoyada en la pared, vi el libro de firmas para los visitantes.

No sé de dónde saqué la osadía de agarrar el bolígrafo y escribirte mis planes.

No sé por qué lo hice, supongo que si tuviera fe estaría pidiendo tu bendición para lo que quería emprender en adelante. Para escribir, para atreverme a ser lo que soñaba, aunque no tuviera nada más que mis palabras y mi tesón para salir adelante. Ni padrinos, ni contactos, ni puñetera idea de por dónde empezar.

Le estaba pidiendo permiso a mi maestro, como la alumna aplicada que siempre fui.

Dejé mi firma.

Dejé una promesa.

Y al volver a pasar por el busto que está en el patio, justo al lado de la cancela, creo que me sonreíste.

Puede que no, puede que también lo imaginase.


(Seguirá)