Empezó cuando era tan pequeña ni siquiera sabía las normas de ortografía, aunque supiera cómo contar una historia tan bien como si, desde que era un bebé, alguien me hubiera leído cuentos todas las noches.
Pero no fue así, nadie me leyó, lo hice yo sola en cuanto aprendí y descubrí que el mundo era infinitamente mejor con libros. Sin embargo, me faltaban historias, no las encontraba por más que me esforzase, así que decidí escribirlas yo.
Con el arrojo de no conocer el fracaso, que en la infancia te impulsa como un cohete, lo hice y fue tan emocionante que soñé que quería hacerlo siempre. Ese era mi deseo para cuando fuera mayor, juguetear con palabras, transformar ese lienzo en blanco del papel en el soporte de sentimientos, emociones, risas, paisajes...
Sin tierra a la vista y sin buscarla siquiera, mi barco navegó sin rumbo, hacia donde le llevara la corriente. Daba igual si escribía sobre niños aventureros, una distopía en el espacio, vaqueros del oeste, biografías de personas anónimas o novelas de aprendizaje. Me emocionaban las cartas infinitas de amor, las de despedida, las listas de deseos o de promesas, incluso los discursos de encargo y las presentaciones de ocho años de programas de radio.
De tanto navegar, acabé recalando en islas extraordinarias y fue así como parí La colina del almendro y La lectora de Bécquer, entre otras.
Justo después de esta última el invierno más duro encapotó mi cielo, quizá por culpa del cambio climático o por el humo del progreso, y las palabras se replegaron dentro de mí.
El ancla se clavó en el fondo del puerto y me bajé del barco.
Un dia de febrero de este año, desperté de ese letargo de tristeza.
Mis palabras, obrando su magia, han empezado a tender puentes con gente que no hubiera conocido de otro modo, gente que me ha sostenido y que ha logrado el milagro: devolverme al mar.
Y en él estoy ahora, bajo el cielo luminoso de Portici, a los pies del Vesubio, maravillándome por todo lo que me devuelven mis sentidos. Tengo a mi lado a un compañero de aventura divertido y tan parecido a mí que le he cogido cariño.
Tanto que voy a pasar el verano con él.
No hay nada que me apetezca más que sentarme con Mariano y que me cuente su historia. Yo la voy a escribir, aunque se quede entre nosotros.
Pues me alegra que te haya devuelto al mar. Y seguro que Mariano va a contarte una muy buena historia. No te bajes del barco, pero en una paradita, te vienes y nos la cuentas.
ResponderEliminarBesotes!!
Besos 💋
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