Páginas

jueves, 24 de marzo de 2011

LOS NIÑOS DEL INVIERNO. GILBERT BORDES.


Hay veces que un libro de sorprende, y este es uno de ellos. El punto de partida de la historia es la huida de un grupo de seis niños, de distintas clases sociales y de religiones diferentes, durante la Segunda Guerra Mundial. La Resistencia trata de ponerles a salvo atravesando los Pirineos, pero en el viaje, sus protectores son capturados por las SS y asesinados frente a los atónitos ojos de los niños, que observan la escena desde su escondite. Sin ayuda adulta se ven obligados a sobrevivir en pleno invierno en las montañas, sin la posibilidad de huir, desbaratada ya desde el principio por los soldados alemanes.

Este libro, escrito en presente, te transporta a la dureza del momento que viven. Este tiempo verbal te acerca a la historia como si tú mismo sobrevivieras con ellos. Su distribución en capítulos, marcados cada uno por un día de su periplo, te arrastra con ellos. Y es eso precisamente. Se arrastran por la vida, débiles por todas las carencias con las que tropiezan de repente. Los niños van perdiendo la inocencia y la fe, sufren los estragos del hambre, el frío y la muerte que el autor ha sabido trasladar al lector. El libro te deja con la sensación de que alguien ha apretado la pausa del mundo y se ha olvidado de ellos. Me ha gustado mucho.

Por cierto, sólo he tardado unas horas en leer las 273 páginas. Eso querrá decir algo.

martes, 22 de marzo de 2011

APRENDER JUGANDO

Hay veces que, jugando, se puede aprender mucho. Esto pensando mucho estos días en la saga Los hijos de la Tierra, y se me ocurrió que podría jugar con mis hijos a que entendieran la forma de vida de la prehistoria sobre el terreno. Es cierto que tengo la fortuna de vivir muy cerca de lugares que han sido ocupados por el ser humano desde la prehistoria, así que aproveché para proponerles un juego. Su padre y yo los llevamos a la ribera del Duratón, y allí les animé a imaginar que éramos un clan en busca de un nuevo alojamiento. Enseguida encontramos la cueva de los siete altares y estuvieron de acuerdo que era un sitio ideal para establecerse: a pocos metros del agua, de donde se podría obtener alimento y bebida, cerca de árboles que dan sombra y leña para el fuego, rodeados de naturaleza.



Al leer el cartel de la entrada de la cueva descubrieron que había sido usada como iglesia en la época visigoda y se decepcionaron un poco. Supongo que esperaban algo más antiguo. No había pinturas ruprestres a la vista, pero ellos ya saben lo que eran por los libros, aunque mi hijo opine, como yo a veces, que los significados mágicos son cuestionables. Cuando, de pequeñitos, ellos no tenían papel a mano con el que plasmar su arte, ni pinturas plastidecor, usaban las paredes de casa y, mismamente, chocolate...

lunes, 21 de marzo de 2011

APRENDER DE GOLPE

Hace unos días, un tremendo accidente de coche estuvo a punto de llevarse por delante la vida de una de mis amigas. Afortunadamente está muy bien, sobrevivirá sin problemas a las secuelas físicas, que en principio no parecen graves, pero me ha dicho que no piensa en el futuro. Una imprudencia ajena la puso frente a la muerte y aunque aparentemente salió bien del trance, se ha propuesto no hacer planes a largo plazo, o sea, más allá de hoy mismo. Supongo que todo está tan reciente que no puede dejar de pensar en ese coche que, repentinamente, se le vino encima. Justo ahora que ya casi estaba curada de otra adversidad. Este golpe, sumado a la amargura que siempre te dejan las historias que acaban mal, ha paralizado su capacidad de soñar.


Estoy segura de que es un sentimiento pasajero. Cuando las heridas se curen y su vida se normalice supongo que volveremos a planear alguna cena, una tarde en Madrid viendo un musical, o simplemente, un café por la mañana. Esto será solo uno más de los palos que te da la vida de los cuales, siempre, se aprende. Aunque de alguno como este, las dos estuvimos de acuerdo, no queremos aprender nada.

Yo quiero que siga soñando, que en esta receta de su vida desaparezcan los ingredientes amargos, los que han ido dejando mal sabor. Tengo ganas de que llegue el día en el que esto sólo sea un recuerdo triste, que aparcará en su mente para vivir otros infinitamente mejores. Yo, para cuando esté bien, quiero presentarle a Andrés. No es alguien real, es un personaje de una de mis novelas, pero está construido a partir de sus sentimientos. Una frase que me dijo en un café, una mañana horrible en el que todo parecía incluso más negro que ahora, cambió a una novela que llevaba años atascada. Aprendí de golpe que, sin vivir, no se puede contar la vida. O al menos sin mirarla muy de cerca.

miércoles, 16 de marzo de 2011

LA TIERRA DE LAS CUEVAS PINTADAS. J.M. Auel

Indagando por ahí he encontrado que quedan sólo unos pocos días para que se publique este libro de Auel, que recrea la vida de Ayla durante la Prehistoria. Hace ya muchos años que leí el primero de los libros de esta saga, El Clan del Oso Cavernario, y fue tal el impacto que causó en mí que lo he vuelto a leer (éste y todos los que van detrás) por lo menos cinco veces. Cada vez descubro cosas que se me habían pasado por alto y creo que cada vez me gusta más.
Si tuviera que quedarme con uno solo, dudaría. Quizá el primero, o El valle de los Caballos, o a lo mejor Los cazadores de Mamuts. No sé. Todos tienen su encanto, salvo, para mi gusto, Los refugios de Piedra porque, leídos uno detrás de otro, creo que se repite demasiado. Es cierto que para darle independencia a una novela es conveniente no dar por supuesto que el lector lo conoce todo, pero en las sagas, lo habitual es que se empiece por el primero.
Yo me animo con este, ya os contaré...

lunes, 14 de marzo de 2011

MIL

Al revisar el blog he visto que he llegado a las mil visitas, todo un logro si nos paramos a pensar que hasta hace dos o tres meses ni yo me acordaba de cómo hacía para entrar en mi propio blog. Para celebrarlo quiero compartir con quien se acerque a este espacio una de las mayores alegrías que me llevé hace un par de años: el primer premio de relato corto, Ciudad de Cantalejo, con un relato que se titula El Reflejo.
Desde este enlace se puede acceder a él.  Ya me dieréis, quienes no lo conozcáis, si os gusta.
EL REFLEJO. Mayte Esteban.

sábado, 12 de marzo de 2011

TECNOLOGÍA

El domingo pasado, cambiando de canal en la televisión, tropecé con el rostro de alguien que estaba hablando de un tema que me congeló el dedo en el mando. Es cierto que el programa en el que se insertaba su comentario no me inspira mucho interés (demasiado misterio, demasiados temas sobrenaturales) pero me pareció que lo que decía era una verdad de las que no dejan lugar a dudas: dependemos en exceso de la tecnología. El invitado decía que el auténtico apocalipsis al que podemos enfrentarnos en el mundo actual es que, por cualquier circunstancia, nos quedemos sin tecnología. Para él, las sociedades que sobrevivirían a ese escenario serían únicamente aquellas que todavía no han accedido masivamente a ella. El llamado tercer mundo ganaría la batalla a las circunstancias con una soltura que no tenemos en el "primer mundo". (Esto lo pongo entre comillas porque, con la que está cayendo, no es como para presumir de título).


Ayer la Naturaleza nos dio una de sus lecciones magistrales, confirmando las palabras de este hombre (que, lo siento, no me enteré de quién era). Una sacudida de 8.9 en la escala Ritchter que fue como un bofetón para la soberbia humana, esa que nos hace pensar, a veces, que somos los dueños del mundo. Ha dejado víctimas mortales a su paso pero también ha sido para muchos más ese apocalipsis del que hablaban.

Intento buscar soluciones personales por si algún día la tecnología se tomase un respiro y nos abandonara, pero no es fácil. Podría prescindir del móvil, de encender luces, del ascensor ahora que no empujo ya un carrito de bebé, de la calefacción, incluso de pagar con tarjeta pero, ¿el congelador?¿ la vitrocerámica? Vivo en un piso y no creo que a los vecinos les hiciera gracia que encendiera una fogata dentro. ¿Y el coche? El hospital está a cincuenta kilómetros. Quizá no necesite internet pero no sabría qué hacer sin mi ordenador, sin la posibilidad de escribir.

La lista se va alargando sin querer, en mi mente se colapsa un supermercado sin cajas, los cajeros automáticos no funcionan, los ladrones proliferan al amparo de la seguridad que les da, mira qué paradoja, la ausencia de cámaras de seguridad. Un señor se muere porque no se le puede reanimar con unas palas, otro porque se ahoga sin su ración diaria de oxígeno... Me mareo y dejo de divagar, pero no creo que sea la mejor postura. Deberíamos empezar a pensar en dar pasos atrás, deberíamos aprender a "desengancharnos". Pero ni siquiera pensarlo es fácil.



viernes, 11 de marzo de 2011

11 M

Hoy es 11 de marzo.


La primera sensación del día suponía que iba a ser el inevitable recuerdo del aquel horrible día de 2004, cuando encendí la televisión y vi las imágenes de los trenes destrozados. Recuerdo el ataque de ansiedad, la sensación terrible que vino a mi mente: sabía que era una tragedia que me golpeaba de lleno, aunque en ese momento ya viviera en Segovia. Me decían que no, que era imposible que conociera a ninguna de las víctimas, pero algo dentro me gritaba que alguien cercano estaba dentro de un tren. No me equivocaba. Esa línea de tren, la C2 de cercanías, era la mía. Me monté en esos trenes durante cinco años, cada día, porque es la que une mi pueblo, Azuqueca, con Alcalá, donde cursé mis estudios. Alguien de mi entorno tenía que haber cogido el tren. Lloré de rabia e impotencia sin tener la seguridad de la noticia que confirmó mis sospechas horas después.

Hoy, 11 de marzo, otra vez. Pero hoy ha sido un tsunami en directo. Una ola gigante que ha distraído la atención de los medios. Otra tragedia para desviar el dolor del recuerdo. La diferencia es que, hoy, lo que ha pasado era inevitable. La Naturaleza es así. Aquella vez fue totalmente gratuito.