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miércoles, 24 de abril de 2013

EL DIA DEL LIBRO 2013



El día del libro es una fecha especial para quienes no sabemos vivir sin esos objetos mágicos que nos transportan a otros mundos tan solo con abrir sus páginas y dejarnos guiar por las palabras que contienen. En nuestro país, como en muchos otros, se organizan actos para conmemorarlo y siempre me ha gustado participar.

La fecha elegida no es casual: se conmemora la muerte de los dos autores más grandes de la literatura Universal, William Shakespeare y Miguel de Cervantes. Ambas muertes no se produjeron exactamente el mismo día, por una diferencia entre los calendarios que regían nuestro país y el británico, pero la fecha sí que es la misma.

El pasado 23 de abril, pues, se eligió como día del libro y en Azuqueca de Henares, mi pueblo, siempre se celebra. Al vivir en Castilla y León tengo la ventaja de que el día es festivo, el día de la comunidad (se conmemora el asesinato en Villalar de los Comuneros, Valladolid, de Bravo, Padilla y Maldonado por las tropas de Carlos I), así que no sólo lo puedo hacer yo, sino que toda mi familia me acompaña, convirtiéndolo en una fiesta en la que participamos todos.

Estoy pensando que somos un poco macrabros, haciendo fiesta en fechas de muerte… Pero bueno, sigamos.


La biblioteca pública de Azuqueca organiza siempre multitud de actos, y este año han sido muy especiales porque se celebraban, además, los 25 años de los clubes de lectura. Todos los integrantes se esmeraron en preparar un programa en el que repasaron ese tiempo juntos de lecturas y experiencias, invitando a aquellos que se animasen a acercarse.

Yo quería estar allí porque asistí como espectadora de primera fila al nacimiento a finales de los ochenta del primero de ellos y, además, uno de esos 5 clubes que hoy en día siguen funcionando, me apadrinó en 2012, como una de las autoras noveles a las que prestaban su apoyo desde el principio de su carrera literaria. No pude llegar a primera hora, me incorporé cuando las actividades de la mañana tocaban a su fin, llegando cuando Raúl Vacas nos recitaba sus versos en el centro cultural.

Antes de mi llegada se llevaron a cabo una serie de actos, entre los que quiero destacar el manifiesto leído por el alcalde, Pablo Bellido, en contra del préstamo de pago en las bibliotecas públicas, un nuevo impuesto que se comenta que en breve sufriremos. Me perdí los detalles al llegar tarde, pero sólo con eso ya puedo decir que si ocurre será un día muy triste para la cultura y definirá mucho a quien estampe su firma para aprobar esa aberración.

Después intervino Jesús Marchamalo, en una charla que tituló Vivir con libros. En palabras de Margerite Yourcenar la mejor manera de conocer a una persona es ver su biblioteca. Es verdad: los libros hablan de nuestros autores predilectos, nuestros temas de interés, nuestras lecturas imprescindibles…  Hablan de los lectores que somos, pero también de los lectores que fuimos, o de los que quisimos ser y en los que finalmente no nos acabamos convirtiendo. Y en torno a este tema giró su intervención.

A las doce se leyó un fragmento del Quijote, conectando con el Círculo de Bellas Artes.

Justo después, llegué yo. Entré a la sala a oscuras, mientras Raúl hacía su papel de juglar y recitaba versos y nos hacía reír. Poco después de terminar nos acercamos al Centro de Ocio, para la comida que habían previsto, un ágape que tomamos de pie, con una inmejorable compañía.



Mis madrinas, que posan conmigo en la fotografía, estaban allí. ¡Son increíbles!

Pude hablarles de Detrás del cristal y he quedado con ellas en que, ya el próximo año, me acercaré para que hablemos de la novela. Sé que va a ser otro día mágico porque ellas extraen de los libros matices que hasta a ti misma se te han pasado por alto y tengo muchas ganas de escuchar lo que me quieran decir.

En la comida había una invitada especial, una autora que está muy vinculada a Azuqueca desde el principio de su carrera: Almudena Grandes. Llegó y enseguida se integró en el acto porque en realidad ella es una más dentro de este conjunto de mujeres (y algún hombre) desde hace mucho tiempo. La saludaron con la familiaridad que dan muchos años de experiencias lectoras comunes y que hacen, como dijo ella misma, que formen parte de un todo porque, ¿qué es un escritor sin lectores? Pues lo mismo que un libro que no los tiene, como nos dijo, una isla desierta.

Tras la comida, un café y más palabras compartidas, y en muy poco tiempo nos marchamos de nuevo al Centro Cultural, para que la directora de la Biblioteca de Cuenca nos hablase de los Talleres de Lectura de allí, que también han cumplido ya 25 años. Por la mañana habían proyectado un vídeo de imágenes recopiladas de todo este tiempo que repitieron para los que se incorporaban, y allí me vi, sentada al lado de Manu Leguineche o Ray Loriga. ¡Dios mío, cómo pasa el tiempo! Casi me había olvidado de aquellas tardes con autores, pero poco a poco, imagen a imagen, fueron volviendo a recuperar su sitio en mi memoria. Vi a una jovencísima Rosa Montero, a Fernando Delgado, a Josefina Aldecoa… tantos autores que forman parte de mi memoria como lectora y como espectadora de sus palabras.



Para casi el final quedaba hablar de la Tienda de las Palabras, un proyecto en el que un grupo de lectores inquietos juegan con las herramientas primarias del lenguaje, buscando hacer de ellas las fichas de un juego del que nos nutrimos todos. Al final todo son palabras, las que pronunciamos, las que leemos, con las que soñamos y con las que nos comunicamos con todo el mundo. Nos las regalaron para que las conservemos con nosotros. Almudena, por ejemplo, se quedó con un colgante verde, que acarició en muchos momentos de su intervención, que llevaba escrita su palabra fetiche: alegría.

Curioso, la palabra aval se quedó huérfana, sumergida en el barquito de papel donde estaba escrita, a la deriva en medio del mar de algodón que habían fabricado para ellas en una pequeña caja. Se ve que no gustó mucho…

El último acto era un encuentro con Almudena, la oportunidad de hablar con ella sobre su última novela, El lector de Julio Verne, pero que al final fue una charla sobre todos sus libros. Se dejó llevar por los lectores que le demostraron un profundo conocimiento de su obra y una admiración que se palpaba en el ambiente. Las preguntas se sucedieron durante casi dos horas y cuando ella pensaba que ya estaba todo, se llevó una sorpresa. Era el cumpleaños de Pablo Bellido, el jovencísimo alcalde de Azuqueca, y aunque a él le regalamos una canción de cumpleaños feliz (descoordinadas las primeras filas del auditorio con las últimas), al final fue él quien le hizo un regalo a Almudena, que estoy segura de que no esperaba en absoluto.
Azuqueca es un pueblo en constante crecimiento. Son tantas las calles nuevas, las plazas, los parques, los colegios, que algunos todavía no tienen nombre y otros te sorprenden. Yo no sabía que hay una calle que se llama Rafa Nadal, por ejemplo. Uno de los sectores nuevos han decidido que lleve el  nombre de escritores, creí entender vivos, vinculados con la provincia de Guadalajara, tanto por haber vivido en ella como por haber considerado que sus escritos la tengan de algún modo como protagonista. Almudena Grandes no cumple ninguno de los dos requisitos, pero tiene una vinculación afectiva enorme (y palpable en cuanto llega) con mi pueblo, así que decidieron que ella también tendrá su calle. Le entregaron una placa con el nombre de su calle y por su expresión de sorpresa creo que no se lo esperaba.



Después firmó libros a quienes se acercaron y nos fuimos despidiendo hasta otra, que espero que sea muy pronto.



El día se fue diluyendo y ahora toca volver a la rutina, a leer, a descubrir nuevos autores, a soñar con las palabras que nos ayudan a entender quienes somos. 

Hasta el año que viene.