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viernes, 19 de septiembre de 2014

LA ESTRESANTE VIDA DEL ESCRITOR 2.0


Cuando uno fantasea con la posibilidad de ser escritor se imagina a sí mismo encerrado en una buhardilla, rodeado de papeles o sentado frente a un ordenador, trazando historias en mitad de la noche e imaginando personajes. Cree que cuando termine el ímprobo trabajo de encajar todas las piezas, que cuando la novela haya pasado esa fase de reposo necesario y corrección posterior, cuando un editor haya dado el visto bueno para su publicación… entonces descansará y podrá dedicarse a encerrarse de nuevo en la buhardilla, volverá la magia de escribir y el proceso se repetirá con una secuencia parecida en otra novela.


Pero esto no son más que fantasías.

En el improbable caso de que la novela llegue a término, de que tengamos la paciencia de dejar que repose, de que aparezca un editor interesado en ella y acabe bien colocada en una mesa de novedades de la más selecta librería, el trabajo del escritor actual no habrá hecho nada más que empezar.

Yo ni siquiera me atrevía a soñar, que alguna de mis novelas iba a seguir los pasos de mi imaginación pero sucedió (menos lo de la buhardilla que no tengo). Salió de mi fantasía para plantarse en el mundo editorial, incluso se atrevió a cruzar el océano en busca de nuevos lectores. Todo se cumplió, salvo el último paso.

Descansar.

Eso, hoy en día, lo hemos perdido. No sucede, al menos, si eres uno de los cientos de miles de nuevos escritores que surgimos al amparo de las redes. Si quieres que el sueño continúe es necesario empujarla, imaginar estrategias de marketing (tú que no tienes ni idea de marketing) que además tienen que ser las más acertadas para llegar a los lectores. Tienes que tirar del carro, con lo que pesa, sin perder el aliento (ni la conexión a internet) ni un solo día porque si lo haces estás muerto.

Nada de volver a escribir en tu buhardilla al amparo de la soledad de tus pensamientos.

Ya os digo yo que estresa mucho.

Sin embargo, algo tendrá esto de escribir, algo de droga dura de la que es imposible desengancharse porque yo sigo cada día reuniendo palabras, desesperándome si no aparecen las que necesito. 

Limando, puliendo, limpiando, reescribiendo.