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miércoles, 10 de diciembre de 2014

EMILIA PARDO BAZÁN Y BENITO PÉREZ GALDÓS


Con este título es probable pensar que en este post voy a hablar de Realismo, esa corriente literaria de finales del XIX que retrató la realidad en todos sus aspectos con una minuciosidad exhaustiva. Él es el autor español más prolífico de novelas de aquella época, ejemplo de constancia -y de libro de literatura-; ella representa la corriente Naturalista, el final de esa etapa donde se presta más atención a lo sórdido y donde el determinismo tiene, si cabe, mucho más peso.


Emilia Pardo Bazán, coruñesa de nacimiento, fue la autora de una de las obras clave de nuestra literatura, Los pazos de Ulloa (obra que reseñé hace tiempo), donde retrata la vida de la Galicia rural de finales del XIX. Novelista, ensayista, crítica literaria y periodista, fue esposa de José Quiroga. Durante un tiempo, él fue nombrado diputado, lo que sacó a Emilia de su tierra y la llevó a Madrid. El desencanto con la política de su esposo cambió el rumbo de sus vidas y les condujo a viajar por Europa. Próxima a ambientes literarios, Emilia Pardo Bazán empieza a publicar, pero no alcanzará su madurez hasta que escriba Los Pazos de Ulloa, entre 1886 y 1887.  En ese momento, separada ya de su marido, se produce un acercamiento íntimo al otro personaje de esta entrada: Benito Pérez Galdós.


Galdós, natural de Las Palmas de Gran Canaria, fue novelista, dramaturgo, cronista y político español. Terminó sus días amargado por el hecho de que no le concedieran el Premio Nobel de Literatura y ciego (hubo de dictar por ellos sus últimas novelas). Me encanta su rutina: levantarse, escribir un rato y salir a pasear, a espiar conversaciones ajenas con las que dotar de frescura y naturalidad a sus personajes. Reconozco que siento mucha envidia por poder hacer esto, aplazado en mi caso para, probablemente, nunca. Esa rutina le permitió escribir cada trimestre un volumen de trescientas páginas. Curiosamente entre 1886 y 1887, los años de más intensidad de su relación con la Pardo Bazán, escribió una de sus mejores obras, Fortunata y Jacinta.

Los nombres de Galdós y Pardo Bazán están unidos por su literatura, adscrita a la misma corriente, y por la relación personal que mantuvieron. Hay un libro, “Miquiño mío” en el que se recoge la correspondencia que ambos se intercambiaron durante unos años. En 92 cartas abarcan desde 1883 hasta 1915 y son todas de ella, ya que las de Galdós no se han salvado (excepto una).

El tono de las cartas evoluciona. Desde una correspondencia formal al principio, poco a poco los saludos se van haciendo más afectuosos y es en ese momento, cuando la pareja vive una particular historia de amor, cuando ambos escriben las obras antes mencionadas, casi lo mejor de su producción literaria. En 1890 su relación se enfría y el nacimiento de la hija de Galdós (con otra mujer) al año siguiente los distancia. En principio siguen intercambiando correspondencia pero, poco a poco, las cartas vuelven a un tono mucho más formal, como al principio.

Los fragmentos de cartas que he leído me han parecido de un cursi exagerado. Creo que nadie debería husmear en la correspondencia de otros, se nos caerían muchos mitos.

La verdad es que después de tantos años estudiando literatura de todo esto no me había enterado, pero creo que es interesante saber algo de la vida de los autores porque siempre se refleja de alguna manera en su literatura. Se me ha ocurrido indagar sobre más parejas de escritores y hay muchas. Algunas que llegaron a buen puerto y otras que se quedaron en meros intentos. Yo creo que tiene que ser un infierno una casa con dos escritores, con todas las neuras que los –nos– caracterizan.

No sé, igual me equivoco y eso es el paraíso.