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domingo, 27 de diciembre de 2015

UNA MADRE DE ALEJANDRO PALOMAS



Sinopsis:

El retrato de una ciudad acogedora y esquiva a partes iguales, de una familia unida por los frágiles lazos de la necesidad y del amor y la mirada única de una mujer maravillosa en un momento extraordinario. Faltan unas horas para la medianoche. Por fin, después de varias tentativas, Amalia ha logrado a sus 65 años ver cumplido su sueño: reunir a toda la familia para cenar en Nochevieja. Una madre cuenta la historia de cómo Amalia entreteje con su humor y su entrega particular una red de hilos invisibles con la que une y protege a los suyos, zurciendo los silencios de unos y encauzando el futuro de los otros. Sabe que va a ser una noche intensa, llena de secretos y mentiras, de mucha risa y de confesiones largo tiempo contenidas que por fin estallan para descubrir lo que queda por vivir. Sabe que es el momento de actuar y no está dispuesta a que nada la aparte de su cometido. Un cartel luminoso que emite mensajes desde una azotea junto al puerto, una silla en la que desde hace años jamás se sienta nadie, una Barcelona de cielos añiles que conspira para que vuelva una luz que parecía apagada, unos ojos como bosques alemanes y una libreta que aclara los porqués de una vida entera; Una madre no es solo el retrato de una mujer valiente y entrañable, y de los miembros de su familia que dependen de ella y de su peculiar energía para afrontar sus vidas, sino también un atisbo de lo que la condición humana es capaz de demostrarse y mostrar cuando ahonda en su mejor versión.

Mis impresiones:

Este libro lo he tenido pendiente mucho tiempo y eso que Mari, de La isla de las Mil Palabras, repetía constantemente que lo tenía que leer, que no me iba a arrepentir en absoluto. Hace unos días me lo volvió a decir y decidí que era el momento preciso para hacerle caso. Debo decir que llevaba toda la razón, que es un libro que encaja perfectamente conmigo. Una pequeña gran historia que refleja fragmentos del mundo cotidiano que nos rodea. Con sus luces y sus sombras, y con la particular visión de un autor, Alejandro Palomas, que además hace magia con las palabras.

Una madre arranca en Nochevieja, así que ha sido una interesante coincidencia que sea mi último libro “oficial” de 2015. Igual que la trama del libro cierra un año, yo cerraré con él otro, el que ha reflejado mi espejo.´

No sé por dónde empezar y eso, aunque pueda parecer lo contrario, es muy buena señal. Cuando los libros me desbordan me aturullo y no sé cómo arrancar para hablar de ellos. Suelo embarullar la narración y de ella solo acaba quedando una idea clara, que en realidad es la que quiero transmitir a quien, por casualidad, tropiece con mis palabras: léela.

Cuando sea, cuando te apetezca, cuando sea su momento, pero léela.

Pero algo tendré que escribir, además de la sinopsis, así que allá voy. No me pidas que destripe, que llene esto de spoilers o que te cuente la trama. Nunca lo hago, pero es que esta vez no voy a ser capaz. La base de la historia, una cena de Nochevieja, no explica ni de lejos lo que te vas a encontrar cuando te sientes a la mesa de esta familia. Si quieres, te hablo de lo que he sentido. Dame la mano y confía en mí.

Cierro los ojos y me concentro en las sensaciones que me ha dejado la novela. Dejo que pasen los segundos y me descubro sonriendo, recordando alguna de las locas ocurrencias de Amalia; sigo buscando dentro de mí y la sonrisa se vuelve emoción cuando la imagino con la barbilla apoyada en el cuello de Emma, balanceándose con ella. Sonrío de nuevo cuando visualizo la botella de vino, o la de agua, o la de Coca Cola, peligrando a su lado por su manía de expresarse tanto con las manos. Incluso veo a Olga que la caza al vuelo. Y escucho la voz de Fer contándome la historia, y siento a Silvia disimulando lo que le pasa, ocultando su inquietud tras el humo del cigarro que apenas apaga en la novela. Y a la abuela Ester, con esas frases tan sabias que me ha dado por ir compartiendo en Twitter. Y a Olga con su eterno “correcto” en los labios e incluso, si me esfuerzo, puedo imaginar cómo hablaría el padre que nunca está más allá de los recuerdos, no demasiado amables, de toda esta familia con la que he compartido esa última noche del año.  Los perros ladran y corretean por mi lado y cuando abro los ojos y descubro que no están en realidad sé que no es cierto. Esta familia está en un lugar privilegiado: en el de las historias que se quedan contigo por mucho tiempo que pase.

He leído en alguna parte que la familia que aparece retratada en Una madre es una familia normal y corriente. Yo no lo he sentido así. No, porque Amalia tiene una historia particular que ha hecho que viva en segundo plano y es ahora, cuando se ve libre de su marido, cuando hace lo que le da la gana, pareciendo una niña pequeña en muchas ocasiones. Una inocencia que contrasta con la enorme sabiduría que es capaz de encontrar dentro de sí misma para gestionar los sentimientos de sus hijos cuando se rompen por los reveses que les va dando la vida.

No sé qué destacar, qué decir que me ha gustado más. Todo. Los momentos en los que me he descubierto soltando una carcajada o esos en los que las emociones había que contenerlas para que no se desbordasen. Me ha parecido precioso el detalle de los tablones de corcho en el baño y ahora que leo lo que he escrito me estoy dando cuenta de que Amalia se ha hecho dueña de mí porque esto es un caos. Igual que su cabeza en muchos momentos, esto no es una reseña, sino una serie de datos inconexos que parece que se han contagiado de su espítitu.

Puede que no entiendas nada, pero da lo mismo, la tienes que leer tú. Ya me entenderás.

Una madre es una novela para quienes buscan disfrutar leyendo. Si buscas acción, déjalo. Si quieres algo que no te haga pensar, pasa del libro. Si no te entusiasman las historias de personajes, no es tu novela. Pero si eres de los que son capaces de meterse en la piel de seres que solo existen en la imaginación del autor, adelante. La vas a disfrutar. Y si eres como yo, una loca de anotar frases en una libreta, tenla a mano porque son unas cuantas las que te llamarán la atención. No pienses de ella que es una historia lacrimógena. No es para nada eso, es de las que te emocionan porque lo tiene todo: amor, añoranza, cólera, curiosidad, nostalgia, felicidad, cariño, ternura, optimismo, esperanza…


Que la leas. Eso es todo lo que quería decir.

Merece la pena y mucho.

MIL HISTORIAS


Estamos hechos de mil historias. 
De calor. 
De amor.
De pasos adelante o de oportunidades que se fueron quedando en el camino. 
De palabras que hirieron porque eran grandes verdades o enormes mentiras. 
De sueños cumplidos y aquellos que rodaron escaleras abajo dejándonos con la miel en los labios. 
De amores acabados, otros que jamás empezaron y hasta alguno que salió bien. 
De noches memorables que terminaron en amaneceres naranjas. 
De sonrisas. 
De decepciones.
De mentiras que aceptamos con una sonrisa porque son menos frías que la verdad.
De un día único en el que fuimos completamente felices.
De hoy.
De ayer.
De mañana.

lunes, 21 de diciembre de 2015

EL LIBRO DE AYER


Ayer me apetecía un libro de los de no pensar nada. Después de dar una vuelta por Amazon, elegí una novela romántica. Con muchas reticencias, desde luego, porque me he dado increíbles tortazos en este verano con el género, pero una es de natural cabezón y necesitaba seguir intentándolo.

Las sensaciones son contradictorias.

Debo decir que es de una autora extranjera de la que no sé nada. Debo decir que la razón por la que lo leí es que descargué el fragmento de prueba y me invitó a leerlo. Debo decir que ahora no sé qué pensar.

La novela empezó bien. Sin grandes alardes narrativos, me contaba una historia que no pintaba mal y me la zampé de una sentada. ¿Quizá porque era corta? No, la verdad es que no fue eso, lo cierto es que estaba bien escrita y bien estructurada, cumplía a rajatabla. Me hizo reír, soñar, divertirme leyendo, me enganchó, pero…

Aunque cerré el libro con buenas sensaciones, esta mañana he hecho recuento de ellas y me he llevado alguna sorpresa.

La primera es que, como siempre hago, en mi repaso mental buscaba el tema del libro. Además de una historia de amor, que es lo que se le pide al género, estaba buscando ese otro tema que sirve de motor a las historias. Tenía su trama principal, la que conduce la acción. Tenía la trama romántica, la que conduce a los personajes, pero no encontré la trama secundaria, la que conduce el tema de la novela. La que marca la diferencia. La que da dimensión y profundiza, apartando la novela de la simple anécdota lineal, interrelacionándose con la principal.

No tiene. El foco está puesto todo el tiempo en los dos personajes principales y se mantiene sin moverse en ellos. Ni una sola vez.

Y, a pesar de eso, la leí de una sentada, como digo, la disfruté, aunque ha hecho que al pensar en ella se vayan apagando poco a poco sus luces. Porque, de pronto, los personajes también me doy cuenta de que están cojos. Hubo ratos en la lectura en los que me encontré pensando en que podía detenerse a narrarme cómo se sentían para que los conociera más y, las escasas veces que lo hacía, pasaba como un avión. Una línea, como mucho. Y eso que el detonante daba para mucho, para entretenerse en explorar. Para demostrarme que escribir no es solo contar una historia sino sentirla y hacer que quien la lee la sienta también.

Después he pensado en la ambientación. Mucho “estamos aquí y nos movemos para allá”, pero a la hora de la verdad no me sentí transportada. De hecho, algún lugar que menciona y conozco lo sentí más como que se había mirado una guía de viajes y había plantado los nombres. Sin más.

Ah, y el título. No tengo ni idea de a quién se le ocurrió, o si es producto de la traducción porque no tiene nada que ver con el espíritu de la novela. No se busca lo que dice, es más, creo que es lo contrario.

Y lo curioso es que sí me gustó. Que no puedo decir que esté mal, por más que esta mañana, mientras paseaba con mi perro, no pudiera rescatar muchas cosas de ella. No es perfecta, pero no está mal, o al menos no está tan mal como otras con las que he perdido el tiempo estos meses pasados. Merecía la pena leerla por lo que en ese momento me hizo disfrutar, aunque no haya rescatado sensaciones que me hagan recordarla dentro de una semana, aunque sepa que esto no es literatura ni mucho menos.

Por cierto, nadie me engañó con ella y eso es algo que agradezco. No tiene un solo comentario en ninguna parte. Nadie parece haberla leído, y si lo han hecho, nadie ha sentido la necesidad de decirme que es una obra maestra o un truño insoportable. Y lo agradezco infinito porque mi opinión no ha sido contaminada como sí lo es en otros momentos. Voy a contar uno, anónimo, como esta reseña donde no voy a dar nombre de libro o autora. Porque da lo mismo en realidad, porque esto solo es una reflexión personal.

Hace una semana leí un libro horroroso. No debería, lo sé, pero también sé que se aprende de los errores casi más que de los aciertos y por ello no me niego si tropiezo con uno. De hecho, a veces hasta lo provoco. Ese libro tenía un extenso prólogo que decía que nos encontrábamos ante una persona que iba a marcar un antes y un después en la historia de la literatura mundial. Por la sensibilidad con la que estaba escrito, por la corrección, por la delicadeza… No creo que llevase tres páginas y estaba escandalizada con los errores gramaticales, no sentía nada de lo que había leído en esa entusiasta recomendación, pero seguí. Y acabé, convenciéndome de que, lo que estaba mejor escrito de ese libro… era el prólogo. Luego fui a Amazon y casi me da un soponcio al ver las opiniones. Todas maravillosas. Mi conclusión es que, o ahí había mucho amigo o yo no tengo capacidad para entender un libro (además de ni la más remota idea de lo que es una frase sintácticamente bien construida).

¿Una opinión unánime y positiva en esto? Iba a decir que no podía creerlo, pero no es cierto. Claro que lo creo. De hecho, mi experiencia veraniega ha incluido un nuevo radar para discernir entre los comentarios. Un parámetro para descartar una novela es que a todo el mundo le parezca bien. Otro, que muchas de las opiniones positivas no tengan compra. Y con respecto a los negativos, también tengo mis trucos. Si los hacen lectores exigentes, inmediatamente sé que no puedo fiarme un pelo, pero además, voy a esos perfiles y chequeo. La ventaja de leer tanto es que siempre suelo encontrar libros que también he leído y comparo. Cuando sus exigencias les hacen valorar por las nubes novelas que son de las de sonrojarse… ya sé a quienes no tengo que hacer caso. 

No sé qué leeré ahora.


Da igual. De todo aprendo.

domingo, 20 de diciembre de 2015

ESOS ÉRAMOS NOSOTROS



A veces nos entendíamos a gritos, tan furiosos que cualquiera que no nos conociera bien podría pensar que jamás sellaríamos la paz de nuevo. Sin embargo, instantes después, la tormenta se alejaba como lo hacen las de verano y el sol lucía de nuevo en nuestro cielo particular.

Esos éramos nosotros.

Me enseñaste a ser quien soy, doblegaste mi impaciencia a base de enseñarme que las cosas que se consiguen fácil al final no perduran, que hay que poner cimientos a la vida porque si no se acaba derrumbando encima de ti. Me diste amor, seguridad, rellenaste mi infancia de recuerdos felices y de viajes, esos que tanto nos gustaban, en los que siempre repetías que hay que comer pan de muchos hornos para crecer.

Esos meses previos a tu partida yo me aferré a ti. Pensaba, tontamente, que agarrándote las manos con fuerza la muerte no ganaría la partida. Me propuse un ejercicio que nos mantuviera unidos, una tarea que yo sabía que no dejarías incompleta porque siempre fuiste un hombre de palabra que terminaba todo lo que se proponía.

Yo lo conseguí, claro. Tú sí, tú aguantaste hasta que terminamos.

Te fuiste pronto, muy poco después del amanecer de aquel caluroso día de julio de hace ya demasiados años. Nunca olvidaré la sensación de desamparo al ver salir al equipo médico con aquel aparato que arrastraban en un carrito. De él colgaba una hoja milimetrada que llevaba impresa una línea plana.

Ya estaba.

Se había acabado.

Me costó unas horas llorar, mentalizarme de que ya no te vería nunca. Me costó despedirme de tu cuerpo porque de ti jamás lo haré. Seguirás siempre conmigo, siendo la mano que necesito para no ahogarme en este mar revuelto que es a veces la vida, el faro que me guía para enseñar a mis hijos a vivir. Igual que lo hiciste tú conmigo.




martes, 15 de diciembre de 2015

MIS MEJORES LECTURAS 2015


Llega el final de año y nos da por hacer recuento de las cosas que nos han marcado. Este año ha sido intenso. Profesionalmente no me puedo quejar. Ser finalista del HQÑ, haber pasado todo el verano con La chica de las fotos entre las más vendidas de todas las plataformas digitales, estar nominada a los premios Chick Lit por segunda vez y acabar de entregar las galeradas para la novela, que saldrá en papel muy, muy pronto… considero que es un buen balance. Y me estoy dejando por el camino un montón de historias.  Me siento contenta con lo que estoy escribiendo ahora, pero sobre todo, muy cuidada. Toda la presión que sentí en otra ocasión, me la han quitado de un plumazo y hasta he engordado (que falta me hacía).

Personalmente ha sido otra historia. Ha habido pérdidas familiares muy cercanas y dolorosas, hemos experimentado lo que significa cambiar un contrato de trabajo indefinido por uno temporal con una remuneración mucho menor (y encima dando gracias por haberlo encontrado) y algunas situaciones me han sobrepasado. Ha habido decepciones, pero también, al lado, personas que han dado la talla como no imaginaba y que inclinan la balanza hacia lo bueno.

Pero el balance de hoy, al margen de estos apuntes, va a ser lector. Los libros que más me han gustado en este 2015. Sé que algunos de ellos no están entre los más vendidos, sé que esta lista solo tiene valor para mí y sé también que el único sentido que tiene hacerla es recordármelos a mí misma, pero me apetece. Reúno, en una sola entrada los mejores libros con los que he tropezado este año.

Lo primero que tengo que decir es que este ha sido, sin duda, el año que más he leído y, a la vez, el que menos reseñas he hecho porcentualmente. ¿Por qué? La razón es sencilla. Dado que voy a tener la enorme responsabilidad de ser jurado del certamen HQÑ, quería empaparme de novela romántica, saber cuáles son los parámetros donde se mueve el género. Y lo he hecho. He leído muchísimas novelas de este género, pero no están reseñadas en su mayoría.

Las que sí reseñé son aquellas que me gustaron mucho, las que mantuvieron alerta toda mi atención, las que me permitieron empaparme de historias que me arrastraron hasta el final de las páginas. Hay más, pero me quedo con unas poquitas. Pongo detrás del título en el formato en el que los leí.

¿Y si no es casualidad? De Sara Ventas. (ebook)



Esperaba esta novela desde que supe que se publicaba porque ya había leído a Sara. La novela, que gira en torno a unas cartas, me ha encantado. Reflexión, romanticismo, originalidad, una historia diferente a las que se escriben ahora, que se parecen mucho entre ellas. No dudo en recomendarla a quien me quiera escuchar.


La novela de Rebeca, de Mikel Alvira. (papel)





Soy heterogénea en mis gustos lectores y, sobre todo, disfruto cuando un libro está bien escrito. Leía que este me iba a encantar, así que no me lo pensé un momento. Me fui a la librería, lo compré, y me duró dos ratos. Me quedé fascinada con la estructura, con ese juego literario que es esta novela, y encima tuve la suerte de, pocos días después, poder preguntarle muchas cosas al autor. Una cosa más para apuntar entre las experiencias inolvidables de este año. Otra que no solo recomiendo, es que ya he regalado dos veces.

La caricia de Tánatos, de María José Moreno. (papel)

No es una lectura de este año, sino una relectura con motivo de su aparición en papel. Sigo pensando que tiene una fuerza increíble, que es una novela en el que el terror no te lo encuentras entre descripciones truculentas o hechos increíbles, sino que es un sordo rumor que circula por la novela y que te hace plantearte mil preguntas sobre las personas que tienes alrededor. Una novela sobre el maltrato psicológico que creo que es una apuesta segura para buenos lectores.


La luz que no puedes ver, de Anthont Doerr. (papel)






Lo vi en un par de blogs y cuando tuve la oportunidad, lo compré, a principios de verano. A pesar de ser bastante grueso, lo leí en unas tardes y me encantó. Quizá el final me dejó un poco fría, pero el resto del libro me pareció maravilloso, con unos personajes memorables y una narrativa merecedora del premio que tiene la novela.

Café y cigarrillos para un funeral, de Roberto Martínez Guzmán. (ebook)




Es un relato largo, no una novela, pero me enganchó hasta el punto de que no lo solté hasta ver la palabra fin. Es una historia de suspense que te mantiene intrigado en todo momento y cuando llega el final… no te lo esperas. Al menos, yo no fui capaz de anticiparlo. Roberto me ofreció la posibilidad de escribir el prólogo y no me lo pensé en ningún momento. Una experiencia literaria nueva que va al saco de las cosas chulas.


Mientras escribo, de Stephen King. (papel)



Me estrené con este autor en 2015, ya iba siendo hora, pero encima lo hice con un ensayo, no con una de sus novelas de éxito, y me pareció estupendo. Tanto que lo releí. Sus consejos, tomados siempre con tiento, me los planteo a la hora de escribir. Creo que es una buena lectura para quienes nos dedicamos a esto, sea de manera profesional o no. Por lo menos para cuestionarte algunas cosas.

La dama del Paso, de Marisa Sicilia. (ebook)





Nunca había leído a Marisa, y eso que sabía que escribe muy bien, pero es de esas autoras que no hacen demasiado ruido y se te va pasando. Un día de abril decidí que ya era el momento de encontrarme con ella y la elección no pudo ser mejor. Me encantó cómo se mueve con las palabras y las emociones que fluyen al leerla. La tengo anotada entre las autoras que no pienso perder de vista.

El nadador en el mar secreto de William Kotzwinkle. (papel)




Precioso libro, preciosa novela corta que me regalaron en mi cumpleaños y que leí con un nudo en la garganta. Emoción en estado puro. Me encantó el enfoque, el punto de vista de un padre en una historia que siempre pensamos que afecta más a las madres y fue el germen de una idea que llevé a cabo, empujada por las palabras de un escritor al que admiro, un consejo que por básico es imprescindible: escribe lo que quieras, lo que te salga de dentro, aunque no sea lo que esperen de ti. Pues entre este libro y sus palabras, construí una historia que solo he compartido en el blog y con unas pocas personas, pero de la que me siento muy orgullosa.

La tribu maldita de Víctor Fernández Correas. (papel)



Lo leí a principios de año. Fue uno de mis regalos de Navidad (Víctor me lo mandó a casa dándome una sorpresa inmensa) y me encantó. Me gusta mucho la Prehistoria, el período en que está ambientado, y este libro consigue trasladarte. Y sin que los personajes hablen. Víctor Fernández Correas es uno de los autores que tiene una voz narrativa más personal y quería leer uno de sus primeros libros para constatar algo que ya intuía: está creciendo a pasos de gigante. Espero ansiosa que publique otra novela, porque sé que nos va a dar una sorpresa con ella.


Y hasta aquí mi particular repaso. Una lista personal. ¿Has leído tú alguno de ellos?

lunes, 30 de noviembre de 2015

EL KINDLE FLASH DE HOY: LA CHICA DE LAS FOTOS

Hoy me guardo en el blog que La chica de las fotos, la novela con la que quedé finalista en el III Premio Digital HQÑ, está en oferta. Durante las 24 horas de hoy baja desde su precio habitual hasta los 0,94€. Una oportunidad de conocer una novela que estoy segura de que te entretendrá y, si sabes leer entre líneas, también te hará pensar un poco.


A las doce en punto, como en el cuento de Cenicienta, volverá a su precio normal, así que, si aún no te has animado, es el momento de hacerte con ella. Pincha en el título para llegar a ella.


*Nota del 1 de diciembre.

Me guardo esta captura, porque es emocionante verla ahí. Sobre todo por el empeño que han puesto en que no estuviera.


martes, 24 de noviembre de 2015

NUEVAS FORMAS DE RELACIÓN CON LOS LECTORES


Hace ahora cuatro años se me ocurrió una entrada para este blog que titulé “La relación autor-lector”. En ella hablaba de la nueva vía de comunicación que las redes sociales abrían entre los escritores y los lectores, una aproximación única que las nuevas tecnologías permitían. Algo que, hasta ese momento, era impensable. Los autores nos encontrábamos que podíamos tener de primera mano las impresiones que causaban nuestros escritos casi de manera inmediata, mientras que los lectores podían hacernos preguntas y dejarnos sus sensaciones. Eso suponía toda una revolución, una proximidad que nunca se había dado y que, en estos cuatro años, se ha ido consolidando, de tal manera que creo que apenas quedan escritores que no tengan una vía de contacto abierta con sus lectores.

Al menos vivos.

Para esta ocasión conté con las palabras de varios autores que se abrían paso en esos momentos y a los que tuve acceso precisamente por esa facilidad que dan las redes. Entre ellos hay nombres que se han hecho un hueco en el panorama literario actual, auténticos fenómenos de ventas, incluso los hay con cientos de miles de fans. Otros, como es normal también, han ido reconduciendo sus pasos, porque este es un camino muy duro y no todo el mundo tiene la templanza de mantenerse. O quizá la calidad, de eso también se podría hablar.

Hoy la reflexión, aunque pensé en principio volver a contactar con algunos autores, la voy a hacer sola. La facilidad para hablar con ellos sigue existiendo, las redes juegan un papel esencial, pero también hay otros caminos que no podemos olvidar. Existen otras maneras de encontrarse con los lectores, más de tú a tú, y es en esas en las que he empezado a notar cambios.

Lo primero que he detectado es que las presentaciones de libros están empezando a quedarse obsoletas. Cada vez es más frecuente que un autor se tome la molestia de hacerse cientos de kilómetros para un encuentro con lectores y, llegado al lugar, sentado detrás de una mesa bien colocada, con sus libros expuestos y un par de personas de apoyo para hablar sobre el libro, al otro lado no haya más… de media docena de personas.

Con suerte.

Eso no es rentable. No lo es porque el acto queda frío, porque los escritores, la mayoría, no vivimos de esto y cada encuentro con los lectores nos cuesta tiempo y dinero. Demasiado esfuerzo para la escasa compensación que supone, que no es más que conservar unas fotografías que atestigüen que sucedió. Por eso no es raro encontrar a autores que expresan sus reticencias a las presentaciones clásicas. Si contamos con que, desde casa, sentados tras la pantalla del ordenador, podemos mantener una charla con el lector mucho más enriquecedora, ¿para qué salir de nuestro confortable refugio? ¿Para vender… uno o dos libros? ¿Para firmarlos?

Sigue habiendo presentaciones, claro, pero cada vez me encuentro con más autores a los que este método no les atrae en absoluto.

Sin embargo, he visto otras estrategias que, quizá por la innovación que suponen, sí parecen encauzar el tema. Una de ellas es organizar una ruta sobre el libro con la presencia del autor. Es cierto que no todas las novelas se prestan a esto, pero las que sí lo hacen están obteniendo resultados que merece la pena pensar en ellas. Mucho más enriquecedores que el sentarse tras una mesa, porque quienes acuden a estos actos muchas veces llevan ya leída la novela. Y siempre hay tiempo para una firma, tal y como sucede al final de una presentación. Con respecto a esto tengo que decir que he tenido dos experiencias. Estuve en Barcelona, haciendo dos rutas, la de La catedral del mar y la de La sombra del viento, sin los autores presentes y en Toledo con Eloy Moreno, siguiendo los pasos de Lo que encontré bajo el sofá. Me encantaron ambas, pero sobre todo la segunda, porque no solo vivías los escenarios de la novela, sino que podías preguntar al autor sobre lo que quisieras en el mismo lugar donde transcurre la novela. Dejé mis impresiones en una entrada del blog. En esta, además, fui con personas que no habían leído el libro y a las que también les gustó mucho. Algunas leyeron el libro después. Otras no leen ni así, pero ese es otro tema.

Otra de las cosas que se están haciendo son charlas en un ambiente mucho más íntimo. He tenido la oportunidad de acudir a una y la verdad es que es infinitamente mejor que una presentación. Ahí se habla de un libro leído previamente, se pregunta al autor mientras te tomas un café y el momento se convierte en una experiencia literaria de las de recordar durante mucho tiempo. Mirad si no la crónica del encuentro con Mikel Alvira en el Hotel de las Letras en Madrid hablando de La novela de Rebeca. El autor convocó a quienes quisieran ir por Twitter y la verdad es que estuvo genial. Fuimos muy pocos, aunque estaba abierto para quienes quisieran, quizá porque es algo muy nuevo y la gente no acababa de entender qué sería eso.

Con los blogueros también se están planteando encuentros muy enriquecedores. El autor cuenta con impresiones de lectores de primera mano y esto nos sirve para chequear las sensaciones que causa la novela casi al tiempo de ser publicada. Todavía no he acudido a ninguna de estas, me he tenido que conformar con leer las impresiones en distintos blogs, pero creo que es otra manera para el autor de acercarse al lector que está en auge. Podéis ver una de ellas en este enlace que he “robado” del blog El búho entre libros, del encuentro con César Pérez Gellida en Madrid con motivo del lanzamiento de Khimera. ¿Que el resultado de esto, la crónica en el blog no resulta demasiado objetiva? Es algo que me sugieren desde un comentario de Facebook mientras comento que estoy escribiendo esta entrada. Pues no sabría qué deciros con respecto a los demás. En mi caso, desde luego que no me tomaría la molestia de escribir ni una línea de algo que no me haya aportado algo positivo.

Este año al blog le faltarían, si hiciera eso, reseñas de al menos treinta novelas que no me han dicho nada de nada. O me han dejado sensaciones tan poco memorables que no merecen ni que me siente a escribir sobre ellas. Pero ahí está cada uno, para tomar decisiones sobre lo que escribe y lo que no, lo que apoya y lo que deja pasar. Si es que lo digo muchas veces, pero creo que es cierto, los libros de los que no se habla, se mueren.

Pero sigo, no me quiero desviar, que me conozco.

La última que he visto es muy original, y aún está pendiente. He visto anunciada en las redes una cata de vinos en una bodega con Mikel Alvira. Otra manera, sin duda, de disfrutar la novela que se sale de lo que conocíamos hasta ahora. Me pilla lejos, si no me plantearía ir para vivirlo de primera mano. Ya sabéis que no sé estarme quieta.

Por supuesto, siguen haciéndose presentaciones clásicas y las firmas en las Ferias de Libros, pero los cambios están ahí. La aproximación entre lectores y autores sigue dando pasos. Se consolidan las redes como elemento esencial, pero se abren otros caminos muy interesantes que no hay que perder de vista.


¿Se te ocurre alguna más?

lunes, 16 de noviembre de 2015

¿Y SI NO ES CASUALIDAD? DE SARA VENTAS


Sinopsis:

Celia tiene una vida ordenada que comparte desde hace cuatro años con Rubén, su novio, un abogado guapo y trabajador, aunque poco espontáneo y nada detallista. Ella está convencida de que todo lo que ocurre en el universo, lejos de estar escrito en las estrellas, es fruto de la casualidad. El día que cumple treinta años sus amigas le regalan un precioso vestido acompañado de una casual noticia: tienen la dirección de Marco Ferlini, un antiguo amigo a quien perdieron la pista y con el que Celia mantenía una estrecha relación de amistad con derecho a cama. Con el resentimiento y la curiosidad de saber qué habrá sido de su vida, Celia se decide a escribirle una carta. Pero la respuesta no es la que esperaba. Atraída por la impertinencia de su misterioso remitente, Celia se ve arrastrada a mantener una fluida correspondencia con él, creándose entre ellos un mundo paralelo al margen de sus vidas. ¿Quién se esconde tras esa correspondencia? ¿Podrá el destino cruzar sus vidas de nuevo?

*La reseña contiene un mínimo spoiler que espero que no os destroce la lectura. Prometo que es mínimo.

Mis impresiones:

Me ha encantado.

Así de contundente es mi primera valoración de la novela, lo primero que me sale de dentro contar sobre la última (segunda) novela de Sara Ventas.

Hace unos años leí Treinta postales de distancia. Era una de las novelas que en ese momento triunfaban en Amazon y la compré porque su argumento despertó mi curiosidad. Recuerdo perfectamente que leí un treinta por ciento de la novela de una sentada, maravillada por ver que era una novela independiente que estaba dejando en mí mejores sensaciones que muchas de las que llevaban detrás un sello editorial avalando de alguna manera su calidad. Eran los primeros tiempos de la autoedición y Sara creo que fue una de las responsables de que mucha gente se animase a emprender ese camino.

Tiempo después, como no podía ser de otro modo, Sara tenía la novela en papel, con una editorial, incluso existe la versión en inglés de Treinta postales de distancia. Yo quería tenerla y la compré, y con ello le conseguí una lectora más de rebote, puesto que mi hija, aunque en principio no tiene la edad objetiva para esta novela, la leyó y le encantó.

Con estos precedentes, sabía que en cuanto estuviera disponible la segunda novela de Sara Ventas correría a comprarla, aún sin saber nada de la sinopsis. Me arriesgaba, pero poco, se ha tomado su tiempo para escribirla y eso también era sinónimo en mí de ciertas garantías. Por lo menos la de saber que ha mimado el texto, que se ha tomado su tiempo en crear una historia.

Lo que no esperaba es que me asaltase al leerla esa sensación tan maravillosa que solo sucede de vez en cuando, la que me grita “esta novela la querría haber escrito yo”.

Sara plantea una historia que arranca en 2003. La elección de la fecha no es casual. Aun siendo una historia actual, tenía que ser de un momento en el que no se hubiera popularizado en exceso el uso del correo electrónico, para que el comunicarse por carta, incluso sonando un poco anticuado, resultase más verosímil. Y es que las cartas son las protagonistas absolutas de ¿Y si no es casualidad? Las cartas y esa discusión que se traen Celia y Marco sobre la casualidad y el destino, las dos posturas que cada uno defienden con encontrados argumentos.

Sara usa dos narradores para esta historia. Por una parte tenemos a Celia, que escribe en primera persona, y a la que conocemos a través de sus palabras, además de las cartas. Celia es un poco cuadriculada, en su vida no hay aventura y eso se lo echará en cara Marta, su hermana, que es bastante más loca que ella. La decisión de escribir a Marco Ferlini, un antiguo amigo con el que perdió el contacto después de la universidad, surge a través de una de sus amigas, que en el día de su treinta cumpleaños le dice haber conseguido su dirección. Al principio Celia no piensa escribirle, pero lo piensa mejor y en su primera carta, que pretende ser cortés, acaba echándole en cara que desapareciera sin más, dejándola con miles de preguntas.

Marco, el destinatario de la carta, no está presentado en primera persona por el narrador, sino en tercera. Vive en Verona y es italiano, traductor de español, y recibe la carta con sorpresa. No es el Marco que busca Celia, todo es un terrible malentendido, pero en lugar de contestar simplemente señalándole su error inicia con ella una correspondencia en el que ambos van a ir conociéndose.

La novela tiene un montón de giros, pero es una novela, sobre todo, de personajes. Celia y Marco se desnudan en esas cartas, vemos cómo, poco a poco, pasan a buscar con ansiedad en sus buzones la respuesta del otro, y no solo porque Celia esté aterrada de que Rubén, su novio, descubra que sigue manteniendo contacto con alguien que le contó que no era quien buscaba.

Hay más personajes, todos merecen la pena y están muy bien perfilados, desde la hermana de Marco, las amigas de Celia, su familia... no ha dejado ningún detalle de ellos y tienes la sensación de que los conoces.

Sabéis que nunca destripo las novelas en las reseñas, me gusta que las descubra cada uno, pero no puedo dejar de contar mis sensaciones. Me ha gustado la ambientación, cómo está escrita, las cartas, los personajes... Me ha gustado todo. Le deseo a Sara mucha suerte y os digo que se ha colado entre mis mejores lecturas del año.

Y la quiero en papel pronto.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

EL FINAL DE UNA NOVELA ROMÁNTICA



A raíz de la lectura de la reseña de una novela romántica esta mañana, surge en mí la necesidad de escribir esta reflexión. ¿Por qué? Bueno, porque en esa reseña, la comentarista me ha demostrado, además de que ha hecho del libro una lectura superficial del todo, que no tiene ni la más remota idea de lo que es el género romántico.

Califica al libro de previsible.

¡Acabáramos! ¿Y le parecerá que ha descubierto América porque había “intuido” el final? Pues siento decir que no ha sido su intuición, ha sido que la novela cumplía a rajatabla las “normas” del género. ¡Porque las hay! La novela romántica, como todos los géneros que están asentados ya, las tienen y son muy claras. La principal, mirad en manuales si queréis, en tratados y hasta en la Wikipedia si no tenéis paciencia para más, es que el amor triunfe ante la adversidad. No es que haya averiguado con sus maravillosas dotes detectivescas que eso iba a suceder, es que TIENE que suceder para que la historia se adscriba en ese género.

Para que funcione.

Los finales de las novelas románticas tienen que ser positivos, dejando al lector con una sensación que es la que en realidad se busca al elegir este género. La justicia emocional, esa que en la vida muchas veces no se da, pero que en la ficción, que todo lo puede, nos permite hacer soñar. El lector de romántica, el de verdad, acepta esto y el que se acerca a él, a ver qué pasa… pues pasa que es capaz de llamar previsible, además señalándolo como algo negativo, a algo que no es más que parte de los arquetipos entre los que se mueve el género. Diciendo que el autor lo ha hecho mal… ¡cuando en realidad es todo lo contrario!

La novela romántica es una historia con final feliz. El argumento pone su principal foco en el amor, ya sea imposible o lleno de dificultades, amor que acaba venciendo, y detrás de esta primera historia puede haber otras subtramas que la enriquezcan, pero nunca debe perder esa “previsibilidad” en el final.

Que no es mala sino… norma.

Yo lo que he pensado al leer esa reseña es que mucha gente, cuando escoge un libro, no se conoce a sí mismo nada.


lunes, 9 de noviembre de 2015

LA LIBRERÍA A LA VUELTA DE LA ESQUINA. VARIOS AUTORES.


Sinopsis:

Diez autores y once relatos rinden un espléndido homenaje a librerías, libreros, libros y lectores. Policíacas, misteriosas, románticas, fantásticas, realistas... historias extraordinarias con el protagonismo indiscutible de una librería siempre única, como la imaginación de quien la describe y la habita, de quien la dota de personajes y llena sus estantes de libros raros y maravillosos para que el lector se pasee por entre sus prometedores estantes. Por estas páginas transitan encantadoras investigadoras, clásicos que cobran vida, libreros excéntricos, herencias librescas, detectives suspicaces, acertijos de siglos pasados, palabras mágicas que conjuran hechizos olvidados, James Joyce, Hemingway, una dragona y hasta el mismísimo señor de las tinieblas. 

Entra, lector, ponte cómodo y respira sin prisas el aroma de la literatura bajo el tenue polvo de sus estantes. Traspasa el umbral de estas librerías, eres más que bienvenido.

Mis impresiones:

Sabía de esta antología de relatos desde que empezó a gestarse por lo que, en cuanto la vi publicada, me hice con ella. Tenía varios elementos que despertaban mi interés, empezando por el tema de fondo, el que hace de nexo conector entre todos los relatos: que estaban ambientados en librerías. Por otro lado, entre los autores que participan hay algunos a los que he leído antes y que me gusta su estilo al narrar, y otros tienen blogs que suelo visitar. Lo compré y me dije que lo leería entre otras lecturas, ya que se trata de cuentos cortos. Y eso hice. En cuanto acabé con el libro anterior, me puse con ellos.

Belén Barroso tiene el honor de arrancar, con su relato La típica librería, donde enseguida hace gala de su sentido del humor, ese que pudimos conocer ya en su novela Confesiones de una heredera con demasiado tiempo libre. El relato es una metáfora de lo vívidas que pueden ser las historias que nos llegan a través de los libros, tanto que a veces pareciera que nos hemos metido de cabeza en ellas.

Ana Bolox es la siguiente, con Un cadáver en la librería, un relato que me recordaba a Agatha Christie. La protagonista es muy divertida y cuando te quieres dar cuenta ya lo ha terminado esta pequeña historia con sabor detectivesco.

En El colmado de papel, Javi de Ríos, al que podéis conocer por sus blogs y por su libro de relatos Cuentos para gente impaciente, nos cuenta una historia de misterios familiares que tienen de fondo una librería heredada del abuelo del protagonista. A mí se me ha quedado corto, creo que esta historia podría dar mucho más de sí.

Ítaca es la primera aportación de Alejandro Gamero, a quien conocéis seguro por su blog, La piedra de Sísifo. Un relato plagado de referencias literarias donde incluso podremos escuchar al mismísimo James Joyce. En un segundo relato, algo más oscuro que el anterior, La maleta, nos ofrece una trama de misterio, impecablemente escrita, como no podía ser de otro modo en él.

Nicte, de Rebeca C. Garin plantea una historia de misterio en torno a un asesinato y en la que se van revelando secretos familiares.

Hacia la mitad del libro llegamos al relato de Ana González Duque, la doctora Jomeini para muchos de los que la conocéis desde hace tiempo a través de su blog y sus novelas. La desaparición del librero de la luna aúna misterio y fantasía, con una escritura de esas que te llevan en volandas por todo el relato. Me ha parecido precioso el relato.

Cuando leí el siguiente título, El té de los viernes en Moonlight Books ya sabía que tenía que ser el relato de Mónica Gutiérrez Artero, Serendipia para quienes nos movemos en los blogs, la autora de Cuéntame una noctalia y Un hotel en ninguna parte. El relato es Mónica en estado puro, tiene una ambientación maravillosa y lo lees queriéndote quedar con los personajes para siempre. A mí me dio mucha pena que se terminase, quería que siguiera contándome qué pasó con Alice y Percival.

La sorpresa la puso para mí el relato de Aranzazú Mantilla, Satán en una pequeña librería. Me encantó cómo escribe la autora y su faceta cómica en este relato que nos presenta a alguien que ya está tardando en escribir una novela.

El sueño de Camelia es el relato de Desirée Ruiz Perez, a la que podéis conocer por su novela Ofelia descalza. Es otra de esas historias, como la de Mónica o Javi, que me apetecería que fuera más larga. Un cuento de los que encierran una novela, con un secreto familiar muy romántico.

El último relato se titula La puerta y lo ha escrito JAP Vidal, que desde hace años escribe relatos en su blog, recogidos en una antología titulada Historias para el camino. Es otra historia fantástica muy lograda, con la que ponemos fin a este libro.

Me consta que los autores han puesto mucho cariño en este proyecto y desde aquí les mando mis felicitaciones.

Añadido: mil disculpas a Silvia, MientrasLeo, porque ha hecho un prólogo tan literario como los relatos y no tengo perdón, ¡se me olvidó! No dejéis de leerlo.


domingo, 8 de noviembre de 2015

ENSAYANDO PORTADAS: OASIS DE ARENA

El relato está maquetado y listo para la primera revisión, esa que tienen que hacer otros ojos que no sean los míos porque yo ya no veo nada. La decisión sobre lo que haré con él está tomada y solo queda centrarse en dos temas: portada y sinopsis. La segunda me daba un poco de pereza, creo que con una historia tan corta me va a costar mucho, así que empecé por la portada. Estas son las dos opciones que barajo.


OPCIÓN 1

OPCIÓN 2
Ahora solo me queda decidir. Tengo también dos opciones para esto: dejarme llevar por la que más me atraía de un primer vistazo o jugar al pito pito.

Cualquiera me vale, estoy muy conformista últimamente.


domingo, 1 de noviembre de 2015

NECESITO RESOLVER UNA DUDA

El otro día me contó mi madre que estaba leyendo el relato que he ido publicando por entregas, Oasis de arena, pero no le resultaba cómodo. Es normal, para alguien que no se maneja bien con internet –le daré tiempo, seguro que lo logra- es un poco difícil ir saltando de enlace en enlace, así que he pensado que podría hacer una cosa: maquetarlo y meterlo en su Kindle para que pueda leerlo del tirón.

Y ya que estaba pensando en maquetarlo, se me ha ocurrido otra cosa. ¿Por qué no lo subo a Amazon? 

La verdad es que lo único que necesitaría para hacerlo sería escribir una sinopsis y crear una portada, pero todo es ponerse. Podría incluirlo en el programa KDP y de ese modo, quien esté suscrito, lo descargaría gratis independientemente del precio que le pusiera yo al relato (que ya os aviso que es muy posible que fuera 2,99€). Me da igual que alguien piense que es demasiado para tan pocas páginas, no le voy a poner una pistola en el pecho a nadie para que lo compre, incluso puede que hasta me abstenga de publicitarlo. Solo pienso que no quiero que se pierda entre las cientos de entradas de este blog, que me está dando muchos problemas en las últimas semanas y cualquier día no me dejará ni volver a entrar.

También he pensado que puedo recopilar algunos relatos que he ido escribiendo en este blog en una antología, pero eso me parece menos sensato porque entre ellos el único hilo conductor que hay es que los he escrito yo, pero no se parecen en nada ni tienen nada en común.

Estoy valorando la idea, pero me gustaría saber qué os parece. Tengo muchas preguntas.

¿Lo subo?
¿Me estoy quieta?
¿Me dedico mejor a estudiar matemáticas?
¿Me tomo un café y me echo una siesta?
¿Lo alargo?
¿Quedo con alguien para comer y me dejo de tonterías?
¿Leo un poco?
¿Sigo escribiendo?
¿Lo dejo para siempre?


¡Sacadme de dudas!

viernes, 30 de octubre de 2015

DICEN DE UN ABRAZO


Con los abrazos tengo una relación extraña.

Creo que de manera inconsciente los evito en los saludos. No es que no me guste que me abracen, pero me desconcierta mucho, no sé qué hacer, me siento torpe y los abrevio. Si tú que estás leyendo alguna vez has recibido un abrazo mío, largo, cálido, intenso, que sepas que ha sido algo excepcional. No me salen solos salvo en contadas, contadísimas excepciones. Con contadas, contadísimas personas.

Con los únicos que nunca he tenido reservas ha sido con mis «A».

Dicen que los abrazos son poemas que escribimos en la piel y creo que no todo el mundo hace que nazca en ti la poesía, que se produzca una explosión de emociones de un calibre tal que, durante el tiempo que dura, parezca que el mundo se desvanezca a tu alrededor.

Debería abrazar más.

Dicen que cuando abrazas se segrega oxitocina, que mejora nuestra salud.

Dicen que con los abrazos aumentamos la cantidad de serotonina y dopamina, que provocan sensación de bienestar y tranquilidad, y mitigan el estrés.

Dicen que si abrazas te baja la tensión y mejora tu sistema inmunitario.

Es más, dicen que cuando envejezcas no te perderás en una maraña de recuerdos difíciles de ordenar.

Dicen que tu autoestima puede mejorar, así como el dolor de espalda y quizá hasta te sientas más joven.

Creo que debería dejar que me abracen y abrazar un poco más.

Lo dicho, abrazaos más, yo pienso ponerlo en práctica desde ya mismo. 

lunes, 26 de octubre de 2015

UN JUEVES DE OCTUBRE

Para alguien que de pronto aterrice en mi blog puede parecer que me paso la vida de evento en evento, y nada más lejos de la realidad. Se ha dado la coincidencia de que, en menos de siete días, tenía la posibilidad de asistir a dos citas literarias en la Gran Vía madrileña, dos citas a las que tenía muchas ganas. Aunque salir de mi pequeño mundo supone siempre un trastorno mayúsculo, lo hice. La primera de ellas, porque no podía quedarme con el medio millón de preguntas que tenía -aunque un cuarto de millón se quedaron en el tintero por falta de tiempo- y la segunda porque se trataba de María José Moreno y no me lo podía perder. Presentaba La caricia de Tánatos en la Casa del Libro de Gran Vía y quería estar con ella.

María José y yo coincidimos en nuestra primera presentación en Madrid hace casi dos años, cuando ambas presentamos las novelas que habíamos publicado en papel con Vergara: Bajo los tilos y Detrás del cristal. Desde el momento en el que nos vimos hubo una conexión que ya intuíamos a través de nuestras conversaciones virtuales, un lazo que a medida que ha ido pasando el tiempo se ha ido estrechando y haciéndose más fuerte. Para mí tiene tanta importancia el evento como verla a ella, la conversación delante de un café.

Por eso, el pasado jueves 22 de octubre, hice todo lo posible por estar a su lado. Y no fue sencillo.

Vivo en un desierto demográfico. Eso significa que, aunque existe transporte público, es muy limitado porque no es rentable. Hasta hace un año teníamos la posibilidad de ir en autobús a Madrid, pero la escasa cantidad de viajeros provocó que lo quitasen. Para llegar hasta allí no queda más remedio que ir a Segovia y, desde allí, montar en otro autobús. Y no se puede volver el mismo día si la cita es por la tarde, como era este caso. Sí o sí, te tienes que quedar si nadie te puede recoger.

Con mi desconocimiento absoluto de cómo funciona esto, me fui con mi mochila al hombro. Monté en el primer autobús y cuando llegué a Segovia... la estación de autobuses estaba en obras. ¡Genial! Si me pierdo cuando todo está en su sitio, empezaba con todo descolocado. Lo bueno de esto es que no era la única despistada y, preguntando, como todo el mundo ese día, logré montarme en el autobús correcto.

Y quedarme dormida.

Los nervios por volver a verla, por enfrentarme al hecho de que apenas viajo sola, habían provocado una noche más de insomnio y el solecillo, unido al traqueteo de la máquina me desconectaron hasta que desperté en Villalba. Al llegar al intercambiador de Moncloa salí a la calle, le pedí a mi teléfono que trazase la ruta que debería seguir para ir andando -ya sé que estáis pensando que debería haber cogido el metro, pero dos autobuses en un día eran ya suficientes para mí- y a ello me puse.

Llegué andando sin problemas -y con un bolso nuevo, porque me paré por el camino en una tienda- hasta la puerta de la Casa del Libro, casi una hora antes. Es también otro problema de ir en transporte público: llegas a la hora que te deja, no a la que quieres. Menos mal que allí encontré, en plena Gran Vía, a Marina Collazo y nos fuimos a tomar algo mientras se hacía la hora.

Juntas alcanzamos la tercera planta, donde era la presentación, y tras los saludos nos instalamos para escuchar a María José, que antes me dio dos besos y su cámara de fotos para que inmortalizase el momento. Mientras se preparaba todo conocí a varias lectoras con las que mantengo contacto en las redes, saludé a Sany, a Pedro, a Concha y a Teresa, blogueros vocacionales como yo y pronto hubo que sentarse para que David G. Panadero presentase a María José.



Me encantó el entusiasmo de los editores de Versátil, el mismo David y Consuelo Olaya, la pasión con la que hablan de una novela que la verdad es que sorprende mucho. Como dice muchas veces su autora, es una novela que asusta mucho sin que haya sangre, porque en esta historia no hace falta. El maltratador, con solo una "caricia", consigue matar a sus víctimas. Es una novela que de pronto te hace pararte a pensar en quienes tienes alrededor, te das cuenta de que cualquier persona encantadora puede llevar dentro un monstruo que se lo está haciendo pasar mal a alguien de tu entorno. Una novela inteligente y muy bien construida, que me consta que está haciendo disfrutar a los buenos lectores.


Hablaron los editores, habló María José y preguntó el público, mayoritariamente femenino. En un momento dado me di la vuelta. Quería elegir un lugar desde atrás donde se viera bien que el espacio se había llenado por completo y mi cara tuvo que reflejar desconcierto porque no podía creer a quién me había parecido ver. ¿Marlene Monleon? ¡Pero si vive en Miami! Cuando me levanté y fui hacia atrás confirmé que no me había equivocado. ¡Era ella! Y, justo detrás, estaba Víctor Fernández Correas, al que pido perdón desde aquí porque me emocioné al verlo y le di un abrazo y un beso de lo más efusivo en medio del acto. Tan efusivo que Manuela Marín, que estaba al lado, me gruñó un poco -y con razón- porque la ignoré.


Volví a mi sitio hasta que terminó y cuando empezó la firma de libros fui hablando con mucha gente, aunque sin poder prestarles toda mi atención porque esa tarde-noche yo ejercía el papel de reportera gráfica. Le he robado a María José las fotos de su cámara, la mayoría  de las cuales disparé yo. ¡Montones de fotos! No podía ser más emocionante, la fila esperando para firmar era enorme, tanta que en un momento dado se apagaron las luces de la sala y nos indicaron que no tenían más remedio que cerrar. Hubo de firmar los últimos ejemplares en la puerta de la librería, en plena Gran Vía.



¿A quién le pasa eso? Solo a los grandes.

Tras eso nos fuimos a tomar algo, una cena informal de chicas, donde conversamos, nos reímos, repasamos el día y se nos hizo, como siempre pasa cuando estás a gusto, demasiado corto. Tanto que María José y yo apenas pudimos hablar casi nada -lo solucionamos al día siguiente-.



Me quedé en Madrid con Mercedes Gallego, mi hada madrina particular, a la que tengo que volver a ver pronto porque me llevé a casa puesta una de sus chaquetas. ¡Si es que siempre tengo frío, aunque Marina me diga que en lugar de abrigo llevo una manta zamorana! Al día siguiente teníamos planes pero un retraso aéreo nos los desbarató. Fui con ella al aeropuerto a recoger a Blanca Miosi, pero al final no la pude conocer. El sábado era el evento de Amazon, pero no me quedé porque tengo obligaciones familiares que cumplir y escaparme dos días ya era mucho.

Pronto llegarán las otras dos novelas de esta Trilogía del Mal y espero que para entonces sean muchos más los lectores que se enganchen a esta historia.

Al día siguiente continuaron mis aventuras en transporte público: metro, tren, autobús... todo un reto para alguien como yo, que va andando -o en coche- a todas partes.

Pero esa ya es otra historia.

domingo, 18 de octubre de 2015

ENCUENTRO CON MIKEL ALVIRA EN EL HOTEL DE LAS LETRAS

Llovía. La tarde era el preludio de un fin de semana de chubascos, de cielos grises y viento, el anuncio de que al invierno no se le olvida nunca hacernos una visita. La calle Preciados parecía ajena a todo. Miles de personas caminaban por ella, como siempre, pero esta vez paraguas en mano, esquivando a veces al resto de viandantes y, otras, ignorando que habían estado a punto de sacarle un ojo a quien caminaba tras ellos. Las tiendas servían de refugio improvisado. Y los voladizos de los balcones, las marquesinas del autobús, las entradas de los hoteles a medida que avanzábamos por la Gran Vía de camino al Hotel de las Letras.

Caminaba bajo mi paraguas rojo. Pegados a mi pecho, protegidos tan solo por una bolsa de plástico, los ejemplares de La novela de Rebeca que tenía el encargo de llevarme firmados por su autor me recordaban que faltaba muy poco para reencontrarme con Teresa, Concha y Manuela. Para los besos de bienvenida, para esos minutos en los que las preguntas de cortesía sonarían reales, porque importa qué tal están, cómo les ha ido en estos meses en los que solo nos hemos podido “ver” de manera virtual.

Llegué con mis chicos, con seis escasos minutos de margen. Es complicado andar por la ciudad bajo la lluvia. Mientras mis pies seguían la secuencia de cada paso me iba preguntando dónde está ese ritmo rápido de las grandes urbes. En mi pequeño mundo, donde me muevo cada día, no hay nadie que entorpezca un paseo rápido. La velocidad funciona diferente. El espacio se recorre en menos tiempo, por más que sea el mismo medido en metros. Aquí la impaciencia escala posiciones en la gráfica, haciéndose presente en una ecuación donde no está convocada. Y eso que dicen que la física no entiende de emociones...

No nos dio tiempo a mucho mientras Mikel Alvira llegaba. Besos. Conocer a Marta, la amiga de Manuela, que, casualidades de la vida, vive en mi pueblo, en el que crecí. Llegaron también Luis y Teresa. Y, un poco más tarde, Nicolai. Unos sillones blancos. Dos pequeñas mesas redondas blancas. Cojines blancos. Un revoltijo de abrigos y bolsos colocados donde menos estorbasen y empezamos.

La reunión para hablar con Mikel de su novela tenía muchas ventajas. La primera, que todos habíamos leído el libro y podíamos hablar de él sin temor a spoilers. Hablamos. Preguntamos. Por el proceso creativo, por manías, por detalles que aparecían en la lectura de la novela. Por la estructura. Por la forma de abordar una novela. Por las frases. Por el significado de trascender. Por la figura del agente literario…

Miré el reloj la primera vez cuando había pasado hora y media. Mis chicos no se habían quedado, para ellos esta reunión no tenía el atractivo ni el interés que despertaba en mí y se fueron a pasear bajo la lluvia. De momento estaban tranquilos, porque no encontré ningún mensaje que demostrase su impaciencia.

Seguimos hablando, preguntando, compartiendo unos minutos que fluían mezclados en una amena conversación. Yo pensaba que esto me gusta, que quizá estaba asistiendo a la mejor “presentación de libro” en la que he estado nunca, porque en realidad no lo era. El libro ya se había presentado solo, ya lo había disfrutado en casa. Parándome en cada sentencia de esas que me obligaban a anotarla en mi libreta. Sonriendo al descubrir la habilidad de Mikel para contar una historia tan compleja estructuralmente y tan sencilla de leer y de sentir a la vez. Maravillándome por la seguridad con la que su agente literaria, Antonia Kerrigan, creyó en el libro que él mismo definía como “impublicable”.

Mikel, en persona, parece más joven que en las fotos que había visto en las redes. Es muy locuaz y provocó varias veces la sonrisa de quienes estábamos ahí –sobre todo cuando le preguntaba qué opinaba a Marta, que fue la que más silenciosa se mostró-. Habla con pasión de todos sus libros, de La novela de Rebeca pero también de esos otros que ha publicado: novelas,  ensayos, teatro y poesía. Porque él, nos lo dijo, se siente poeta, autor de frases en torno a las que construye novelas. Y seguro que lo es, porque los títulos de sus otros libros lo son: El mar que te debía, El silencio de las hayas, La playa de las letras…

Pero no nos quedamos en esto. También hablamos de los blogs. Del escasísimo pudor que tenemos al mezclar en nuestros comentarios en Twitter libros con lavadoras, o con el menú del día, o con recoger a los niños del colegio. De los personalísimos análisis en las reseñas. Ninguna se parece a otra, cada uno encontramos matices nuevos, ponemos focos en distintos aspectos. De la pasión por la literatura que detecta en cada uno.

Miré de nuevo el móvil y ya me estaban llamando, impacientes. La lluvia entorpecía su paseo y querían volver a casa. Vinieron a buscarme, pero les pedí un poco más de tiempo. Me lo concedieron, pero me tuve que marchar antes del final. Los veía al fondo, en otra mesa, con cara de aburridos y de querer regresar. Y tenía que hacerlo con ellos, por más que esta tarde de sábado lluvioso en Madrid haya sido oxígeno para mí.

Espero que haya más, que en otro momento podamos sentarnos y sentirnos como esta tarde. Que las palabras escritas vuelvan a protagonizar unas horas compartidas con gente que las ama tanto como yo.

Fotos del momento. Pocas, no nos dio tiempo.