"Estuvieron mirándose unos instantes pero a Ana le parecieron siglos. Pudo sentir al adulto confuso que había sido expulsado de una relación en la que daba más que recibía. Pudo ver la desesperación que había vivido los últimos días y una luz que se encendía, leve, vulnerable todavía a un soplo de brisa. Sintió que un dedo acariciaba suavemente su rostro para dispersar una lágrima y en sus labios un beso tierno e intenso a la vez.
Cerró los ojos y pensó que si uno no apuesta, jamás gana nada."
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