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sábado, 29 de febrero de 2020

LEER LO JUSTO




Leía el otro día un texto, publicado hace un par de años en El Norte de Castilla, en el que hablaba de la lectura. Reflexionaba sobre el método que se ha usado para "convencer" a las nuevas  generaciones de sus enormes bondades, dando solo un enfoque utilitarista de este hábito.

Lee porque te volverás más listo.

Lee porque mejorará tu ortografía.

Lee porque tu capacidad para esquematizar se potenciará.

Lee porque sacarás mejores notas.

Lee porque...

Así, las razones para leer se centran en lo útil que resulta la lectura, sin pararse a pensar en que son otras las que nos convierten en lectores.

La lectura emociona.

La lectura es divertida.

La lectura te traslada a otro lugar y otro momento.

La lectura te hacer vibrar por dentro.

Podriamos seguir sumando razones que no tienen nada que ver con su utilidad.

Estamos perdiendo esta batalla me temo, no sé si a cuenta del enfoque o por esta velocidad que está cogiendo el mundo. Corren malos tiempos para un amor que no es instantáneo, que necesita cocerse a fuego lento. Corren pésimos momentos porque, aunque es probable que sea verdad que ahora se lee más, se lee mucho peor. El vocabulario se ha reducido en los adolescentes hasta límites de risa y es más que probable el abandono, pues no entienden la mitad del texto. Aunque sea breve.

Qué poquitos lectores jóvenes (entre 15 y 25), nos quedan. Haberlos, haylos, como las meigas, pero son muy difíciles de encontrar. ¿En las redes? Puede, pero me da que hay mucho postureo en todo y estoy segura de que lo de leer no se libra.

Es muy posible que quienes ya leíamos, leamos más que nunca -no cuenta el rato en las redes, estoy hablando de libros-, pero los jóvenes no leen.

O leen lo justo.


miércoles, 19 de febrero de 2020

AQUELLA VEZ EN BERLÍN, DE MARÍA JOSÉ MORENO



Sinopsis:

El día que el arquitecto alemán Richard Leinz recibe en su casa de Londres al señor Parker, investigador privado, descubre que hace quince años cometió una grave equivocación que marcó su vida. Atormentado por sus dramáticos recuerdos y por el dolor que causó a su alrededor, emprende una búsqueda tenaz en su pasado para intentar enmendar su error. 

Cuando Thomas, secretario de Richard, decide por su cuenta llamar a Marie Savard, con la que el arquitecto mantuvo una relación, no sabe que está a punto de derrumbarse todo lo que lo ha mantenido a salvo hasta el momento: ¿Por qué Richard ya no es el que era? ¿Podrá Marie ayudarlos a librarse de sus fantasmas? ¿Cómo se puede convivir con la culpa? 

Una historia intimista de secretos desgarradores, de amores frustrados, de palabras no dichas, de luces y sombras en el pasado de unos personajes que intentan sobrevivir en un tiempo histórico complejo mientras tratan de combatir a sus propios demonios y coger aire para disfrutar de eso a lo que llamamos vida. 

Las casualidades no existen. 

Los encuentros fortuitos tampoco.


Sobre la novela:

A estas alturas, a nadie que visite con asiduidad este blog le es ajeno que guardo una relación personal con María José Moreno. Eso, quizá, pueda hacer pensar que no soy objetiva a la hora de valorar su trabajo literario. Más cuando, además, formo parte de ese equipo de lectores que tienen el privilegio de conocer la novela antes que nadie.

Contra eso, no se puede luchar, forma parte de los prejuicios que se tienen, algunos arraigados porque proceden de experiencias que no han traído como resultado lecturas satisfactorias al creer a pies juntillas lo que nos dicen de los libros quienes están en el entorno próximo del autor.

Lo entiendo y por eso no lo voy a valorar, solo voy a escribir sobre su libro y os dejo a vosotros eso de valorarlo, si lo elegís como lectura.

Quiero hablar de esta novela, a la que he visto crecer.

Aquella vez en Berlín parte de un error, de una decisión tomada que, en ese momento parecía la más acertada, pero que, tras distintos acontecimientos que serán narrados en la novela, se revela como la peor del mundo. Ha cambiado muchas cosas en las vidas de los protagonistas, ha encaminado sus vidas por un sendero que ha sido mucho más pedregoso de lo que quizá debería.

¿Cuántas veces, pensando que estamos haciendo lo más correcto, al cabo del tiempo sabemos que fue el peor de nuestros errores?

Esta novela habla de la culpa, aunque a veces no seamos culpables en el fondo de nada.

Para contarlo, María José eligió dos narradores completamente diferentes. Me constan sus esfuerzos para conseguir equilibrarlos y para que el cambio entre ellos fuera lo más natural posible. Para que ese en primera persona con el que nos lleva de la mano Thomas no fuera disonante con aquel otro, el omnisciente que nos cuenta el resto de la historia. Ambos son necesarios para dibujar esta historia que tiene mucho de reflexiva, que suscita preguntas constantes sobre las decisiones que vamos tomando. Sobre el pasado que nos ha ido marcando.

La trama se articula en 38 capítulos, todos introducidos con una fecha, porque eso es algo con lo que también se juega en esta novela. El pasado y el presente se van alternando hasta que, ambos, nos muestran ese tapiz de hechos y emociones que han ido configurando la vida de los protagonistas.

En algo más de 350 páginas, cada uno de los personajes de esta novela, Richard, Marie, Lisa, Thomas, Kate..., nos van mostrando cómo son y cómo actúan. Y su pasado y su presente van jugando con nosotros, haciéndonos escribir la historia dentro, recomponiendo el puzle. María José va poniendo las piezas sobre la mesa, pero somos nosotros quienes las encajamos en este tapiz sobre la vida.

La portada me parece magnífica. Atractiva en su simplicidad. Se muestra así, despejada, limpia, invitando al lector a que entre en la novela de ese modo, dejándose llevar en este viaje que tiene mucho de emocional.

María José Moreno le dedica la novela a Antonio. Dejadme que señale esto, que puede parecer intrascendente, pero no lo es. Cuando escribimos un libro, sobre todo cuando llevamos ya unos cuantos a la espalda, escribimos mucho para quienes nos acompañan desde hace tiempo. No digo pensando en ellos, sino en volver a encontrarnos con esas personas en estas historias inventadas, volver a encontrar esa sincronía que a veces tiene mucho de magia. Antonio ha sido compañero de lecturas de María José durante casi toda su vida, lector cero, amigo incondicional. Esa fuerza que a veces necesitamos como extra para no desfallecer. En mitad de este proceso, cuando por suerte había logrado leer el manuscrito, Antonio falleció. No había leído la dedicatoria hasta ahora, cuando me he sentado con el libro cerca, para escribir esto, y me he emocionado. Porque conozco a María José y sé lo que habrá significado escribir esas palabras que suenan, porque lo son, a una despedida que nunca quiso hacerse.

Leedla si queréis, es todo lo que os puedo decir.

Yo ya lo he hecho.

Varias veces.

martes, 18 de febrero de 2020

GRACIAS


Quiero darte las gracias. Sí, a ti que estás leyendo esto, que has leído La colina del almendro y la has recomendado. Quiero darte las gracias porque todo lo que me está sucediendo con esta novela tiene mucho de magia y eso te lo debo a ti y a los que como tú han confiado en mi capacidad para contar historias. A los que se lo habéis contado a otros, haciendo crecer esa bolsa de lectores que en realidad son mi único botín en esto de la literatura.

Gracias; esta carrera de fondo es muy dura y tú eres para mí como esos puntos de avituallamiento donde te dan agua o un plátano. Parece una tontería, pero eso te ayuda a reponerte. Tus palabras de vuelta son mi alimento para no desfallecer. Para alcanzar la meta.

Y no se me olvida.

viernes, 14 de febrero de 2020

CLICHÉS ROMÁNTICOS


Hoy, día del amor por excelencia, tenía ganas de ver qué se dice de la novela romántica en internet y me he puesto a hacer una búsqueda. Salvo portales especializados y blogs dedicados al género, no he encontrado ni un solo artículo que no esté lleno de clichés sobre la novela "rosa". He tenido que buscarlo así porque para muchos, romántica solo se refiere a la novela del Romanticismo y no ha habido otro modo de dar con material.

No he encontrado nada relevante, así que he decidido escribir algo. Eso que se me pasa por la cabeza, esas ideas que bullen en el interior cuando leo según qué idioteces.

Lo primero es un deseo que guardo en mi interior. Ojalá alguien dé el paso de escribir algo serio defendiendo este género y se acabe con los clichés sobre él de una vez.

¿Os imagináis una tesis doctoral sobre la novela romántica de los últimos años? Qué bonito sería.

Si en ese hipotético trabajo se eligiera con criterio, si se leyeran novelas de quienes realmente escriben bien (y en este género hay quien escribe muy, muy bien) se darían cuenta de que muchas de las ideas que se tienen sobre la novela romántica están obsoletas, que las historias hace años que no se mueven en los parámetros que "presupone" quien no ha leído una sola de ellas. Los "cuñados" de la literatura verían que hace años que se evita el machismo en las tramas, que se incluyen personajes de todas las tendencias sexuales, que se dibujan mujeres fuertes que no necesitan que nadie las salve... o sea, justo lo contrario de lo que tienen sellado a fuego en esas mentes que hablan de todo sin saber de nada.

Pero, claro, cómo lo van a saber, si no leen nada de esto, no sea que se les contamine el cerebro con "amoríos".

Yo llegué muy tarde al género y lo hice tras pasar por Unamuno, Galdós, Machado o Valle-Inclán. Después deleer a Lorca y disfrutar con Hemingway. Tras haber leído a Cortazar o a Ken Follet. Y me gustó, como me gusta Manrique o Fernando de Rojas.  Empece leyendo a autoras, españolas y empecé a entender por qué a mi primera historia con editorial y a mí misma nos habían puesto el sello de romántica. Aunque no me sentara la etiqueta como un guante, podría pasar por una de ellas, porque conté una historia sobre emociones, para mí, lo que mueve el mundo. No me importó esa etiqueta, porque lo que leí de autoras españolas me entusiasmó. Tal vez porque empecé por Nieves Hidalgo, que es una fabulosa narradora que no tiene nada que envidiar a nadie, con un gusto exquisito para elegir las palabras. O porque seguí con Isabel Keats, que es capaz de hacer que te metas en la trama y no pares de reír hasta que se termina. O, qué sé yo, porque con Carla Crespo descubrí que la historia más sencilla, contada con gracia, puede hacer que te olvides de lo que sucede a tu alrededor.

Luego leí a algunas autoras americanas, pero ninguna me impresionó. Seré rara, quizá, no lo sé, o las traducciones no me dejaron disfrutar de los libros, que es muy posible. Un día, por casualidad, di con Sophie Kinsella, inglesa, y fue amor a primera vista, se ha quedado conmigo como una imprescindible.

También leí otros libros que no trajeron como resultado experiencias positivas, pésimas historias mal contadas que se regodeaban en el cliché y que no me decían nada de nada, hasta el punto de que, en muchas ocasiones, acababa leyendo en vertical. Causantes de que este género lleve colgado el cliché de malo. Da igual lo bien que lo hagan Nieves Hidalgo, Carla Crespo o Isabel Keats si después la gente lo identifica con eso.

Pero es que eso es la paja, como se hace en otros géneros deberíamos quedarnos con el grano.

No sé por qué en este género nadie se para a separarla de una puñetera vez. Pero en serio.


martes, 11 de febrero de 2020

AUNQUE TE CUESTE LA VIDA

He hablado muchísimas veces de esta novela. Es la del no, esa que cada vez que sale del cajón vuelve a él, porque no es conveniente. Todo el mundo espera de mí luz a raudales, una sonrisa en los labios mientras realizan la lectura.

Aunque te cueste habla de un tiempo de oscuridad.

No es la historia, he dicho muchas veces que lo que contamos no es tan importante como ese cómo. Son las palabras. En esta novela, su aparente sencillez las muestra desnudas, descarnadas. Las emociones que reproducen son dañinas incluso para el lector, porque tienen la virtud de convertirse en espejos rotos. Reflejan y hacen arañazos en el alma.

Es una novela de verdades.

No sé definirla de otro modo. Está tan llena de verdad que a veces abruma, que hay ratos que te gustaría que las cosas sucedieran de otro modo más dulce, porque ahoga, pero es que la vida es muy puta a veces y te machaca sin compasión. Y esta novela no la tiene. Incluso cuando empieza a entrar un poco de luz, esta es tan fuerte, tan cegadora, tan poderosa, que también hace daño y mi protagonista quiere cerrar los ojos. No sea que vea que la vida tiene colores, que lo crea otra vez, y se encuentre de nuevo viviendo en un margen de grises sucios.

Estar no es tan duro como regresar después de haber conseguido salir de ahí.

No soy clara, no se puede entender nada de la novela leyendo esto, pero quizá sí puedas sentirlo.

Quizá puedas sentir las agujas perforando la piel.

Quizá, si un día, dejo que la leas.