Páginas

martes, 24 de mayo de 2022

CALMA...

Es verdad eso que dicen de que todo viene junto y, además, en el momento más inoportuno. Cuando necesitas estar más centrado, a la vida le da por ponerte palos en las ruedas y se divierte contigo de lo lindo. Te va haciendo tropezar y eso provoca que no llegues a todo lo que llegabas antes sin apenas despeinarte.

En esos momentos, o te dejas arrastrar y te ahogas, o braceas hasta la extenuación... o pides ayuda. 

Creo que lo más sensato es lo tercero, sobre todo cuando llevas años braceando sin parar, sin darte un puñetero respiro. Si sigues así, acabarás ahogándote como en la primera opción.

Y para opciones primeras en la vida, esto no hay que perderlo de vista, estás tú mismo. Por delante de cualquiera, porque te va la serenidad y la tranquilidad mental en ello.

Toca calma, tomarse las cosas con más distancia, ponerla con todo lo que te perturba (y que es prescindible porque no te va la vida en ello) y dejarte cuidar por quienes sí se preocupan por ti. Y si hace falta un poco más de ayuda o es imprescindible renunciar a cosas que tú creías que te hacían feliz, se hace.

Ya aparecerán otras y seguro que, pasada la tormenta, descubres que son mejores e incluso hasta puede que sean lo que estabas buscando sin saberlo.

No me gustan los veranos porque siempre llegan cargados de tormentas. Se forman en el mes de mayo, a finales, explotan en junio y se pasan hasta septiembre dando por el culo, hasta que el calor desciende y el invierno pone orden. 

Pero tienen algo interesante.

En medio de las tormentas se gestan las mejores historias. Para este verano tengo una preparada, la semilla germinó y a poco que encuentre la calma quitando de en medio lo accesorio, llegará el momento en el que salga de mí. Y si sale como la imagino, quizá hasta sea mi historia más bonita.

Calma...

Tú puedes...

Tienes tiempo...

No corras...





jueves, 19 de mayo de 2022

LA MUERTE DE UN ESCRITOR

La vida me ha enseñado que uno no elige lo que le afecta. Igual que no elegimos lo que nos pasa, al menos no todo, porque el azar tiene mucho que decir en ello, tampoco podemos prever qué es lo que nos va a hacer una muesca en el alma, o por qué.

Ayer murió Domingo Villar.




Podría reproducir su biografía, hablar de sus logros, pero no voy a hacerlo porque, sencillamente, ninguno de ellos me hizo coincidir con él. Simplemente, un día, agarré uno de sus libros y lo leí. Sin expectativas previas, sin saber quién era o si me iba a gustar o no. Lo cogí y lo leí hasta el final -algo que ya no es nada habitual en mí, me dejo casi todo lo que empiezo sin terminar- y me convertí, sin pretenderlo, en una de sus lectoras.

En este no saber, tampoco sabía que más o menos teníamos la misma edad. Sobre lo que teníamos en común, intuía que era la pasión por escribir y poco más, aunque después me di cuenta, cuando leí sus libros, que también había una ciudad que no visito (y no porque no me muera de ganas) desde que era muy joven y que es el marco de algunos de mis mejores recuerdos de infancia y juventud.

Su ciudad, que también es el escenario de mi principio, aunque no aparezca en mis datos personales.

Ayer murió Domingo Villar y yo me sentí un poco rota.

Porque sin conocer al autor, has compartido con él esa parte de sí mismo que se cuela en cada novela. Has hecho un pacto que te vincula y, una vez llegado al final, se queda contigo. Aunque no haya habido realmente conversaciones que se puedan recordar o momentos compartidos de eso que llamamos "vida real", que cada día a mí me parece más mentira.

Ayer murió Domingo Villar y me preguntaron por qué lo había sentido como un golpe en el estómago.

Tal vez porque cuando alguien se va tan de repente y relativamente pronto, nos cuesta entender. El desconcierto se apodera de nosotros y nos descoloca tanto que no sabemos si lo que toca es llorar, recordar o simplemente no hacer nada.

Yo acabé llorando de madrugada. Y no sé por qué, ya digo que lo personal no existía, pero ese vínculo extraño autor/lector estaba ahí. 

Y también sentí un poco de envidia, lo reconozco. Se ha ido en un par de días. Sin tiempo de hacer el equipaje, pero con la fortuna de no haber tenido que pasar por una enfermedad larga y dolorosa. O por no haber tenido que cargar con las secuelas. Sus personajes han enmudecido, pero ya está. Se acabó. Para él era lo mejor.

Si pudiera decirle algo, quizá sería que yo también quiero morir encima del escenario. Sin esperar al telón.

Sin tiempo para las despedidas.

domingo, 15 de mayo de 2022

UNA ESTRELLA EN LA PIEL

Hace unos años, cuando empezó toda esta aventura de escribir, decidí hacerme un tatuaje. Era algo que tenía mucho que ver con haber cumplido un sueño de toda la vida, pero lo tuve que postergar porque me puse enferma. Nadie supo decirme entonces qué era lo que me pasaba -ahora ya lo sé-, pero por precaución el tatuaje se aplazó.

Me fui olvidando de él poco a poco, envuelta en la tormenta en la que se mezclaron novelas publicadas, premios, sueños cumplidos, zancadillas, amistad, insultos... La verdad es que han sido unos años en los que no ha faltado de nada.

Hace un par de meses gané el HQÑ. Sigo enferma, pero ya no importa, así que, quizá para celebrar que he vivido cosas increíbles estos años gracias a esta pasión que es escribir, me lo hice.

Este.




Simboliza la luz de un faro. Sabéis que en mis historias, en mis estados, en mis post, los faros siempre han estado ahí. Porque yo vivía esa tormenta y necesitaba su luz para no perderme del todo. En ese tatuaje significa también otra cosa: es una estrella. Las estrellas son las personas que se fueron y a las que echamos tantísimo de menos que necesitamos atraparlas aunque sea en unas líneas en la piel.

Es mi padre.

Él no ha podido acompañarme en nada de lo que ha sucedido este tiempo, lo he echado de menos con desesperación, pero de alguna manera también lo he tenido a mi lado porque no hay un solo día que no piense en él, en la suerte que tuve de tenerlo. Hay personas muy grandes y mi padre lo fue. 

Me ha parecido también una manera bonita de cerrar un círculo. Como esas novelas en las que acabas llegando al punto de partida, pero más grande, más fuerte, mejor. Yo no sé si he conseguido eso con esta aventura, solo sé que en mi viaje del héroe he madurado. He perdido, he ganado, he sufrido, he reído, he llorado y me quedo con quienes se han colado en mi corazón.

A lo mejor también acaban un día en mi piel.

lunes, 9 de mayo de 2022

LAS FÁBRICAS DE LUZ

Es como se llamó a las primeras centrales eléctricas que se instalaron en nuestro país a finales del siglo XIX. Normalmente las ubicaban aprovechando antiguos molinos a los que añadían maquinas de vapor, dinamos y calderas para incrementar la productividad.

No eran capaces de suministrar luz a lugares demasiado alejados de su ubicación y la forma de cobro a sus clientes era por bombilla instalada. Eso hizo que en algunos hogares se hiciera un agujero en el suelo para poder pasar la bombilla de una planta a otra.

Solo se encendían por la noche, al igual que el alumbrado de las ciudades.

Todo esto lo he aprendido hoy escribiendo un pequeño relato que ya va por las 25 páginas. Solo es un divertimento mientras hago de lectora cero de otras novelas y termino este curso que está siendo tan extraño.

También estoy leyendo el ensayo de Brandon Sanderson, Curso de escritura creativa. No me puedo permitir un curso de verdad, presencial, con alguien de su talla (incluso tampoco más bajito), así que me conformo con aprender de lo que leo. Hasta ahora me gusta lo que estoy encontrando. Incluso algunas verdades incómodas sobre esto de escribir que a veces nos negamos a nosotros mismos, pero que ahí están.

Pero no me quiero dispersar. Fábricas de luz. Me ha gustado tanto el término que uno de mis personajes se ha convertido en el dueño de una de ellas.

A veces escribir es pura magia. Sobre todo cuando lo haces sin pensar en nadie más que en ti mismo.




 

jueves, 5 de mayo de 2022

MÁS DE DOS MIL PALABRAS

No debería ser motivo de reflexión que alguien que escribe a diario escriba un día más de dos mil palabras, pero en mi caso supone algo tan extraordinario que necesito contarlo aquí, en este diario literario que abrí hace ya catorce años. 

Llevo mucho tiempo arrastrando a un cuerpo al que le ha dado por volverse lento y en ese esfuerzo ha habido que dejar de lado algunas cosas. 

Por ejemplo, escribir novelas.

Esto no significa que no escriba.

Escribo a diario. 

En redes, en cuadernos, ejercicios de todo tipo, corrijo y en todo ese proceso las palabras son necesarias... Pero hacía tiempo que no lograba avanzar en una novela, que cada momento de escritura se convertía en una cuesta arriba en la que he tenido que luchar.

Me sentía como cuando te arrastra la corriente y, por más que braceas, lo único que haces es cansarte más y más sin lograr llegar a ninguna parte.

Ayer me enfadé conmigo misma. 

Este bloqueo tiene nombre y sé las causas, me conozco lo suficiente como para identificar mis males sin necesidad de que nadie me dé un diagnóstico. Estaba braceando, peleando en una lucha desigual en la que tengo todas las de perder y lo peor es que en esa batalla me estaba perdiendo a mí misma. 

He dejado de luchar.

Quien quiera, que se quede.

Quien quiera, que se vaya.

Esto también sirve para las novelas que no fluyen.

Ayer decidí empezar algo nuevo, una historia bonita y sin pretensiones, una que no tenga mil tramas que se entrecrucen y esté en un momento histórico tan complicado como lejano.

Una en la que no tenga que lidiar con idiotas.

Como hice con la que escribí a mi madre, voy a disfrutar. Y si se queda en el cajón, pues no estará sola porque allí viven aún unas pocas historias.

Y si sale, pues ya veremos qué pasa.

Y esta entrada la estoy escribiendo mal a propósito, con trazas de copywriter, porque me hace mucha gracia que esto sea lo que se premie en estos momentos de la historia.

Ah, y he abierto un canal de Twitch.

No sé para qué, pero lo he hecho.