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lunes, 19 de diciembre de 2022

EL LADO PERVERSO DE LA BONDAD

 Nos gusta pensar que somos buenos o justos, y presumimos de ello hasta que soltamos el primer pero y nos desarmamos nosotros mismos el argumento.

Leo en Twitter que se valora las novelas tirando al alza, pero solo cuando el autor el pequeñito o publica con una editorial pequeña. Al parecer, esto de escribir un publicar es bastante duro, pero solo en el caso de que seas un autor pequeño. Muy pequeño. Si te lo has currado y accedes a algo más que una editorial de las de coedición o las que jamás distribuyen tu trabajo, ya no. Entonces ya no es tan duro y se puede ser menos "bondadoso". No te digo como te den un premio. La justicia se desmorona por completo, directamente no te lo mereces.

¿Es a mí a la única que esto le parece una perversión de la bondad? ¿Es menos valioso el trabajo de alguien que se ha expuesto a ser valorado entre muchos autores y haber conseguido publicarlo? ¿Siempre se le va a medir con un rasero diferente al de otros simplemente por haber seguido el camino más complicado y haber conseguido resultados?

Acabáramos... ese es el precio por hacer las cosas bien.

En mi pueblo, tiene un nombre feo un argumento como este.

Si se valora el trabajo, el esfuerzo, la dedicación, las horas, las ganas, el talento y mil cosas más, no entiendo por qué, cuando ese trabajo, esfuerzo, dedicación, horas, ganas talento y mil cosas más son reconocidas de antemano, como para que alguien se arriesgue a exponer dinero y recursos, se le rebaja el mérito unos grados con respecto a otros que no han logrado eso, porque, ya ves tú, no lo necesitan.

Me parece perverso.


martes, 6 de diciembre de 2022

UN BEBÉ Y UNA NOVELA POR NAVIDAD

 Los que habéis leído Detrás del cristal sabéis que, el marco de esta novela, es la Navidad. Y también creo que sabéis que se aleja de ese esquema por el que discurren todas esas historias que se ofrecen en estos tiempos. Mis personajes hacen lo que les da la gana, toman decisiones a veces inconscientes y tienen, todos, algo en común: son unos perdedores.

Andrés, aunque lo tenga todo en apariencia, no tiene paz interior y no se da cuenta de qué está provocando eso hasta que tiene a Pablo en sus brazos.

A Irene se le ha pasado el momento y lucha, sin acierto, por seguir persiguiendo un sueño, aunque se lleve por delante los de otros.

César es un fraude humano.

Raquel es una mujer rota que lleva una venda delante de sus ojos.

Pedro es un cobarde.

Paco, un ser odioso.

Julián un imbécil.

Y Ana... Ana está tan acostumbrada a equivocarse que es capaz de hacer algo que ella misma se echa en cara a lo largo de toda la novela.

Pero hay un personaje, pequeñito, al que no le ha dado tiempo a tomar decisiones más allá de rechazar un potito o chupetear la cartera de alguien. Que solo con una sonrisa es capaz de darle la vuelta a un mal día de quien le mira. Y que, sin decir una sola palabra, porque no sabe hablar, cambia todo.

Si no la has leído, este es el momento, quizá esta noche, porque la novela empieza un 7 de diciembre.