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miércoles, 31 de diciembre de 2014

SED FELICES, SI OS DEJAN.



Hoy es uno de esos días en los que hacemos una muesca en la memoria. Echamos la vista atrás para averiguar qué ha sido de nosotros desde aquella vez que nos sentamos, cerramos los ojos, tomamos aire y nos dejamos llevar a otros momentos que nos dejaron huella.

Marcamos un final y otro principio, sin pararnos a pensar si ha ocurrido algo hoy realmente importante.

Es absurdo, en realidad. Yo tengo etapas que empezaron y acabaron un 11 de julio; otras un 13 de febrero o un 6 de septiembre. Verdaderos cambios que sí hubieran merecido un resumen pero que, en su momento, pasaron desapercibidos ante mis ojos. Hoy, salvo que tengo unas agujetas espantosas por haberme pasado el día de ayer caminando, no hay nada y a pesar de todo aquí estoy, rindiéndome a la costumbre, amoldándome a ella con la misma docilidad con la que meteré una docena de enormes uvas en mi boca cuando el reloj de la Puerta del Sol dé las doce de la noche.

Aunque sepa que no soy capaz de tragarlas a tiempo y no necesite recordármelo año tras año.

Mi 2014 ha sido uno de esos años que será difícil que olvide. No ha sido muy bueno, en general. Demasiados problemas cotidianos se acumulaban día a día, demostrando eso que dice que si algo puede ir mal… irá peor. Una despedida de las de para siempre, de las que sabes que llegarán, pero que llegó por sorpresa una madrugada. El trabajo que escasea. La paciencia que no necesita más pruebas, pero que se ve obligada a pasar una tras otra, cada día. Ha sido el año de la corrupción,  de los demagogos que huelen a rancio, de casta y de caspa discutiendo en su eterno discurso de “y tú más”, cuando no creo que a estas alturas quede nadie que dude que en cuanto puedan, los perros nuevos se acabarán poniendo el mismo collar. Y cansancio por todo esto, por constatar que la Historia se repite y lo que vino tras los Felices Años Veinte, tras la Crisis del 29, tras el ascenso al poder de quienes le decían a la gente lo que quería oír, fue algo salvaje que no quiero que se repita mientras los míos y yo sigamos vivos. Nunca.

Pero no os quiero aburrir; éste es un blog que se centra en los libros, y es precisamente un libro lo que dejará su muesca en mi memoria de este 2014. Detrás del cristal. Ha sido el año en el que ha visto la luz en papel, en el que por primera vez he pisado la Feria del Libro de Madrid como autora, en el que he recibido un premio por ella (Mejor novela sentimental para la web RNR) y estoy nominada para los premios DAMA 2014 en la categoría de Mejor novela romántica sentimental.

En el que ha sido reseñada, leída, comentada, disfrutada… En el que a través de ella he conocido a lectores de todas partes. Para mi sorpresa, han sido muchos los hombres que han descolgado prejuicios y se han dejado llevar de la mano para que les contase mi historia. Y ellos, quizá porque no son madres, son los que mejor han entendido ese artificio de ficción que empleo para poner a mi personaje entre la espada y la pared, para que me dejase llegar donde quería llegar con ella.

No sé nada de sus ventas, ya me lo dirán cuando sea. Sé que he firmado cientos de ejemplares. Sé que he visto muchísimos. Sé que ya no se encuentra en bastantes librerías. Sé que en algunas distribuidoras aparece con la etiqueta de agotado.

También, cómo no, este año he leído.

En el blog hay referencia de 26 novelas, diez de ellas consumidas el mes de enero. Estaba tan nerviosa por la salida en papel de Detrás del cristal el 12 de febrero, que cambié comerme las uñas por leer. Si hubiera seguido ese ritmo quizá hubiera batido mi propio record, pero no. Se quedó en un ataque de hiperactividad producto del estrés. Para compensar, el resto del año me lo tomé con calma.

Con mucha calma.

Estas han sido mis mejores lecturas de este año; no siguen un orden de preferencia, simplemente según he ido recordándolas. Está bastante equilibrado entre novelas escritas por un hombre o por una mujer. A mí eso me da lo mismo, la verdad. Igual que veo que hay mujeres bastante misóginas en sus blogs, que no dan ni media oportunidad a autoras, yo elijo en función de la novela. Creo es más inteligente.

¿A qué llamas tú amor? De Pilar Muñoz Álamo. El éxito en las redes con su anterior novela, Los colores de una vida gris, provocó que enseguida una editorial, Palabras de agua, se interesara por su trabajo y quisiera publicarlo. Pude acompañar a Pilar en su presentación en Madrid, algo muy emocionante para mí, porque a pesar de los años de complicidad en las redes no nos habíamos visto nunca. En esta novela hace una reflexión sobre lo que consideramos que es el amor; ¿sexo? ¿complicidad? ¿compañía? Enfundada dentro de un género llamativo, como es el erótico, pero manejada con todo el talento que falta en este tipo de novelas en estos días, Pilar Muñoz se marca una novela que se desmarca de la vulgaridad que ha presidido el estante de romántica de las librerías en este año.

Los muertos no aceptan preguntas, de Antonia Romero. Nela es un personaje que no esperaba cuando abrí la novela. Es una historia paranormal donde lo inusual está tratado con tanta naturalidad que tú, como lector, lo insertas tranquilamente en la realidad que ha creado la autora, como si fuera lo más normal. Se presentó al concurso organizado por Amazon y El Mundo, y me hubiera encantado que quedase finalista. De momento, su premio son los miles de lectores que atesora, a los que se siguen sumando a diario porque sigue entre las más vendidas de Amazon.

Un hotel en ninguna parte, de Mónica Gutiérrez. Me enamoré del hotel en El bosc de les Fades en cuanto puse un pie en el camino que necesita un arreglo para que los clientes no se pierdan. Yo me iría a vivir allí, para llevarle el té a un gruñón escritor Premio Nobel o para probar los menús que se servirán cuando lleguen los clientes en temporada alta. Es un libro con una escritura original a través de correos sin respuesta, que te acaricia y que tiene la magia de una mujer que sabe transportarte donde quiera (siempre que no tengas la sensibilidad de un taladro y los mails solo los leas en la oficina).

Un amor para Rebeca,de Mayte Uceda. ¿Sabéis cuando una novela te atrae desde el segundo uno? Pues eso me pasó con la novela de Mayte. Ella estaba entre mis eternos pendientes del Kindle, esos libros a los que nunca llegas. Los ángeles de la torre se iban atrás cada vez que elegía una lectura. Y llegó Rebeca, con su sencilla portada, con su sinopsis atractiva y la leí. Sin listas. Sin pensar en los libros que me esperaban desde hacía meses en la mesita de noche. No necesité demasiadas páginas para darme cuenta de que estaba ante una novela que iba a dar guerra. Ahí sigue, consagrando a su autora, mi tocaya, transportándote a Escocia (aunque a mí a veces me lleva a Irlanda, cosas de esta cabecita mía que se lía con los nombres).

Memento Mori, deCésar Pérez Gellida. Es la reseña de la que me siento más orgullosa. Cuando la escribí no tenía ordenador, se me había roto y funcionaba con el de mi hijo. Un verdadero suplicio porque tenía instalada publicidad emergente que me ha costado meses enterarme de cómo se quita. Por eso hice algo que no hacía desde hace años: escribir a mano. Curiosamente empecé a dejarme llevar y, en lugar de seguir el esquema habitual que uso para las reseñas, lo reventé, me reinventé y me lo pasé genial con ella. Igual que con la novela. César es otro de los autores a los que he descubierto este año, con una voz narrativa muy personal que tengo que seguir escuchando en otras historias que tengo en mi estantería.

La ciudad de los ojos grises, de Félix G. Modroño. Un libro pendiente  desde 2012 al que por fin he podido llegar. Un libro que va de menos a más, en el que una ciudad es tan protagonista que logra trasladarte a ella a través de una sobresaliente ambientación. Oficialmente es mi último libro terminado este año.

El amo del fuego, de Enrique Osuna. Una novela que me da mucha rabia que se haya perdido en el maremágnum de Amazon. Es una historia fantástica ambientada en la Prehistoria, con una parte muy fuerte de reflexión sobre nosotros mismos y nuestro papel en la Tierra, sobre qué estamos haciendo con el planeta y con nuestras vidas. Enrique lo aborda desde un brillante sentido del humor y creo que el libro se merecía alguna lectura más de las que ha tenido.

Un millón de gotas, de Víctor del Árbol. Ha sido casi, mi libro del año. Digo casi porque mi libro del año, por razones obvias es el mío. Es uno de esos libros que te sacuden. Me gustó la historia. Me cautivaron las frases. Me dolió. Víctor escribe como querría escribir algún día, por eso, tras leer esta novela, estuve unos días tirando todo a la basura, hasta que comprendí que un gorrión nunca puede cantar como un ruiseñor, por mucho que se esfuerce y volví a aceptar mis palabras.

Lo malo es que los Reyes me van a traer otro libro suyo, ya veremos cómo lo supero.

Además de estas lecturas, todas en el blog, hay una cero, de la que no puedo hablar aún. Su autor me tiene muy sorprendida. Es la voz narrativa más potente que he escuchado en años. He visto su evolución desde que empezara a escribir y a esto le llamo yo aprender. Ojalá al finalizar 2015, si estoy aquí, si tengo ganas de hacer un resumen, pueda deciros que hablaba de una novela que ha sido todo un éxito y de un autor que camina a lo grande.


Sed felices, si os dejan.

sábado, 27 de diciembre de 2014

LA CIUDAD DE LOS OJOS GRISES DE FÉLIX G. MODROÑO.



Sinopsis:

Tras varios años viviendo en París, Alfredo Gastiasoro regresa a Bilbao cuando se entera de que Izarbe ha muerto. Su retorno pretende ser el último homenaje a la mujer que amó, pero pronto se convertirá en una pesquisa sobre las inquietantes circunstancias que rodearon su muerte. Alfredo tendrá que enfrentarse a su propio pasado, reviviendo una historia de amor que coincide con la época en que Bilbao pasa de ser una población casi rural a convertirse en una de las ciudades más prósperas del Viejo Continente. Magníficamente ambientada en los primeros años del siglo XX, y a medio camino entre novela negra, el género histórico, el relato sentimental y hasta el de viajes, La ciudad de los ojos grises es, sobre todo, una bella historia de suspense y nostalgia, de amor por una mujer y una ciudad.

Mis impresiones:

Llevaba mucho tiempo saltándome la primera parte de las reseñas de La ciudad de los ojos grises, la que analiza la novela, y leyendo solo las impresiones finales porque quería llegar al libro sin saber apenas nada de la trama. Me ha costado porque esta es una novela que han leído en casi todos los blogs que frecuento, pero de ella solo sabía que no me iba a defraudar.

Así, sin muchas pistas (quizá la sinopsis leída hace años), enfrenté las 400 páginas de esta novela de Félix G. Modroño.

La novela arranca en París, donde reside el protagonista, Alfredo Gastiasoro, un arquitecto bilbaino, al principio de la primera Guerra Mundial. La Nochebuena de 1914, conoce la muerte de Izarbe a través del periódico y decide regresar a Bilbao para despedirse. Ella, desde hace muchos años, es su cuñada aunque para Alfredo es mucho más que eso: es la mujer de la que lleva enamorado desde que era un adolescente. Este sencillo punto de partida es el inicio de una novela llena de secretos que se irán desvelando frente a nuestros ojos. Alfredo, junto a su amigo de la infancia, Fernando Zumalde, que trabaja en la Guardia Municipal de la ciudad, inicia una investigación que le han prohibido al segundo. Ninguno cree la versión oficial que dice que Izarbe murió de manera accidental, al caerse a la ría.

A partir de ahí, y en un tono pausado siempre, sin grandes sobresaltos, el autor nos lleva de la mano por Bilbao, una ciudad que a principios del siglo XX está siendo transformada por la Revolución Industrial, dejando de lado lo que fue para convertirse en una de las ciudades más importantes de España por obra y gracia del progreso. Alfredo, el protagonista, hace dos años que no pisa sus calles y serán sus ojos los que más se sorprendan de todos los cambios que están acabando con los rincones que ambientaban sus recuerdos de infancia. Es eso, quizá, la excelente descripción de la ciudad, de sus calles, sus edificios, sus lugares emblemáticos de la época, lo que primero atrapa de la novela. Pero no se olvida en este recorrido de las personas, de mostrarnos las distintas clases sociales y las tremendas diferencias entre ellas. Otro de los atractivos de este libro es la presencia de personajes reales que el autor ha sabido insertar en la narración como secundarios o como parte del paisaje de la ciudad, de modo que terminan de dar color a este cuadro que nos muestra. Así aparecerán María de Maeztu, Miguel de Unamuno, Mata Hari o Indalecio Prieto, entre otros.

La trama alterna momentos en los que la narración avanza y otros en los que toman protagonismo los recuerdos de Alfredo. Con este recurso narrativo podemos conocer a Izarbe, a pesar de que sabemos de su muerte desde las primeras páginas de la novela. Así también vamos descubriendo el pasado que va poniendo luz al presente, se van desvelando secretos guardados con celo durante décadas y otros más recientes.

Como cuesta contar sin contar...

Alfredo es el protagonista de la novela, en torno al que giran todas las historias. Es un hombre atractivo, sin problemas para tener a las mujeres que quiera, pero que no ha logrado encauzar su vida porque jamás ha salido de sus pensamientos Izarbe, el otro eje conductor de esta novela. Es una joven adelantada para su tiempo, que sufre por las injusticias sociales y trata por todos los medios de ayudar a los más desfavorecidos. En un tiempo en el que la voz de las mujeres no se tenía en cuenta, Izarbe alza la suya sin importarle las consecuencias. El triángulo acaba en Javier, el hermano de Alfredo. Es quien finalmente acabó casándose con ella, pero es perfectamente consciente de que Izarbe no le ama como correspondería.

El título me parece muy acertado. Hace alusión al gris de los ojos de Izarbe, pero también a esa atmósfera gris que envuelve a Bilbao.

Me ha encantado cómo escribe Félix G. Modroño y he sentido evolucionar su forma de narrar a través de la novela. Mi sensación es que el autor maduraba a medida que avanzaba; la narración pasa de ser más descriptiva al principio a mucho más poética y emotiva al final de la novela. Pasaban las páginas y cada vez me envolvía mucho más, personalizando la narrativa y dejando que se escuche la voz particular del autor. Es algo que muy poca gente consigue.

Os recomiendo la novela, tiene su parte histórica, aquella que centra en Bilbao y todo su protagonismo; su parte romántica, la historia de amor entre Alfredo e Izarbe y su parte de misterio, en torno al asesinato de la mujer de los ojos grises.

Ya tengo Secretos del Arenal, la novela con la que el autor ha ganado el premio Ateneo de Sevilla, y estoy segura de que la leeré también y acabaré recomendándola.

jueves, 25 de diciembre de 2014

sábado, 20 de diciembre de 2014

ABEL SÁNCHEZ. UNAMUNO



Sinopsis:

Joaquín Monegro siente envidia hacia su amigo Abel Sánchez desde que eran niños, incrementada cuando éste se casa con Helena, la prima de Joaquín, de quien estaba enamorado. Joaquín se obsesiona con ella y la empieza a desear, ya no como el objeto de su amor, sino como un premio que arrebatarle a su amigo. Ninguno sus intentos por olvidar o superar a su adversario -su matrimonio con Antonia, su carrera como médico- será fructífero, de modo que dedicará su vida a esa pasión destructiva, sin hacer otra cosa, pese a los repetidos consejos de Antonia.

Cuando Joaquina, su hija, se casa con el hijo de Abel y Helena, llamado Abelín y el matrimonio va a vivir a su casa, parece que ha logrado una victoria, pero ésta no será nada más que el preludio del trágico final.

Un resumen:

Esta novela lleva también un subtítulo: Historia de una pasión, y fue publicada por primera vez en 1917.

Unamuno era una persona de firmes convicciones y de mucha personalidad. Quería contar historias, pero no solo aquellas que retratasen su presente de manera fidedigna, sino que fueran más allá. Para ello prescinde de un elemento al que son fieles el resto de autores de su tiempo: una ambientación concreta y una cronología precisa de la obra. Para él, esas dos facetas de la novela (en su caso nivolas), carecen de importancia. Las sitúa en un plano inferior, dedicando su esfuerzo a la parte simbólica.

En este sentido, Abel Sánchez es su interpretación del mito de Caín y Abel, encarnados en los dos protagonistas. Abel conserva su nombre y Unamuno elige para él rasgos positivos que para Joaquín (el Caín unamuniano) se convierten en negativos. De él destaca la envidia (el mal de España para todos los hombres del 98), los celos que siente hacia, por ejemplo, el hecho de que Abel se case con la bella Helena, mientras que él tiene que conformarse con Antonia, una mujer que le trata más como una madre que como una esposa (otro de los temas recurrentes de Unamuno, la mujer-madre).

Unamuno divide la novela en 38 capítulos. Emplea un par de ellos para introducir la obra y una extensión similar para concluirla, siendo la parte del desarrollo la más extensa. En la obra vemos cómo Joaquín se siente desplazado por Abel en todo. Es éste el que parece caerle siempre bien a la gente, el que es simpático, el que, a pesar de tener un talento cuestionable, se convierte en un pintor de éxito, mientras que Joaquín no logra destacar como médico, aunque no sea malo. Para acabar de rematar esta situación, Joaquín, enamorado de su prima Helena, se la presenta a Abel y estos acaban haciéndose novios. Este hecho rompe a Joaquín y empieza a odiar a su amigo. Un día, tras mucho tiempo de apatía, Joaquín se casará con Antonia, una buena mujer de la que no está enamorado.

Pero el futuro les depara más sorpresas. Cada una de las parejas tiene un hijo, Joaquina, la hija de Joaquín y Antonia, y Abelín, hijo de Abel y Helena, que se acabarán casando. El hijo de Abel que también estudia medicina, se aproxima a Joaquín; opina como él de su padre, que es egoísta y que solo le interesa el ser el centro de atención. El sentirse apoyado en lo que siempre ha pensado ayuda a Joaquín a alcanzar cierta felicidad, pero al nacer el primer nieto, el niño muestra predilección por su abuelo Abel y a Joaquín le vuelven a consumir los celos. Un día, en uno de sus ataques, mata a Abel. Un año después morirá él mismo, consumido en la angustia de saberse un asesino y de haber desperdiciado toda su vida odiando a un hombre.

Toda la novela está regida por un narrador omnisciente, excepto en las ocasiones que, intercalado entre los capítulos, escuchamos la voz en primera persona de uno de los personajes, una especie de confesión del personaje principal. Los diálogos son muchas veces extensos, y son los que van a dotar de vida a los personajes; será a través de ellos como los conozcamos a todos.

Es una novela (o nivola) que sigue manteniendo su vigencia, como toda la literatura que se sustenta en universales: los celos, la envida, el rencor acumulado a lo largo de toda una vida. Y la muerte que es protagonista del trágico final.


“Toda mi vida ha sido un sueño”

jueves, 18 de diciembre de 2014

CINCO HORAS CON MARIO DE MIGUEL DELIBES


Sinopsis:

Una mujer acaba de perder a su marido y vela el cadáver durante la noche. Sobre la mesilla hay un libro —la Biblia— que la esposa hojea, leyendo los párrafos subrayados por el hombre que se ha ido para siempre. Una oleada de recuerdos le viene a la mente y empieza un lento desordenado monólogo en el que la vida pugna para hacerse real otra vez. La pobre vida llena de errores y torpezas, de pequeños goces e incomprensiones. ¿Ha conocido Carmen alguna vez a Mario? Escuchemos el irritante discurrir de la pequeña y estrecha mentalidad de la esposa. Otro hombre irá poco a poco descubriéndose, para todos menos para ella, con toda su desesperanza y su fe en la vida. Cinco horas con Mario es una novela de gran penetración psicológica que, a través de un alma femenina puesta al descubierto, llega hasta el fondo de la sociedad española del siglo XX. Sólo un escritor de la categoría de Miguel Delibes podía enfrentarse con este difícil tema y resolverlo tan brillantemente.

Un breve resumen:

La novela arranca en marzo de 1966. Carmen Sotillo, de 44 años, se encuentra que su marido Mario muere de forma inesperada. Ya a solas con él, cuando todos se marchan, vela su cadáver aunque de manera un tanto particular. Refugiada en saber que nadie la escucha, inicia un  monólogo con el que vamos descubriendo lo conflictos del matrimonio. Toda la novela es una crítica hacia la sociedad del momento, puesta en boca de una protagonista que no siempre sale bien parada.

El armazón de esta novela se sostiene en el soliloquio de Carmen. La vamos conociendo a través de sus palabras, y deducimos que tiene una ideología conservadora, la que corresponde a una mujer de clase media alta. Frente a ella, su marido: Mario, que no responderá a ninguna de sus cuestiones dado que está muerto. Por ella sabemos que ha sido catedrático de instituto, además de periodista e intelectual.

Carmen va poniendo delante del lector recuerdos, los de una vida que no ha sido nada satisfactoria para ella. Con este sencillo plan de acción, Delibes retrata la España provinciana de la época, la falta de comunicación en el matrimonio e incluso se puede apreciar un aspecto mucho más profundo, el conflicto que en aquella época aún no estaba resuelto, de un país fragmentado en dos ideologías. La de Carmen se corresponde con la de los ganadores de la Guerra Civil (1936-1939), mientras que Mario representa a los perdedores.

La novela tiene un prólogo, veintisiete capítulos donde la única voz es la de Carmen, y un epílogo. El autor elige para empezar cada uno de los capítulos una cita bíblica, los pasajes que nos dice que Mario había subrayado en una Biblia. Tomándolas como punto de partida, Carmen empieza a hilvanar pensamientos y reproches constantes; según Carmen, por culpa de Mario, por su escasa ambición, no ha logrado alcanzar una posición social acorde con lo que esperaba. De recuerdo en recuerdo, saltando sin un orden cronológico concreto, va desvelando su vida en común, valiéndose de un tono coloquial que refleja perfectamente la manera de hablar del momento.

Carmen, Menchu para los amigos, no queda demasiado bien después de leer la novela. Es clasista, envidiosa, se preocupa mucho más por el qué dirán que por su propia familia. El autor, en este sentido, elige para ella los peores atributos, dotando al personaje de cierto maniqueísmo, perfectamente comprensible si se es capaz de ver el plano más profundo al que nos quiere llevar: Carmen no es Carmen, Carmen es un reflejo de una forma de pensar y de actuar, un personaje en el que confluyen los peores defectos para destacarlos.


Cinco horas con Mario tiene el valor de ser una de esas obras literarias que trascienden a su tiempo, que quedan para presentarnos el retrato del pasado, en el que aparecen costumbres, elementos cotidianos (el seiscientos, por ejemplo) y una vívida imagen de cómo nos expresábamos en este país a finales de los años sesenta.

martes, 16 de diciembre de 2014

EL PRINCIPIO



Isabel, la hija de Juan, el labrador, se retorcía de dolor. Las contracciones hacía horas que habían anunciado el momento del parto, pero la criatura parecía no querer abandonar el calor del útero materno. La oleada de malestar en el abdomen, la primera señal de que aquel iba a ser el día, encontró a Isabel agachada juntando las espigas de trigo que los segadores iban dejando atrás mientras avanzaban en la recogida de la cosecha anual. Al principio pensó en una mala postura; al fin y al cabo ella era una primeriza y las cuestiones relativas a la maternidad le daban tanta vergüenza que nunca se había atrevido a preguntar a su madre mientras vivió. Ahora sentía que la necesitaba. Sin embargo, el dolor pasó, inadvertido para cualquiera que no fuera ella misma. Durante casi una hora Isabel se sintió bien para seguir adelante sin bajar el ritmo. Claro que era difícil agacharse con aquella prominente barriga, pero el resto de su cuerpo, alimentado con lo mínimo, había permanecido ajeno al embarazo y se sentía más o menos ágil. Siguió espigando y, cuando casi había olvidado el incidente, otro pinchazo le hizo doblarse por la mitad. Esta vez no pudo evitar que la mujer que tenía a su espalda se percatase.
—¿Qué te ocurre, niña?
—No se preocupe, pasará —dijo Isabel, fingiendo una tranquilidad que no sentía.
—¿De cuánto tiempo estás? —La cara de la mujer reflejaba preocupación y no era para menos. Estaban a más de media hora del pueblo.
—Dentro de una semana cumplo.
—Debes marcharte, muchacha. El parto está empezando y de otro modo quizá no te dé tiempo a llegar a tu casa.
—¿Está segura? —Los nervios de Isabel se destemplaron, aunque se esforzó porque no se notara. No quería parecer una niña pequeña.
—Créeme, he tenido seis hijos. ¿Es el primero para ti?
—Sí.
—Lo suponía. —La mujer sintió un leve alivio. Sabía que el primero siempre se demoraba un poco. — Vete a casa lo más rápido que puedas. ¡Antón!
Un pequeño de unos seis años apareció trotando. Isabel ni siquiera había advertido su presencia hasta ese momento. Llevaba un puñado de espigas amarillas en las manos y las depositó en la cesta de su madre.
—Hijo, ve a buscar a Luisa, la mujer del barbero. Dile que esta joven está de parto, que se prepare. ¡Corre!
—Sí, madre.
El niño empezó a correr en dirección a la aldea, feliz por poder escapar de la tarea, mientras la madre ayudaba a Isabel a colocarse su propio hatillo de espigas. Por ese día ya estaba bien.
El camino de vuelta al pueblo fue muy largo para Isabel. No tomó la precaución de hacer que alguien la acompañara y se sentía mal por ello. Si al niño le diera por querer salir antes de que alcanzase al menos la primera casa, no tendría a nadie que la ayudara y ella sola no sabía qué tenía que hacer. Cuando arremetía una contracción se paraba en seco, tratando de serenarse, respirando con la mayor tranquilidad que podía. Recuperada de aquel trance, seguía adelante, con el paso más vivo que le permitía su estado. Sin embargo, tenía la sensación de que no avanzaba. Se iba cansando cada vez más y el hatillo le pesaba. Quizá fuera buena idea dejarlo abandonado. No lo hizo, por supuesto. Ese paquete a su espalda contenía todas las espigas que iba a poder conseguir ese verano y, la verdad, no eran muchas. La alegría que sintió cuando vio llegar a los espigadores y se enteró de que empezaban su faena ese mismo día se desvanecía por completo. Había calculado que, con la semana que le quedaba hasta el parto, tendría tiempo suficiente para hacerse con una buena provisión de trigo extra para el invierno y ahora sabía que no iba a ser así. Su hijo no venía con un pan bajo el brazo, sino que se lo llevaba antes de llegar.
Isabel hubiera agradecido la compañía de alguien en aquel camino pero no se veía un alma. El asfixiante calor de aquella mañana de verano no invitaba a pasear por los campos y, además, todo el mundo estaba ocupado en las diversas tareas que exigía la dura vida de los campesinos de Castilla en aquel año del Señor de 1610.
Uno de aquellos pinchazos que retardaban su marcha estuvo a punto de lograr que se rindiera. Aquel dolor insoportable entre las piernas, una presión en la pelvis que le parecía que iba a partirla en dos, parecían suficientes razones para dejarse llevar y acurrucarse a la sombra de alguna de las encinas del camino. No obstante siguió adelante. Tardó casi dos horas en recorrer la distancia que la separaba del pueblo, tratando de no gritar, para no agotar la energía que le quedaba. Cuando divisó la primera casa también se encontró con la silueta de Luisa, la partera, que avisada por el pequeño Antón, había preparado todo en su hogar para recibir a la muchacha. Sabía que era la hija de Juan, esperaba el parto, pero también a ella le sorprendió que se produjera antes de tiempo. Había visto a Isabel por la mañana y no le pareció advertir ninguno de los síntomas.
—¿Estás bien? —preguntó mientras le ofrecía sus brazos para que se apoyase.
—Muy cansada y creo que... —No sabía cómo explicarse. Bastó una mirada hacia su falda para que la partera entendiera.
—No te preocupes. Eso es que has roto la bolsa de las aguas.
—¿Y eso es malo? —preguntó ella.
—¡En absoluto! Eso quiere decir que tu hijo está a punto de salir.
—Pues espero que lo haga pronto porque... —No terminó la frase porque otra brutal arremetida de dolor hizo que se parase en seco.
—Vamos dentro. Debo prepararte. ¡Ánimo! Seguro que va todo muy bien.
La partera acomodó a Isabel en una cama y le proporcionó un poco de agua. Agradeció el alivio momentáneo aunque no tardó demasiado en vomitar. Sudaba mucho y la mujer le aplicó unas compresas frías en la frente.
—¡Isabel!
Ricardo, el esposo de Isabel, avisado por Antón, entraba en ese momento en casa de la partera, que advirtió al joven:
—No la pongas más nerviosa de lo que está.
—¿Cómo estás?
—Ahora mucho mejor —dijo ella.
Y lo decía de verdad. La soledad que había sentido en el camino ahora se desvanecía. Una mujer se ocupaba de que el parto progresase adecuadamente y su esposo la cogía de la mano. Nada podía estropear ese momento. Nada, salvo una contracción. Gritó sin poderse contener.
—¡Tranquila, Isabel! Déjame que vea. —Luisa levantó las faldas de la chica y empezó una exploración que para ella no era más que rutina, pero que Isabel, instintivamente, rechazó. Nadie, excepto su esposo, se había atrevido nunca a tocarla tan íntimamente.
—¿Se puede saber qué hace? —gruñó el marido.
—Isabel, es necesario para saber cómo está colocado el niño. —La partera ignoró las reticencias del joven.
—¡No la toques más! —gritó Ricardo sin poder contenerse.
—¡Ningún hombre debería ver esto! ¡Sal de aquí si no vas a ayudar!
La energía de la mujer al hablarle le dejó claro que, en esos momentos, era ella la que mandaba. Él bajó la mirada y, con una disculpa muda, se hizo a un lado, manteniendo la mano de Isabel junto a la suya. Aquella rolliza mujer de ojos avellana y cabello encanecido llevaba muchos años trayendo niños al mundo, él mismo e Isabel habían visto la primera luz entre sus brazos. Tenía fama en la comarca, hasta las grandes señoras de Toledo la llamaban días antes para que asistiera sus partos, así que debía de saber algo. Decidió permanecer en silencio hasta que la criatura asomase su rostro. Se tragaría las ganas que tenía de abofetearla si todo salía bien, pero si no... Ricardo estaba tan confuso como cualquiera a punto de ser padre.
Las contracciones fueron elevando su intensidad hasta que fueron sustituidas por una necesidad imperiosa de empujar. Isabel empezó a hacerlo instintivamente y la mujer que la ayudaba se preparó para el final.
—¡No grites! No ayuda nada.
—¡No puedo! —sollozaba Isabel mientras unas lágrimas rebeldes se escapaban por su rostro. 
—¡Ya verás como sí puedes! ¡Siempre has sido una valiente! ¡Ánimo! Empuja cuando te llegue el dolor, de manera continua, concentrando toda tu energía en ello. Cuanto mejor lo hagas antes acabará el dolor.
—¡No puedo! ¡No puedo!
—Claro que sí. Mira, ahí viene. ¡Empuja!
La partera alentaba a Isabel y ella se aplicaba todo lo que sus exiguas fuerzas le dejaban. Cuando ya creía que era imposible sobrevivir a aquella tortura, una frase de la partera renovó su energía.
—¡Estoy viendo la cabeza!
—¿De verdad? —preguntó ella entre gemidos.
—Cuando vuelvas a sentir el dolor empuja fuerte. Mucho más que hasta ahora.
Al poco hizo aparición uno de los hombros. Luisa metió los dedos entre la axila del niño y esperó a que la siguiente contracción contribuyera a sacar el otro hombro. Cuando llegó ese instante agarró el pequeño cuerpo firmemente y dio un suave tirón. El diminuto ser se deslizó sin dificultad alguna y Ricardo e Isabel, expectantes, escucharon las palabras de la partera.
—¡Es una niña! 


Mayte Esteban
Brianda, El origen del medallón.
Capítulo 1

sábado, 13 de diciembre de 2014

UN COMPROMISO INQUEBRANTABLE


Tengo un compromiso inquebrantable, un acuerdo conmigo misma que espero respetar durante el resto de la vida, porque significa respetarme a mí misma. Escribiré solo aquello que me apetezca escribir, sin fijarme más metas que disfrutar el camino que conduzca mis palabras a construir una nueva historia, a insuflar vida a cuanto personaje tenga el capricho de instalarse en mi imaginación.

No me guiarán modas.

No me ataré a géneros.

No firmaré plazos que le pongan cadenas a la creatividad, que me obliguen a virar mis intenciones, a exprimir el talento que aún no sé si tengo.

Seguiré el camino que me tracen mis deseos porque, lo único que deseo, es ser feliz.

Este compromiso significa renunciar a oportunidades. Ya lo he hecho y lo seguiré haciendo, porque no hay mejor termómetro para saber si el sendero que has elegido es el correcto que escucharte a ti mismo. He aprendido a escucharme, a usar el silencio para analizar las reacciones de mi cuerpo, esas que me indican con la más absoluta certeza qué es lo que quiero y qué es lo que estoy haciendo bien o mal.

No me importa equivocarme, me di permiso hace mucho para hacerlo.


miércoles, 10 de diciembre de 2014

EMILIA PARDO BAZÁN Y BENITO PÉREZ GALDÓS


Con este título es probable pensar que en este post voy a hablar de Realismo, esa corriente literaria de finales del XIX que retrató la realidad en todos sus aspectos con una minuciosidad exhaustiva. Él es el autor español más prolífico de novelas de aquella época, ejemplo de constancia -y de libro de literatura-; ella representa la corriente Naturalista, el final de esa etapa donde se presta más atención a lo sórdido y donde el determinismo tiene, si cabe, mucho más peso.


Emilia Pardo Bazán, coruñesa de nacimiento, fue la autora de una de las obras clave de nuestra literatura, Los pazos de Ulloa (obra que reseñé hace tiempo), donde retrata la vida de la Galicia rural de finales del XIX. Novelista, ensayista, crítica literaria y periodista, fue esposa de José Quiroga. Durante un tiempo, él fue nombrado diputado, lo que sacó a Emilia de su tierra y la llevó a Madrid. El desencanto con la política de su esposo cambió el rumbo de sus vidas y les condujo a viajar por Europa. Próxima a ambientes literarios, Emilia Pardo Bazán empieza a publicar, pero no alcanzará su madurez hasta que escriba Los Pazos de Ulloa, entre 1886 y 1887.  En ese momento, separada ya de su marido, se produce un acercamiento íntimo al otro personaje de esta entrada: Benito Pérez Galdós.


Galdós, natural de Las Palmas de Gran Canaria, fue novelista, dramaturgo, cronista y político español. Terminó sus días amargado por el hecho de que no le concedieran el Premio Nobel de Literatura y ciego (hubo de dictar por ellos sus últimas novelas). Me encanta su rutina: levantarse, escribir un rato y salir a pasear, a espiar conversaciones ajenas con las que dotar de frescura y naturalidad a sus personajes. Reconozco que siento mucha envidia por poder hacer esto, aplazado en mi caso para, probablemente, nunca. Esa rutina le permitió escribir cada trimestre un volumen de trescientas páginas. Curiosamente entre 1886 y 1887, los años de más intensidad de su relación con la Pardo Bazán, escribió una de sus mejores obras, Fortunata y Jacinta.

Los nombres de Galdós y Pardo Bazán están unidos por su literatura, adscrita a la misma corriente, y por la relación personal que mantuvieron. Hay un libro, “Miquiño mío” en el que se recoge la correspondencia que ambos se intercambiaron durante unos años. En 92 cartas abarcan desde 1883 hasta 1915 y son todas de ella, ya que las de Galdós no se han salvado (excepto una).

El tono de las cartas evoluciona. Desde una correspondencia formal al principio, poco a poco los saludos se van haciendo más afectuosos y es en ese momento, cuando la pareja vive una particular historia de amor, cuando ambos escriben las obras antes mencionadas, casi lo mejor de su producción literaria. En 1890 su relación se enfría y el nacimiento de la hija de Galdós (con otra mujer) al año siguiente los distancia. En principio siguen intercambiando correspondencia pero, poco a poco, las cartas vuelven a un tono mucho más formal, como al principio.

Los fragmentos de cartas que he leído me han parecido de un cursi exagerado. Creo que nadie debería husmear en la correspondencia de otros, se nos caerían muchos mitos.

La verdad es que después de tantos años estudiando literatura de todo esto no me había enterado, pero creo que es interesante saber algo de la vida de los autores porque siempre se refleja de alguna manera en su literatura. Se me ha ocurrido indagar sobre más parejas de escritores y hay muchas. Algunas que llegaron a buen puerto y otras que se quedaron en meros intentos. Yo creo que tiene que ser un infierno una casa con dos escritores, con todas las neuras que los –nos– caracterizan.

No sé, igual me equivoco y eso es el paraíso.

martes, 9 de diciembre de 2014

DOS POR UNA

Buenos días de martes tras este puente eterno. Vengo a asomarme al espejo para contaros algunas cosas que pueden interesaros (o no). Como ya os dije, el pasado viernes puse a la venta en Amazon Brianda. El origen del medallón.

¿Por qué se llama esta entrada DOS POR UNA? Porque, que ya que esta novela tiene una vinculación con otra de las mías, he pensado que quienes os habéis tomado la molestia de compraros Brianda os merecéis que yo tenga un detalle. He bajado el precio de El medallón de la magia y he subido un archivo al que he echado un ojo (algo de falta le hacía), pero quiero ser yo quien tenga ese detalle en persona. Si me enviáis a mi correo la prueba de compra de Brianda os mandaré la versión nueva del medallón. Pensad que esta no está ni pirateada (aún).

Dejo durante unos días mi correo en la pestaña de contacto.

jueves, 4 de diciembre de 2014

BRIANDA. EL ORIGEN DEL MEDALLÓN


Os la presento: 

Brianda. El origen del medallón. 

Esta novela ha sido un reto. Es un compromiso conmigo misma, terminar de contar una historia que empecé hace muchos años. Durante un tiempo fue a muy buen ritmo, pero un día del verano de 2012 las cosas se torcieron (y mucho) para mí, y me dejé a los personajes descansando en un camino. Ahí estuvieron casi año y medio, esperando con paciencia a que encontrara el ánimo de retomar su aventura.

¿Qué vais a encontrar?

Una novela complicada de catalogar, a la que no le queda bien ninguna etiqueta, porque todas se le quedan cortas. He encontrado una definición, una novela crossover, es decir, que puede ser leída por cualquier tipo de público. Creo, de verdad, que es la que mejor le va. 

Tiene un poco de todo...

¿Magia

Pues claro que hay magia, es la esencia por la que surgió, pero no la define.

¿Romance

Por supuesto, hay una historia de amor, pero tampoco se puede decir que sea solo eso. El romance es una excusa para hablar de diferencias de clase, de honor, de algunas cuestiones casi insalvables en la realidad del XVII.

¿Historia

Mucha. Los escenarios son completamente reales, basados en muchas horas de indagación sobre cómo era la sociedad del Siglo de Oro. A veces, un pequeño detalle, me ha llevado mucho tiempo de lectura. Un paseo, horas de mirar planos de ciudades para que apenas lance un apunte. Un capítulo, encontrar un hecho real que he insertado en la narración como si me lo hubiera inventado. Sucedió, aunque me he tomado la licencia de inventar algo sobre él.

¿Aventuras

Claro, es una novela donde hay espadas, peleas, personajes que se ganaban la vida como podían en un tiempo en el que nada era fácil, donde la palabra crisis encajaba tan bien como ahora. Pícaros, soldados, nobles, inquisidores, mendigos... y alguna que otra bruja que me he sacado de la manga.

¿Sentimientos

Están en todo lo que escribo, convertidos en palabras, recorriendo cada página y dando vida a los personajes.

¿Ciudades

Tres. Un aldea inventada, unos caminos que son fruto de la imaginación y de la lectura de otros libros y dos ciudades, Madrid y Toledo. Dos ciudades que adoro y a las que rindo mi homenaje en este libro.


Quiero seguir dando las gracias a todas las personas que me han ayudado a que esté aquí. 

En primer lugar, a Iván Hernández, autor de la portada que veis. Ha sabido captar en una imagen la esencia de esta novela, los elementos que la conforman están todos ahí, algunos de manera tan sutil que vais a tener que leerla para verlos. Iván, eres una persona excepcional, un escritor que me encanta y además te manejas como nadie haciendo portadas. Es la tercera de mis novelas en la que tu mano está detrás de la imagen. Por algo será. Yo sé que ahora has dicho que te tomas un respiro. No importa, tardaré en publicar otra novela. Te espero.

Después, a mis lectores cero

A Alberto González. Es una inmensa suerte contar contigo, compañero. Estás casi siempre ocupado en lecturas cero, pero siempre me reservas parte de tu tiempo. Gracias, por todo lo bueno que siempre me llega de ti. Por ser como eres, buena gente de la cabeza a los pies. Por el excepcional ojo que tienes para las lecturas. Por tu paciencia conmigo, que sé que a veces me pongo imposible. Por el entusiasmo que siempre demuestras. Y por las fotos. Y por dejar que te robe horas de tu ocio. Y por todo lo que se me olvida...

A Mónica Gutierrez, escritora, bloguera y genial remitente de correos eternos (Pedro, ya te lo dijimos, la gente sí envía correos muuuuuuy largos: somos la prueba viviente). Mónica, has sido mi aliciente para acabar esta novela. Me has animado, no dejaste que la abandonase y por eso fuiste la primera persona en la que pensé para que la leyera. Pobre, creo que no te habrás visto en otra más gorda. ¿Por qué me saltaba palabras? Gracias, gracias, gracias. Que te lea una escritora con tanto gusto y talento como tú, ya es un lujazo, pero tenerte de lectora cero, ni te cuento.

A Enrique Osuna, escritor y amigo. Creo que has leído prácticamente todo lo que he escrito. Me gusta escuchar lo que tienes que decirme siempre porque tu criterio es sincero, justo lo que se espera de un amigo. Te escucho, extermino las coletillas tontas de las que no era consciente hasta que me lo contaste y ahora lo hago hasta al escribir, sin tener que llegar a la fase de corrección. Gracias. Eres un espejo mágico.

A Pinti. Que no te llamas así, pero no me sale llamarte de otro modo. Eres el lector cero con menos trabajo de todos porque lo único que te pedí fue que la disfrutases y me devolvieras tus sensaciones. Gracias por la conversación en el parque. Por la fecha. (Aunque te advierto que un día te devolveré uno de tus efusivos saludos de manotazo en la espalda cuando estés tan tranquilo sentado en la valla. A ver si eres capaz de guardar el equilibrio.)

A Tatty. Por señalar las frases raras que a veces escribo y de las que no soy consciente hasta que me preguntas qué demonios quería poner. Por tus impresiones, por estar desde el primer día conmigo en esta aventura. Porque sé que, aunque no hablemos un tiempo porque siempre vamos a la carrera, cuando lo hagamos será como si hubiera sido ayer. No pararé de dar gracias por ese día que nos encontramos en la red, y por ese otro que decidimos desvirtualizarnos.

A Antonia Romero, que se apuntó a última hora, sobre todo para que me tranquilizase. Que no sé, pero digo yo que aprenderé algún día.

A Gema y a Yasnaia. Chicas, gracias por intentarlo. Sé que no es sencillo, con niños tan pequeños como los vuestros, encontrar tiempo para todo, y menos cuando se cruzan otras cosas. Como los villancicos o los contratiempos en el trabajo.

Gracias a todas esas personas que siempre están ahí, cada día, dándome su apoyo en las redes, compartiendo conversaciones, sueños, impresiones... Me gustan vuestros buenos días, vuestras palabras, vuestras fotos de perfil. Gracias por compartir conmigo. Empezar el día sin echar de menos a nadie es garantía de un día feliz.

Gracias a Montse Martín, porque has sabido pincharme hasta que tomé la decisión de arrancar, de poner una fecha para dejar a la vista la novela. Gracias por darme una segunda oportunidad, no todo el mundo es tan valiente. A Pilar Muñoz, porque me alientas en los días de desánimo; gracias por echarle un ojo a la sinopsis. A Mari He Ca, a la que usé como probadora de las primeras cucharadas de novela (perdona por dejarte con los dientes largos). A Mel Caran, amiga, escritora atrevida y loca; no sé cómo podemos ser tan distintas y tan complementarias (a lo mejor por eso). A Roberto Martínez Guzmán, por tus consejos (que sigo como tú los míos...). A María José Moreno, compañera de aventura editorial, hemos compartido la presentación en Madrid de nuestras novelas y la Feria del Libro. Ha sido genial y has hecho este camino mucho más feliz. 

A Antonia J. Corrales, mi escritora, mi amiga, una persona excepcional. Sabes que te adoro y que te espero. 

Y, por supuesto, a los lectores de mis novelas: sin vosotros, estas historias vivirían para siempre en el cajón.

Me dejaré a mucha gente, eso seguro, siempre pasa. Espero que no me lo toméis en cuenta.


La novela estará disponible en Amazon desde mañana en formato digital. Mi intención es crear una versión en papel. De momento eso está en proyecto, sin terminar, porque lleva tiempo y enormes dosis de paciencia, y no quería dejar pasar mucho más hasta mostraros esta nueva historia.

¿Es necesario leer El medallón de la magia antes? 

No exactamente. Los personajes del medallón, Alonso y Amanda, tienen un discreto papel en esta novela. Creo que se puede empezar por cualquiera de las dos, en orden cronológico (primero Brianda y después El medallón de la magia) o al contrario. Lo que son es complementarias. Quizá si no se leen las dos no conozcas la historia en su totalidad.

Aquí os la dejo.

Cuidadla, ya es vuestra.


domingo, 23 de noviembre de 2014

MI PERFIL DE TWITTER

Me pregunta un amigo si tengo twitter y yo le contesto que sí, que hace mucho que lo abrí, exactamente desde marzo de 2012. No es que tenga una memoria maravillosa, es que lo pone en el perfil y lo leo cada vez que entro. Le cuento que estoy muy cerca de los cuatro mil seguidores y que siempre que puedo entro y tuiteo.

El caso es que su pregunta me escama porque, juraría que estoy en lo cierto, lo tengo entre mis contactos. Hago una búsqueda y allí está: yo le sigo y él me sigue y siendo lo activo que es en esta red comprendo que su pregunta no ha sido casual, que tiene que haber una razón.

Le busco para que me lo aclare. Le conozco demasiado para pensar que ha preguntado por preguntar.

Entonces me lo cuenta.

Me dice que ha visto que no tengo un botón de Twitter en el blog con el que se pueda seguirme. Y me doy cuenta de que lleva toda la razón del mundo, que no he pensado ni siquiera en ello. Como buen amigo me recomienda que lo ponga, que facilite a los lectores una vía para ponerse en contacto conmigo cuando hayan leído uno de mis libros y quieran comentarme algo.

Lleva razón.

Por eso, aquí os dejo el enlace de Twitter de la Esteban (de la rubia que sale por la tele NO, de la otra, la del pelo azul que escribe novelas), o sea, yo. Mientras averiguo cómo puñetas se pone el botón:


@MayteEstebn


¡¡Ya está!!

Arriba, a la derecha. ¡¡Gracias, Pilar por la ayuda!!