jueves, 4 de julio de 2013

LECTURAS DE VACACIONES


Mis vacaciones de verano se suceden a trompicones: unos días en junio, otros en agosto y otros en septiembre. En realidad no hago mucho más allá de lo de siempre porque no me voy a ninguna parte, sin embargo el tiempo de ocio se multiplica y los libros que pasan por mis manos se suceden a más velocidad de la normal.

En mis días de junio han caído tres novelas.

Probablemente debería haberlas plasmado aquí pero hace dos o tres reseñas me descubrí aburriéndome mientras diseccionaba la novela que recientemente había pasado por mis manos. No creo que cuando algo te aburre el resultado sea bueno y si a eso le sumamos que tampoco tengo la obligación de hacerlo… me empecé a preguntar cuál había sido el camino para llegar hasta aquí, para acabar haciendo un análisis de cada libro que leo, por qué lo he estado repitiendo a lo largo de estos más de cinco años. La respuesta llegó muy clara: para mí. Para recordarme los libros que pasan por mis manos y me gustan, para tenerlos ordenados y que mi prima los viera (creo que lo he dicho un montón de veces). Por eso mis reseñas carecen de técnica y se desvían del sendero de lo correcto día sí y día también.

Son esbozos de emociones y algo de argumento, lo justo para recordarme a mí esa lectura.
Me gustaba mucho hacerlo, no me llevaba demasiado tiempo y además existía un intercambio de opiniones con los lectores de este blog que enriquecía mi lectura aportándole más matices. A veces incluso en ese intercambio intervenía el mismo autor, todo un lujo.

Pero descubrí otra cosa no tan buena.

De pronto, en medio de un libro me paraba a analizar el tiempo verbal, la postura del narrador, las motivaciones remotas de los personajes que les llevaban a tomar decisiones trascendentales en su vida… y pensé que ya está bien. Es como si en medio de un momento de pasión arrebatadora, en lugar de disfrutar del beso empiezas a tomar notas del recorrido de la lengua, del cosquilleo en la nuca o de la mano que se desliza sutilmente por tu espalda.

¡Adiós la magia!

Me estaba perdiendo algo clave en la lectura que es pasar las páginas bebiéndolas y creo que eso me produjo una terrible sed que tres lecturas han saciado de golpe. Tres libros que me han hecho ver que necesito enfocar esto de otro modo.

Otra cosa que también me ha estado dando vueltas por la cabeza ha sido algo que leí hace poco en un muro de Facebook. Hablaban de reseñas positivas y negativas, de lo poco que se mojan algunos blogs a la hora de criticar negativamente determinados libros. ¡Yo nada! Sencillamente porque no pasa por aquí ningún libro que no me haya gustado. Eso se lo dejo a quienes lo quieran, a quienes les divierta o a quienes les obliguen sus compromisos, pero no es mi caso. Si un libro me ha emocionado, aunque sea por la razón más absurda, lo veréis aquí. Si me ha parecido una castaña, o no me ha enganchado lo suficiente, o le he visto fallos tremendos… me lo saltaré porque precisamente nadie me ha mandado hacer esto y eso me da la libertad de decidir. Sin embargo, desde fuera, esto se ve como algo que resta credibilidad a todo lo positivo que pueda decir de otro libro porque parece complacencia.

Yo no lo veo así pero… ya he dicho mil veces que soy rara.

Así que no sé si habrá más reseñas. Igual cambio de idea dentro de diez minutos o vuelvo a sentir la necesidad pero ahora no me apetece decir nada más que me han gustado mucho estos tres libros.

Ciudad de cristal, de Paul Auster, porque me encanta el juego de espejos que plantea con tantas personalidades que adopta su protagonista, porque se le escapan frases de esas que subrayo, porque el análisis del Quijote me ha parecido soberbio.



Christy Alien. ¡Quiero un Rockford!, de Iván Hernández, porque me ha hecho reír, porque me ha entretenido un montón y me parece una excelente lectura para cualquier tarde. Y encima estoy ya esperando la siguiente de esta saga de novelas por entregas.



Tengo tu número, de Sophie Kinsella, porque me ha devuelto a esos veranos en los que me sentaba en un banco del parque con un libro y el mundo desaparecía a mi alrededor, tanto que a veces se me olvidaba que no estaba allí porque sí, sino porque tenía que vigilar a dos niños pequeños.



Los tres, aunque sean géneros distintos, tienen algo en común: si me sobrase tiempo y me faltasen lecturas, me gustaría volver a ellos. Yo sí soy de repetir cuando un libro me gusta. De hecho, a algunos de los que tengo en casa se les caen las páginas.