miércoles, 16 de agosto de 2023

CUANDO NO ENCUENTRAS LO QUE NECESITAS

O te lo inventas o te lo fabricas tú mismo, no hay más.
Hay un punto en la vida en el que descubres que no se puede esperara nada de los demás, por mucho que tú dés.


martes, 15 de agosto de 2023

HASTA EL FINAL DEL VERANO


Hasta que termine el verano, los cuatro ebooks de estas novelas costarán 0,99€. Después, salvo Oasis de arena, que es un relato y me parece que por su longitud es más justo que no sea así, costarán 3,99€. Así que hoy, por cuatro euros, los tienes todos.





lunes, 14 de agosto de 2023

COSAS QUE HACER SOLO EN CASA CUANDO NO ESTÁS SOLO EN CASA

No tengo una casa para mí sola. Creo que si volviera a vivir, ese sería mi objetivo vital, buscarme la vida para no tener que compartir espacio con nadie, porque a la hora de hacer cosas divertidas, mi gente nunca se apunta.




Por eso me he puesto a buscar por ahí cosas que hacer solo en casa cuando no estás solo en casa. No había, así que he tenido que inventarme mi lista a parte de otra. Quitando cosas. Lo primero que se ha caído ha sido bailar o cantar a voz en cuello, les daría la mejor excusa del mundo para echarme una bronca. Luego se me han caído las series, porque no tengo acceso a la televisión ni al sofá. Esos tienen dueño y yo solo puedo ver lo que se me antoja cuando estoy sola, sola. O sea, prácticamente nunca. Y lo de ver series en compañía está descartado porque no comparto gustos.

Lo primero que he encontrado es que termine un libro. Bien, pero eso ya lo hago, de hecho leo tres a la vez, hay que seguir buscando.

Haz manualidades. Lo hago, incluso incluyo en ellas ganchillo y punto de media, que por una razón que desconozco sé hacer. Pero me da pereza porque ya no tengo la paciencia de antaño. Quiero hacer algo con principio y final en una sesión y eso es imposible. A veces miro la manta de ganchillo que hice cuando nació mi hijo y me preguntó si los días entonces tenían más horas o yo era otra con más paciencia.

Ponte a ver vídeos de YouTube. Bueno, aunque al tercero me canso.

Aprende a usar Tiktok. Estoy en ello, aunque hay que estar solo en casa para grabar vídeos y como que en el baño, que es el único sitio donde me puedo encerrar, no me apetece. Pero los hago. En los cinco minutos que me dejan a solas, lo primero que se me ocurre. Sin filtro...

Cocinar. Tengo ataques de hiperactividad en este sentido. Ayer cociné como para quince personas. Lo tengo casi todo congelado para ir comiéndolo poco a poco yo, en mi casa no aprecian nada la cocina variada, son de sota, caballo y rey.

Cambia de sitio los muebles. Estoy pensando en cambiar mi mesa de habitación. Casi tengo decidido dónde la voy a poner. Me permite más privacidad y podré escribir por las noches.

Limpia las fotos de la galería de tu móvil. Los borré todos en marzo y cada noche dedico unos diez minutos a deshacerme de la mierda que llega por whatsapp, de las capturas de pantalla y de lo que descargo sin querer. Poco entretenido para mí es esto.

Plantea una cita. Vale, la escribo para una novela, porque las citas reales para mí son un recuerdo vago de hace tanto que tendría que hacer un curso de reciclaje de citas para saber por dónde empezar. En la ficción hay mucho margen. Puedes quedar hasta en Noruega si te apetece.

Haz deporte. No te lo crees ni tú. Camino y listo. Me estudio una oposición antes que apuntarme a un gimnasio, fíjate lo que te digo.

Tira la ropa que no quieras. Ya la he tirado, como tire más no tendré nada que ponerme. Bueno, no la he tirado, la doné.

Limpia. Es mi pasatiempo favorito, pero la casa tiene un límite y los rincones también. Y como hago mantenimiento diario, pues tampoco es que haya mucho más que pelos de Ulises por todas partes que da igual que recoja, se sacude y al momento estamos en las mismas.

Sombra aquí y sombra allá, maquíllate. Me encantaba hacerlo, aunque antes de salir a la calle me lo quitaba, pero resulta que ahora le tengo alergia, se me ponen los ojos como un cristo.

Manda un mensaje a los amigos diciéndoles que los echas de menos. Es verdad, he dejado de hacerlo. Hay alguno que me deja en visto desde 2020 y me entró pereza. 

Deshazte de gente en redes. Uf, qué peligroso, me borró Twitter por su cuenta a una individua y se dedicó a insultarme después. Su nombre empezaba por I y el adjetivo que más le pega por g.

Mándale una carta a tu futuro yo. Me lo apunto. Ya se la mandé a la niña del pasado. Me gusta, aunque no la fecharé más allá de tres años.

Haz pizza desde cero. Eso no tiene nada de novedoso, lo hago siempre.

Ordena los libros. Pues aquí tenemos un problema. Yo sé dónde están a pesar del desorden y como los ordene con algún criterio va a ser cuando no los voy a encontrar. Pero siempre puedo sacarlos, limpiarles el polvo y tenerlos en las manos de nuevo.

Mira fotos antiguas. Siempre acabo llorando, así que no. Me falta casi toda la gente importante de mi vida, se han ido muriendo, así que los álbumes no son alegría ahora mismo.

Copia tus frases favoritas. Cierto, tengo una agenda con algunas de ellas que no actualizo hace mucho.

Aprende a dar las gracias en todos los idiomas que seas capaz. Bien, esto es divertido, también me vale.

Hazte rizos con el rizador. Vale, otra cosa que me sirve.

Planea un viaje para cuando todo esto haya acabado. No hace falta, ya lo tengo planeado desde hace mucho tiempo.

Haz 120 abdominales. ¡Estate tú que sí!

Escucha podcast. No encuentro que me entretengan nada. Seguiré buscando.

Inspirado en esta entrada.


sábado, 12 de agosto de 2023

HAZ LO QUE TE DÉ LA GANA

Hoy he salido a pasear, pero no era temprano y la verdad es que el calor ha hecho que ese rato de ejercicio necesario para mi cuerpo dolorido no haya sido placentero.

Ha sido un paseo silencioso, donde solo un pensamiento ha puesto brillo a este día feo de agosto, el mes más horrendo del calendario para mí. Le leí hace poco, el verano sin vacaciones y sin paga extra simplemente se convierte en el infierno, y no puedo estar más de acuerdo. El pensamiento brillante es que, a lo sumo, al infierno le quedan un par de semanas. Yo no sé lo que son unas vacaciones de verano desde que las hacía con mi padre y mucho menos lo que significa una paga extra, así que solo me queda el calor que no soporto.



Qué le vamos a hacer, no tengo nada de caribeña, gracias al dios que haya que dárselas. A pesar del color del pelo y de la piel, mi espíritu procede de Noruega. Si no es del Polo Norte.

En este paseo incómodo, he ido pensando en lo que quería escribir, pero al llegar a casa apenas me he sentado diez minutos. Mi yo del espejo, la única persona que me cuida, me ha dicho que hoy no corra. Que si no está la comida a las dos, no se va a hundir el mundo. Si hay polvo en los muebles, que lo interprete como que tengo una pizarra para pintar corazones con el dedo.

He sacado una botella de vermú y unas aceitunas, he hablado con una amiga de Tarazona por WhatsApp y me he sentado en el sofá mientras no hacía nada.

Me he dicho lo que sé que me diría Ana, que me quiera y que me cuide. Que si tengo ganas, escriba. Si no, que toque las narices. Y, que si lo veo bien para mi ánimo, pierda el tiempo. O dibuje ojos, o narices, o un pato del revés.

"Haz lo que te dé la gana", lo he escuchado perfectamente en mi cabeza con la entonación de su voz. Y eso es lo que estoy haciendo hoy.

Lo que me da la gana.



ROMPERSE Y RECONSTRUIRSE

 Ayer hizo cuatro meses que Ana se marchó, que su sonrisa eterna se quedó congelada en las imágenes que de ella conservo.



Cuatro meses sin sus mensajes, sin la sabiduría de esta niña que nació con el don de cambiarte los problemas por sonrisas.

No he podido hacer el duelo como sé que se hace para que sea sano. Como necesito hacerlo. Recordando nuestros momentos felices frente alguien que simplemente me escuché. Ahora mismo mi entorno se centra en otro problema muy serio y esto es como si fuera una página de un libro que pasas y te olvidas.

Pero yo no la puedo olvidar.

He pedido ayuda varias veces, no sé si hay algo más valiente que reconocer que no puedes solo. Eso y pedir perdón definen para mí a una persona. No me fío de quien no sabe hacer ninguna de las dos cosas.

He pedido ayuda, pero no la he encontrado. No digo que no haya habido nadie, pero no todo el mundo te sirve.

Entonces he recordado este espejo. 

En estos meses no paro de repetirme que necesito a alguien como yo, alguien que me tenga paciencia, que me quiera y que me escuche, que me tienda la mano para que ahora que van pasando los años y no soy capaz de levantarme de un salto, pueda ponerme de pie.

Que no me meta prisa, cuatro meses son un suspiro cuando se trata de despedidas que implican reconstruirse.

Hace poco aprendí lo que es Kintsugi.
Es una técnica japonesa que se emplea en la reparación de cerámica. Las grietas de la pieza fragmentada se rellenan con oro y de ahí surgen obras mucho más bellas, pues cada cicatriz se convierte en su parte más valiosa.

Yo ahora soy una taza rota. Mis fragmentos los he reunido ya, los tengo sobre la mesa, pero no puedo contener ninguna cosa. Necesito pegamento y buscaba un artesano que, con paciencia, me ayudase a extenderlo. Buscaba centrarme en cada unión para aprender y crecer, pero cometí el error de pensar que, como otras veces, iba a tener la suerte de encontrar ayuda.

No ha sido así, en este viaje de despedida al fin he comprendido que estoy sola. Pero lo voy a hacer bien, porque el espejo me ayudará a sentir que tengo alguien que me escucha.

Yo misma.

Y si me caigo y me levanto despacito, no hay prisa. Nadie me espera para escucharme.

Solo yo.



lunes, 7 de agosto de 2023

Y MI BAILARINA SALIÓ DEL ESCENARIO

Hace más de tres meses que esquivo mirarme en este espejo.

No es porque me encuentre mala cara (que también) es que lo que me ha puesto la vida por delante no es para compartirlo con alegría. Primero, porque aunque yo precise la cura de las palabras, sacar fuera los sentimientos y las emociones, hay situaciones que, por mucho que me afecten, no son mías del todo. Segundo, porque es tanto que parece una mala broma.

Queda mucho por procesar, historias que se tienen que quedar en privado, pero hay una que sí puedo contar porque ya sé su final.

 Mi pequeña se ha marchado.

El pasado verano, cuando pasamos la mañana juntas en la piscina, nada hacía presagiar la tormenta que se avecinaba. Fuimos felices contándonos cosas, sentadas bajo la parra, recordando otra, la de la casa de nuestros abuelos. Hablamos, reímos y nos hicimos una fotografía preciosa. ¿Me creerías si te dijera que supe, cuando disparé, que sería la última? No sé por qué, pero lo sentí. Con la violencia de una premonición aciaga, sin ninguna razón aparente para pensarlo más allá de esa enfermedad que llevaba arrastrando mucho más de media vida.

No había datos que la avalasen y me regañé por el pensamiento, que espanté con habilidad  y dejé en un rincón de la mente.

Fue lo primero que pensé cuando, el 13 de enero, me dijo que habíamos llegado al final. Que la guerra estaba perdida, aunque quedasen algunas batallas por librar en las que daría la cara, no sabía comportarse de otro modo. Yo la creí, ella no jugaba con eso, si afirmaba era porque sabía.

En estos tres meses ha estado pendiente de mí, más que yo de ella. Me ha dejado claro que se iba en paz, que estaba todo bien, y solo se ha quedado una conversación en el aire. La tarde que me dijo que me contaría que lo que yo intuía estaba allí no se encontraba bien y dejé la puerta abierta para que me lo contase solo cuando ella estuviera fuerte. "Si quieres, te lo cuento como un cuento", me dijo.

Pero no hacía falta, ni siquiera nos hacía falta escribir todas las palabras, los silencios también los entendíamos. 

Mi niña se ha marchado y yo, que no sé cuándo puñetas me voy a hacer mayor de una puta vez, estoy aquí, enfadada con la vida por las zancadillas de los últimos meses pero, sobre todo, por no tenerla para que me tranquilice. Suena egoísta, ¿no? No lo sé, solo sé lo que me dijo, que ella estaba tranquila, pero yo no sé relajarme. No veo más que un abismo cerca de mis pies y aunque intento mirar al horizonte, mis ojos están demasiado turbios para encontrar nada.

Creo que lleva razón, que hay algo ahí, esperando, algo muy grande que tiene que ser la compensación a tanto dolor, pero, por el momento, lo único que soy capaz es de levantarme cada día y dar pequeños pasos. No me voy a parar, ella se enfadaría mucho por rendirme.

17 de abril de 2023