jueves, 15 de agosto de 2024

DESCONEXIÓN

Cuando intentas secarte el pelo y el secador no va, pueden suceder dos cosas. Una, que se haya roto. Las cosas no duran eternamente, llega un día en el que su vida útil se acaba. Dos, que esté desenchufado.

Ya sé que esto parece muy tonto, pero ¿cuántas veces os ha pasado que os empecináis en que algo se os ha roto y en realidad solo le pasa que está desconectado de la corriente?

Yo he estado un tiempo pensando que estaba rota. No sentía esa corriente que tenía que fluir con una persona, una que hemos trazado a lo largo de muchos años. Por más que sí hubiera conversaciones, las sentía como cuando pides en la carnicería: cordiales, pero sin nada que te remueva por dentro. Flojitas en lo emocional, como si se hubieran desprovisto de todas las sensaciones que nos fueron aproximando.

En serio, pensé que yo estaba rota.

Me siento así con más gente últimamente, como si la chispa no saltase lo suficiente como para provocar una mínima reacción en mi organismo. Siempre tiendo a echarme la culpa de todo y llegué a la conclusión absurda de que los sentimientos humanos vienen con fecha de caducidad o con un número de usos predeterminados, como esas máquinas caseras para hacerse el láser y eliminar los pelillos del cuerpo. Pensé que he sido tan feliz, he sentido tantas veces la conexión con tantas personas, que me había cargado ya todos esos disparos y el resto de la vida iba a tener que recorrerla solo a base de chispitas.

A veces pienso cosas muy raras.

No es verdad, es solo que me he desconectado de algunas personas. Pero solo de algunas; he comprobado que no tengo ningún problema para seguir conectando con gente, el problema es que algunas de las conexiones de mi vida están desgastadísimas y necesitan cambiar el cableado.

Pero a mí no me pasa nada.

Absolutamente nada.