domingo, 24 de septiembre de 2017

ESCRITOR O NOVELISTA



Nunca me había parado a pensar en la diferencia entre estas dos palabras hasta que un compañero de letras, Roberto, me dijo.

"No es lo mismo un escritor que un novelista."

Fue tan contundente, lo soltó tan convencido que desde entonces -quizá hace años que tuvimos por primera vez esa conversación- de vez en cuando le doy vueltas. Hace un rato, mientras fregaba los suelos, he estado pensando en ello. Hay gente que reflexiona delante de un lago sereno mientras tira piedrecitas al agua, o mirando a las estrellas en un cielo despejado, pero yo no tengo tiempo y lo suelo hacer cuando acometo las tareas de la casa, que me llevan un montón de rato y son un tostón. En una pausa, -que me he tomado porque me aburro-, he ido al diccionario, para ver si coincidían las definiciones de ambas, puesto que muchas veces las usamos como sinónimos. Esto es lo que dice:

Definición de escritor: "Persona que se dedica a escribir obras literarias".
Definición de novelista: "Persona que escribe novelas".

Si nos quedamos en esto, un escritor abarcaría todas las ramas de la literatura, todos los géneros sin constreñirse a la narrativa y, más en concreto, a uno de sus subgéneros, que es la novela. Además, si analizamos lo que pone en la definición de escritor, hay una palabra, "dedica", que quizá pueda aportar el matiz de vivir de ello. O sea, un escritor escribe lo que le da la gana y además vive de ello. Vale, sé que es un pensamiento simple, pero los vapores de la lejía es lo que tienen, que atontan un poco.

Fregona en mano, me he puesto a pensar si habría más escritores que novelistas porque, claro, al abarcar todos los géneros, en teoría tendría que incluir a poetas, dramaturgos y ensayistas, no solo a los novelistas. Sí, definitivamente, escritores debe de haber muchos más que novelistas. Todos los novelistas son escritores, aunque no todos los escritores sean novelistas. Pero cuando escurría el mocho, me ha venido otra idea a la cabeza. No puede ser. Si le añadimos el matiz de dedicarse a ello por completo, entonces todo cambia. Habría muy pocos escritores, porque poca gente puede ganarse la vida solo de escribir.

Eso es así, lo tengo más que comprobado.

He seguido a lo mío, pensando y limpiando, y entonces me he ido a la otra  definición, mientras trasladaba el cubo de la fregona a otra habitación. Novelista es el que escribe novelas, no dice nada de publicarlas, así que igual hay millones de novelistas por el mundo y superan al número de escritores. Pueden tenerlas en sus cajones guardaditas. O quizá publicarlas sin dedicarse a ello...

Así que ahí he estado un rato, dándole vueltas, aunque a decir verdad lo que él me dijo que diferencia a un escritor de un novelista ni está en estas definiciones ni en mis reflexiones fregona en mano. Son suyas y le dejo que sea él quien os las cuente.

Si quiere, que casi seguro que no querrá. (No quiso, como era de esperar).

Me voy a seguir, me queda un rato para terminar y se me han acabado la excusas...

jueves, 21 de septiembre de 2017

LA IMPRESIÓN QUE PERMANECE


Una vez más vuelvo para registrar un fracaso lector. O más bien las circunstancias alrededor de ese fracaso porque, como siempre, no diré título. No es cobardía, puedo defender por qué no me ha gustado una novela con argumentos sólidos, pero en este caso sería muy injusta: no he pasado de la cuarta línea.

No tengo ni idea de la trama, ni me interesa.

¿Cómo es posible que mi listón de exigencia se haya visto interrumpido tan pronto? Eso me llevo preguntando un buen rato, intentando dilucidar si me he vuelto loca de remate o una anciana cascarrabias que no soporta de ninguna manera cualquier incorrección, aunque esta sea un pelo que se ha escapado de un apretado moño, una motita de polvo en el hombro o una miserable miguita sobre la alfombra.

Tengo restos de palomitas de caramelo en el teclado del portátil, me da que no es eso.

Esto no es una mota o una miguita, es la base. Los cimientos que han sufrido un cataclismo de 8 en la escala de Richter al encontrarme una expresión absurda. He mentido un poco, sí he continuado leyendo unas líneas, lo justo para pasar página en el Kindle y he visto otra peor que la anterior. La decisión que estoy segura que había tomado en la línea cuatro la he ratificado y he mandado a paseo el libro. Sin contemplaciones. Esto se lo paso a un niño de ocho años. A uno de nueve ya no.

A alguien que se atreve a publicar esto, menos.

Y que no me diga que esto es una metáfora que no he entendido, llevo toda la puñetera vida explicando qué es una metáfora y esto no lo es. Esto es ese tipo de lenguaje engolado y pretencioso de quien no se ha enterado de que escribir consiste en contar una historia de la mejor manera que se pueda, sudando cada palabra, cada expresión para que transmitan emociones, que en eso consiste la literatura... pero que se entiendan. Que las entienda alguien más que uno mismo, que no suenen como si nos quedasen todos los cursos de la ESO por terminar.

No puedo contaros de qué va el libro porque en cuatro líneas no me ha dado tiempo a saberlo. No lo he comprado, porque adquirí la sanísima costumbre de descargar fragmentos de novelas antes de comprarlas, no fuera a ser que me pasara esto y, lo siento, pero no tiro ya más euros.

Esta no era una novela de las que quiero leer, de todos modos, solo una de esas sugerencias que te llegan al correo y a las que a veces hago caso. Porque a veces me descubren gente maravillosa, como me pasó con Elena Fuentes (por cierto, enhorabuena por ser Finalista en el concurso de Amazon con El legado de Ava). Otras, sin embargo, acabo preguntándome por qué todo el mundo piensa que escribir un libro es tan sencillo como abrir un Word y liarse a poner palabras unas delante de otras. Hace falta ritmo, duende y un dominio de las herramientas del escritor: sí, las palabras. Su significado connotativo y denotativo, las figuras literarias, los giros, las expresiones, los latinismos y los latinajos...

Esto es una vida de aprendizaje que no termina jamás.

Lo digo y lo repetiré hasta que me sangren los dedos al teclear: que no te dominen ellas, que las domines tú. Que no acaben diciendo lo que quieren sino lo que tú deseas. Que no se inventen metáforas que solo entiendes tú, porque entonces no es una metáfora. Es la peor tarjeta de presentación.

Y, ya se sabe, la impresión que se causa la primera vez es la que permanece.

lunes, 11 de septiembre de 2017

HOY HE SOÑADO CONTIGO

Hay sueños que dejan la huella de una historia. A veces loca, a veces cuerda, a ratos inconexa y otros tan clara que te parece que son más ciertos que la misma realidad.

Otros, ni siquiera recuerdas qué paso. A medida que te despiertas, las imágenes se vuelven difusas, las palabras se esconden en algún lugar inaccesible de la mente y es imposible rememorar qué fue lo que has soñado.

Hoy ha sido uno de esos días.

Si me lo pregunto, no puedo saber qué sucedía en el sueño que estaba teniendo justo antes de despertar por la mañana. Ni un registro de dónde estaba, ni de la secuencia de los hechos. Nada. Como cada día se ha ido borrando poco a poco y, pese a mi esfuerzo por recomponer la historia, esta se ha perdido en el laberinto de lo que no recordamos.

Menos un detalle.



Sé quién estaba conmigo en ese sueño. Puedo recordar su tacto, sus piernas gorditas, sus manos diminutas y su leve peso encajado en mi cintura, pues lo llevaba cargado en brazos. Eso es lo que recuerdo. Mi bebé. Hoy, pese a estar dormida, he sentido plenamente su olor de niño. Ha sido como si esta noche hubiera abierto el almacén de la memoria por una estantería del año 2000 y me lo hubiera traído conmigo, en una explosión de sensaciones que han sido tan vívidas como si fueran reales.

Si cierro los ojos y me concentro, todavía siento en mis manos la suavidad de su piel.

No puedo recordar mi sueño, pero llevo todo el día arrastrando su nostalgia, mirando al joven (guapo, alto, moreno) en el que se ha convertido y recordando ese bebé sonriente y feliz que me miraba como si no hubiera nadie más importante en el mundo. Que se dormía solo entre mis brazos y que se ponía histérico si lo soltaba.

Hoy he soñado contigo, hijo.

Quizá he soñado que volvías a ser pequeño porque me cuesta mucho aceptar que te haces mayor. Que un día, no tardando mucho, te acabarás marchando de casa.


viernes, 8 de septiembre de 2017

LA LUCHA DE JAN DE LAURA SANZ



Sinopsis:

Han pasado ocho meses desde que Jan Landvik, antiguo campeón de MMA, se vio forzado a tomar una decisión: entregarle un año de su vida a Bajram Sejdiu, participando en su circuito de peleas ilegales para poder hacerse cargo de las deudas de juego de su hermano pequeño. Siempre dispuesto a sacrificarse por los que ama, no contaba con que esta vez el precio a pagar iba a ser muy alto… demasiado alto.
Inmerso en esa nueva y destructiva forma de vida, alejado de su familia, endurecido por las circunstancias y tratando de sobrevivir en un ambiente violento… Jan ha comenzado a convertirse en un hombre sin escrúpulos.
Pero el destino, a veces ingrato a veces cruel, va a poner en su camino a una mujer  que necesita desesperadamente ser rescatada.
Y eso… va a cambiarlo todo.

Mis impresiones:

Sabéis que Laura Sanz y yo compartimos origen alcarreño, por lo que nos hemos visto algunas veces y tenemos buena relación, pero voy a decir una cosa: la odio. Escribe unas historias tan envolventes que hace que cuatrocientas y pico páginas te sean más fáciles de leer que cien de otros autores. Que te den las tantas de la madrugada -cuando al día siguiente hay que madrugar- y tú sigas ahí, pegada a estos personajes que se saca de la manga, de los que es imposible no enamorarse.

¿No os parece odiosa?

Hace que cuando leo lo que escribe se me olviden la hora, las prisas, las citas, dormir, planchar... contribuyendo a que mi vida se vuelva aún más caótica de lo que ya es por sí sola.

Y eso que yo la leo con un handicap, el del lector cero que tiene que estar atento a la forma, a que los giros en la trama no se metan en laberintos, a que no haya cabos sueltos o momentos en los que la verosimilitud se tambalee. A que ninguna la palabra se tome la libertad de significar a su antojo o que ninguna letra equivoque su lugar. Es igual. Ni siquiera eso es capaz de frenarme y a veces me he tenido que dar la vuelta para revisar alguna escena en la que literalmente se me había olvidado que esa era mi misión.

Solo estaba disfrutando de lo que me había puesto ante los ojos.

Leí esta historia tiempo antes de que se publicase y desde ese momento supe que la reacción que iban a tener las lectoras de este libro sería tal y como ha sido: espectacular. Derechito al número 1 sin trampa ni cartón, sin más estrategia que la de escribir una buena historia y hacerlo respetando profundamente al lector. Corrigiendo hasta la extenuación y ofreciendo un producto de calidad. Laura, en eso es como yo, es perfeccionista hasta la médula y siempre quiere aprender. Y es una esponja.

¿Pero qué cuenta La Lucha de Jan?

Esta novela es la segunda de la trilogía de los hermanos Landvik. El protagonista es Jan, el mayor de todos. En La historia de Cas lo conocíamos y, contrario a lo que sucedía con Till, el pequeño, dejaba buenas sensaciones. Ganas de saber mucho más y de lo que le depararía ese futuro que tenía pensado Laura Sanz para él. A pesar de su aspecto, tatuado, rapado, con rastros en el rostro de haber sido luchador, Jan emanaba humanidad. Por culpa del pequeño Till, en la primera novela se veía obligado a saldar una deuda.

Todo para proteger lo que él considera más importante: la familia.

Jan es conocido como Eismann en el circuito de MMA, un hombre tan frío como su apodo, pero eso es algo que cualquiera que lo conozca un poco sabe que no es más que una pose, que se refuerza por su físico imponente. Además de luchar, para terminar de una vez por todas con su deuda decide actuar como matón a sueldo. Un día, en el club de Bajram Sejdiu, se encuentra con una mujer que le cautiva. No sabe hasta qué punto Oksana Novalnyova va a jugar un papel decisivo en su vida y cómo una ucraniana de 20 años se colará en el corazón de este solitario alemán de 34. Ese día solo es capaz de pensar que le recuerda a Blancanieves (en alemán, Schneewittchen).

Cómo acaban juntos no os lo voy a contar, hay que leer. Para el personaje femenino será una experiencia difícil y para él, además, sorprendente. Oksana es dura, no derrama una lágrima y esa fortaleza conmueve y cautiva a Jan, que es muy protector. No necesita mucho tiempo para darse cuenta de que por ella será capaz de hacer cualquier cosa.

Y hasta aquí puedo leer... digo escribir...

Laura lo cuenta muy bonito, introduciendo las descripciones justas que sitúan al lector y los diálogos que nos permiten conocer a los personajes por sus acciones. Dibuja el ambiente sórdido de los clubs y utiliza como temas de fondo la trata de blancas y las luchas clandestinas. La autora usa dos narradores, uno para lo que es la novela y otro para el diario de Oksana, donde realmente iremos conociendo a este personaje en profundidad. El diario, como todo diario normal que se precie, está en tercera persona y con partes en presente y otras en pasado. La narración del resto de la novela se la deja a un narrador omnisciente en pasado.

¿Por qué os recomiendo leerla?

Si vuestro género es la romántica, porque hace soñar. Porque a pesar de la dureza de algunas escenas, tiene otras muy bonitas y sin necesidad, en ningún momento de echar mano del bote de azúcar. Y está bien escrita, eso no me voy a cansar de decirlo. Hay una evolución en Laura Sanz, de novela en novela, que me está encantando ver en primera persona.

Y también os recomiendo que la compréis, no la pirateéis, por favor: Laura tiene que alimentar a tres gatos.

Podéis conseguirla aquí.




martes, 5 de septiembre de 2017

HASTA QUE LLEGASTE A MI VIDA DE BEATRIZ MANRIQUE



Sinopsis:

Charlotte Gallagher se encuentra en un baile ante la mirada de los demás invitados y de la poca familia que le queda. Su hermanastro Edward quiere obligarla a casarse con un hombre al que no ama mientras la presiona para que finja estar feliz ante su inminente compromiso con lord Sidmouth. Charlotte se siente sola y atrapada. No tiene a nadie a quien acudir y le horroriza la idea de contraer nupcias con un hombre al que desprecia. Desesperada, se aleja de la gente en busca de un respiro y, sin esperarlo, se encuentra con Alonso, un agente español al que no dudará en utilizar para alcanzar su ansiada libertad.

Una novela ambientada a finales de siglo XIX entre España y Estados Unidos, en la que se respira el ambiente del Madrid decimonónico y en la que el amor tendrá que luchar contra la desconfianza, el espionaje y los intereses personales.

Mis impresiones:

Antes de empezar este comentario quiero hacer un pequeño inciso. Si os fijáis, jamás pongo datos técnicos de las novelas que atraviesan el espejo. Eso tiene una intención, la de no hacer ninguna distinción entre novelas autoeditadas y novelas que llevan detrás un sello editorial. En ambos casos se pueden encontrar buenas y malas novelas, pero en el espejo no. En el espejo, en mi espejo, solo las que a mí me satisfacen. Y eso, desde luego, es independiente de los avales con los que vengan.

Dicho esto, empiezo con la novela de Beatriz Manrique.

La llevo viendo desde que se publicó, pero no fue hasta el otro día, cuando HQÑ puso 109 novelas en oferta (incluidas dos mías) cuando la compré. La verdad que fue a la desesperada, porque llevaba a mis espaldas una decena de abandonos (bueno, en medio leí un relato que descargué gratis y solo lo leí porque era corto, porque malo era un rato). Cuando vi esta novela en Twitter me acordé de que hacía tiempo había leído la sinopsis y me había llamado la atención y no lo pensé más.

Descargué la muestra...

Ya, ya sé que es lo que debería de haber hecho con las otras, pero a veces no controlo mis impulsos, hago cosas sin pensar aunque sepa que pueden traer consecuencias (negativas), pero qué le vamos a hacer. Estoy viva y a veces voy con tanta prisa que se me olvida lo básico. Después de tanto abandono, recordé que esto se puede hacer, así que allá fui.

No llevaba ni dos páginas cuando me di cuenta de que, con Hasta que llegaste a mi vida no habría sido necesario tomar precauciones. La narrativa de Beatriz está a años luz de todo lo que había leído esos días. La historia me resultaba atractiva y, sin darme cuenta, había terminado el fragmento. La compré desde el mismo kindle y continué la lectura.

La historia arranca en Londres, en 1874, en un baile. Charlotte, la protagonista, quiere escapar de una situación incómoda, el matrimonio de conveniencia que ha planificado su hermanastro con lord Sidmouth, un hombre al que detesta con todas sus fuerzas y que es mucho mayor que ella. Charlotte, desesperada, encuentra en Alonso, un espía español que está en la fiesta porque recaba información para los partidarios del príncipe Alfonso (futuro Alfonso XII) para que este ingrese en la Academia Militar británica de Sandhurst. Alonso es comprometido por Charlotte y, para mantener el honor, solo tiene dos opciones: batirse en duelo con Eduard, el hermano de la muchacha, o casarse con ella. No os cuento qué es lo que hace que se decante por el matrimonio, es mejor que lo descubráis.

La relación entre los dos protagonistas no empieza bien. Él está dispuesto a hacérselo pasar mal, porque con el chantaje le ha tirado su vida personal (complicada) y ella tampoco es que sea muy simpática con su marido, pero están dispuestos a aguantar un tiempo juntos y, pasado este, solicitar la nulidad por no haber consumado el matrimonio. Sin embargo...

Lo leéis.

Me ha hecho disfrutar, es ágil, hay pinceladas de la historia de finales del siglo XIX en España y escenarios que recorren Gran Bretaña, Madrid y Boston. No me ha durado apenas y me ha dejado buenas sensaciones y ganas de leer algo más de Beatriz. Me han recomendado encarecidamente Un sombrero en el corazón, así que haré caso.

Si os apetece, está en oferta durante este mes. En Amazon por 0,94€. Lo podéis conseguir aquí.

sábado, 2 de septiembre de 2017

PREMIO ROMANTIC EDICIONES

Ayer me enteré de que el II Premio Romantic, de Romantic Ediciones había quedado desierto. En un escueto comunicado, que podéis leer aquí, se daba la noticia.

No es la primera vez que un premio de novela romántica queda desierto, de hecho, si no recuerdo mal, pasó lo mismo con el Titania. Esto me ha hecho pararme a pensar qué es lo que está pasando. ¿Cómo es posible que un género en el que cada vez se publica más convoque premios que al final quedan desiertos? ¿No es un poco extraño? ¿No es contradictorio? ¿No debería ser lo contrario, que costase encontrar un ganador entre tanta novela escrita?

El año pasado leí varios post en los que se especulaba con que el problema era la dotación económica. Se decía que esa podía ser la causa de que el premio se dejase desierto. Quizá si era demasiado alto y por otras ediciones habían constatado que no se recuperaba la inversión con las ventas, la editorial hubiera preferido dejarlo desierto y no arriesgarse a perder dinero. Es un pensamiento lógico, al fin y al cabo el mundo editorial es, ante todo, un negocio. Si no cuadran las cuentas, si se pierde dinero, el invento se va al garete. No está el mundo para tirar cohetes ni dinero por la ventana. Por tanto, aquellos rumores tenían una base razonable en la que apoyarse, aunque a mí no me consta que fueran más allá de eso: rumores. Se extendieron, pero ya se sabe, "la verdad es siempre menos interesante que una mentira bien adornada", así que lo dejé ahí, en el baúl del millón de cosas que leo al mes, sin darle mucho crédito.

Sigo sin dárselo del todo, que conste, pero supongo que el decir que es culpa del dinero deja de lado la otra posibilidad, la que a mí me parece mucho más real. La que tiene que ver con el talento. Ayer, al leer el comunicado de Romantic, pensé más en calidad. Siento con toda mi alma decirlo, pero creo que cada vez hay menos en el género. Las historias se repiten y, al menos para mí, falta también escritura. Es verdad que a muchos lectores parece últimamente que la calidad les importa muy poco, pero las editoriales tienen un prestigio que mantener. Un listón mínimo, un nivel que, de bajarlo, repercutiría en el resto de su catálogo. Entiendo que se opongan a que este descienda. Que no publiquen a cualquiera y que tampoco premien sin estar seguros del todo de que eso no será mala prensa para ellos.

Os voy a contar algo.

Hace un par de años fui invitada a hablar en una mesa sobre premios literarios. También hay otro rumor que dice que siempre están dados de antemano. En eso yo tengo que decir que, por lo que a mí respecta, a mí no me conocía ni Dios, así que no sé por qué me lo iban a dar cuando quedé finalista en el HQÑ. De eso se habló mucho tiempo en esa reunión, de "enchufes", pero en esa mesa no se habló de otra cosa de la que yo sí quería hablar. No lo hice porque me advirtieron de que, de hacerlo, podría repercutir en las ventas de mis libros. Iba a tocarle las narices a algunos egos, en este mundo hay muchos y yo tenía una novela en lo más alto de todos los tops. No convenía dañarla, pero ahora no estoy en esa situación, así que creo que ya es tiempo de hablar. Quería hacerlo porque creo que es la causa de que estos premios se queden desiertos: hay que ser mucho más críticos con nosotros mismos. Parece una gilipollez, pero me estoy encontrando con que no lo es, que la crítica siempre es hacia los demás, pero no sabemos ver vigas en nuestros ojos o transatlánticos del tamaño del Titanic. Eso si, una mota en el ojo de otro la vemos como si llevásemos un microscopio de aumento y corremos contarlo. Sobre todo en Goodreads...

Si vamos a presentarnos a un concurso, lo primero que deberíamos hacer es preguntarnos si la historia la leeríamos de no ser nuestra o la dejaríamos en la página tres. Yo he sido jurado muchas veces, sobre todo de relatos, y he alucinado con lo que te encuentras. ¿Cómo puedes pretender ganar un premio si el sujeto de la primera oración lo pones en singular y el verbo en plural? ¿Cómo puñetas crees que vas a llegar lejos si confundes la uve con la be? Eso lo he visto, me han fallado haches y otras se habían evaporado y, lo siento, pero un escritor tiene que manejar sus herramientas, las palabras. Si no lo hace, a mí ya no me vale, por mucho que la historia que me cuente sea hiper mega súper bonita: ya no hay magia. Ya no hay premio. Yo no puedo, mi conciencia me lo impide, premiar a alguien que no sabe distinguir lo básico (ojo, no hablo de erratas, sino de errores, de los gordos, de los que hacen sangrar los ojos. Una errata se le escapa a cualquiera).

Creo que es ahí donde hay que buscar ese premio desierto y donde hay que pararse a pensar qué es lo que ha pasado. Y para quienes se hayan presentado y no han pasado la criba, con más razón, porque han sido leídos por profesionales. No vayáis corriendo a Amazon a publicar la novela, dadle una vuelta.

Os estaréis haciendo un favor, y de paso un favor a este género.

LIMPIEZA DE KINDLE



Hace unos meses, lo que he estado haciendo esta noche me habría causado un tremendo cargo de conciencia. Sé que escribir una novela lleva su tiempo, un esfuerzo enorme para que todas las piezas del puzle que la compone acaben encajando. Lleva, además, sueños, esperanzas, deseos que a veces llegan desde la infancia.

¿Quién soy yo para desmontar los sueños de nadie?

Por eso no hago reseñas negativas, porque no me siento con la suficiente autoridad como para tirar de un plumazo el trabajo de otro. Lo que leo y no me convence me lo guardo y en ese silencio está mi crítica: mejora. No hay más, porque aunque yo pueda saber dónde están los fallos de cada libro, no soy quien para dar lecciones a quienes no me las han pedido. Pero ayer, después de acumular diez fracasos lectores, decidí que una cosa es hacer una crítica en público y otra muy distinta ser condescendiente en lo privado. Ser demasiado buena incluso para no tomar la decisión de borrar de mi kindle algunos libros que no se merecen, por supuesto, ese calificativo. A lo sumo son textos escritos. Punto.

Ayer me harté de empezar historias sin pies ni cabeza y he tomado una decisión. Ya no le pienso dar un 10% de cortesía a nada. Mi cortesía se acaba en la página tres y, en casos extremos, como los que me encontré ayer, incluso en el primer párrafo. No pienso leer a un narrador que no sabe nada más que soltar frases hechas, o a otro que no se ha tomado la molestia de suprimir repeticiones. Me niego a perder mi tiempo con escritos que ni siquiera han pasado el corrector ortográfico del procesador de textos (hay que ser vago para no pasárselo y tener una cara impresionante para publicarlo encima). Mi tiempo vale más que el tratar de entender una historia que se va contradiciendo párrafo tras párrafo, o aquella otra que se agarra como una garrapata a los clichés del género porque sabe que hay gente que compra libros (y los lee) que no es capaz de soportar que no le cuentes la misma historia de siempre cambiándole los nombres a los personajes. ¿Para qué vamos a esforzarnos en ser originales? ¿Para qué vamos a escribir un poquito bien? (No digo que lo llenemos todo de adjetivos, eso no es escribir bien, eso es ser un novato y no saberlo. Hablo de claridad, de que seamos nosotros los que dominemos a las palabras y no ellas las que acaben llevando al lector al abismo de la desesperación porque no entiende nada).

Yo ya no tengo más paciencia.

Para leer la misma historia una y otra vez, leeré lo que ya leí y me gustó y dejaré de perder el tiempo.