jueves, 7 de mayo de 2020

DOCE HORAS, DESCÁRGALO GRATIS



Harlequin se queda contigo y te acompaña allí donde estés. Con este motivo nuestras autoras han escrito unas maravillosas historias para ti. Esperamos que las disfrutes.

En un rincón de una ciudad, doce horas son suficientes para demostrar que hace falta mucho más que un virus para detener la vida de sus habitantes. Ni aun en la primavera más extraña han dejado de cantar los pájaros. Pongamos que hablo de Madrid…

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¿ESCRIBIR SOBRE LO QUE ESTÁS VIVIENDO ES AMORAL?




Empiezo esta entrada con la reseña que se hizo hace unos días en el canal de Las chicas Britt en YouTube de ese relato que he publicado estos días con HarperCollins, dentro de su colección HQÑ.  Me gustaría guardarla aquí porque me parece un ejemplo de lo que se debe hacer en una reseña: se analiza el texto, pero sin hacer un solo spoiler. También la quiero dejar aquí porque me gustó mucho y quiero tener un acceso a ella desde mi espacio. Finalmente, quiero hablar de lo que se habla también en este vídeo, si hay temas amorales en literatura.

Obviamente, como detrás de este perfil hay dos personas que piensan, dicen que no, pero ¿por qué lo dicen? Esto surge de un ¿debate? en Twitter. Doce horas, como muchos relatos que se han publicado durante este confinamiento, habla de lo que estamos viviendo. Refleja un momento puntual y se ha publicado justo ahora, y por eso alguien sugirió que era amoral tratar este tema justo en este momento. Amoral y oportunista.

¿Lo es?

El escritor refleja su tiempo y este tiempo, inevitablemente, se iba a reflejar en la literatura. La diferencia con otros momentos y otras situaciones de nuestra historia es, sencillamente, que los procesos de publicación han variado. Antes publicar un libro llevaba un tiempo ingente y ahora casi casi es un pestañeo. No saber esto y no tenerlo en cuenta, estos dos factores, es ser un poco corto de vista en lo que se refiere a este mundo. Opinar sin saber y encima sentar cátedra con las opiniones es lo que hace mucha gente en las redes sociales. Siempre, inevitablemente, habla más fuerte quien más tiene que callar y menos sabe, porque la sabiduría va unida a la prudencia y esos, los  que tienen de verdad algo que decir, se contienen un tiempo, maduran el pensamiento (y borran más tuits más veces de los que publican).

Lo que se sugería en algunos tuits, el hecho de que se estaba intentando "sacar tajada" del tema. Y aquí sí tengo algo que decir, por supuesto después de haberlo meditado.

Al principio del confinamiento, inocente de mí pensé que serían unos días de descanso. El principio igual fueron los dos primeros días, porque enseguida me di cuenta de la magnitud que tiene esto a lo que nos enfrentamos. Fue en ese momento cuando también me enfadé con la mayoría de los escritores de este país, que se lanzaron como posesos a poner todo su catálogo gratis. Será porque yo me he quedado desnuda para afrontar los próximos años y sé que la oferta de un libro le siguen semanas de sequía (después del kindle flash del día de la madre de La colina del almendro NADIE se ha comprado ya la novela), pero enseguida me di cuenta de que no era la mejor idea del mundo. Nuestro medio de vida, amenazado desde siempre por la piratería, se encontraba con una zancadilla puesta desde dentro.

Madre mía, qué poquitos reflejos tenemos a veces. Eso sí, que en esto hay buena gente no se puede negar.

Ya no había nada que hacer, la avalancha de títulos era como un alud de enormes dimensiones contra el que no se podía luchar, salvo subiéndose a poner más spam del normal y rogando porque la gente que te sigue en las redes y que te importa te lo perdonen (los otros se pueden ir, no los voy a echar de menos).

En medio de todo este escenario de mierda, recibí un correo de mi editora. Ellos habían pensado en algo novedoso: no iban a regalar su catálogo, sino que nos pedían a varias autoras un pequeño relato que sí regalarían. Eso significaba que yo NO VOY A COBRAR ROYALTIES por Doce horas. ¿Queda claro o lo pongo otra vez en mayúsculas? Pero es que la editorial tampoco.

No sé dónde está la tajada...

Veréis, ya que lo de vender se había puesto negro, el relato iba a servir para mantenernos visibles mientras esto durase, para que la gente pudiera descubrir nuestra manera de escribir y quizá -solo quizá- pudieran pensarse leer otros de nuestros libros en el futuro. Además, tendría como tema el momento que vivimos, porque, lo dije al principio, los escritores somos taquígrafos de nuestro tiempo y podríamos hacerlo.

¿Esto es amoral? Galdós de mi vida, eres un amoral que reflejaste tu tiempo. Delibes de mis entrañas, seguro que estás en el infierno por reflejar la posguerra. Cela de mi corazón (ahí me he pasado un poco), que te quiten el novel que lo de La Colmena fue muy feo porque el tiempo era horroroso. Teníais que haber dejado lo de contar la realidad de vuestro tiempo para los ochenta o los noventa, a toro pasado. Bueno, Galdós ni eso que ya estaba muerto.

(Espero no tener que explicar que estoy usando la ironía, en Twitter es imprescindible)

En lo que me dijo mi editora, había una condición: un número determinado de palabras y un enfoque optimista. Algo de esperanza, porque la necesitamos tanto como una vacuna, más en el caso de los días en los que yo escribí este relato, en los que las cifras de muertos eran cada día más elevadas y el miedo campaba a sus anchas dentro de las casas de todos.

Lo hicimos, cada una en su estilo.Reflejamos porque somos espejos y cada uno tiene el marco que quiere.

Pero tuvieron que venir a decirnos, los guardianes de la moral, que esto es amoral, porque sacamos un beneficio. Sé que se enfocó hacia algún libro al que se le puso precio, no en concreto a estos relatos, pero también sé que a nosotros nos han metido caña. Hay guardianes de todo escondidos detrás de muchos perfiles de las redes. Se ha dicho de estos relatos que son oportunistas y desagradables y que sí, que hay que hablar de lo que está pasando, pero luego, cuando no lo estemos viviendo, que ahora no.

Así nos va si no somos capaces de afrontar la realidad nada más que a toro pasado...

En fin, que a mí no me parece amoral, y que nadie le pone a nadie una pistola en el pecho, que no estamos ganando nada con esto, en mi caso ni siquiera creo que las lecturas del relato se traduzcan en que la gente vaya a comprarse mis otras novelas, con las que contribuiría a la amoralidad que supone que pueda comprar comida para vivir.

Tampoco pasa nada, mi provincia no ha pasado de fase, nos seguimos muriendo a puñados, no tenemos camas de UCI para soportar más presión y en el súper de mi barrio cada día se pueden comprar menos cosas porque quedan menos cosas, así que, como tampoco podemos irnos a otro lado a buscar nada, tampoco necesito dinero.

Igual esto me enseña como lección que se puede vivir del aire.