lunes, 29 de febrero de 2016

CASI FIN

He puesto este título a la entrada porque he puesto "casi fin" a una novela. Casi fin es que la he acabado, pero no está acabada. La he escrito, pero todavía no está escrita. A ver cómo lo explico:

Si fuera de una especie ovípara habría puesto un huevo al que le falta ser incubado.



Desde hace mucho tiempo estoy leyendo manuales de novela. Lo hago porque siento muchísima curiosidad por estos temas y cuando me sumerjo en ellos, los disfruto. Interiorizo las teorías que traen, me hago preguntas sobre la estructura, los personajes, las tramas, el tema... Pienso en las que ya he escrito, en lo que quiero escribir y, sobre todo, me relajan mucho.

Y creedme: necesito relajarme.

Hace un año y medio empecé una novela. Pretendía ser un pequeño reto mientras desarrollaba otra -que se ha quedado de momento en la cuneta- y esperaba a que fallase el HQÑ. Esa novela, que era la segunda en mis prioridades, empezó a crecer y, lo que pretendía ser una tarea sencilla a priori, se fue complicando. Terminé la primera parte de la historia que había planeado contar y decidí que, si quería que la segunda parte de la novela estuviera a la altura de la primera, tenía que hacer una pausa, centrarme, leer mucho y, sobre todo, relajarme.

Es que soy de ponerme muy nerviosa.

Me fui a mis manuales, me refugié en los bolis de colores, en el archivador de Gorgeous que me regaló mi madre y estuve reflexionando sobre lo que leía. Tomando notas generales a las que poder acudir en cualquier momento. Y allí, entre el rosa, el verde y el morado, con el azul clarito y el subrayador amarillo de testigos... otra historia empezó a darme el tostón. Más bien, sus personajes.



Intenté resistirme. 

Pero claro, una cosa es intentarlo y otra conseguirlo. Cuando no les daba por aparecer mientras estaba con mis bolis, me los encontraba en el paseo por el pinar y me contaban su historia en el paseo. Si me echaba la siesta, los capullos se hacían sitio en mi cama y no me dejaban descansar hasta que escuchaba lo que tenían que decirme. Y lo peor venía cuando me ponía a planchar. Ahí sí que lo pasaba mal. No sé si a alguien más le pasa, pero a mí cuando me dan más la lata es cuando plancho. No sé, igual es que no me gusta planchar.

Decidí hacer un trato con ellos.

El trato era el siguiente: durante un mes yo me comprometería a escribir sobre ellos una novela corta. Transcribiría todas esas cosas que me habían ido contando y después me dejarían en paz. Un mes. Como mucho, mes y medio, pero no más tiempo. Les puse un límite en palabras, 35.000. Esto tiene una razón, pero de momento no la voy a compartir. Al final casi han sido 60.000...



Ellos, que son muy suyos, aceptaron.

Después de leer todos esos manuales de novela, en los que se habla de la planificación, saqué una hoja y me puse manos a la obra. Me puse a pensar. Antes de decorar una casa, lo lógico es levantar la estructura, después hacer las paredes. Luego vendrán las rozas para meter la instalación eléctrica y del agua. Más tarde habrá que dar yeso, poner suelos y pintar. Pues igual en una novela. O eso estaba dispuesta a hacer.

Yo, porque lo que es ellos...

No me dejaron. Se pusieron cansinos y pesados, y no me quedó más remedio que ceder si quería no volverme loca. El día 14 de enero empecé a escribir. Sin planificar. Así, a lo bruto. Como he escrito todas y cada una de las novelas hasta ahora, si soy sincera, pero con la conciencia un poco intranquila porque antes lo hacía porque no tenía ni puñetera idea de que había otra manera más "sensata" de abordar un texto que el contar la historia tal y como te va saliendo del alma.

Cuarenta y tres días después había terminado.

Lo esencial está hecho. Quizá no he sido demasiado ordenada con mi "casa", he ido haciendo habitaciones, rozas y paredes casi a la vez que pintaba y lo único que me queda es decorar la casa cuando acabe el tiempo de reposo. Y averiguar si el agua caliente sale por el grifo del agua caliente o que cuando des la luz de la cocina no sonará el timbre. Pero, lo importante, lo tengo.

¡Me han dejado en paz!

Ahora me voy a tomar un respiro, voy a leer un poco y no solo los manuales o los libros que necesito para documentarme, sino esos que se me están acumulando de manera alarmante en papel. Los del kindle mejor no pienso en ellos porque me dará algo.

Bueno, eso es lo que me digo, porque soy tan fácil de convencer cuando un personaje me habla...

lunes, 22 de febrero de 2016

SITIO WEB

Después de pensarlo mucho, al final me he decidido a crear un sitio web en el que agrupar mis novelas. De momento está en construcción, me quedan detalles que añadir, pero os dejo el enlace por si alguno se quiere pasar a cotillear.



¡BIENVENIDOS!


martes, 16 de febrero de 2016

VI ENCUENTRO RA

Creo que en muchos blogs se han hecho ya crónicas de este encuentro de literatura Romántica Adulta, celebrado en Madrid el pasado fin de semana. Poco más puedo aportar, salvo mis propias sensaciones, que dejaré en este blog. Subjetivas, mías, imprecisas e insuficientes para abarcarlo todo, el reflejo de lo vivido, como en realidad es todo lo que comparto por aquí.

Mis recuerdos, que se quedan en este cuaderno personal de mi paso por la literatura.

Llegar, para mí, no fue sencillo. No por los dos autobuses, por el madrugón para poder estar el viernes a las seis de la tarde en las presentaciones, sino por toda la fase de preparación previa, muchos días en los que tuve que solucionar problemas de intendencia en casa y tomar una decisión difícil: dejar a mis hijos una noche solos en casa por primera vez en sus vidas. Los dos se han comportado como los chicos responsables que son, pero que no echen las campanas al vuelo que esto ha sido una excepción.

No pienso repetirlo en mucho tiempo, porque no me compensa el estrés de estar pensando todo el rato que soy una mala madre que los ha dejado a su suerte.

El evento, para mí, es una excusa para encontrarnos. Para coincidir con personas que de otro modo sería imposible: lectoras, escritoras, blogueras... y lectores, escritores y blogueros, aunque estos en una proporción mucho menor, porque seguimos siendo mayoría las mujeres en este género. Quienes lo escriben y lo leen.

Sigo con mi despiste monumental, sin enterarme bien de quién es quién, aunque afortunadamente ya hay personas a las que pongo cara y recuerdo de una vez para otra. Pocas, la verdad, me sorprende mucho la memoria que tiene Meg Ferrero o la cantidad de gente a la que reconoce Yasnaia Altube, con las que acudí al encuentro. Sé que hay gente que me saludó que debió pensar que soy medio tonta, pero es que de verdad no me acuerdo. Necesito más veces para fijar en la memoria voces y sensaciones que me permitan no poner cara de poker cuando me saludan. De esta vez, claros, me traigo los rostros de Mercedes Perles y Laura Frías. A la primera no la conocía y me pareció estupenda y a Laura, mira que vivimos cerca, tampoco había tenido la oportunidad de verla nunca, pero creo que ya no se me olvidará.

Tengo que mencionar a mis dos compañeras de asiento en el publico: Sara Ventas y Raquel Arias. Sara, mi Sara, a la que veo solo en esto, y por quien merece la pena plantearse volver cada año, aunque sea por pasar un rato juntas. Es que eso es otra de las grandezas del RA, los reencuentros, el poder charlar de tú a tú y no por las redes. Y conocer a personas con las que de otro modo no tropezaríamos en la vida como Raquel. Aunque solo sea porque vivimos muy lejos.

En este RA tuve una pequeña participación en una mesa, en la que se hablaba de Premios Literarios. La condujo Laura Nuño y nos hizo sentirnos muy cómodas a todas las que estábamos allí. Me encanta poder decir que he leído a Laura, a Isabel Keats, a María José Tirado y a Anna Casanovas, y que en mis planes está hacerlo en cuanto pueda con Mercedes Perles y Mara Soret, con las que compartí impresiones. Quizá si me faltó algo fue un poco más de intervención por parte del público, aunque José de la Rosa hizo una aportación interesante. Claro, que también hubo otra que me desconcertó, y que creo que sobró. Todas las ponentes habíamos hecho una afirmación. Una vez que te dan un premio, tú misma te exiges más cara a lo siguiente que tengas en mente publicar. Es lógico, tan lógico que ninguna dudó en afirmarlo. Una detrás de otra lo hicimos y, cuando terminamos, alguien del público se levantó para decirnos que deberíamos ser más exigentes con la siguiente. No, no me he equivocado con la frase, eso es en resumen lo que nos dijo y la verdad es que no fui capaz de callarme. Le dije que eso era, exactamente, lo que acabábamos de decir. Me sorprendió. No sé si no escuchó o sencillamente tenía ganas de hablar.

Se planteó un debate sobre la limpieza en la concesión de premios, a raíz de un artículo que nos expuso la moderadora. Desde mi experiencia como jurado lo que os puedo decir es que he tenido plena libertad para decidir la novela que me gustó más, que no supe el nombre de la persona que la había escrito hasta que el jurado falló y que en todo momento dije lo que me pareció de todas y cada una de las novelas que tuve que leer, sin que nadie me condicionase en absoluto. De hecho, no conozco a ninguna de las personas que han quedado ganadora o finalistas de esta edición del HQÑ. Solo leí novelas y me dejé llevar por las sensaciones, analicé la estructura de cada una de ellas, me dejé empapar por la historia y los personajes, y decidí en función de mis sensaciones personales.

Por cierto, Laura intentó sonsacarme quién había ganado el HQÑ. Varias veces. Claro que lo sabía, pero tuve una pérdida consciente y momentánea de memoria porque la editorial no hacía el anuncio hasta el día siguiente. Ahora sí puedo decir que la novela ganadora fue Los últimos días de Saint Pierre, de Carolina Alcaide, una novela preciosa que reseñaré en cuanto se publique y que estoy segura de que os va a encantar a todos. No solo a la gente que lee romántica. Hacedme caso. Cuando la leí tuve las mejores sensaciones del mundo con ella.

Pero volvamos al RA. Otra cosa que me fascinó fue ver como las chicas de Libros del Paraíso no tuvieron un momento de respiro. Se vendieron muchísimos libros. Yo me tuve que conformar con traerme solo dos, porque mi presupuesto es el que es y esta misma semana iré a una presentación donde quiero llevarme la novela. Si me compro más, me echan de casa. Aun así volví con cinco, que me miran raro desde la torre que tengo en la mesilla. Porque esa es otra, a mí no me da la vida para leer tanto, para escribir también, para trabajar, para el blog, el taller literario y las mil historias en las que me involucro porque esto me apasiona.

La charla que más disfruté fue la de Pilar Eyre y, después de analizarlo, sé por qué. Al ser siete las personas que había en las otras mesas, el discurso sufría una dispersión que no estuvo presente en la suya. Quizá eso sea lo único a lo que le puedo poner una pega y que merece una reflexión, si sería más conveniente que las mesas fueran de menos personas. Creo que ganarían en dinamismo. De todos modos, hay que quitarse el sombrero con Merche Diolch porque ha trabajado muchísimo por el evento. No es nada sencillo lo que ha hecho, no solo este año (en el que la encontré más relajada que el pasado), sino desde el principio, desde que se le ocurrió esta idea y la convirtió en algo muy grande que pienso que debería tener una repercusión mayor en los medios. No sé por qué un encuentro de novela negra (por ejemplo y sin menospreciar a un género del que leo más novelas que de romántica) en el que como mucho hay cuarenta personas es noticia en todos los diarios y a algo como el RA no se le presta la atención que merece cuando acuden más de quinientas. ¿No será por algo? Es un género que mueve a mucha gente, que vende muchos libros y que poco a poco se está llenando de autores de calidad. Me fastidia un poco el que se trate como algo menor.

Una de las novedades fue que se recogieron productos no perecederos para donarlos. Sé que alguna se olvidó de llevarlos y otras tuvimos que tirar de generosidad ajena por motivos lógicos. Si ir en transporte público con una maleta repleta de libros para que nos firmasen ya era complicado, sumarle kilos de arroz, por ejemplo, ya era la leche. Así que pedimos en casa de mamá que nos prestasen algo para llevar el sábado. En cuanto vuelva, se lo devolveré religiosamente, dando las gracias, por supuesto, por haberse prestado a sacarnos del apuro.

Hubo más mesas, más caras, muchas anécdotas, muchos besos y saludos, pero se me van a olvidar nombres y es mejor dejarlo aquí.

Lo que sí diré es que hay muchas ganas de volver.


jueves, 11 de febrero de 2016

LOS AUTORES DE ROMÁNTICA SE REÚNEN EN MADRID EN EL VI ENCUENTRO RA

Mañana, 12 de febrero, comienza el VI encuentro RA de literatura romántica adulta, que reunirá en Madrid este fin de semana a más de doscientos autores de este género, así como multitud de lectores que se han querido apuntar al evento.

Este año está previsto que, tanto las presentaciones como las mesas redondas, tengan lugar en el Auditorio Marcelino Camacho (C/ Lope de Vega, 40), puesto que los lugares en los que se ha celebrado en anteriores ediciones se han ido quedando pequeños. Es más, este año, cuatro horas después de que se abrieran las inscripciones hubieron de ser cerradas porque se completó el aforo, así que es posible que, de seguir a este ritmo, el próximo año tengan que buscar un lugar mayor.

Creo que no me equivoco si digo que es el encuentro que más gente convoca en torno a un género literiario.

Si queréis ver el programa completo que ha organizado el equipo encabezado por Merche Diolch, pinchad en el enlace:


Como autora de fuera de nuestras fronteras invitada estará Christina Courtenay y Pilar Eyre, finalista del premio Planeta, tendrá su espacio para hablarnos de más allá de la escritura. A las autoras habituales de otros años: Megan Maxwell, Olivia Ardey o Claudia Velasco, se van a unir este año nuevas promesas como Elena Montagud o Susana Bielsa. 

Si miráis el programa, veréis que hay una mesa en la que se hablará de premios literarios, moderada por Laura Nuño, y en la que participarán autoras que han sido premiadas en certámenes como Anna Casanovas, Mercedes Perles, Mara Soret, María José Tirado, Isabel Keats y Mayte Esteban. La verdad es que me sentí muy honrada cuando contaron conmigo, es la primera vez que hablaré en un congreso de esta envergadura.

Mañana nos vemos.

Por favor, saludadme si no me entero de quienes sois. Mi despiste no es una pose, es patéticamente real.


El evento tiene además un carácter solidario. Se recogerán alimentos no perecederos, así como objetos de higiene íntima para donarlos. No te olvides de llevar tu aportación.




martes, 9 de febrero de 2016

CONTRA EL VIENTO DEL NORTE DE DANIEL GLATTAUER



Sinopsis:

En la vida diaria, ¿hay lugar más seguro para los deseos secretos que el mundo virtual? Leo Leike recibe mensajes por error de una desconocida llamada Emmi. Como es educado, le contesta y como él la atrae, ella escribe de nuevo. Así, poco a poco, se entabla un diálogo en el que no hay marcha atrás. Parece solo una cuestión de tiempo que se conozcan en persona, pero la idea los altera tan profundamente que prefieren posponer el encuentro. ¿Sobrevivirían las emociones enviadas, recibidas y guardadas un encuentro «real»?

Mis impresiones:

Este libro llevaba entre mis pendientes desde hace cinco años por lo menos. No recuerdo dónde lo vi, lo que sí recuerdo es que lo tuve entre mis manos en papel y era uno de esos días en los que no me podía permitir comprar un libro. Antes de mi época de lectora en digital, cuando cada libro de papel suponía un desembolso que mi precaria economía de mamá de dos niños pequeños no se podía permitir.

Si lo ponía en una balanza elegir entre lectura y yogures, ganaban siempre por goleada los yogures.

Así que lo dejé, se me fue olvidando, sepultado entre cientos de libros pendientes que acumulo, no solo en casa sino en mi mente. Hasta que, en uno de esos montones de los centros comerciales, de los que no salvan a los lectores compulsivos que aún compramos libros (incluidos los que comento en el blog) apareció. Ni siquiera me acordaba del argumento, solo recordaba la portada y el título:

Contra el viento del norte.

La verdad es que lo elegí por una razón estúpida: me imaginé como si un viento gélido me estuviera dando en plena cara, congelando mis mejillas y provocando que sintiera como si las orejas se me fueran a caer en pedazos.

Contra el viento del norte.

Antes de darle la vuelta y leer la sinopsis, mi mente novelera empezaba a crear una historia, un argumento imaginado al vuelo sobre lo que podría encontrar en cuanto abriera la primera página. Ignorando la portada, me sumergiría en una odisea épica, en los que unos personajes tendrían que salvar toda suerte de obstáculos en una naturaleza hostil…

Pues no.

Eran correos electrónicos.

En cuanto vi las primeras páginas recordé de pronto que era de eso de lo que se trataba el libro, de dos personas que se encuentran a causa de una letra errónea en un correo electrónico.

Sonreí.

Sin ir más lejos, este pasado fin de semana he tenido de nuevo contacto con un muchacho que me envió un correo hace un par de años, que no era para mí. Contenía información sobre un proyecto de trabajo y me pareció muy importante aclararle que no había llegado a su destinatario, sino a alguien que no sabía de qué le estaban hablando. La confusión, el darme las gracias por haber avisado, el contestar que de nada, que para eso estamos y alguna tontuna intermedia dieron para una ligera correspondencia electrónica que se interrumpió, como era normal. Este fin de semana, sin embargo, yo la retomé. Estaba viendo la tele cuando reconocí en un jovencito al que le daban su segundo Goya seguido, al protagonista del proyecto que recibí. Correo de vuelta para mandarle mis felicitaciones y echarnos unas risas recordando la confusión y correspondencia interrumpida de nuevo.

Pero…

¿Imagináis que pasaría si eso siguiera?

Pues eso mismo debió pensar Daniel Glattauer. ¿Qué pasaría si dos personas que se encuentran por casualidad a través de un error en un correo electrónico continuasen con esa correspondencia? 

Leo y Emmi, los protagonistas de esta particular novela epistolar (no sé si se dice epistolar para correos electrónicos) tropiezan por culpa de una suscripción a la revista Like que Emmi quiere anular.Una sola letra de más y sus correos a quien le llegan es a Leo Leike, que al tercero la avisa del error, ya que ella está cada vez más enfadada porque no le hacen ni caso.

Todo podría haber quedado ahí, una disculpa y punto, pero en Navidad sucede algo que altera esto. Emmi envía un correo masivo felicitando las fiestas a sus contactos y entre ellos se cuela el correo de Leo. No me extraña nada que a ella le entrasen ganas de contestarlo después de leer su respuesta, creo que yo hubiera hecho lo mismo. Leo le dice que le encantan los correos colectivos dirigidos a una masa de la que no forma parte. Ella se disculpa y él vuelve a contestar. Creo que ahí está la clave para que Emmi se sienta seducida a continuar la correspondencia con ese extraño:

"Le deseo unas felices fiestas y me alegro por usted, pues tiene por delante uno de los ochenta mejores años de su vida. Si llega a abonarse a los días malos, no dude en escribirme –por error- para que la dé de baja”.

Treinta y ocho días después de esto, Emmi sigue con problemas con la suscripción y vuelve a escribir a Leo por error. A partir de ese instante empieza un tira y afloja entre los dos. Los primeros correos son impersonales, cargados de ironía y en los que se cuentan en qué trabajan, pero todo mezclado en unos párrafos en los que intentan sacarse de quicio mutuamente. Poco a poco se meten en una conversación en la que empiezan a no darse datos personales, sino que juegan a imaginar cómo es el otro a través de sus palabras. La edad, el físico, hasta el número de zapato. Incluso llegan más allá, un día quedan en un lugar público plagado de gente para ver si logran averiguar quiénes son.

¿Se reconocerán?

A partir de ahí la constante en sus correos es la duda de verse, de tener una cita de verdad. Porque en su caso han empezado la casa por el tejado, se conocen como nadie, pero no se han visto nunca, no han sentido el olor del otro, el tacto de su piel o el sonido de su voz. Empieza el quiero, pero no sé. El quizá que se convierte en nunca. El ahora sí y ahora no, porque en el fondo los dos acaban ocupando un lugar tan importante en la vida del otro que sienten miedo de perder ese pequeño mundo paralelo que han construido de manera tan particular.

“¿Qué podríamos perder?
A ti.
A mí.
A nosotros.”

Esta cita no sé si es literal, creo que me la he medio inventado, porque por más que busco no la encuentro. Debería hacer caso a Teresa y hacerme con señaladores de colores para los libros de papel. ¡Esto con el Kindle ya no pasa! Lo marca todo perfectamente y lo guarda para cuando lo necesitemos.

Hacia el final, cuando realmente te preguntas qué haces leyendo los correos de estos dos con tanta atención, sus intentos por no parecer desesperados por hablar con el otro que se frustran en cuanto deciden “darse un tiempo” y vuelven a caer –hablando del tiempo-, sucede algo inesperado. Algo que no contaré, pero que cambia el curso de esta historia a la que parecías ver el final perfectamente trazado en tu mente. Y Daniel, el autor, no se conforma con ese primer cambio de giro, sino que en el último momento introduce otro. Una sola palabra que cambia todo en Emmi. Tanto como para que, como lector, desees una segunda parte.

La hay, pero confieso que a mí no me apetece leerla y eso que puedo afirmar que me ha encantado la novela. No me apetece porque prefiero imaginar mi final, el desenlace de esta historia que, dentro de mí, no acaba siendo de Hollywood precisamente. Más bien es como esas cadenas de correos entre dos personas que se interrumpen de pronto. Por dejadez de uno. Por desinterés del otro. Porque la vida te lleva por donde le da la gana y quizá un día, cuando menos te lo esperas, un mensaje intrascendente se te olvida.

O te cambia la vida por completo.

Te cambia los días y las noches.

Te trastorna por completo hasta invadir ese yo interior donde dejamos entrar a tan pocas personas.

Y otro día, sin saber muy bien por qué, la bandeja de entrada se vuelve muda.


lunes, 8 de febrero de 2016

LA PIEZA QUE FALTABA DE ANTONIA ROMERO



Sinopsis:

Eva, una enfermera y fisioterapeuta, que por culpa de la crisis no encuentra trabajo en la rama sanitaria, acepta un empleo como ayudante de Carmen Grimaldos, una multimillonaria algo excéntrica, copropietaria de una cadena de hoteles, junto con Ander Izarra, su hijastro. Carmen, una vez descubre la valía de Eva para desempeñar cualquier actividad, decide nombrarla gerente, con el único fin de fastidiar a su socio. Ambos mantienen, enquistada en el tiempo, una relación de odios y venganzas. Pero lo que ella no imagina es que esa decisión cambiará su vida, la de su empleada y la de todas las personas de su alrededor.

Mis impresiones:

Esta es una de esas novelas que esperas porque te lo has leído casi todo de la autora y estás deseosa de ponerte con más. Esto, en realidad, me da siempre bastante respeto, porque, ¿imaginas que no te gusta nada lo que te encuentras? Me ha pasado otras veces. He disfrutado como una enana con una novela de un autor y llega la siguiente y me la paso preguntándome qué es lo que sucede que no logro conectar con lo que me está contando. Que ni siquiera reconozco esa manera de escribir que me enamoró, o que la historia me aburre tanto que me quedo dormida con el libro en la mano.

Con Antonia Romero, con La pieza que faltaba, afortunadamente, no me ha pasado.

Al contrario, he disfrutado la lectura mucho, la historia que urde alrededor de una colección de personajes que perfila muy bien y de los cuales no solo nos cuenta su presente, sino que araña en el pasado para que podamos entenderlos y comprender toda la trama. En ese sentido creo que podemos decir que la mayoría de ellos son redondos. Esa característica, que en la novela normalmente se reserva para los principales y un reducido número de secundarios, Antonia se la salta y dota a cada uno de ellos un pasado interesante. Es preciso, porque la historia que nos cuenta, una serie de secretos familiares que han conducido a la familia Izarra a una desestructuración que les hace pelear por todo, no se entendería sin ello.

La novela, narrada en tercera persona, empieza centrando su foco en Eva, una joven enfermera de 23 años que no encuentra trabajo en lo suyo -la crisis, ya se sabe- y que se ve obligada, como tantos otros personajes (digo, personas) a aceptar lo que va saliendo y, por supuesto, con un sueldo miserable que solo le da para pagar un apartamento que no es de los de enseñar en revistas de decoración. Su madre, le consigue una entrevista, a través de un compañero de instituto, para un súper trabajo: ser la asistente personal de Carmen Grimaldos, una anciana excéntrica que está dispuesta a pagarle por ello cuatro mil euros. ¡Toditos para ella, porque vivirá en su casa! Eva no está muy segura de que aquello sea buena idea, pero acepta.

A partir de ahí, arranca la trama. Carmen, al principio, es una cascarrabias de cuidado, maniática, antipática por vocación, pero al ir despejando las capas de cebolla con las que se protege, encontramos otra mujer diferente. Es un personaje que empieza siendo un arquetipo, pero Antonia lo maneja tan bien que acaba rompiéndolo y logra que al final te acabes enamorando de ella. Porque, en realidad, Carmen no tiene sino una enorme coraza con la que se protege de un pasado muy duro. Carmen contrata a Eva, en principio, para que la ayude a tareas cotidianas, para que la acompañe a pasear, pero enseguida sabremos que quiere de ella algo más: la envía a Barcelona, a la casa que comparte con su hijastro Ander Izarra, el hijo de su difunto esposo, para que le eche de la casa.

Allí Eva se encontrará con una parte del elenco de personajes de esta novela: Conchi, su hija Ana, Gus y, por supuesto, Ander Izarra. Ander es... un antipático, odia a Carmen y está dispuesto a hacerle la vida imposible a Eva. No soy de elegir personajes, la verdad es que en esta novela es complicado porque todos tienen su aquel. Cris, la amiga de Eva está como un cencerro, pero me gusta. Y Óscar, su novio, también. Y hay algún personaje más que me ha caído como el culo, que me reservo.

Con lo que sí me quedo es con una escena bajo la lluvia. ¡Qué bonita! Me recordaba a las pelis en blanco y negro.

¡Por cierto!

Ha habido una parte de la novela que me he leído dos veces, la primera mientras hacía la lectura y la segunda, una vez terminada, siguiendo los enlaces del índice. Ha sido una parte de la historia que me tenía enamorada perdida desde que me encontré con ella: los DM de Twitter. Al principio no entendía nada, no sabes quiénes están hablando, pero empecé a hacer cábalas yo sola, descartando a unos y otros, hasta que solo me quedaban dos. ¡Y no fallé! Mira que soy torpe con las hipótesis en la novela policiaca, pero se ve que este género se me da un poco mejor. Es una historia que, como yo he hecho, se puede volver a leer sola y es preciosa.

Esta es una preciosa novela que yo, basándome en todo lo que he leído y estudiado en relación a este género, debo catalogar como romántica. No me cabe ninguna duda, aunque se le puedan añadir matices, esos que hablan de personajes muy bien construidos o una trama solvente detrás de la historia de amor. Es romántica muy bien escrita y muy bien llevada, en realidad como deberían ser todas las novelas de este género. Y ojo, que estoy diciendo romántica, no rosa.

Tiene todos los elementos y la estructura clave de una novela romántica y explico por qué.

Dos tramas simultáneas que se van turnando a medida que se avanza en la lectura. Hay una trama principal que conduce la acción, que es la historia de la rivalidad entre Carmen y Ander, en la que ponen a Eva en medio. Hay otra trama romántica que conduce a los personajes principales y nos cuenta su romance. Y en esta novela, hay dos, porque está esa otra escondida en esos mensajes maravillosos que me han fascinado. La novela tiene también una trama secundaria, que conduce el tema de la novela, que son los errores que los personajes han ido cometiendo en el pasado y que han condicionado que su presente sea como es.

La novela tiene dos cambios de giro muy interesantes que reconducen la historia, reavivan el conflicto y nos hacen dudar acerca del desenlace y de los personajes. Tiene su final satisfactorio para el lector, muy bien resuelto y que no deja ni un cabo suelto.

¿Con esto quiero decir que solo la deberían leer las personas que leen romántica? Para nada. Antonia Romero escribe muy bien, construye personajes sólidos. Si alguien, por el hecho de que acabo de decir que es una novela romántica, la descarta en la lectura, creo que se estará perdiendo una maravillosa oportunidad de pasar un excelente tiempo de lectura.

Por los malditos prejuicios.

Sacudios la tontería y dejaos llevar por la historia.

El tiempo en el que se desarrolla la novela es actual y hay tres escenarios: Madrid, que es desde donde arranca la novela, Barcelona, el escenario principal, y Nueva York, una ciudad que es tan mágica que yo creo que muchos caemos en la tentación de utilizarla como escenario. Porque, como dicen en la novela, la hemos visto tantas veces en las películas, la hemos leído en tantos libros, conocemos tantos detalles de sus calles, parques... que parece que alguna vez hemos estado allí.

A ti, que estás leyendo estas impresiones, te digo que la leas, que le des una oportunidad.

Porque, si eres lector de los buenos, no te vas a arrepentir.