miércoles, 15 de abril de 2020

TIEMPO DE SILENCIO DE LUIS MARTÍN-SANTOS




Todas las reseñas de libros de este blog empiezan por una sinopsis que suelo extraer de la página de la que consigo la portada. Lo normal es que sea de Amazon, porque es donde menos me cuesta encontrarla, ya que parece un almacén infinito de todo lo que existe en el mundo.

En este caso, no será así, porque la sinopsis que acompaña al libro no me parece que una sinopsis, sino una valoración y para eso reservo lo que va a venir después. Dicho esto, y como esto no va a ser una reseña al uso, voy a resumir en unas pocas líneas lo que sucede en este libro tan especial de Luis Martín-Santos.

Resumen:

Pedro, un joven científico que vive en el Madrid de los años cuarenta del siglo XX, está haciendo una investigación con ratones. Al quedarse sin ellos, recurre al barrio de chabolas donde vive el Muecas, un pariente de su ayudante, que ha criado algunos de esos ratones con ayuda de sus hijas. Cuando, tiempo después, la hija del Muecas se está muriendo por culpa de un aborto que se le ha practicado en casa de mala manera, Pedro, que en realidad no ha ejercido como médico de manera regular, intenta salvarla, pero no lo consigue. Acaba detenido y recupera la libertad cuando la madre de Florita, la chica, insiste a la policía en que él solo quiso salvarla, que no fue el causante de su muerte. Sin embargo, el novio de Florita, el Cartucho, decide vengar su muerte y mata a Dorita, la mujer de Pedro. Este, al final, deja su trabajo de investigador y acaba trabajando como médico de provincias.


Una novela única.

Si nos quedásemos con lo que acabo de contar, jamás entenderíamos qué tiene de especial Tiempo de silencio. No sabríamos por qué, si no escribió apenas nada más, se ha convertido en un autor de culto que se sigue estudiando hoy en día. En el resumen anterior nos damos cuenta de que este es un libro que sigue una estructura clásica de planteamiento, nudo y desenlace y, además, lo que cuenta no parece demasiado emocionante. 

Entonces, ¿qué tiene esta novela? ¿Qué es lo que la hace especial y lo que la ha mantenido en la memoria literaria desde que se publicó hasta hoy?

La forma.

Lo he dicho muchas veces, nunca es qué se cuenta sino cómo se cuenta y en el momento en el que se cuenta. Tiempo de silencio conjugó en ella muchos de los factores que fueron claves para convertirla en un éxito inmediato nada más publicarse, en una novela prácticamente irrepetible. Y es que rompió moldes y cambió la perspectiva rígida de contar historias que imperaba hasta ese momento. 

La ruptura con el realismo y la novela social.

Los años de la posguerra en España estuvieron marcados por el aislamiento internacional. Al hambre y la pobreza se unió la miseria intelectual, que solo veía con buenos ojos determinadas obras. Eran las afines al régimen, que pasaban la censura, ese mecanismo que tuvo la dictadura como un modo más de control de la población. Esas novelas que sí la pasaban, trataban sobre gestas heroicas o tenían temas religiosos, pero muy poco valor literario. En ese contexto apareció en otro tipo de novela. La pobreza intelectual pudo ser sorteada de alguna manera por algunos autores en los primeros años tras el conflicto, que centraron sus creaciones en las preocupaciones existenciales de los personajes: su desorientación, la hostilidad de la vida, la angustia... y que dotaron a las mismas de mucha mayor profundidad.

Una década después, en los cincuenta, la novela abandonó esas preocupaciones existenciales y se centró en los conflictos sociales. Había una denuncia ante las injusticias, pero la censura continuaba, así que los autores la disfrazaron. Hay novelas, como El Jarama, en la que la presencia del narrador se restringe a delimitar los hechos sin juzgarlos, dejando que sean los personajes, con sus palabras, quienes vayan poniendo encima de la mesa esa crítica. Como pretendía la poesía de ese tiempo, mucho más combativa que la prosa, la literatura se utilizó como arma para despertar conciencias... Aunque no se consiguió.

Los años 60 y la experimentación.

La década de los sesenta es clave en la historia de España. Se produce una apertura del régimen al exterior, sobre todo porque se descubre que el turismo puede ser un importantísimo motor en la economía. Esa apertura trae consigo cierta relajación de la censura y que entren en nuestro país libros que antes estaban vetados. A través de ellos, los jóvenes autores empiezan a conocer las nuevas técnicas narrativas que en Europa y Estados Unidos han empezado a darle un giro a la manera de contar historias.

Es en ese contexto donde Tiempo de silencio se entiende.

La novela de Luis Martín-Santos, a pesar de su sencillez de trama, marca una ruptura y sienta bases nuevas por completo en nuestro país. Ese qué deja de tener tanta importancia como el cómo, que empieza a nutrirse de toda una serie de mecanismos que por primera vez se ponen en marcha en nuestra literatura. En Tiempo de silencio aparece el monólogo interior, una clara influencia de Joyce, digresiones que interrumpen la trama, el perspectivismo -varios narradores que contraponen puntos de vista-, la descripción irónica... La novela renueva el género, mezcla lo imposible -un lenguaje muy culto, por ejemplo, describiendo las chabolas- y todo ello acaba retratando con una precisión quirúrgica cómo era la sociedad de su momento.

¿Por qué hablo hoy de Tiempo de silencio y qué tiene que ver con lo que voy a decir ahora?

Sé que soy autora de romántica, una escritora de clase media baja, que nunca se me va a tomar en serio por muy en serio que me tome yo las cosas. Por muchos libros que haya leído o por mucho que me esfuerce al escribir. Soy, además, mujer, y eso resta un poco más a mi curriculo. Y si ya nos ponemos exquisitos, uso un lenguaje comprensible. No hay que hacer grandes esfuerzos para entenderme porque ya los hago yo para que se me entienda y eso no está bien visto. Ya me lo dijeron hace tiempo, no me van a dar el Nobel de literatura.

Como si eso se le diera así como así a una mujer...

He repetido muchas veces esto, pero es que quiero que quede constancia de ello. La igualdad social no la echo de menos, siempre que he querido algo, como las leyes me amparan lo he conseguido, el hecho de ser mujer en este país y en el siglo XXI en el que estamos no ha sido un problema. Si apuro, en el XX tampoco lo fue para mí, pero sí hay un techo de cristal por el que no he logrado pasar, uno que a estas alturas veo muy complicado franquear. Ese que te hace ver el cielo, pero es una barrera que jamás vas a traspasar. Lo siento y lo toco desde hace tiempo en lo que a lo literario se refiere. Pero como sí tengo libertad de expresión, dejo constancia de que existe y aunque a cabezazos no se pueda romper, lo pinto para que se vea. Lo lleno de pajaritos, como las pistas de paddle para no romperme la cabeza contra él. No merece la pena.



Hablo de Tiempo de silencio porque he escrito una novela que no se acerca a Tiempo de silencio, por supuesto, pero que la ha tenido presente en toda su concepción. No por la forma, la he escrito en pasado y con un narrador omnisciente, con planteamiento, nudo y desenlace (aunque si lo pienso esto es igual que en esta novela). La he tenido presente porque toda la ficción está basada en esta novela, en datos tangenciales a ella: un autor que no escribió más, un libro que nada más publicarse, en contra de todo lo previsto se convirtió en un bestseller, un libro de culto por muchos años que pasen... Y esto no habría podido ser si no la hubiera leído y estudiado, si no me fascinara, si no hubiera pensado mucho en esta novela, si no sucediera algo extraordinario en mí cada vez que he tropezado con Madrid entre sus páginas:

"Hay ciudades tan descabaladas, tan faltas de sustancia histórica, tan traídas y llevadas por gobernantes arbitrarios, tan caprichosamente edificadas en desiertos, tan parcamente pobladas por una continuidad aprehensible de familias, tan lejanas de un mar o de un río, tan ostentosas en el reparto de su menguada pobreza, tan favorecidas por un cielo espléndido que hace olvidar casi todos sus defectos..."

Madrid es también mi ciudad literaria. No sé por qué, nunca he vivido en ella, pero supongo que las ciudades en las que transcurren tus momentos felices se te meten bajo la piel y reviven cuando escribes.

Aunque en esta novela también aparecen Alcalá de Henares y El Escorial...

No sé qué pasará con ella, antes del confinamiento estaba en condiciones de contar su futuro, pero el hecho de estar encerrados ha cambiado todas las cosas y los ritmos se han quebrado. Igual lo que no tenía fecha pero casi se esfuma de pronto. O igual hoy estoy aquí y otro día me enfermo y ya no.

Cualquiera sabe.

Esa novela se llama El impostor. Y a lo mejor, ahora que lo pienso, tengo ya a quien dedicársela.