martes, 29 de septiembre de 2015

VLADÍMIR MAYAKOVSKI


Hoy vuelvo a rescatar autores de los que apenas sé, a los que quiero ir descubriendo más. En clase siempre digo que para comprender la obra de un autor hay que mirar su vida, bucear en los pasos que dio porque, casi siempre, son la clave para entender por qué nos cuenta algo y cómo nos lo cuenta. Últimamente el mundo va tan rápido, hay tanto que abarcar, que el contexto, el tiempo que les tocó, sus vivencias, se pasan de puntillas o se saltan. Y yo me pregunto, ¿entenderíamos a Machado sin saber de su estancia en Castilla? ¿Podríamos apreciar la belleza de su versos sin saber que existió Leonor Izquierdo?

Pero no quiero dispersarme. Vuelvo a él, a Vladímir Mayakovsky.


Supongo que no quiso llevarse la contraria, porque sus días acabaron en abril de 1930 con un tiro en el corazón que se propinó a sí mismo, buscando aliviar la tormenta interna de emociones que sentía.

Nacido en Rusia en 1893, Vladímir Mayakovski fue poeta y dramaturgo. Sus primeros pasos literarios los dio de la mano de las vanguardias, más en concreto del futurismo, una corriente que inició Marinetti en Italia. Este rechazaba el pasado y la tradición, defendiendo un arte que miraba hacia el futuro
:
Declaremos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva; la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras... un automóvil rugiente, que parece correr sobre una estela de metralla, es más hermoso que la Victoria de Samotracia”.

Fue un movimiento agresivo, revolucionario y guerrero, que encajaba con el clima de la Rusia que se preparaba para la era comunista y con el carácter explosivo de Vladímir.

Mayakovski llega a Moscú siendo apenas un niño y enseguida toma contacto con partidos de ideología bolchevique; lee a Marx y participa en actividades subversivas contra el régimen de los zares que le llevarán a estar encarcelado durante un año. Su carácter se está forjando en estos momentos y también empieza a germinar su pensamiento literario.

De su persona, las crónicas hablan de una insolencia inconformista, aquella que le lleva a vestir una camisa amarilla frente a los trajes que usan los hombres que él considera resignados con lo que sucede a su alrededor. Es una forma de protesta que se trasladará también a sus obras.

La primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa le pondrán frente a frente con el horror de la muerte. Sus ideas se afianzarán y seguirá gritando, a través de sus letras, que es posible un mundo mejor, que el futuro es algo por venir y puede ser reinventado si dejamos de lado ideas antiguas. Siguiendo esa idea de Marinetti, de restar importancia al arte tradicional, proclama incluso que debería destruirse toda obra clásica. Su fuerza, su empuje, sus ganas de cambiar no tienen límites y se traducen en poemas que gritan casi al lector. Poemas escritos, no para ser leídos, sino para ser declamados en público.

Para despertar conciencias.

Su carácter le convierte en líder y pronto, a sus versos, se unen obras de teatro, películas, carteles, propaganda… arte al servicio de sus ideas, de la Revolución. Funda una revista, se enfrenta a quien haga falta y, poco a poco, eso va produciendo un desgaste en su persona, que se acrecienta cuando la crítica no es favorable a algunas de sus obras, que siente que no han sido entendidas. No entienden sus metáforas. No comparten su ironía. No siguen sus juegos de palabras. El mundo, ese que el poeta quiere cambiar, lo está haciendo, pero no lleva el ritmo frenético de Mayakovski y la persona empieza a resquebrajarse por dentro.

Un día de 1930 no puede más.

Sus gritos prefiere silenciarlos él mismo, callar las voces internas y dejar de escuchar las que le rodean, que a veces incluso insultan y atacan.

Se da por vencido.

Con un pequeño revolver, que usaba en unas obras de teatro, realiza su último disparo, un balazo que le descarga, definitivamente, de todo el dolor.

Obras más destacadas:

La Nube en Pantalones, 1915
La Flauta Vertebral, 1915
El baño, 1929

 Poema
¡Escuchen!

¡Escuchen!
¿Si las estrellas se encienden,
quiere decir que a alguien les hace falta,
quiere decir que alguien quiere que existan,
quiere decir que alguien escupe esas perlas?

Alguien, esforzándose,
entre nubes de polvo cotidiano,
temiendo llegar tarde,
corre hasta llegar hasta Dios,
y llora,
le besa la mano nudosa,
implora,
exige una estrella,
jura,
no soportará un cielo sin estrellas,
luego anda inquieto,
pero tranquilo en apariencia,
le dice a alguien:
"¿Ahora estás mejor, verdad?
¿Dime, tienes miedo?"


¡Escuchen!
¿Si las estrellas se encienden,
quiere decir que a alguien les hace falta,
quiere decir que son necesarias,
quiere decir que es indispensable,
que todas las noches,
sobre cada techo,
se encienda aunque más no sea una estrella?

Publicado en "La revista de los futuristas" en 1913.