lunes, 22 de junio de 2015

EL LECTOR IDEAL



El otro día, leyendo Mientras escribo, el ensayo de Stephen King, tropecé con su definición de Lector Ideal. Al leer el nombre pensé inmediatamente en ese lector complaciente que te dice que eres un genio como no ha nacido otro y que te mereces todos los premios literarios que se otorgan a la gente que escribe en tu idioma y alguno más como el Nobel, pero enseguida recapacite.

Imposible.

El lector ideal es justo lo contrario, es aquel que es capaz de decirte, sin paños calientes, que hay algo que chirría en la narración, que logra transmitirte las sensaciones que recibe sin ahorrarse las necesarias críticas. Sin ser borde, pero sin la complacencia que no sirve para nada más que para que te des un porrazo de los gordos.

Yo creo que es una figura impagable.

King dice que el lector ideal es alguien para quien el autor escribe, y lo suele colocar en su círculo próximo vital. Las parejas son los lectores ideales más frecuentes, pero hay quien deja esto en manos de su mejor amigo. Tener lector ideal es como ir con el cinturón de seguridad. No impide que te des un tortazo con el coche, pero siempre serán los daños menores que si sales volando por el parabrisas.

O, como dice él en el libro, el que te avisa para que no salgas a escena con la bragueta bajada.

Yo he tenido lector ideal en algunas novelas y en otras no tanto y se nota mucho en la seguridad con la que te enfrentas a los primeros lectores del mundo exterior. Tenerlo no es obligatorio, pero sí es cierto que te sientes desprotegido sin él, sobre todo si eres como yo, que me quito el cinturón del coche solo porque si no, no me puedo bajar de él.

Por cierto, el lector ideal no es igual que el lector cero o beta. De este hablamos otro día.