domingo, 14 de junio de 2020

ME NOTO QUEBRADIZA

Estos meses de estado de alarma, con tanto gel hidroalcohólico, mis uñas se han vuelto quebradizas. A nada que me doy un golpe involuntario, una se rompe, a veces, con suerte, por un sitio que no importa. Otras, sin embargo, atino en un punto crítico y, aunque es una nimiedad, provoca un dolor insoportable.

Pasa pronto, pero las horas que dura aprendo a jurar en varios idiomas.

Y no solo mis uñas están quebradas en este estado de alarma. El animo lo tengo igual, muchos días al borde del llanto aunque no sepa por qué, la mayoría con problemas para concentrarme al leer. Muchos más, renunciando a escribir porque no llego a ninguna parte. Las palabras me rehuyen menos que las historias. Sé que están, pero algo impide que salgan fuera.

Me estoy dedicando a lo fácil, a sacarle brillo a lo que voy recuperando de los cajones, a dejarme llevar por la corriente de los días, pero no hay entusiasmo. En nada. Con nada. Es como si este encierro no se hubiera llevado solo la libertad de andar por la calle y mostrar tu sonrisa, sino las mismas ganas de salir a la calle y sonreír. No solo me ha dejado sin besos y abrazos reales, se ha ido la sensación de recuerdo incluso de los virtuales.

Ya no hago planes.

Me cuesta un mundo poner un pie en la calle porque mi anhelo en este tiempo ha sido esperar el día en el que volver a ver a mi madre, y ya ni siquiera sé si será prudente, visto lo imprudente del comportamiento de la gente. Incluso de esa que se ha estado quejando todo el tiempo de los demás.

Reconozco que tengo miedo y puede que esté pensando por mí. A que mi madre enferme y le apliquen un protocolo de guerra por ser mayor. A enfermar yo, y que sea peor de la gripe que viví en febrero, que fue horrible. A que esto se siga alargando hasta el infinito.

Reconozco que estoy cansada de remar. Estoy cansada de parar y no notar que me recupero. Estoy cansada de vivir cansada. Ni siquiera mi pasión tira de mí lo suficiente. Tengo una novela ahí, en capilla, y no sé cómo defenderla, porque tampoco este ánimo quebradizo al que le cuesta respirar tiene energía para pensar alternativas.

Lo único que me da paz es algo que he vuelto a hacer: dormir.