miércoles, 22 de abril de 2020

DÍA DEL LIBRO 2020

Este va a ser el día del libro más innovador. A pesar de que pensábamos que nos lo íbamos a perder, porque no se han podido organizar eventos en librerías, ni celebrar Sant Jordi en Barcelona, el día grande del libro se ha reinventado a través de las redes sociales. No ha sido planeado, ha sido fruto de la necesidad más absoluta y de no poder poner un pie en la calle.

Nos enfrentamos al primer día del libro virtual.

No puedo hacer un resumen de todas las actividades que hay preparadas para mañana, son infinitas, casi tantas como usuarios que escriben, puesto que de este modo tan accesible son muchos los que se han lanzado a preparar eventos en sus distintas redes.

Mañana los directos de Instagram echarán humo (y eso que lo echan ya desde que estamos encerrados), Twitter se inundará de propuestas, en Facebook y en los blogs cientos de autores nos van a leer fragmentos de libros... y, por supuesto, todos os pediremos con mayor o menor sutileza que os compréis nuestros libros y los regaléis.

Venga, empiezo yo, y para que no digáis pongo por delante una rosa.

Rose, Rosa, El Amor, Flor Rosa, Flor

El 23 de abril de 2020 estaba previsto que lo celebrara con La colina del almendro, esa novela tan bonita con la que, hasta que nos encerraron, estuve de gira. Iba a ser uno de sus días grandes, memorable, porque ya la conocen muchos lectores a los que he convencido y estoy segura de que también iba a haber quien la iba a recibir como regalo. Como no ha podido ser, os la traigo al blog, tan bonita como es ella y os la recomiendo yo misma. ¿Qué os diré? Que además de una historia que se lee con fluidez, trae reivindicación, trae lucha, trae guerra, hambre, frío... pero también esperanza, algo que siempre nos acaba manteniendo en pie. La misma esperanza que nosotros tenemos en que las cosas mejoren y podamos retomar nuestras vidas.

La colina del almendro (Top Novel) de [Mayte Esteban]

PRECIO DIGITAL: 5,69
PRECIO PAPEL: 16,90

Te la puedes regalar a ti mismo o puedes regalársela a otra persona. Tanto en papel como en digital, aunque sé que en los tiempos que corren el papel precisamente no corre y no llegarás a tiempo. Solo tienes que pinchar en los enlaces en azul y si quieres regalar el ebook a alguien entra en el enlace digital, mira a la derecha de la página y encontrarás esto:


Elige la cantidad de libros que deseas regalar, continúa pulsando al lado y se desplegará un menú donde tendrás que introducir el correo electrónico de la persona o personas a quien quieres hacer el regalo. Llegará automáticamente a sus correos y no tendrás que ocuparte de más, como mucho rellenar uno de los recuadros del formulario donde te deja poner un mensaje.


Pagas y listo, tu regalo entregado. Me dicen que esto es peligroso por si te roban la cuenta, pero Amazon te envía un correo a tu correo al instante cada vez que compras. Si quieres incrementar la seguridad de la cuenta, quita la tarjeta tras cada transacción que hagas. Es un rollaco volver a ponerla, es cierto, pero también es más seguro.

Pero, además, si regalas mi libro estarás haciendo un doble regalo, qué digo doble, triple o más. Porque le darás una alegría enorme a una autora que se ha quedado sin día del libro para la novela con la que más lo deseaba. Me repercutirá en los diminutos royalties que recibimos los autores (no te creas eso de que todos somos multimillonarios, NO ES MÁS QUE UN RUMOR INFUNDADO) y además hasta puede que suba en las listas de Amazon, otros lo vean y venda unos poquitos más. Y me hace mucha falta ahora que me he quedado sin trabajo por el virus y en mi casa hay un ERTE del que aún no sabemos ni cuánto ni qué cobraremos, o si tendrán en cuenta que tenemos hijos, que han puesto que no...

Y eso sin contar con la alegría que le vas a dar a quien se lo regales, que también es importante.

A cambio yo, porque soy así, te voy a regalar un relato corto. Bueno, yo sola no, en compañía de HarperCollins Ibérica, de su colección HQÑ. Es este:

Doce horas (Especial Confinamiento) de [Mayte Esteban]

PRECIO: 0€

Es un relato que pertenece a una serie que tiene que ver con estos días de confinamiento, que lleva publicando desde hace unas semanas HQÑ y es completamente GRATIS. Como lo oyes (digo lees), no te va a costar nada de nada, darle aquí, te lleva a la página y lo descargas en un click.

Se publicó el 21 de abril de 2020, así que está casi sin estrenar.

Tengo una novela más: Brianda.

Pero ya si me quieres mucho y te he gustado como autora cuando hagas una cata de mi manera de escribir historias, tengo otra. Esta cuesta 2,99€, pero como yo me preocupo mucho por la economía de los lectores la he metido en un programa de Amazon, kindle unlimted. Si lo tienes, perfecto, no cuesta nada. Si no lo tienes, puedes suscribirte gratis los primeros meses. Y si te lo quieres comprar o regalárselo a otro, perfecto también.

Es sobre una época fascinante, la España del Siglo de Oro. Brujas de esas que parecen mujeres normales, la Inquisición, un medallón que va de mano en mano, la peste, un fantasma confinado en una habitación...

¿Te he dicho que el archivo tiene más de 700 páginas? No te asustes, cuando te quieras dar cuenta ya irás por la mitad. No se nota nada que sea tan gordita y además... es que tiene un extra al final, pero eso hay que descubrirlo. Esta es Brianda, una bruja en tiempos de la Inquisición y la puedes pillar pulsando el enlace.

Mira qué bonita es.

BRIANDA: Una bruja en tiempos de la Inquisición de [Mayte Esteban]

PRECIO DIGITAL: 2,99€
PRECIO PAPEL: 16,80€

FELIZ DÍA DEL LIBRO 2020
EL AÑO DEL CONFINAMIENTO


martes, 21 de abril de 2020

DOCE HORAS. MAYTE ESTEBAN (HQÑ)


Sinopsis:

«En un rincón de una ciudad, doce horas son suficientes para demostrar que hace falta mucho más que un virus para detener la vida de sus habitantes. Ni aún en la primavera más extraña, han dejado de cantar los pájaros. Pongamos que hablo de Madrid...»




Llegó el momento de hablaros de Doce horas, porque dentro de nada estará en vuestras manos. 

Hace unos días recibí un correo de mi editora. Varias de mis compañeras de editorial habían escrito un relato largo para estos días de confinamiento. Habían pensado añadir algunos más, igual que se están añadiendo días a este encierro, y me preguntaba si a mí me apetecía escribir algo en este contexto. Al principio pensé en decirle que no, que era todo muy precipitado, porque iba a ser casi de un día para otro, pero decidí que a mi cabeza le iba a venir muy bien tener un objetivo y relajar los pensamientos sobre todo esto.

Acepté.

Antes de ponerme a escribir, pensé. Durante un día entero no hice nada más que eso, pensar. Al día siguiente me levanté a las seis de la mañana y empecé a escribir. No sé si llevaría mil palabras cuando me di cuenta de que la historia que estaba intentando contar no era la que tenía dentro de mí. Hice lo sensato, modifiqué mis intenciones y me dejé llevar. Ha sido muy fácil, porque todo lo que cuento en Doce horas, de alguna manera lo estamos viviendo. Yo he puesto cara y nombres, alma de personajes a las personas anónimas que están siendo protagonistas estos días.

No están todos los que se merecen un homenaje, solo tuve tres días y 12.000 palabras, y ahí no cabe algo tan grande, pero he intentado que, al menos, esté lo más representativo. Y he tratado de que sea esperanzador porque, aunque haya ratos que el horizonte parezca que está muy lejano, quiero creer que llegará. Que volveremos a abrazarnos, que podremos besarnos y tocarnos sin mantener las distancias. Que viajaremos y saldremos adelante, aunque nos esperen días muy duros. Que volveremos a ser felices y a disfrutar de nuestras calles y este precioso país que tenemos.

No me he olvidado de los que se han ido, ha sido algo que, desde que empecé, tenía claro. No puedes hablar de lo que está pasando endulzándolo todo, por mucha esperanza que quieras poner, porque la realidad es otra. No se puede apartar. He elegido los escenarios y los nombres intentando que esas 12.000 palabras, dos mil más de las que me pidieron, tuvieran el máximo significado.

Pero no os cuento más cosas, mejor descubridlas.

Este relato, cuando lo lea dentro de unos años, me recordará lo que vivimos. Esta especie de distopía rara, este encierro que nos ha caído y sus consecuencias. 

El escenario es Madrid porque no podía ser otra ciudad, Ha sufrido la peor parte de la pandemia en nuestro país, pero además es la de mis recuerdos de infancia, aunque no haya vivido nunca en ella. Es donde me llevaba mi padre los fines de semana cuando era pequeña. Huele al café de la tía Claudia, sabe a los besos de la tía María y tiene los colores de los rotuladores de la tía Agustina. Es mi cuidad del alma y ha sufrido como ninguna este desastre.

He dedicado esta historia a mi abuela Pascuala. Una vez, cuando era una niña curiosa, le pregunté algo así como si en la guerra el mundo se quedaba congelado, conteniendo el aliento. Era más o menos la idea que mi mente infantil tenía de la guerra, un momento en el que todo el mundo dejaba de respirar. Mi abuela me dijo que no, que la gente seguía enamorándose y teniendo hijos, que la vida no se paraba aunque nos hubiéramos vuelto locos. Esto es una guerra, nos guste o no, con las mismas o peores consecuencias económicas y con tantas bajas diarias que asusta, aunque el enemigo sea invisible y nuestras armas solo sean casi agua, jabón y taparnos la boca. Ella llevaba razón. Siguen naciendo niños, surgiendo amores y cantando los pájaros. Mi abuela, sin estar, porque hace mucho ya que se marchó, me indicó el camino de esta historia y por eso es para ella.

Por cierto, también es para vosotros. Es gratis para todos.

Han sido tres días de escritura y ha salido una novela pequeñita. Espero que os emocione. A mí, aunque la he escrito yo, ya lo ha hecho.

Mayte Esteban.
Abril, 2020. La primavera más extraña del mundo.

miércoles, 15 de abril de 2020

TIEMPO DE SILENCIO DE LUIS MARTÍN-SANTOS




Todas las reseñas de libros de este blog empiezan por una sinopsis que suelo extraer de la página de la que consigo la portada. Lo normal es que sea de Amazon, porque es donde menos me cuesta encontrarla, ya que parece un almacén infinito de todo lo que existe en el mundo.

En este caso, no será así, porque la sinopsis que acompaña al libro no me parece que una sinopsis, sino una valoración y para eso reservo lo que va a venir después. Dicho esto, y como esto no va a ser una reseña al uso, voy a resumir en unas pocas líneas lo que sucede en este libro tan especial de Luis Martín-Santos.

Resumen:

Pedro, un joven científico que vive en el Madrid de los años cuarenta del siglo XX, está haciendo una investigación con ratones. Al quedarse sin ellos, recurre al barrio de chabolas donde vive el Muecas, un pariente de su ayudante, que ha criado algunos de esos ratones con ayuda de sus hijas. Cuando, tiempo después, la hija del Muecas se está muriendo por culpa de un aborto que se le ha practicado en casa de mala manera, Pedro, que en realidad no ha ejercido como médico de manera regular, intenta salvarla, pero no lo consigue. Acaba detenido y recupera la libertad cuando la madre de Florita, la chica, insiste a la policía en que él solo quiso salvarla, que no fue el causante de su muerte. Sin embargo, el novio de Florita, el Cartucho, decide vengar su muerte y mata a Dorita, la mujer de Pedro. Este, al final, deja su trabajo de investigador y acaba trabajando como médico de provincias.


Una novela única.

Si nos quedásemos con lo que acabo de contar, jamás entenderíamos qué tiene de especial Tiempo de silencio. No sabríamos por qué, si no escribió apenas nada más, se ha convertido en un autor de culto que se sigue estudiando hoy en día. En el resumen anterior nos damos cuenta de que este es un libro que sigue una estructura clásica de planteamiento, nudo y desenlace y, además, lo que cuenta no parece demasiado emocionante. 

Entonces, ¿qué tiene esta novela? ¿Qué es lo que la hace especial y lo que la ha mantenido en la memoria literaria desde que se publicó hasta hoy?

La forma.

Lo he dicho muchas veces, nunca es qué se cuenta sino cómo se cuenta y en el momento en el que se cuenta. Tiempo de silencio conjugó en ella muchos de los factores que fueron claves para convertirla en un éxito inmediato nada más publicarse, en una novela prácticamente irrepetible. Y es que rompió moldes y cambió la perspectiva rígida de contar historias que imperaba hasta ese momento. 

La ruptura con el realismo y la novela social.

Los años de la posguerra en España estuvieron marcados por el aislamiento internacional. Al hambre y la pobreza se unió la miseria intelectual, que solo veía con buenos ojos determinadas obras. Eran las afines al régimen, que pasaban la censura, ese mecanismo que tuvo la dictadura como un modo más de control de la población. Esas novelas que sí la pasaban, trataban sobre gestas heroicas o tenían temas religiosos, pero muy poco valor literario. En ese contexto apareció en otro tipo de novela. La pobreza intelectual pudo ser sorteada de alguna manera por algunos autores en los primeros años tras el conflicto, que centraron sus creaciones en las preocupaciones existenciales de los personajes: su desorientación, la hostilidad de la vida, la angustia... y que dotaron a las mismas de mucha mayor profundidad.

Una década después, en los cincuenta, la novela abandonó esas preocupaciones existenciales y se centró en los conflictos sociales. Había una denuncia ante las injusticias, pero la censura continuaba, así que los autores la disfrazaron. Hay novelas, como El Jarama, en la que la presencia del narrador se restringe a delimitar los hechos sin juzgarlos, dejando que sean los personajes, con sus palabras, quienes vayan poniendo encima de la mesa esa crítica. Como pretendía la poesía de ese tiempo, mucho más combativa que la prosa, la literatura se utilizó como arma para despertar conciencias... Aunque no se consiguió.

Los años 60 y la experimentación.

La década de los sesenta es clave en la historia de España. Se produce una apertura del régimen al exterior, sobre todo porque se descubre que el turismo puede ser un importantísimo motor en la economía. Esa apertura trae consigo cierta relajación de la censura y que entren en nuestro país libros que antes estaban vetados. A través de ellos, los jóvenes autores empiezan a conocer las nuevas técnicas narrativas que en Europa y Estados Unidos han empezado a darle un giro a la manera de contar historias.

Es en ese contexto donde Tiempo de silencio se entiende.

La novela de Luis Martín-Santos, a pesar de su sencillez de trama, marca una ruptura y sienta bases nuevas por completo en nuestro país. Ese qué deja de tener tanta importancia como el cómo, que empieza a nutrirse de toda una serie de mecanismos que por primera vez se ponen en marcha en nuestra literatura. En Tiempo de silencio aparece el monólogo interior, una clara influencia de Joyce, digresiones que interrumpen la trama, el perspectivismo -varios narradores que contraponen puntos de vista-, la descripción irónica... La novela renueva el género, mezcla lo imposible -un lenguaje muy culto, por ejemplo, describiendo las chabolas- y todo ello acaba retratando con una precisión quirúrgica cómo era la sociedad de su momento.

¿Por qué hablo hoy de Tiempo de silencio y qué tiene que ver con lo que voy a decir ahora?

Sé que soy autora de romántica, una escritora de clase media baja, que nunca se me va a tomar en serio por muy en serio que me tome yo las cosas. Por muchos libros que haya leído o por mucho que me esfuerce al escribir. Soy, además, mujer, y eso resta un poco más a mi curriculo. Y si ya nos ponemos exquisitos, uso un lenguaje comprensible. No hay que hacer grandes esfuerzos para entenderme porque ya los hago yo para que se me entienda y eso no está bien visto. Ya me lo dijeron hace tiempo, no me van a dar el Nobel de literatura.

Como si eso se le diera así como así a una mujer...

He repetido muchas veces esto, pero es que quiero que quede constancia de ello. La igualdad social no la echo de menos, siempre que he querido algo, como las leyes me amparan lo he conseguido, el hecho de ser mujer en este país y en el siglo XXI en el que estamos no ha sido un problema. Si apuro, en el XX tampoco lo fue para mí, pero sí hay un techo de cristal por el que no he logrado pasar, uno que a estas alturas veo muy complicado franquear. Ese que te hace ver el cielo, pero es una barrera que jamás vas a traspasar. Lo siento y lo toco desde hace tiempo en lo que a lo literario se refiere. Pero como sí tengo libertad de expresión, dejo constancia de que existe y aunque a cabezazos no se pueda romper, lo pinto para que se vea. Lo lleno de pajaritos, como las pistas de paddle para no romperme la cabeza contra él. No merece la pena.



Hablo de Tiempo de silencio porque he escrito una novela que no se acerca a Tiempo de silencio, por supuesto, pero que la ha tenido presente en toda su concepción. No por la forma, la he escrito en pasado y con un narrador omnisciente, con planteamiento, nudo y desenlace (aunque si lo pienso esto es igual que en esta novela). La he tenido presente porque toda la ficción está basada en esta novela, en datos tangenciales a ella: un autor que no escribió más, un libro que nada más publicarse, en contra de todo lo previsto se convirtió en un bestseller, un libro de culto por muchos años que pasen... Y esto no habría podido ser si no la hubiera leído y estudiado, si no me fascinara, si no hubiera pensado mucho en esta novela, si no sucediera algo extraordinario en mí cada vez que he tropezado con Madrid entre sus páginas:

"Hay ciudades tan descabaladas, tan faltas de sustancia histórica, tan traídas y llevadas por gobernantes arbitrarios, tan caprichosamente edificadas en desiertos, tan parcamente pobladas por una continuidad aprehensible de familias, tan lejanas de un mar o de un río, tan ostentosas en el reparto de su menguada pobreza, tan favorecidas por un cielo espléndido que hace olvidar casi todos sus defectos..."

Madrid es también mi ciudad literaria. No sé por qué, nunca he vivido en ella, pero supongo que las ciudades en las que transcurren tus momentos felices se te meten bajo la piel y reviven cuando escribes.

Aunque en esta novela también aparecen Alcalá de Henares y El Escorial...

No sé qué pasará con ella, antes del confinamiento estaba en condiciones de contar su futuro, pero el hecho de estar encerrados ha cambiado todas las cosas y los ritmos se han quebrado. Igual lo que no tenía fecha pero casi se esfuma de pronto. O igual hoy estoy aquí y otro día me enfermo y ya no.

Cualquiera sabe.

Esa novela se llama El impostor. Y a lo mejor, ahora que lo pienso, tengo ya a quien dedicársela.

martes, 14 de abril de 2020

TU VOZ ENTRE UN MILLÓN DE VOCES DE MARIAN VILADRICH


Sinopsis:

Nada queda del aclamado líder de The Wave, la exitosa banda de rock que se perdió en una espiral de autodestrucción. Tras varios años tocando fondo, su representante ha conseguido un contrato con una discográfica y parece decidido a rescatar al grupo del olvido.

Miles sabe que es una lucha imposible, porque hace años que no consigue componer nada. Dentro de él, solo hay silencio.

Kaylee Howard es una estudiante de piano clásico que lleva una vida tranquila y ordenada. Sin embargo, esconde un secreto: no quiere ser pianista, sino cantante de rock. Impulsada por una de sus profesoras, se presenta a una audición, aunque tiene muchas dudas sobre su futuro.

Cuando cantan juntos, Miles y Kaylee pueden hacer tambalear el mundo. Hay demasiadas barreras entre ellos, pero... ¿es posible que ambos sean el impulso que necesita el otro para superar sus miedos y liberar todo su talento? ¿Podrá el amor llevarles a lo más alto o acabará por destruirles?


Mis impresiones:

No es la primera vez que leo a Marian Viladrich. En una mis incursiones por fragmentos en Amazon, de las que he hablado tantas veces, leí el principio de una de sus novelas, La cocinera de Oak Farm y la acabé comprando y leyendo entera. Solo al final me di cuenta de que, como vivo en mi mundo, había leído la tercera parte de una trilogía, pero no había echado de menos nada, así que sumó más puntos para que volviera a leer algo suyo.

Cuando Tu voz entre un millón de voces salió a la venta no lo pensé y la descargué.

La novela gira en torno a un grupo de rock, The Wave, un grupo que tuvo muchísimo éxito, pero que también se perdió en él y acabaron a la deriva. Después de un tiempo en el que sus componentes se han intentado recuperar de lo que les pasó, intentan volver a los escenarios. Para ello, buscan una voz femenina y el casting lo supera Kaylee Howard, una chica que ni se acerca al estereotipo de lo que se supone que es una estrella de rock, más bien parece lo que es, una estudiante de piano, una chica buena a la que parece que ese mundo le queda muy grande. Su voz es espectacular y empasta a la perfección con la del cantante de The Wave, Miles Baker, pero este no la quiere en el grupo.

A partir de ahí, de ese detonante que descoloca la tranquilidad, empieza una historia que está contada con mucha delicadeza. Ese es uno de los puntos fuertes de Marian Viladrich, que sabe escribir y describir con una gran riqueza de detalles los mundos que crea. Es fácil sentir que estás en un concierto o en la sala de ensayos y, aunque no escuches las canciones que están interpretando, puedes hacerte una idea perfecta de lo que los personajes sienten por esa capacidad suya de transmitir. Aunque nunca oigas ese repertorio de canciones que ella plantea para este grupo imaginario, sientes que realmente los personajes tienen voces únicas, de esas que erizan la piel desde que su garganta dispara la primera nota.

La novela, escrita en pasado y contada por un narrador omnisciente, se ambienta en Portland, aunque por ella pasan otros escenarios como Boston, Londres o Nueva York, muchos más si tenemos en cuenta que se habla de las giras del grupo.

Sobre el mundo de la música, se refleja bien ese lado oscuro que tiene, esa cara B de los grupos de rock que no es una leyenda en absoluto. Una de las razones por las que me llamó la atención también la sinopsis de la novela es que, en un tiempo muy lejano de mi vida estudié piano en el conservatorio y formé parte de un grupo de rock. Poquísimo tiempo, yo era mucho más niña buena que Kaylee y salí zumbando de allí, no estaba hecho eso para mí.

El tema de la novela es, ante todo, una reflexión sobre el éxito: alcanzarlo, caer y volver a levantarse. Es el proceso de Miles, aunque Marian no se centra en su descenso a los infiernos, ese vamos conociéndolo a través de flashbacks. Ella se centra en la recuperación y en la influencia que tiene en ella el hecho de contar con alguien que se preocupa por ti. Vemos la impotencia ante el silencio que hace que no escuche música en su interior y cómo esta se vuelve una fuerza arrolladora cuando por fin reaparece.

El talento, eso es verdad, no muere, solo a veces se queda dormido.

Todo lo que estamos viviendo ha hecho que entienda esto mucho mejor. Tantas emociones, tantas cosas impensables que se han vuelto una realidad cotidiana hicieron enmudecer mi capacidad de concentración hasta límites insospechados. No solo la creatividad, sino también la lectura, eso es lo que ha provocado que haya sido más lenta de lo que en mí es normal. Estos días raros me han hecho ir un poco a saltos, pero al final he recuperado la capacidad de leer casi a la vez que la de contar historias.

En realidad, como a Miles, me hacía falta tiempo.


domingo, 12 de abril de 2020

HE PERDIDO LA CUENTA

Hace muchos días que no cuento los días que llevamos encerrados en casa. El ritmo del tiempo lo marcan las tareas diarias y la llamada de mi madre, la única que hago o recibo a lo largo de todo el día.

He entrado en modo rutina y eso calma un poco, aunque la ansiedad siga disparada. Tanto que el ahogo, que antes se presentaba alrededor de las ocho de la tarde, se ha trasladado a medio día. Sobre las dos ya no puedo más, aunque procuro calmarlo con paseos por la terraza y, si llueve, como muchos días, por el pequeño espacio de mi habitación.

Me sigo levantando de madrugada.

A veces leo un rato, otras aprovecho que nadie tiene el mando de la tele para poner algo en Netflix (por mí me deshacía de la plataforma en cuanto esto pase, el catálogo es muy insuficiente para mi gusto) y las más me dedico a adelantar trabajos: recojo el salón ahora que está vacío, limpio, plancho, ordeno...

Cuando se levanta el primero, hago mi rehabilitación. Se me ha olvidado solo dos días en todos los que llevamos encerrados, algo rarísimo en mí porque soy muy desastre con todo lo que tiene que ver con cuidar de mí misma. Pero mira, ahí va, no he notado mucha mejoría, pero quizá es pronto. O yo qué sé, da lo mismo en realidad. Por lo menos sé que lo estoy haciendo y eso me tiene tranquila la conciencia, por mí no va a ser.

Casi no estoy comiendo entre horas ni tomando café. Lo de comer es normal, no como mucho nunca, pero lo de tomar café es otra historia. Sencillamente, no me apetece. Lo que sí me apetece, aunque es muy absurdo, es pillar una borrachera. Que algo me aturda un rato, aunque no sé yo después lo de la resaca, ya no me acuerdo de lo que es.

Los días que no tengo que bajar a comprar, o sea, casi todos, reviso redes y promociono como si me fuera la vida en ello (porque me va, no tengo ingresos propios más allá de esto). Me han dicho que soy una vaga, que no lo estoy haciendo, y por si acaso esta noche, otra más de insomnio, me he entretenido en mirar si estoy loca y no sé ni en qué pierdo el tiempo. Qué va, lo he estado haciendo y el volumen de promociones es tan escandaloso que hasta me da vergüenza lo pesada que estoy siendo. Pero bueno, algo más con lo que mi conciencia está tranquila. Yo lo hago, otra cosa es que la gente no responda y los libros no se estén vendiendo mucho.

Quizá fue por ello lo que soñé la otra noche, en uno de los poquillos ratos que me consigo quedar dormida. Soñé que estaba en la Fnac de Callao, pero no dentro, en la puerta. Tenía una mesa de esas del año de la tos, de campo, y encima unos cuantos de mis libros y estaba allí, dando voces a la gente que paseaba por la calle, como si fuera un mercadillo. Cuando me desperté, me di cuenta de que es un poco así, me paso la vida voceando mis libros, como puse en Twitter, como una indigente literaria. Estoy en la puerta que solo atraviesan los grandes, y no porque mis libros no se vendan en sitios como Fnac, que sí, sino porque da lo mismo. Soy igual de invisible que un mendigo de los que piden por la calle y gano incluso menos que ellos.

Esta semana he estado escribiendo mucho. Un relato. Creo que en muy poquito tiempo podré hablar de él, porque se va a publicar muy rápido. Con editorial. Curioso, ¿verdad? Escribo algo y hala, sale con una editorial, pero luego  sigo leyendo: "Pues yo a esta autora no la conozco". Ya me he resignado a eso, no es una queja, es un simple paradoja. Y raro de cojones, que ya llevo diez años aquí.

A partir de la llamada de mi madre a última hora de la tarde, hago la cena, ceno y me voy a la cama. En todo el día tengo un intercambio muy breve de palabras en persona, algunos mensajes que no ocupan ni media hora de todo mi tiempo, porque parece que se han muerto las ganas de charlar, y a partir de ahí tengo muchas, muchísimas horas en las que darle vueltas a todo. Aunque esta semana tengo una menos. Me aterraba la idea de que mis hijos se pusieran enfermos de algo y no tener mascarillas para ir al médico. Alguien hizo unas cuantas y me las dejó en mi buzón.

Hay gente buena.

También tengo miedo a ponerme enferma yo, por eso me sube mucho la ansiedad bajar al súper y voy a la carrera. Muchos días voy tan rápido que me dejo casi todo, entre lo que no encuentro y lo que directamente olvido de mi lista. Desde enero hasta muy avanzado febrero, casi diría que marzo, he estado con mucha tos, un dolor de cabeza salvaje, un cansancio extremo y, en general, un decaimiento como en mi vida. Me duró muchísimo, pero en todo el proceso no tuve ni gota de fiebre y era demasiado pronto para pensar que me había contagiado de esto que nos tiene prisioneros. No falte al trabajo ni un día y, por supuesto, no dejé ninguna de mis tareas sin hacer, salvo promocionar una noche La colina del almendro, la única vez que la impotencia por cómo me sentía me empujó a pedir ayuda en las redes. No paré porque yo no me lo puedo permitir y tampoco se me permite. Siempre que digo que estoy mal, exagero y son excusas. Así que, es verdad que a veces me quejo, al aire, porque me da igual hacerlo a alguien, pero nunca paro. Por eso me da miedo contagiarme, porque tendré que seguir en pie.

Pero bueno, qué más da.

¿Parezco pesimista? Igual porque esta semana han muerto personas a las que apreciaba y no tengo el ánimo muy allá, porque cuando los lazos de afecto que tienes son tan reducidos te duelen los que se desanudan para siempre.

No sé, sigo estando cansada de esto, muy cansada físicamente.

Me voy a hacer la comida, no me queda más remedio que seguir.

domingo, 5 de abril de 2020

CONVERSACIONES CON UN EXTRAÑO DE ERIKA FIORUCCI



Acabo de terminar el relato de Erika Fiorucci publicado por HQÑ y le doy 5 estrellas. Forma parte de una colección de relatos que puedes conseguir gratis y que giran en torno a este encierro en el que vivimos. Me encanta la intimidad que ha creado @erika_fiorucci , lo bien escrito que está y la cantidad de emociones que hay concentradas en una historia que apenas me ha durado media hora.

Sus reflexiones sobre cómo la protagonista afronta el tiempo a solas y busca en las rutinas calmar la ansiedad que esto produce ("un día a la vez") y la bonita relación que establece con su vecino de balcón a balcón me han transmitido paz y también ayudan a observar los detalles de la vida, ahora que tenemos tiempo.


Sinopsis:

Carolina lleva la cuarentena lo mejor que puede una inmigrante mexicana en Madrid. Hace rutinas y las cumple para mantenerse ocupada y no pensar en lo malo, hasta que un día el sonido de un violín acompaña su soledad de forma inesperada y, de un balcón a otro, comienza a sostener conversaciones con el hombre que produce esa música: su vecino, un alemán varado en la ciudad durante el confinamiento. Lucas le enseña que la vida no puede planearse y que cada situación, por más terrible que parezca, es una pieza del cuadro de nuestra vida.

Puedes descargarlo aquí completamente GRATIS.

(Me he traído al blog una publicación de Instagram)

jueves, 2 de abril de 2020

EL REGRESO DE BRIANDA



Hace más o menos tres años, tomé una decisión. La que yo consideraba que era mi mejor novela hasta ese momento, la retiré de la venta. Con ella, esa otra mitad que era El medallón de la magia se fue también. Solo las conservé en papel, por si me entraba a mí misma la nostalgia de tener algún ejemplar.

Fue una decisión meditada. Brianda se publicó en un momento inapropiado y no pudo, pese a contener la trama muy potente, con la frescura de La chica de las fotos, premiada en el HQÑ dos meses después de la publicación de Brianda.

Se la comió, literalmente.

Lo he pensado mil veces y la conclusión es que se mezcló la inoportunidad con que no supiera venderla pero, por encima de todo, que yo todavía tenía que demostrar muchas cosas. Por ejemplo, que podía usar un narrador muy complicado y salir airosa para la mayoría de los lectores, como pasó con Entre puntos suspensivos. Por ejemplo, que podía centrarme en un momento histórico como la Primera Guerra Mundial y construir una historia como La colina del almendro, que convencería, por fin, de que soy capaz de enfrentarme a lo que quiera.

¿Por qué he recuperado Brianda? Porque tenía el sueño de fundir las dos historias en una y darle la coherencia de un proyecto completo. Es lo que he hecho, las dos novelas en una. Y porque también me apetecía tener una novela en kindle unlimited, una novela casi nueva para la mayor parte de la gente que me sigue en las redes, porque la mayoría han llegado después de que las retirase.

Para quien tenga dudas sobre si leerla, le pido que le dé una oportunidad. ¿Qué vais a encontrar? A ver si me sale un resumen:

Alonso abre un agujero en la pared en la casa de Amanda, situada en un pueblo de Toledo. Encuentra una pequeña habitación y, dentro de ella, un libro escondido que ambos se disponen a leer: es la historia de Brianda, una niña que nace en una pequeña aldea toledana a principios del XVII. Es hija de unos campesinos. Sus padres y la partera descubren en ese mismo momento que ha llegado al mundo con una habilidad extraordinaria, que ocultarán siempre por el miedo a la Inquisición y a las consecuencias que podría tener para todos que se supiera.

A la vez, en Toledo, viene al mundo Luis, el hijo pequeño de los Alfónsez, una de las familias nobles de la ciudad. El rechazo de su madre nada más nacer tiene desconcertado a su padre, que hará todo lo posible para que el niño sobreviva, aunque no tenga los cuidados de su progenitora.

Diez años después, una visita de la familia de Brianda a Toledo coincide con el incendio de la catedral de Santa María. Allí, los destinos de Sancho, el primogénito de los Alfónsez,y Brianda, de quien se enamorará a pesar de que son unos niños, quedarán sellados para siempre. También Luis quedará vinculado de Brianda, aunque él, al contrario que su hermano, la odiará para siempre. Algo muy poderoso une sus almas tanto como las separa y solo un medallón mágico será capaz de salvar a Luis de su destino.

Lo malo es que ese medallón tiene mucha tendencia a cambiar de manos...

Si la quieres, pincha en el enlace. Puedes comprarla o descargarla con el programa kindle unlimited.




miércoles, 1 de abril de 2020

TERCERA SEMANA

Mi plan era escribir el viernes, cuando empezaba esta tercera semana de confinamiento, pero la verdad es que no tuve fuerzas. Las voy perdiendo poco a poco, a medida que las malas noticias se hacen dueñas de mi entorno. Las voy perdiendo igual que la capacidad para concentrarme. Me cuesta mucho, pero es verdad que cuando los estímulos son cien mil, es complicado.

Tantas noticias, tantos datos, tantos muertos, tanta desesperación y tan poco sol en el cielo.

Y tampoco estoy acostumbrada a no estar sola.

Una de las cosas, de las cientos de cosas a las que renuncié cuando me vine a vivir a Segovia, fue la compañía. Sabía que la vida no iba a ser igual, en principio porque iba a un pueblo donde no tenía familia. Sabía que dejaba lejos a mis padres y a mi hermana, mi mejor amiga desde siempre, a mi pandilla de amigas, mi programa de radio, mi pueblo, la biblioteca, las excursiones con mi padre...

No estaba tan lejos como para venir un día a verme. Al principio, como siempre pasa al principio, tuve visitas, pero a la segunda casa que me mudé, donde vivo ahora, ya no vino nadie. Mis padres unas cuantas veces, alguna mi hermana, pero desde que él no está (quince años) mi hermana solo ha venido dos veces y mi madre solo en Navidad.

Lo que quiero decir es que tuve que acostumbrarme a la soledad. Desde que mis hijos entraron en la adolescencia ha sido mi única opción de supervivencia, aprender a estar sola. Y lo tenía controlado, desde hace unos años, absolutamente controlado.

Ahora que he recuperado la compañía de mi familia también he perdido esa soledad que al final se hizo mi amiga. La echo de menos: la tranquilidad, el estar a mi aire, el que nadie me entretenga. El organizarme sin tener que contar con nadie. Estoy agotada. Solo querría dormir, pero no puedo.

No puedo más.

Creo que yo, como la pandemia, estoy llegando a un pico, al de mi paciencia, aunque sorprendentemente he visto que aún la tengo. Mermada y herida, pero está. Hoy he tenido ganas de mandar a la mierda por malas contestaciones que me he llevado por lo menos diez veces y creo que solo lo habré hecho tres.

Total, para qué, si al final a todo el mundo se la suda y la única que acaba sufriendo soy yo.

Me quiero ir al Lourois a tomar un café. O al pinar a dar un paseo. O dormirme tres meses a ver si me despierto y esto ha terminado ya.