lunes, 25 de junio de 2018

MAQUETAR, ESO QUE SOLO SACA UN POCO DE QUICIO


Me he pasado el fin de semana maquetando una de mis novelas inéditas. No, no estoy en las puertas de publicar nada, al menos de momento, la razón es mucho más tonta: no quiero que se me olvide lo aprendido.

Bastante me costó aprender a hacerlo como para perder los conocimientos por dejadez.

Maquetar la primera de mis novelas para subirla a Amazon fue una de las peores pesadillas que viví en el camino como autoeditada. Recuerdo el invierno de 2012, recuerdo que vivía en un constante ataque de nervios porque no había manera de acertar con la tecla, de saber qué era lo que tenía que hacer y lo que no. Disponía de toneladas de ilusión, pero no tenía a mi alcance la experiencia de mucha gente, como sí existe ahora, y los cientos de miles de páginas de internet que enseñan a hacerlo. No había muchas personas a las que preguntar y yo, de informática, sabía tan poco como ahora.

Ah, y no tenía internet.

Esto de publicar libros en internet sin tener internet merece capítulo aparte, ya lo contaré otro día con más calma. Siempre me digo que esto demuestra que estaba escrito en mi destino con letras de fuego acceder al mundo literario sí o sí, a pesar de todas las dificultades que se planteasen. Que fueron muchísimas, también cuanto tenga ganas voy a hablar de los aprovechados que encontré por el camino, de las zancadillas que me reventaron los dientes, de las personas que fingieron admiración para sacar información...

El día que me ponga a escribir mis memorias va a temblar el cielo.

No temblará, no las escribiré; afortunadamente estoy segura de que antes de que tenga tiempo habré perdido la memoria, que ya voy teniendo síntomas.

A lo que iba, que ya he maquetado esta novela.

Me ha costado varios intentos, porque me fallaba el camino que aprendí y usé para lo último que maqueté hace un par de años, pero ahora tengo, además de la posibilidad que he dicho de consultar páginas, la carga en la mochila de las cientos de veces que he me ido equivocando. Y eso ayuda a que todo se resuelva de manera mucho más veloz.

Por ejemplo, lo de las tildes.

Yo escribo con tildes. Las pongo a medida que voy escribiendo las palabras, no dejo que sea Word quien las añada. Cuando renombro secciones en Sigil, también las pongo de manera inconsciente. ¡Eso no se hace! Eso, en su día, me causó un tremendo disgusto, porque la tilde provocaba que toda una sección de la novela desapareciera en la transformación del archivo al formato que necesita Amazon. ¡Imaginad el desastre! La novela se vendía incompleta, aunque yo en mi pantalla la estuviera viendo perfecta. Maqueté la novela de una persona que no sabía, por hacer un favor mientras se iba de vacaciones -que a veces también soy muy tonta (tonta no, gilipollas)- y puse una tilde. Digamos que no sentó muy allá cuando llegó una crítica negativa por esto... y me llevé un rapapolvo épico del que, la verdad, he aprendido poco, porque sigo echando una mano cuando se necesita.

Han sido muchas más las veces que las personas han respondido bien.

Ayer volví a poner tildes en las secciones, pero me di cuenta, las revisé todas y el potencial error se quedó en un cambio a tiempo. También se me fueron todos los tabuladores del texto y tuve que comenzar de nuevo, porque sospeché que sería más rápido arreglarlo de ese modo. Aunque me quedaban cinco capítulos solo para terminar, mi sospecha se confirmó.

Empezando desde cero tardé muy poco, ya sabía lo que no tenía que hacer.

Si es que soy genial deduciendo, me saqué la carrera así con las mejores notas y muchas veces, como cuando maqueto, los conocimientos los encuentro aplicando la lógica, que me funciona a las mil maravillas. La memoria es un poco menos efectiva, pero lo que es el razonamiento lo conservo intacto y la intuición la tengo de diez. (Abuela no tengo desde 2011)

El caso es que ya tengo mi archivo maquetado y cuando lo terminé tuve la tentación de subirlo a la plataforma. Pero una de esas tentaciones grandes que provocan que te lata el corazón a cien mil y se te caiga el azúcar por los alrededores cuando estás intentando ponerla en el café (por ejemplo). Supongo que cuando crees en una historia sientes un poco la necesidad de compartirla con otras personas y esta manera que descubrí hace seis años es la más inmediata.

No lo hice, por supuesto, solo quería no olvidarme de maquetar.

Aunque... creo que no pasaría nada si un día de estos dejase caer una novela. Por supuesto, después del concurso, no tengo yo el cuerpo para francotiradores este verano.

Ni muchísimo menos.