Cinco horas de viaje son muchas horas.
Yo no debería criticar a nadie, porque soy un desastre en lo que se refiere a tácticas de marketing; tuve que elegir una y decidí la peor: ser yo misma. Eso es guay si un día me convierto en una leyenda literaria, los historiadores que me estudien sabrán que como fuente primaria soy fiable (por favor, si alguien lee esto en cualquier momento, que sepa que me estoy descojonando de risa). Como algo para el presente es un descalabro.
Nadie quiere personas de verdad hoy en día, hay que crearse personajes y pasearlos por las redes y por los eventos.
En un post, creo que de Instagram, decían que hay que mantener un blog de autor porque esto ayuda a tu imagen de escritor. He parpadeado un par de veces, he achinado los ojos por si estaba leyendo mal y, después, he mirado por la ventanilla del coche y me he distraído mirando unos molinos generadores de energía eléctrica al lado de unos molinos de verdad, y he pensado en don Quijote.
¿Ha dicho que hay que mantener un blog?
Eso es como si en los tiempos de las energías renovables, de internet, de redes sociales y de GPS incluso para ir andando a los sitios, alguien se empeñase en ir en burro por la carretera.
¡Ay, señor! Los blogs tuvieron su momento. En 2011, cada vez que publicaba una entrada, yo que era una mindundi de los blogs, al cabo de un rato tenía 1000 visitas. Ahora, si las entradas tienen 5 visitas igual es porque he entrado yo cinco veces, o alguien desde Singapur, que no sé qué fijación tienen las visitas que vienen de allí.
Hoy en día, los blogs son como los molinos de don Quijote, están de adorno en el paisaje, se conservan por pura nostalgia, pero no sirven para nada. Son como dar voces en medio de un mercadillo, pero en el mes de enero, en medio de Castilla y cuando está cayendo una nevada como Filomena. Te arriesgas a que no te escuche ni Cristo.
O precisamente por eso lo usas, porque sabes perfectamente que puedes seguir ejercitando los dedos y componiendo pequeños textos sin el menor temor a que venga alguien a decirte cualquier tontería. Y, oye, en estos tiempos de tanto hate en redes, que haya espacios tan recónditos en los que se puede uno seguir expresando, no está mal.
Nada mal.