jueves, 29 de junio de 2017

QUÉ DICE DE TI LO QUE TÚ DICES DE TI




Soy muy fan de las autobiografías de la gente en Twitter. En unas pocas palabras tienes que definirte para que los demás sepan algo de ti y decidan seguirte o no. Puedes optar por dejarlo vacío, si es que no se te ocurre nada, piensas que no tienes nada interesante que aportar al mundo o solo estás ahí para charlar virtualmente con tus amigos, pero también puedes buscar una manera de atraer seguidores si tu perfil es, de algún modo, profesional.

O si buscas convertirte en un influencer, "profesión" de los tiempos modernos para lo que no te piden ni la ESO ni nada.

Pero no solo lo que pongas en tu perfil dice algo de ti, también, y mucho, lo que compartes con los demás.

Al principio de abrir mi perfil en Twitter estaba muy perdida. Puse dos o tres tontunas sobre mí (que no incluían escritora, en esa época me tenía prohibido hablar de mí con esa palabra aunque ya hubiera publicado varios libros). Hice lo que me sugería la aplicación, seguir a unos cuantos famosos (ahora me explico por qué tienen tantísimos seguidores), a periódicos... no me acuerdo demasiado bien, pero sé que sin criterio. Sin embargo, cuando fui encontrando gente que conocía decidí hacer un barrido y quité a todos esos famosos que no me aportaban nada, saqué los periódicos y me centré en las pocas personas que conocía.

Inactivas.

Era un rollo, así que me dediqué a buscar otras. No le veía mucho más uso a Twitter que matar el tiempo en la sala de espera de la consulta del médico, que se hace muy pesado y a veces no tienes la cabeza como para ponerte a leer un libro.

Decidí seguir a gente que ponía en sus biografías cosas divertidas.

Deduje que, por una regla de tres simple, compartirían cosas igual de divertidas.

Recuerdo a uno de los primeros y la razón por la que lo seguí. En esas pocas palabras, destacaban unas para definirlo: "primo del Richard". La carcajada que me hizo soltar se la premié con ese seguimiento, que me imagino que debo mantener porque no recuerdo haberlo quitado.

Luego, cuando empecé a leer que Twitter era básico del todo para ser un escritor y el apoyo mutuo era imprescindible para ser alguien, seguí a escritores.

Muchísimos.

Casi todos, como yo, encontraron en Twitter una herramienta utilísima para promocionar sus libros. Y eso hacían, una y otra vez,

una y otra vez,

una y otra vez,

una y otra vez,

una y otra vez...

Aún tardé en darme cuenta de que ese no es el camino, ni siquiera si intercalas libros de otros en la asfixiante promoción. No era el camino porque, si a mí no me aporta nada lo que comparten esas personas, ¿les va a aportar a ellas algo de lo que ponga yo?

Volví a hacer otra regla de tres simple y me salió que no.

Rotundo, redondo, contundente o como queráis, es más cada vez me provoca más rechazo. Es como si siempre te dieran de comer el mismo plato, sin variar ni uno solo de los ingredientes. Acabas más que harto, aborreciéndolo.

Empecé a usar esto de otro modo, a medir los tuits de promoción y a obligarme a que no fueran lo único que contuviera mi perfil, ni siquiera lo más importante ni lo que más ocupase. Empecé a mirar Twitter de otro modo. Igual que me lo exigí a mí, se lo empecé a exigir a los demás. No quité a nadie, me limité a seguir solo a aquellas personas que me pareció que podrían aportarme algo y a quienes no los dejé ahí. Aunque no leo sus tuits. En serio, los paso rápido y ni me paro, seguro que alguna vez me salto algo de vital importancia, pero bueno, podré sobrevivir.

Lo que hice es quedarme (mentalmente) con quien aporta CONTENIDO y son a los pocos que leo, que me paro, que decido si le doy a me gusta, me río, reflexiono o no.

Me quedé con quien comparte enlaces de algo interesante con lo que pueda aprender (aunque de vez en cuando me ponga promo de sus libros, en esos casos no me importa), con quien de vez en cuando comente una noticia o una tontería que se le ha pasado por la cabeza. Con quien hay un feedback mínimo que me haga saber que no soy un número más en su perfil. Con quien me aporte algo.

Ah, muy importante, silencié a todos los haters. Esos que tienen una opinión agresiva sobre todo lo que sucede en la vida, que convierten un incendio en una conspiración, una muerte en un linchamiento... Esa gente, la puedes callar y dejar que hablen solitos.

Me encanta esa función, es infinitamente mejor que bloquear.

Me quedé solo con cuatro gatos que maullan despacito, que me dan los buenos días, las buenas noches (oye, la buena educación, eso que se está perdiendo en este mundo, cómo se agradece), quienes me cuentan algo que es interesante y quienes, en definitiva, me merecían la pena. Lo que comparten dice mucho de quienes son y quiero gente así que me rodee.

Los egos inflados, los odiadores por oficio, los faltos de imaginación, los aburridos... lo siento, pero los dejo para otra vida.

Si eso.

Esto solo es un juego. Lo importante de verdad, siempre, siempre, siempre, está detrás de la pantalla.