jueves, 13 de diciembre de 2018

UN ABRAZO

Un instante que se prolonga más allá de la simple cortesía.
Mucho más.
Infinitamente más.
Ninguno de los dos afloja la presión, como si con ese gesto pudieran recuperar el tiempo que lleva aplazado.
No se mecen, se quedan quietos saboreando la sensación de, al fin, plegar la distancia hasta hacerla ninguna. Después, con lentitud, se separan y se miran, apoyados en sus frentes.
Un dedo recorre el perfil de una mejilla. Otro recoge un mechón de pelo detrás de la oreja. Unos ojos hablan de sentimientos que nunca salieron de su boca. Los otros suplican que no se atreva a ponerlos en el aire. Se romperá el hechizo. Se desvanecerá la magia enredada en la realidad, se complicarán las cosas, se desanudarán los lazos invisibles de esa complicidad que se ha ido haciendo infinita.
No quiere.
La necesita para seguir sintiendo la vida correr por las venas, para convencerse cada mañana de que hay que levantarse y enfrentar el día. Solo lo hace porque sabe que se tocarán sin rozarse, se escucharán sin oírse, se besarán sin usar las bocas y dibujarán sueños con retazos de canciones, con medias palabras que a veces son más grandes que algunas completas. Si ha aceptado ese abrazo es porque le ha prometido que solo será eso.
Un abrazo.