martes, 31 de agosto de 2021

ANA OZORES, LA PROTAGONISTA DE LA REGENTA

Cuando iba a tercero de BUP, la profesora de literatura, siguiendo el temario, nos mandó leer La Regenta, de Leopoldo Alas, Clarín. Conservo el libro de Austral, uno de esos de tapas en azul y blanco que solo se distinguía de otros por el título, y que es una auténtica pesadilla para miopes: la letra es tan pequeña que hay que esforzarse mucho para leerla, pero es que, además, la cantidad de páginas de esta novela, sumadas a un preámbulo interminable donde se explican sus pormenores, obligaron a los editores a poner un papel que parece de los de las biblias. Finito a más no poder, que a veces transparenta al otro lado.

La Regenta, desde luego, no era una lectura para gente de dieciséis o diecisiete años, ni siquiera en mi época, así que sucedió lo inevitable: solo una persona de la clase completó la lectura.

¿Adivináis quién?

Me fascinó. A pesar de los obstáculos, el personaje de Ana me tenía enamorada desde el principio. Supe entenderla, la sentí próxima y esa lectura hizo que la amase, que se convirtiera en uno de mis personajes literarios de referencia. Despertó empatía y compasión, porque Ana Ozores es una víctima de todos: de su marido, que la trata como a una hija y no como a una mujer; de su amante, un don Juan de pacotilla que no sabe ver lo especial que es; del Magistral de la catedral, que es incapaz de guardarse sus impulsos y todos los secretos de confesión que ella le cuenta; de Vetusta y esa presión social que ejercen los sitios pequeños en las personas a las que les cuesta pensar que la vida es solo seguir sus normas. De su orfandad, de su soledad, de la tristeza que la arrasa porque, aunque lo intenta todo para salir de ese vacío en el que se ha convertido su vida (leer, escribir...) no consigue nada.

Mi profesora de literatura, Ángela, ante el no rotundo de la clase cuando preguntó si la habíamos leído (incluida yo, porque me amenazaron con pegarme si contaba que yo sí la había leído y la había disfrutado), decidió que no podíamos quedarnos sin conocer esta historia. Supongo que si se hubiera imaginado que poco después harían una serie, con Aitana Sánchez Gijón en el papel de Ana Ozores, a lo mejor se habría ahorrado el esfuerzo, pero el caso es que lo hizo: escribió unas páginas teatralizadas basadas en la novela y las grabamos.

Asignó papeles en la clase y yo, que siempre he tenido muchos problemas para ponerme debajo de un foco (parece mentira por mi biografía, pero así era), me fui yendo hacia atrás en la clase hasta que no quedó un solo papel. Me toco algo, por supuesto, tenía que imitar el sonido de los cascos de los caballos y el de las campanas de la catedral, lo menos comprometido para alguien como yo.

Pero la vida siempre con sus planes que te descolocan...

Después de ensayarlo en un montón de recreos, llegó el día de la grabación. Ana Ozores, la nuestra, se había ausentado porque estaba enferma y nos quedábamos sin días, así que Ángela echó un vistazo a los papeles y de pronto me miró. Quise que me tragase la tierra, yo no quería ningún papel, pero no me quedó más remedio que aceptar el de protagonista de última hora. No había problema, me lo sabía perfectamente, casi mejor que la chica que la representó en todos los recreos.

Y sentía a Ana Ozores.

De hecho, sigo sintiendo cuando releo alguna página, porque la entiendo. Y me da pena, porque no pudo elegir salir de allí, pero, aunque hubiera podido, no era capaz. Porque además de las convenciones sociales, pesaban las suyas y de esas es mucho más difícil librarse de lo que parece.

No lo hice bien, lo hice mejor que bien. La profesora me dio la enhorabuena veinte veces y me preguntó si no había pensado apuntarme a un grupo de teatro, y no solo porque vio que tenía aptitudes, sino porque pensó que a mi carácter le iba a venir fenomenal ese esfuerzo de ponerme delante de los demás y dejar de lado mis miedos.

No supe hacerle caso, pero yo también estoy segura de que lo hubiera hecho bien, porque hasta ahora todos los retos que me he puesto en la vida los he superado con nota.

Tengo pendiente un reencuentro con Ana, con La Regenta, con una letra adaptada a mis ojos y con el deseo de entenderla como la entendí cuando yo era poco más que una niña.







miércoles, 11 de agosto de 2021

DONDE HAYA TINIEBLAS MANUEL RÍOS SAN MARTÍN

 



Sinopsis:

Una modelo de diecisiete años a la que le falta el ombligo desaparece en Madrid. Los inspectores Martínez y Pieldelobo se hacen cargo de la investigación, pero chocan desde el primer momento. Él es un padre cincuentón y caótico, tierno pero mordaz y un tanto anticuado; ella, una milenial combativa, inteligente y feminista.

Mientras recorren por España lugares misteriosos y templos en apariencia tranquilos, surgen dos hipótesis para desenmascarar a un asesino en serie: o la mafia rusa está detrás de una red de prostitución de lujo o hay un psicópata religioso que pretende enmendarle la plana al mismo Dios.

Este thriller plantea una reflexión irónica sobre la intolerancia, la dicotomía entre pecado y belleza, entre misericordia y castigo, y las relaciones entre el hombre y la mujer como dos seres destinados a entenderse desde el principio de los tiempos.

Solo quien asume la culpa merece el perdón


Mis impresiones:

Esta novela, catalogada como thriller, me ha tenido pegada a sus páginas los poquísimos días que me ha durado. Lo lógico sería pensar que ha sido por lo trepidante del caso que se plantea, por las múltiples vías de investigación que se van abriendo a lo largo de la trama que me han llevado en volandas. O por los cliffhanger tras cada capítulo corto, que me empujaban a seguir para no quedarme con la duda de lo que podría suceder a continuación.

Todo eso que acabo de contar está genial y es indudable que ha contribuido, y mucho, al éxito de la lectura. La novela tiene un ritmo endiablado y engancha como pocas, pero lo que me ha robado horas de sueño (y varias siestas, con lo bien que le viene a mis madrugones que duerma un pelín por la tarde) ha sido el inspector Martínez. Su mordacidad, su ironía, el enfoque de sus pensamientos, que conocemos de primera mano porque la novela está narrada desde una primera persona que es lleva su voz. 

Eso es lo que me ha tenido sin soltar el libro. 

A pesar de que es un hombre, me he identificado a veces con él (incluso en lo de ser invisible a los cincuenta -muy invisible-) y he sentido el mismo desconcierto que relata en algunas ocasiones con respecto a la inspectora Pieldelobo. A ella la he notado a mucha más distancia. Tengo en común sus reivindicaciones feministas, pero también me han provocado, como a Martínez, cierto desasosiego en algunos momentos porque lo que no comparto son las formas. Se ve que soy de otra generación. En ese sentido, me veía más en Teresa que en ella. Bueno, de Teresa no hablo que me emociono.

De Nuria Pieldelobo me han preocupado sus vacíos.

Esto, que quizá es algo tangencial a lo que es en sí misma la novela, me ha hecho pensar mucho. Como personaje está muy bien construida, me inquieta como reflejo de gente real, que lo es. Es algo que lleva inquietándome años, la formación de la gente joven. Por más que sean número uno de sus promociones y parezcan capaces de comerse el mundo, les falta "algo". Saben mucho de tecnología, de atajos para conseguir llegar adonde quieren al instante apoyándose en San Google, pero no preguntes por San Isaac, por ejemplo, que no va a sonarles de nada. Y me voy al ejemplo religioso por la temática de fondo de la novela. Sus análisis, aunque estén sobrecapacitados para hacerlos, se tornan insuficientes incluso en los sencillísimos textos de EBAU, porque faltan en su mente todos los apoyos para entenderlos.

Es como si fueran por la vida a media luz.

En algunos momentos a Pieldelobo la he sentido así, como un poco entre tinieblas, y no por falta de inteligencia o capacidad. En esta novela, toda la parte simbólica que tiene que ver con la religión tiene un peso brutal en la trama y, si la edad de Martínez fuera la de Pieldelobo, resultaría imposible. Ella, como las nuevas generaciones, sabe poco o nada de religión. Esos focos apagados de los que hablaba antes que encaminan sus pesquisas en una dirección diferente a la de él. Para la novela esto es genial. El choque generacional funciona y da mucho juego. Uno completa al otro y los puntos de vista se multiplican. La perspectiva se abre y también las posibilidades de jugar con el lector. 

Otra cosa que me ha encantado son los momentos de humor que desengrasan lo crudo de la trama. Esos apodos que pone Martínez a todo el que se cruza con él.  Esa fina ironía cuando replica a Pieldelobo, cuando, ante chistes a los que él no da importancia, ella ve amenazas de micromachismos. Esa es una de las cosas que mantiene durante gran parte de la novela a Martínez pisando con pies de plomo con ella. Intenta no meter la pata, y no porque ella sea experta en aikido y le pueda soltar un guantazo en cualquier momento (o una contestación desabrida), sino porque todo el tiempo le hace replantearse si realmente él, que no se considera así, es machista o es que esta sociedad tiene la piel tan finita que con todo hay que demasiado cuidado. Y eso es muy de hoy, tan actual que da un poquito de miedo. Esa contención con el humor porque cualquier cosa se malinterpreta y se puede liar una que para qué las prisas. Este párrafo está lleno de frases como las de Martínez, muchas veces llanas y simpáticas que, sobre todo, restan intensidad a lo que pasa en la trama.

Porque lo que sucede es duro.

La trama arranca con una víctima de 17 años, una influencer que desaparece sin dejar rastro. Te hace pensar en qué estamos haciendo, cómo es posible que nos escandalicemos porque alguien hace un comentario tonto sobre algo y a nadie se le ocurra que es mucho más escandaloso que haya gente contando cada minuto de su tiempo a través de una red social con el objeto de "vender" y que se paguen millonadas por ello. Se "vende" también un modelo social que no augura nada bueno y como padres tampoco es que estemos sabiendo gestionarlo. Esa artificialidad de la realidad que se nos está quedando muy poquito sana y que solo alcanzamos a atisbar que llegará un día en el que nos acabe explotando en plena cara.

La trama recorre escenarios que entran ganas de visitar, como la ermita de la Virgen del Ara en Badajoz, donde se desarrolla una parte crucial de la investigación, pero no se queda ahí. Se trasladará al monasterio de San Juan de la Peña en Huesca y después al santuario de Aránzazu en Guipúzcoa. 



Ermita de la Virgen del Ara
Foto: portal Junta de Extremadura



Monasterio de San Juan de la Peña en Huesca
Foto: web mágicos Pirineos



Santuario de Aránzazu en Guipúzcoa
Foto: Oñatiturismo


Y todo está hilado, tejido de un modo que te atrapa, te sorprende con algunos giros y te hace disfrutar. O te encogen el corazón, que también. Me quedé, como Pieldelobo, sin palabras. 

En mi caso, ha sido decisivo ese sentido del humor, esas frases de Martínez que lo humanizan y lo acercan, y que te hacen sentirte bien, aunque estés en medio de un caso tan truculento como este. En otras novelas de este tipo españolas que he leído en los últimos tiempos, la crudeza me provocaba mucho rechazo y ahora sé que no es por los hechos en sí, sino por la manera en la que se cuentan. El humor no resta en esta novela nada, al contrario, suma mucho y se agradece.

Es una novela que merece la pena, aunque tengo que decir que hay dos cosas por las que nunca la hubiera leído: el título y la portada.

Sé que la portada es un acierto, lo sé porque lo estoy viendo en las redes, pero cuando la vi me dio un poquito de repelús. Quizá porque no la entendía en absoluto y porque no me transmitía nada positivo (bueno, habiendo asesinatos no iban a poner nada azucarado, que también parezco tonta), pero el caso es que si no hubiera ido leyendo más cosas de ella, por la portada no la había comprado.

El título tampoco me gustó, sobre todo porque se me olvidaba. Ahora entiendo por qué se descartaron otros mucho más explícitos, que contaban parte de lo que debería mantenerse sin spoilers para que surtiera su efecto en la lectura, pero no me decía absolutamente nada cuando lo leí. 

¿Y entonces por qué la compré? Pues quizá por la sinopsis, y mira que muchas veces llego a las novelas a ciegas, sin leerla, pero en este caso no ha sido así. Ahí sí he visto un acierto. Me apetecía que me contasen esa historia, me apetecía ese choque generacional y por las palabras que acabo de escribir se puede deducir que ha sido lo que me ha movido la lectura. Casi más que la investigación, que como digo está genial, no exenta de giros, está bien tramada y atada. 

Bien resuelta. 

Potente desde el inicio hasta el fin.

La recomiendo, por supuesto, y creo que acabará llevándose a la gran pantalla (o a la pequeña, o la mediana), porque lo tiene todo para sujetar también al espectador en la silla/sillón/sofá.

Sé que esta no es una reseña típica, porque no me apetece perderme en ellas, prefiero quedarme con lo que me ha hecho sentir cada libro. Este, por sorprendente que parezca, ha sido paz. La lectura me ha envuelto y, mientras estaba en ella, no me acordaba del mundo. Y eso, cuando vives en una permanente tormenta, se agradece muchísimo.

Leedla, que ya sabéis que no recomiendo nada de lo que no esté convencida.

CUANDO EL DOLOR SE VUELVE CRÓNICO

Cuando un dolor se cronifica y nadie encuentra ni la razón ni un remedio para que en algunos momentos baje la intensidad, tú te caes. Es inevitable. Al principio lo hablas, buscas apoyo, ayuda, respuestas, pero después empiezas a guardarlo porque asumes que no tiene remedio, que va a ser así hasta que te mueras.

O hasta que llegue otro médico y te haga caso.

De verdad, pensaba que la nueva doctora me ayudaría, parecía que al principio se mostraba interesada por solventarlo, pero ha sido un espejismo. A la primera me ha derivado a un especialista en el que ya he estado y al que no tengo nada nuevo que contar, porque no hay cambios y él tampoco sabía qué me pasa. 

Volverán a decir que es ansiedad, y la verdad es que la hay, porque cuando nadie encuentra un porqué, tu cuerpo reacciona de ese modo. Y se altera más. A lo mejor el remedio es que me inflen a ansiolíticos que no quiero tomar, y que pase el resto de la vida medio zombie.

No tengo ya ganas ni de levantarme por las mañanas. Por más que me esfuerzo y busco la motivación, al rato se me cae y vuelvo a preguntarme si esto es vida.

Perdón por el desahogo, pero en la vida no todo son libros. 

miércoles, 4 de agosto de 2021

ESA GENTE MALEDUCADAMENTE SINCERA

Cuando abrí el blog, las entradas eran como ahora, lo primero que me venía a la cabeza. Después, cuando lo literario empezó a encontrar su espacio, empecé a tener cierto orden, que enseguida se descolocó cuando, de la fase "comentarista de libros" pasé a la de "productora de contenidos". No sé hacer un resumen de cómo pasé de un lado a otro, creo que estaba en uno de mis experimentos y ni me di cuenta de dónde me estaba metiendo. El blog engordó muchísimo. Me empezaron a pasar tantísimas cosas buenas en tan poco tiempo que corría a recogerlas en este diario virtual, para que no se me olvidasen y, sobre todo, para que el día de mañana no pensara que me las había imaginado.

Algunas eran tan increíbles que el riesgo de pensar que me las inventé era demasiado grande.

Desde que empezó la dichosa pandemia, no tengo nada. Todo lo que había estado construyendo era muy frágil y se esfumó poquito a poco cuando la vida se redujo a las cuatro paredes de mi casa. Ahora apenas tengo algo que contar y he vuelto al principio. Reflexiono sobre lo que he leído. Hago una reseña de un libro que me ha gustado. Comparto un texto. Y, sobre todo, recuerdo. Me voy acordando de cosas que sucedieron. En el mismo caos que me descubrió que un montón de palabras ordenadas hacen tanta compañía como la mejor de las amigas.

Hoy voy a hablar de una cosa que me hizo pensar muchísimo y que, probablemente, marcó la línea editorial de este blog de forma definitiva, igual que mi manera de comportarme con otros autores que desde entonces siempre he respetado. Sobre todo, porque es un compromiso conmigo misma y ese es el compromiso más fuerte. 

Hoy, que hasta se me ha olvidado el nombre de la protagonista de esta historia, la voy a contar.

Hace muchos, muchos años, cuando yo aún no tenía que teñirme el pelo cada mes... 

...tropecé con una bloguera, como tantas otras, con aspiraciones a escritora. Solo reseñaba a los autores que empezaban como yo en aquellos momentos. Su idea era apoyar a los que estaban buscando un camino literario, pero a la hora de la verdad, cuando leías sus reseñas, nadie cumplía sus parámetros de perfección y de apoyo había poco. A mí me tocó una de las reseñas más duras que publicó, una en la que prácticamente no había hecho nada bien con mi humilde novela. Recuerdo las emociones que pasaron por mi cabeza cuando la leí, me dieron un puñetazo en el estómago y ni siquiera es por lo que estáis pensando (ego). Recordé que yo había hecho algo así: había reseñado un libro de un autor que empezaba (publicado con editorial seria, en mi caso no era autoeditado) que no me había parecido nada correcto y no me ahorré nada en mi análisis. Fui maleducadamente sincera. Aunque tuviera razón en lo que decía, aunque las incoherencias del texto no fueran solo cosa mía (las llegué a ver en reseñas de otros blogs), no pensé en el autor en ningún momento. Lo separé del texto, como si pudieran ser dos universos paralelos que nunca se tocan.

Me quedaba mucho, muchísimo, por aprender todavía.

Esa reseña que me hicieron a mí era todavía más maleducadamente sincera. Siempre he sido de intentar aprender de los errores, los vea o no. Los analizo y, después, intento siempre no volver a cometerlos. Desde ese momento, busqué mejorar todo lo que pude (ahí le puedo estar agradecida porque me esforcé mucho más de lo que lo hubiera hecho sin esa reseña), pero el caso es que había otras cosas que no las compartía en absoluto.

Al cabo del tiempo, la bloguera se autoeditó una novela.

Yo, por apoyarla, y a pesar de la reseña que había hecho de la mía, la compré y la leí. Estupefacta, porque después de lo mal que lo hacíamos los demás, pensé que ella sería perfecta y ni se aproximaba.

No hice una reseña.

Podría haberlo hecho, había mil puntos débiles en ella, muchos más que en la mía y en otras que ella había maltratado que también había leído yo. Tenía tantos errores que el tiempo me ha acabado dando la razón: nunca más publicó. Nunca más se supo de ella. Ese día, cuando me enfrenté a una crítica desprovista de tacto (y de técnica, se basaba solo en lo que a ella le parecía), me acordé de esa sinceridad maleducada que tuve una vez con ese otro autor. Recordé las sensaciones de esa "verdad" que era solo la de ella, y me pareció tan horrorosa que no quise ser así jamás. Por eso, no hablé de su libro. Por eso, me prometí que nunca más escribí nada negativo.

Estoy en ambos lados y eso te hace ver las cosas desde otra perspectiva que no tiene el que solo reseña.

¿Quién era yo para triturar los sueños de nadie?

Desde entonces, no es que no haga reseñas negativas (algo que ha perjudicado y mucho a este blog, porque quien viene ya sabe que no hay factor sorpresa, me ha gustado el libro), es que ni siquiera pongo comentarios negativos a nadie en Amazon o en Goodreads o similares. ¿Voy a hacerlo, entonces, en mi blog? ¿Qué gano? 

Igual que no las pongo, como he repetido hasta la saciedad, tampoco las pido.

Creo que cada quien es libre de soñar con lo que quiera, de apostar por sus ilusiones si quiere hasta todo el dinero que le quede en la cuenta del banco. Si un libro es bueno, es posible que no tire adelante, porque este es un mundo demasiado complicado como para triunfar, pero si es malo se va a hundir él solito. 

No va a necesitar la ayuda de nadie.

Hace mucho que me da coraje la gente maleducadamente sincera. Eso no quiere decir que cuando hago una lectura cero, no diga todas las cosas que opino del libro. Es el momento, es tiempo de mejorarlo, cuando aún no ha salido al mundo. Y ahí, de todas maneras, empleo la educación y ofrezco alternativas razonadas y razonables.

Creo que cada uno es libre de actuar como quiera, pero esta fue mi opción. Mi padre no me perdonaría en la vida que fuera por la vida haciendo daño a propósito.

Ni yo tampoco.


EL PODER TERAPEUTICO DE LA LECTURA

 





No sé si alguna vez habéis escuchado la palabra "biblioterapia". No existe una definición para ella en el diccionario de la RAE, al menos yo no he conseguido encontrarla, pero sí existe una corriente que defiende el uso de los libros con fines sanadores o terapéuticos, pues se toma como premisa que la lectura (del mismo modo que la escritura) resulta beneficiosa para curar el alma.

Lectura y escritura servirían para poner en claro distintas situaciones que la persona ha vivido. Se realiza un ejercicio de empatía que puede conducir a la persona a reconocer su problema o, al menos, relativizarlo. 

La lectura es fuente de bienestar. Mientras se lee, el cerebro se relaja y se aleja de la fuente de angustia, pero si, llegado el momento, los ojos tropiezan con algo que puede conducir a poner un poco de luz en su situación personal, también sirve de apoyo para la reflexión e, incluso, en esa misma lectura se podría encontrar un camino para afrontar el problema. 

Mientras se escribe, parece que los efectos sanadores también se dan. De alguna manera, el problema se saca de dentro y se pone a una cierta distancia que hace más sencillo procesarlo. Afrontarlo. Asumir un camino que, de hacerlo sin sacarlo de nuestra mente, sería mucho más complicado.

Esta terapia se recomienda en casos de duelo, enfermedad, depresión, cuando una relación se ha roto, cuando se tiene baja autoestima, cuando se ha vivido un hecho en extremo traumático... Y los resultados suelen ser muy buenos. Se utiliza en hospitales, pero también se sabe que los clubs de lectura sirven en muchos casos para sustituirla.

La literatura que podemos introducir en esta categoría serían los libros de autoayuda (aunque no todos valen, deberían estar supervisados por profesionales), pero también se sabe de la tremenda utilidad de la poesía. Y de la novela.

Reconozco que es mi terapia favorita, a la que llegué sin saber que lo sería y sin conocer, de ningún modo, sus beneficiosos efectos. Leer sana, eso lo sabe tu alma cuando te sumerges en el libro y te olvidas de los problemas. Escribir cura, eso lo siente tu corazón cuando sacas de dentro el dolor y lo expones aunque no sea más que frente a tus propios ojos.

Bendita terapia, pues.

Es la más dulce que conozco.

 

lunes, 2 de agosto de 2021

NOCHE REAL




SINOPSIS

8 de mayo de 1945, día de la victoria en Europa. La ciudad de Londres celebra el final de la guerra, y en Buckingham Palace, la princesa Margarita y su hermana Isabel están deseando ser parte de la alegría fuera de palacio. A ambas se les permite salir de incógnito para formar partes de las celebraciones, dando comienzo a una noche llena de emoción, peligro y romance.


No suelo hacer reseñas de películas, de hecho creo que es la primera, porque la verdad es que no soy nada cinéfila. Mi criterio con las películas es "si a los veinte minutos no me he despistado con otra cosa, eso es que me está gustando". La verdad es que no aguanto una película entera casi nunca, y esta no iba a ser una excepción: la he visto en tres días. A ratitos. Está en Amazon Prime ahora.

¿Y por qué me la traigo al blog? Pues porque a pesar de todo, me ha gustado. Sé que es una fantasía, pero ha habido un momento de la película, hacia el final, que me ha hecho pensar. Lilibet, que es como llaman a la que es ahora la reina de Inglaterra, Isabel II, habla con Jack, el soldado con el que se pasa la noche buscando a la alocada Margaret. Ella da las gracias por esa noche, una noche que no se va a poder permitir el resto de su vida. Una en la que ha sido una más entre la gente, incluso con él, que tarda bastante en descubrir que es una princesa.

Un respiro.

¡Qué importantes son los respiros en la vida! Cuando todo está atado y planificado, cuando es imposible salirse de un esquema vital escrito, qué maravilloso es poder disponer de unos momentos en los que se pueda soñar con ser otra cosa. Con un paseo por París y subir a la torre Eiffel. Con ser anónimo entre la multitud. Con poder hacer lo que quieras sin pensar en lo que debes.

La sonrisa de Lilibet en la última escena, la felicidad por haber tenido esa noche real, me ha llegado al corazón. Porque he entendido lo que se siente cuando un día la vida te deja esa posibilidad, lo bonito que es. No sé lo que será ser una princesa, pero nunca me ha parecido nada envidiable. Lo es mucho más tener las manos desatadas para poder hacer lo que sientas en cada momento. Para perseguir tus sueños y sentir lo maravilloso de lograrlo.

Para recibir ese beso prohibido que Lilibet se lleva como recuerdo de esa noche.

Ha sido bonita. Y sí, la recomiendo a quienes sueñan con respiros imposibles. Quizá una noche se hagan reales.

domingo, 1 de agosto de 2021

SEGUNDAS PARTES DE NOVELAS

No soy muy fan de las sagas o las segundas partes de novelas. Como lectora, prefiero que las historias concluyan, me da una pereza terrible, la mayoría de las veces, seguir con sagas, series, continuaciones..., incluso si el único nexo en común son los personajes y en mundo creado y no la historia en sí. No suelo buscarlas. Hay excepciones, por supuesto, me lo he pasado genial con Harry Potter y con algunas sagas románticas, o con Los hijos de la Tierra (bueno, esta menos, los dos últimos se me atragantaron), pero por lo común soy de las que se bajan del carro antes de que acaben.

Esto, como lectora.

Como escritora, seguro que estoy equivocada, pero tampoco es que me entusiasmen, precisamente porque soy muy consciente de esto y porque he observado determinadas cosas. Creo que cuando un autor tiene éxito con una novela, para la siguiente tiene dispuestos a leerlo menos lectores. 

Ahora mismo hay gente mirando por si no ha entendido lo que he puesto, o si me he vuelto loca, pero he puesto eso: ha perdido lectores.

Vale, sí,  tendrá más de los que tenía antes, cuando no lo conocía nadie, pero por una pura lógica, no va a conseguir más que en la anterior. Siempre hay excepciones, no todo el mundo se llama Stephen King o Ken Follet, hablo de escritores contemporáneos mortales. O sea, casi todos.

Creo que va a tener menos lectores por varias razones:

  •     Habrá quienes hayan odiado la novela y no se les va a ocurrir volver a acercarse a ese autor. 
  •     O a los que simplemente no les gustó el estilo y no van a leer al autor otra vez. 
  •     Y también a los que el libro se les hizo uno más y tampoco van a darle otra oportunidad.
  •     Y, por si eso era poco, los que como ya leyeron un libro del autor, lo tachan de su lista de autores pendientes y se van a otro.
  •      O los supersticiosos, que han leído una novela que no estaba mal y no quieren repetir por si acaso se les desdibujan las sensaciones que dejó esa primera. 
  •     Y los que no se han hecho fans exactamente y la dejan pasar. 
  •     Y los que se la anotan para leer más adelante, "por si acaso la saga sigue", y que luego jamás lo hacen.

Total, que si tenía, pongamos, 100 potenciales lectores, para la siguiente se has quedado con 30 y a los demás se los va a tener que ganar exactamente igual que si partiera de cero. ¿Igual? Me da que no, me da que va a ser mucho más complicado.

Ponle que la portada no sea tan bonita.

O no convenza la sinopsis.

O que el precio se haya disparado.

O que el autor haya dejado de estar en el momento justo en el lugar adecuado, como pudo pasar la otra vez.

O, sencillamente, que su momento ha pasado.

¿A qué viene todo esto?

Estaba embarcada en escribir una segunda parte y no tengo muy claro que sea la mejor idea del mundo. En lugar de una segunda parte, me he puesto las pilas y he escrito otra novela diferente, con personajes nuevos, nueva trama y nuevos escenarios. Nuevecita por todas partes.

Llevará tiempo que la deje ver. Estoy valorando la opción de hacer algo diferente con ella. De aquí a Navidad tengo planificados tres caminos con mis novelas. Para esta que estoy rematando reservo el más loco. Una moneda lanzada al aire que caerá por donde le dé la gana, pero que me preocupa muy poquito porque siempre, siempre, hay otras opciones. Para otra, que ya tiene contrato en firme, que la podáis leer (los 30 que quedáis), si os apetece, más adelante. Y para la tercera... esa es la idea que más me gusta. La tercera es para los que se han convertido en mis lectores. No sé si fans, pero sí muy buenos. Y como los buenos merecen un premio, lo van a tener. 

Y yo también.

Porque hay veces que hay que sentarse a valorar qué es lo que queremos y cómo podemos conseguirlo. Y sé que con este tercer camino voy a conseguir lo que quiero.

Entre otras cosas, porque he aprendido a saber qué es lo que no quiero.

Ni a quién.