El otro día me encontraba con la noticia de que mi última novela publicada, La chica de las fotos, había sido la más vendida de la editorial a la que pertece (Harlequin-HarperCollins Ibérica) en dos plataformas digitales, Amazon y Fnac, y la tercera en Casa del Libro. Bueno, pues esta semana puedo decir que también lo es en la tienda de ebooks de iTunes España. Y no solo eso, además es la tercera novela más descargada del top general y la segunda en romántica, justo detrás de la última entrega de Grey.
Cuando presenté la novela al concurso no pensaba, ni por asomo, llegar a la final. Simplemente quería darle una oportunidad a un texto en el que llevaba trabajando desde 2011, y si no salía nada de ahí, que era lo más probable, volverlo a meter al cajón de las historias pendientes. Enterarme que había sido finalista fue una enorme sorpresa que me emocionó, porque además llegó en unos días personales muy complicados. Al hecho de que en dos días había perdido a dos familiares muy queridos esa semana, se sumaba un contratiempo virtual en el que me vi envuelta. Se interpretaron unas palabras mías de manera bastante mezquina y eso supuso una avalancha de insultos que me descolocaron por completo.
Tanto que pensé que no merecía la pena exponerse tanto, estar tan visible en este mundo si la compensación iba a ser de ese tipo.
Sin embargo, tomé aliento y seguí adelante, porque sé que de los tropezones se aprende casi más que de que las cosas vayan rodadas.
Y sin casi.
Ahora, lejos de ese nefasto mes de febrero, sé que este camino está valiendo la pena. La novela sigue ahí después de dos meses, entre las más vendidas de tres plataformas muy importantes. Recibe, de vez en cuando comentarios; no muchos porque no los pido. Dejo que lleguen los que tengan que llegar, y eso supone que no sean todos perfectos, sino que hay de todo como en botica. Personalmente desconfío de las novelas que a todo el mundo le parecen lo más de lo más, porque sé que muchas veces se infla lo bueno para estar visible.
Mañana se cumplen dos meses desde que está disponible para su lectura. Es el tiempo límite que le doy yo a una novela para saber si merece la pena o no. Esta, al menos, lo ha cumplido con creces, igual que hiciera en su día Detrás del cristal.
Coincidiendo con esto le ha llegado su comentario número 14 a Brianda. Llevando a la venta desde diciembre, que solo tenga ese número de comentarios es un claro indicador de varias cosas. La primera, que se lee poco y se vende menos. La segunda, que nunca se ha pedido a nadie que la empuje (ya lo hago yo, como se me va ocurriendo) porque estaría distorsionando la realidad. Y la tercera, para mí la más importante, que todo lo que le ha llegado a esta novela es real. No sé si me creeréis, pero es de la que más orgullosa me siento. Le puse trabajo, esfuerzo y corazón, y aunque solo se la hayan leído unos pocos, a mí me vale. Es lo que quería escribir y es algo que siempre voy a hacer, ser fiel a mí misma.
Tengo que empezar ya a pensar en nuevos proyectos, en acabar esta novela en la que estoy, que os diré que es lo más raro (que no inverosímil) que se me ha ocurrido hasta ahora. Tengo que volver a darle una oportunidad a ATCLV, pero eso con calma, porque creo que aún no nos ha llegado a las dos su momento.
Tengo que avanzar paso a paso. Despacio. Sabiendo dónde pongo los pies porque el suelo, muchos días, es algo más que resbaladizo.
Cuando presenté la novela al concurso no pensaba, ni por asomo, llegar a la final. Simplemente quería darle una oportunidad a un texto en el que llevaba trabajando desde 2011, y si no salía nada de ahí, que era lo más probable, volverlo a meter al cajón de las historias pendientes. Enterarme que había sido finalista fue una enorme sorpresa que me emocionó, porque además llegó en unos días personales muy complicados. Al hecho de que en dos días había perdido a dos familiares muy queridos esa semana, se sumaba un contratiempo virtual en el que me vi envuelta. Se interpretaron unas palabras mías de manera bastante mezquina y eso supuso una avalancha de insultos que me descolocaron por completo.
Tanto que pensé que no merecía la pena exponerse tanto, estar tan visible en este mundo si la compensación iba a ser de ese tipo.
Sin embargo, tomé aliento y seguí adelante, porque sé que de los tropezones se aprende casi más que de que las cosas vayan rodadas.
Y sin casi.
Ahora, lejos de ese nefasto mes de febrero, sé que este camino está valiendo la pena. La novela sigue ahí después de dos meses, entre las más vendidas de tres plataformas muy importantes. Recibe, de vez en cuando comentarios; no muchos porque no los pido. Dejo que lleguen los que tengan que llegar, y eso supone que no sean todos perfectos, sino que hay de todo como en botica. Personalmente desconfío de las novelas que a todo el mundo le parecen lo más de lo más, porque sé que muchas veces se infla lo bueno para estar visible.
Mañana se cumplen dos meses desde que está disponible para su lectura. Es el tiempo límite que le doy yo a una novela para saber si merece la pena o no. Esta, al menos, lo ha cumplido con creces, igual que hiciera en su día Detrás del cristal.
Coincidiendo con esto le ha llegado su comentario número 14 a Brianda. Llevando a la venta desde diciembre, que solo tenga ese número de comentarios es un claro indicador de varias cosas. La primera, que se lee poco y se vende menos. La segunda, que nunca se ha pedido a nadie que la empuje (ya lo hago yo, como se me va ocurriendo) porque estaría distorsionando la realidad. Y la tercera, para mí la más importante, que todo lo que le ha llegado a esta novela es real. No sé si me creeréis, pero es de la que más orgullosa me siento. Le puse trabajo, esfuerzo y corazón, y aunque solo se la hayan leído unos pocos, a mí me vale. Es lo que quería escribir y es algo que siempre voy a hacer, ser fiel a mí misma.
Tengo que empezar ya a pensar en nuevos proyectos, en acabar esta novela en la que estoy, que os diré que es lo más raro (que no inverosímil) que se me ha ocurrido hasta ahora. Tengo que volver a darle una oportunidad a ATCLV, pero eso con calma, porque creo que aún no nos ha llegado a las dos su momento.
Tengo que avanzar paso a paso. Despacio. Sabiendo dónde pongo los pies porque el suelo, muchos días, es algo más que resbaladizo.